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La guillotina de Luis Rubiales, el presidente que no quiere que le tomen por blando
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La guillotina de Luis Rubiales, el presidente que no quiere que le tomen por blando

En solo un mes, Luis Rubiales ha demostrado que no le tiembla la mano para tomar decisiones. Su odio con Javier Tebas oculta el hecho de que los dos se parecen más de lo que quisieran

Foto: Luis Rubiales, en la rueda de prensa. (Reuters)
Luis Rubiales, en la rueda de prensa. (Reuters)

Luis Rubiales se sentó delante del micrófono y no pocos aficionados se preguntaron quién era ese. El presidente de la federación lleva solo un mes en el cargo y su carrera como futbolista no tuvo los vuelos necesarios, ni está demasiado cerca en el tiempo, como para tenerle por una cara conocida. Los que le han visto en los despachos, sin embargo, saben perfectamente quién es. Y es probable que estén poco extrañados con la decisión del mandatario, que viajó de Moscú a Krasnodar con una idea en la cabeza, la de no parecer débil. Tras 28 años de villarato, las cosas han cambiado radicalmente en la federación. De un equipo poco dado a las luces, a la prensa y a las decisiones, se ha pasado a otro que quiere marcar la agenda. Y si hay una decisión que tomar, tomarla, no procrastinar.

Rubiales ha tenido el año más agitado de su vida. Él fue uno de los primeros en darse cuenta de que Villar estaba amortizado, lo que le llevó de estar a su lado en su junta directiva, incluso sonaba como su delfín, a buscar una salida para el que había sido presidente durante casi tres décadas. Movió una moción de censura que nunca llegó a salir adelante por los problemas judiciales de su predecesor. Se echó a la carretera para rascar votos y conformó un equipo pensado en ganar las elecciones. Su decisión de empezar pronto sería decisiva: cuando sus muchos enemigos quisieron reaccionar, Rubiales ya había pescado los votos suficientes en el fútbol español para ser presidente. Muchas fueron las presiones para que cambiase el rumbo de esa elección, pero se probaron insuficientes.

Es abogado y exfutbolista, en su carrera pasó por todas las categorías, desde el Bernabéu a los campos de tierra de Tercera División. Al final de sus días como jugador, teniendo aún fútbol por delante, decidió colgar las botas. Le podía el interés por la gestión, quería ser parte de las cañerías de su deporte. Y lo hizo, primero, desde la AFE. En su mandato en el sindicato hubo una huelga, negociaciones interminables y una unión de los jugadores como nunca antes había existido. Se materializó en una mítica foto en la que todos los capitanes de Primera y Segunda, con campeones del mundo incluidos, se pusieron a su alrededor para reclamar derechos para los sindicados. Es, quizás, uno de los días más felices de la vida de Rubiales.

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De aquellos días surge la pésima relación que tiene con Javier Tebas. El presidente de La Liga, el presidente de la patronal por lo tanto, era el hombre que se situaba al otro lado de la mesa en unas negociaciones siempre tensas. Nadie ha hecho más que Tebas para que Rubiales no llegase a ser presidente de la RFEF. Y, lo más curioso, es que la gente que mejor les conoce, algunos de los que se sentaban a aquellas mesas interminables de negociación, suelen apuntar que se parecen mucho más de lo que a ambos les gustaría admitir. En las formas y en el fondo.

placeholder Luis Rubiales, el día en que juntó a todos los capitanes de Primera y Segunda. (EFE)
Luis Rubiales, el día en que juntó a todos los capitanes de Primera y Segunda. (EFE)

Un golpe de autoridad

Rubiales, en medio de sus viajes por España buscando hasta el último voto de una asamblea en la que todos se conocen, ha tenido una experiencia vital muy complicada. Su hermana sufrió una grave enfermedad, de la que ha salido, aunque perdiendo casi toda la visión. El día en que fue nombrado presidente, ella le sorprendió acudiendo a la sala. La emoción fue enorme, ambos se llevan solo un año y son muy cercanos. También estaban por allí sus hijas, que viven en Valencia y a las que reconoce haber visto poco en esta locura. La cosa no había hecho más que empezar.

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Todo eso lo recompensó con una presidencia con fecha de caducidad, pues tiene que renovar mandato en 2020. Solo dos años para asentarse y demostrar que es fuerte y que puede ser la cabeza del fútbol español durante muchos años. De esa circunstancia le llega la necesidad de dar un golpe en la mesa para reafirmar su autoridad. Ha sido elegido para el puesto, pero ahora tiene que ganarse el respeto. En la rueda de prensa deja caer que eso es uno de los puntos clave. No por él sino por la institución. España es un país de clubes, nadie puede imaginar que lo acontecido con Lopetegui pasase en Argentina, Brasil o Italia. El presidente quiere enseñar los dientes, que no se trate a la Selección como un proyecto menor.

Eso es un cambio radical comparado con lo que había antes. Villar nunca hubiese llegado a esto, entre otras cosas porque tenía cierta aversión a tomar decisiones. Con Clemente aguantó mucho más de lo debido, con Del Bosque también. Nunca se vio en la necesidad de alardear de autoridad para defender la dignidad del organismo que presidía y tampoco tenía ningún interés por copar los titulares. Rubiales sí, y con ello toma un riesgo importante: despedir a Lopetegui en contra del criterio de los capitanes calienta todavía más un ambiente que el seleccionador había hecho saltar por los aires unas horas antes.

Foto: Lopetegui, pensativo, durante un entrenamiento de la Selección española en Krasnodar. (EFE)

Rubiales es orgulloso y quiere dejar huella, algo que ha demostrado desde su primer día de mandato. En la noche de la elección, anunció el despido de Victoriano Sánchez Arminio, presidente de los árbitros. Una decisión lógica y con la que la mayoría estaba de acuerdo, al cántabro se le había pasado el tiempo. No estaba tan clara la necesidad de hacerlo de esa manera, tan rápido, en las radios, con esa contundencia, como dejando caer que quien se iba era sospechoso. Sánchez Arminio, con una vida de fútbol a sus espaldas, tenía enemigos, pero también un buen puñado de amigos molestos por el modo de actuar de Luis Rubiales.

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La construcción de una imagen propia

También en la conformación de su equipo encontró la manera de llamar la atención. Con Ana Muñoz, como recado a Javier Tebas y al exsecretario de Estado Miguel Cardenal, con los que hace tiempo que está enfrentada. Quizá lo más llamativo, en todo caso, fue escoger a Marisa González como directora de Comunicación. Ella convirtió en líderes a Alberto Ruiz-Gallardón y a Cristina Cifuentes, su especialidad es la de reforzar a personalidades, darles relieve. Por primera vez alguien completamente ajeno al deporte aterrizaba en la estructura comunicativa de la federación. Y por el perfil, González está tanto para llevar el día a día de la institución como para ocuparse de la imagen y el recorrido del ambicioso presidente.

A Rubiales le ha dado tiempo a salir en los medios denunciando un viaje de dos millones de euros para federativos, familiares de jugadores y patrocinadores. El gasto es excesivo, con un crucero por el Báltico incluido, y lo utilizó como ariete para lastimar la imagen de la directiva saliente. Fuentes conocedoras del caso, sin embargo, creen que hubiese sido mejor el silencio y cambiar los modos de hacer de cara al futuro. Entienden que se ha puesto a los patrocinadores en una situación difícil y que no es un buen modo de empezar quemar puentes con los financiadores de la instituciones de primeras. Ese riesgo, como el del despido de Lopetegui, también tuvo que valorarlo, el equilibrio entre salir en los medios como una persona inquebrantable y las relaciones sociales y personales con algunos actores principales del mundo del fútbol.

Foto: Luis Rubiales fue elegido presidnete de la RFEF el 17 de mayo. (EFE)

Hay otro factor a tener en cuenta en el puñetazo en la mesa de Rubiales: ni Lopetegui era su seleccionador, ni el andaluz (nacido en Las Palmas) era su presidente. A Lopetegui le firmó la junta anterior, y esas cosas en el fútbol pesan. El nuevo presidente no pudo más que renovarle, porque estaba cumpliendo con su labor y es tradición ampliar el contrato antes de las grandes competiciones para —irónicamente— quitar toda incertidumbre. El vasco debía sus lealtades a los que se iban, aunque si no hubiese llegado el Madrid, simplemente hubiese cumplido con su labor sin más sobresaltos. Nunca se sabrá qué hubiese pasado si esa misma oferta hubiese llegado con Juan Luis Larrea en la presidencia.

La idea de Rubiales es ganar las elecciones en 2020 y mantenerse en la federación el tiempo que sea necesario. Por eso trabaja, y en ese contexto se entiende también esa decisión, para que te tomen en serio tienes que tomar decisiones drásticas, y difícilmente se encontrará una más contundente que despedir a un técnico solo dos días antes de tu primer partido en un Mundial. Uno no elige cuándo llegan los problemas, en este caso es obvio que todo aparece pronto, cuando el líder aún lleva poco y está también aprendiendo a llevar las riendas. Usar la guillotina marcará el resto de su mandato: si alguien no se le tomaba en serio, a buen seguro ha cambiado de opinión.

Luis Rubiales se sentó delante del micrófono y no pocos aficionados se preguntaron quién era ese. El presidente de la federación lleva solo un mes en el cargo y su carrera como futbolista no tuvo los vuelos necesarios, ni está demasiado cerca en el tiempo, como para tenerle por una cara conocida. Los que le han visto en los despachos, sin embargo, saben perfectamente quién es. Y es probable que estén poco extrañados con la decisión del mandatario, que viajó de Moscú a Krasnodar con una idea en la cabeza, la de no parecer débil. Tras 28 años de villarato, las cosas han cambiado radicalmente en la federación. De un equipo poco dado a las luces, a la prensa y a las decisiones, se ha pasado a otro que quiere marcar la agenda. Y si hay una decisión que tomar, tomarla, no procrastinar.

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