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Por qué José Luis Núñez, un presidente de otra época, dividió al barcelonismo
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EL PRESIDENTE QUE INVENTÓ UN LENGUAJE

Por qué José Luis Núñez, un presidente de otra época, dividió al barcelonismo

El fallecimiento de José Luis Núñez ha recordado el Barcelona de otra época, aquella en la que el barcelonismo tomó las riendas de la modernidad y se sacudió el victimismo

Foto: Fallece Josep Lluis Núñez, expresidente del FC Barcelona. (EFE)
Fallece Josep Lluis Núñez, expresidente del FC Barcelona. (EFE)

No intenten preguntar a los barcelonistas si José Luis Núñez es el mejor presidente que ha tenido el Barça sin llevar un casco y un escudo. Porque todavía hoy, cuando se ha conocido la noticia de su muerte y las necrológicas tienden a dulcificar las aristas para centrarse en sus logros, es imposible que los culés se pongan de acuerdo. No hay un club en España tan dividido social y emocionalmente como el Barcelona. Y sí, eso es culpa de Núñez. La perorata de agravios de los antinuñistas se puede resumir en: “Porque echó a Cruyff”. También fue él quien lo fichó -nunca tuvo secretario técnico- pero la agria ruptura con el mítico Cruyff dividió para siempre a los culés en dos facciones irreconciliables.

Constructor y promotor inmobiliario de éxito, Núñez decidió meterse en el mundo del fútbol buscando reconocimiento social. No era un gran entendido y hay quien asegura que ni siquiera era del Barça de toda la vida y había tenido sus escarceos juveniles con el Espanyol, pero nunca más habrá un presidente tan longevo en el cargo (22 años) porque los actuales Estatutos lo hacen imposible así que nadie ganará tanto como él dirigiendo el club: 140 títulos oficiales con las diferentes secciones del club siendo sin duda el más celebrado la primera Copa de Europa en Wembley en el 92. Fue Núñez el que entendió que el FC Barcelona debía modernizarse, amplió el Camp Nou y llegó a una cifra récord de socios, construyó el Mini Estadi y La Masía e impulsó económicamente al club siendo el primero en pensar en los ingresos atípicos y rompiendo el monopolio con TVE para poder cobrar derechos. Fue un visionario.

Llevó su manera jerárquica, autoritaria, de entender la presidencia hasta las últimas consecuencias y en sus primeros años son varios los periodistas que recuerdan haber sido intimidados e incluso agredidos en el parking del club por su guardia pretoriana, ‘los morenos’ un grupo de ultras. Desconfiaba de los medios de comunicación, pero tenía (todos los dirigentes los tienen) periodistas de confianza. No quería que nada se le escapara, desde lo que decían de él hasta lo que pasaba en el vestuario y fue sonado el llamado ‘Motín del Hesperia’, cuando la plantilla en 1988 a tres días de recibir al Real Madrid se le rebeló por cuestiones fiscales con Luis Aragonés como entrenador. A la rueda de Prensa en el hotel Hesperia en la que largaron de lo lindo faltaron sólo López López, convaleciente de una operación de estómago, Lineker, en Hungría con su selección, y Schuster, que se descolgó. Una semana más tarde contrató a Cruyff y de los firmantes de la protesta solamente quedaron ocho. La limpia fue tremenda.

Dos gallos en el corral

Con Johan Cruyff llegó la gran revolución, futbolística y anímica del Barça. Adiós al victimismo del que era tan aficionado Núñez, que veía enemigos por todas partes, hola a la alegría, pero eran dos gallos en el mismo corral y pese al Dream Team, la primera Copa de Europa y las cuatro ligas consecutivas, los tira y afloja fueron constantes entre ambos.

placeholder Josep Lluis Núñez, en la presentación de Ronaldo, con su vicepresidente Joan Gaspart. (EFE)
Josep Lluis Núñez, en la presentación de Ronaldo, con su vicepresidente Joan Gaspart. (EFE)

Frente al “aquí mando yo” de Núñez estaba un Cruyff que no sólo no se arrugaba, sino que le desafiaba. Hace unas semanas, en un acto organizado por ‘Los Amics de Johan’ en el Auditorio de Mediapro acudieron los tres entrenadores de los equipos catalanes: Valverde, Eusebio y Rubi. Los dos primeros estuvieron bajo sus órdenes y admitieron que la relación no siempre fue fácil, pero la frase más certera la pronuncio al final de la charla su hija Susila: “En casa sólo había dos normas. La primera, que él tenía siempre la razón. Y la segunda, que si alguna vez no la tenía, se volvía a la primera norma”. No es de extrañar que presidente y entrenador terminaran como lo hicieron: despreciándose. Fue el inicio de los ‘ismos’. Si eres del Barça estás obligado a elegir; o nuñismo o cruyfismo, no hay medias tintas. Y el conflicto ha llegado hasta ahora y no tiene ninguna solución. Ríanse de los Montesco y los Capuleto, que en comparación eran unos Teletubbies.

Un lenguaje personal

Si de Cruyff se decía que no hablaba bien ni el holandés ni el castellano, de Núñez se sabe seguro porque sus patadas al diccionario se convirtieron en bromas e imitaciones ya míticas que forman parte de la cultura catalana. El ‘quicir’ por quiero decir, el ‘pulutan’ por por lo tanto, el ‘patisans’ por simpatizantes, y la ya legendaria rueda de Prensa en la que explicó los motivos por los que despedía a Cruyff con expresiones como que había compartido con el técnico “uns petits sangus y unas cervezas’. Los ‘sangus’ en cuestión eran sandwiches.

No menos célebre es la anécdota en una recepción en el Ayuntamiento, cuando en el discurso ante las autoridades se refirió a Barcelona “como esa ciudad que lleva el nombre de nuestro club” ante el asombro de los presentes.

El personaje de ‘Nuñito de la Calzada’ del programa ‘Força Barça’, de Alfonso Arús, dejó impreso ya para siempre en toda una generación los tics del presidente, como su conocida austeridad hasta el punto de que cada vez que le hablaban de dinero se echaba a llorar desconsoladamente. En la vida real tuvieron que agarrar al hermano de Quini cuando intentó regatear con los secuestradores porque él no estaba dispuesto a pagar 100 millones de pesetas del rescate por un jugador que le había costado 90.

Los últimos años

Cuando dejó la presidencia del Barcelona siguió, como siempre, yendo casi cada día a su oficina de la calle Urgell, sus apariciones públicas escasearon y una de las pocas fue para mostrar su apoyo a Sandro Rosell en las elecciones del 2010. Había apuestas ese día y se cumplieron los pronósticos porque ante una nube de cámaras y micrófonos volvió a emocionarse.

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No volvió a conceder entrevistas ni a dar su opinión sobre los asuntos cotidianos del club. En el 2011 fue condenado a seis años de prisión tras demostrarse que había sobornado a inspectores de Hacienda para favorecer los intereses de su empresa, el Grupo inmobiliario Núñez y Navarro e ingresó finalmente en la cárcel de Quatre Camins en octubre de 2014 y fue puesto en libertad un año después.

El golpe fue durísimo para un hombre que se presentaba como el paradigma de la honradez y la ética y los que le conocen aseguran que nunca se recuperó. Hace unos meses le detectaron un tumor cerebral inoperable y a sus 87 años, la noticia de su muerte no ha sido una sorpresa porque era un secreto a voces que su salud se deterioraba cada día.

Ha muerto un presidente de otra época y que, sin embargo, abrió las puertas de par en par a la nueva. El que fichó a Cruyff, Maradona, Ronaldo, Figo y se inventó un nuevo lenguaje. Si no son catalanes, hagan la prueba cuando vengan y prueben a decir ‘quicir’ y ‘petits sangus’. La sonrisa, al final, es un idioma universal.

No intenten preguntar a los barcelonistas si José Luis Núñez es el mejor presidente que ha tenido el Barça sin llevar un casco y un escudo. Porque todavía hoy, cuando se ha conocido la noticia de su muerte y las necrológicas tienden a dulcificar las aristas para centrarse en sus logros, es imposible que los culés se pongan de acuerdo. No hay un club en España tan dividido social y emocionalmente como el Barcelona. Y sí, eso es culpa de Núñez. La perorata de agravios de los antinuñistas se puede resumir en: “Porque echó a Cruyff”. También fue él quien lo fichó -nunca tuvo secretario técnico- pero la agria ruptura con el mítico Cruyff dividió para siempre a los culés en dos facciones irreconciliables.

José Luis Núñez
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