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El repentino amor de Luis Enrique por Sergio Ramos en la Selección
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elogió al central del real madrid

El repentino amor de Luis Enrique por Sergio Ramos en la Selección

De la última lista a esta, han caído tres centrales y han entrado tres nuevos Hermoso, Iñigo Martínez y Diego Llorente, señal evidente de que Luis Enrique no tiene clara la posición más allá de Ramos

Foto: Ramos y Luis Enrique hablan en un entrenamiento. (Reuters)
Ramos y Luis Enrique hablan en un entrenamiento. (Reuters)

En el Mundial pasó lo que pasó, y tras una derrota así, con pésimas sensaciones, se avistó el cambio de ciclo. Ya unas semanas antes había entrado un nuevo presidente de la federación, lo cual era algo radical en un fútbol poco acostumbrado. Se anunciaba un seleccionador nuevo, Luis Enrique, de perfil fiero. El nuevo orden suponía un desafío para los clásicos, y ninguno más que Sergio Ramos, el jugador de campo que más veces ha lucido la camiseta roja, el capitán, el emblema, el campeón de todo. Los primeros días no pudieron ser sencillos para el de Camas, aunque solo fuese porque leía la prensa y veía fuego amigo. Que si el equipo se había adocenado por su culpa, que si mandaba más que los que tienen que mandar, que si su liderazgo era algo tóxico... se llegó incluso a especular con su salida del equipo, con ser el Raúl de Luis o el Míchel de Clemente.

Pero no, nada de eso llegó. Ramos, uno de esos jugadores que da una valor extremo a la Selección, ha ido convocado en todas las listas y se convirtió en el central más importante para Luis Enrique. El clásico era también el centro del nuevo proyecto, y tanto es así que Luis Enrique, cuando ha tenido que hablar de él, no le puso ningún freno al elogio. Más bien al contrario, si para alguien tuvo flores fue para él.

Foto: El seleccionador nacional, Luis Enrique, durante la rueda de prensa. (EFE) Opinión

"Es de esos jugadores que tienen una jerarquía, por las decisiones que toman y en los momentos que la toman, un jugador diferente, especial, que ha ganado todo con la selección y su club, es uno de los elegidos", empezó a definir Luis Enrique. Es difícil ensalzar más a un futbolista que llamarle "uno de los elegidos" y por más que el historial de Ramos diga eso, que es un grande del fútbol, escucharlo a buen seguro le regaló los oídos. Más todavía, aquellos rumores sobre Ramos dejaban caer que el fútbol era para él algo no tan importante, pero eso también lo despeja el seleccionador: "Es un profesional único, trabajando y dando ejemplo, estoy muy contento con su actitud".

A Luis Enrique le importa más bien poco que el Bernabéu, en tiempos recientes, le haya tomado como culpable y le haya obsequiado con varias broncas. El seleccionador no es influenciable y sabe que estas cosas pasan y no hay que darle más importancia. "Lo de los pitos en el fútbol sabemos lo que significa, un jugador tiene que estar preparado para todo, los jugadores son muy inteligentes y tienen que aceptar el halago continuo y también la crítica".

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Capitán y líder

Existe, por supuesto, una parte importante de verdad, Luis Enrique no se casa con nadie y cuando dice algo lo hace con todo su significado. Ahora bien, el discurso suele tener siempre dobles lecturas, y el técnico es consciente de que más le vale tener buena relación con Sergio Ramos. Por capitán, por líder y, finalmente, por la carestía de centrales que tiene la Selección. España produce laterales, mediocentros, delanteros -aunque no delanteros estrella- y porteros a un ritmo saludable, pero de un tiempo a esta parte el centro de la zaga está desguarnecido.

No hay mayor prueba de ello que los vaivenes que está dando el seleccionador en ese punto. Con Piqué fuera, Ramos es la jerarquía y es difícil saber quién le acompañará. Nacho no será contra Croacia ni contra Bosnia. Ni Raúl Albiol, que sorprendió en su momento al ser recuperado para la causa pero no ha terminado de cuajar. Algo parecido se puede decir de Bartra, que primero no fue, luego sí y ahora de nuevo no. Le conoce de su tiempo en el Barcelona y, aunque saque bien el balón, le echa para atrás su falta de contundencia.

Los nuevos son Diego Llorente, al que llamó como gesto cuando estuvo lesionado y ahora, ya sano y jugando en la Real, le ha encontrado un hueco. También Mario Hermoso, uno de los defensas de moda en la liga, que ha demostrado desparpajo en el Espanyol, con un inicio de temporada casi impecable. Tanto que su equipo original, el Real Madrid, le quiere para el futuro. Por último, y quizá como más sorprendente, Iñigo Martínez. Le ha costado integrarse en la Selección y en la vez anterior hubo un episodio extraño, pues no fue convocado por una lesión inexistente en un desbarajuste comunicativo entre servicios médicos. Está y tendrá su parte, aunque en el Athletic no esté brillando. Ni él, ni su equipo.

placeholder Bartra celebra un gol en el último partido de España. (Reuters)
Bartra celebra un gol en el último partido de España. (Reuters)

El grupo de intocables

Ninguno de los nombres, más allá de Ramos, cae por su propio peso. No es que no sean buenos jugadores, que se les supone a todos, pero ninguno es de confianza plena. Entran en ese grupo de jugadores que igual pueden estar que no, pues el propio Luis Enrique aceptaba que hay futbolistas que tienen plaza asegurada salvo que su forma sea alarmante y otros que fluctuan según el momento. "Todos los jugadores tienen a lo largo de la temporada momentos altos y bajos, individualizar no me gusta, cada caso lo tratamos de manera individual. Hay algunos que por su nivel y lo que yo creo que aportan van a seguir viniendo aunque no estén en su mejor momento. No hay una norma general, cada caso es diferente", explicaba, aceptando que sí, hay intocables.

Foto: El seleccionador nacional, Luis Enrique Martínez. (EFE)

El caso más claro es el de Busquets, un jugador que ha sido imprescindible para todos los seleccionadores, como también lo ha sido para todos sus entrenadores. No hay técnico en el mundo que no confíe ciegamente en el mediocentro. En este saco, por las palabras ya explicadas, se podría meter también a Sergio Ramos, que seguirá yendo por mal que esté en el Madrid. Y mal ha estado.

Luis Enrique, por supuesto, no va a señalar la debilidad. No se trata de eso, nunca se hace. Cuando tiene que explicar los fallos de la defensa, que contra Inglaterra fueron obscenos, habla de errores individuales. Y si tiene que abundar más en la cuestión tira de tópico y recuerda que defender no es tarea exclusiva. "El punta es el primer defensor, y en ataque lo mismo, empieza desde los centrales. Es un problema global, no responde a nada individual", relata. Cambiar mucho tiene también una doble visión. Una teoría la aporta el propio técnico. "Hay jugadores en el fútbol actual que aparecen, les veo competir en su club, me gusta lo que veo y les quiero ver en un peldaño más, con la Selección". Es decir, hay material abundante, según su propia descripción. El otro filo de esta navaja, quizá tan cierto como el primero, es que nadie le ha enamorado como para hacer su relación algo definitivo.

En el Mundial pasó lo que pasó, y tras una derrota así, con pésimas sensaciones, se avistó el cambio de ciclo. Ya unas semanas antes había entrado un nuevo presidente de la federación, lo cual era algo radical en un fútbol poco acostumbrado. Se anunciaba un seleccionador nuevo, Luis Enrique, de perfil fiero. El nuevo orden suponía un desafío para los clásicos, y ninguno más que Sergio Ramos, el jugador de campo que más veces ha lucido la camiseta roja, el capitán, el emblema, el campeón de todo. Los primeros días no pudieron ser sencillos para el de Camas, aunque solo fuese porque leía la prensa y veía fuego amigo. Que si el equipo se había adocenado por su culpa, que si mandaba más que los que tienen que mandar, que si su liderazgo era algo tóxico... se llegó incluso a especular con su salida del equipo, con ser el Raúl de Luis o el Míchel de Clemente.

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