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A Messi no le importa el dónde o el porqué, si juega contra el Madrid él brilla
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El Madrid aún está tierno y en proceso de mejora

A Messi no le importa el dónde o el porqué, si juega contra el Madrid él brilla

El argentino necesitó solo tres minutos para recordar el talento que tiene para jugar al fútbol. Esta pachanga sin defensas pero con cracks mundiales cayó del lado del Barcelona

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Estaba la cosa empezando cuando llegó Messi para recordarle al mundo, y a sus queridos amigos del Real Madrid, que es Messi. Recogió un balón en el área, quebró a su izquierda, se sacó un remate que pegó en Varane y se coló con suavidad en la portería de Keylor Navas. No importa que sea en Barcelona, Madrid, Miami o Tombuctú. Tampoco si es una final o un sainete, el crack argentino siempre tiene algún modo de dejar su sello en un partido. No hizo mucho más, casi nada más. Pero suficiente para adueñarse de la escena.

Tres minutos después Rakitic se aprovechó de que Varane y Ramos estaban interpretando un papel de feriantes en este partido de Miami. La defensa no supo sacar el balón, lo perdió en la salida, y tampoco hizo mucho por presionar a los atacantes rivales. Neymar miró a su derecha, le puso el balón a Suárez que, muy listo, dejó pasar el balón. Por allí apareció Rakitic, que encontró el hueco perfecto en el que depositar el balón. Tiene el croata un talentazo, y su bajo rendimiento el pasado año es uno de los motivos de la decepcionante temporada de su equipo. Es mucho más jugador que Andre Gomes, y sin embargo el portugués pareció tener más importancia el año pasado que él. Es, probablemente, uno de los grandes beneficiados de la salida de Luis Enrique. A buen seguro Valverde le encontrará una función.

Era el minuto seis y el Real Madrid se veía con un 2-0 abajo. Esto es un amistoso, sí, una pachanga si quieren, pero tampoco valía el escarnio de una goleada. Se admite mal perder de paliza contra el Manchester City, como de hecho pasó en el partido anterior, pero mucho peor sería la cosa si la abultada derrota llegaba contra el gran rival. No sucedió, también porque el fútbol suele equilibrar a los iguales.

El Barcelona había empezado el encuentro probando una presión alta bastante atosigante que no permitía a los jugadores blancos sacar el balón de la cueva. Con el 2-0, y por la lógica del descanso, los gestos se relajaron. Demasiado incluso. El Madrid empezó a coger más balón, a sentirse cómodo con la pelota y distribuir el juego hasta la meta de Cillessen.


Fue Mateo Kovacic quien desde el principio pareció el más implicado en esta guerra. Cogía el balón en su campo e iba regateando uno a uno hasta plantarse en el área contraria. El croata ve que llegan nuevos como Ceballos para su posición. Y lo nuevo siempre tiene ese tono 'sexy' de lo desconocido, mucho más que lo que ya se encuentra en la despensa. Eso no quiere decir necesariamente que sea mejor. Kovacic, que tiene 23 años, es un excelente jugador. Potente, con mucho fútbol, con buena visión de juego. Sus decisiones no son siempre las mejores, a veces aún es un poco desorganizado, pero sus virtudes son abrumadoramente superiores a sus defectos.

Suyo fue el primer gol, muy a su manera, con potencia y desenfado, con un buen remate final. También tuvo mucho que ver en el segundo, pues asistió a Asensio antes de que este, siempre tan sobrado de fútbol, ajustase al palo corto el balón como si no tuviese un portero delante. Se ha dicho miles de veces en unas pocas semanas, pero la repetición no cambia la realidad: es buenísimo ese chaval. Años de fútbol que tiene el Madrid por delante.

La posibilidad de una goleada se disipó tan rápido como había llegado. En Miami estaban viendo fútbol a ratos, espectáculo a ratos, y divertimento a ratos. Los mimbres no eran malos, el ritmo solo a veces acompañaba. Es muy complicado intentarle explicar a los defensas que esto es de verdad y no de fogueo. Ni siquiera algunos ultraprofesionales como Busquets se encontraron cómodos en este contexto. También es cierto que el físico no está aún afinado, y eso se nota mucho más cuando hay que correr hacia atrás que con el balón en los pies. No es un esfuerzo regatear, pasar o rematar, es lo que sueñan los niños.

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MIA24. MIAMI (ESTADOS UNIDOS), 29 07 2017.- El jugador del Real Madrid Marcelo (c) en acción ante Piqué (i) del F.C. Barcelona hoy, sábado 29 de julio de 2017, durante el partido entre el Real Madrid y el F.C. Barcelona del torneo Internantional Champions Cup que se disputa en el estadio Hard Rock de Miami, Florida (EE.UU.). EFE Juanjo Martín

Piqué marca y es feliz

Neymar, por ejemplo, lo intentó todo el rato. El brasileño está siendo el mejor del Barcelona en esta pretemporada, lo cual es más meritorio aún si se tiene en cuenta que cuando llega a la habitación del hotel tiene que debatirse entre quedarse en la Ciudad Condal o marcharse a París a vivir. Dura existencia esta de quien especula con su carrera en el estío, aunque en el caso del brasileño, de naturaleza despreocupada, no parece importarle demasiado. Solo se le ven los nervios cuando tiene que pegarse, que cerca estuvo de terminar a golpes con Carvajal. Dos en una semana, tranquilo del todo no está.

Las primeras partes de este tipo de partidos aún tienen algo de gracia. Ahí están los titulares y suena la cosa a importante, como si las mejores galas marcasen el nivel de un encuentro. Luego, cuando pasa el descanso -y, en este caso, también Marc Anthony- empiezan los cambios, salen nombres que no volverás a ver en meses y el nivel de exigencia se reduce. El partido fue pródigo en parones aunque dio tiempo para que un jugador se llevase un alegrón enorme.

Fue Gerard Piqué, que marcó de cabeza. Para él, noche grande, aunque solo sea por marcarle a su más odiado rival. No ha utilizado ni cinco minutos de su vida en disimular su antimadridismo, así que en su caso, aunque esto no deje de ser una pachanga, marcar un gol es una ocasión especial y digna de celebración. Más aún si, como fue el caso, servía para ganar el partido.

Foto: Asensio hace un recorte en Miami. (EFE)

El gol cambió de nuevo la dinámica del partido. El Madrid se aventuró a buscar el tercero, pensando que quizaa un empate salvaría un poco esta tristona gira estadounidense que están haciendo. Lo intentó Isco, lo intentó Ceballos, también Asensio o Marcelo. En diversas ocasiones con buenas oportunidades. Siempre terminaron con el mismo desenlace: Cillessen. El meta holandés, suplente de Ter Stegen desde e pasado año, no está muy visto por la afición. Es el sino de los porteros banquilleros. Pero eso no quiere decir que no valgan o que sean mancos, todo lo contrario. También pueden detener a los atacantes más selectos.

El Barcelona ganó el Clásico, una alegría moderada, pero una alegría al fin y al cabo. También se llevó el trofeo de campeón de la International Champions Cup. No es mucho decir, pero ahí está.

Estaba la cosa empezando cuando llegó Messi para recordarle al mundo, y a sus queridos amigos del Real Madrid, que es Messi. Recogió un balón en el área, quebró a su izquierda, se sacó un remate que pegó en Varane y se coló con suavidad en la portería de Keylor Navas. No importa que sea en Barcelona, Madrid, Miami o Tombuctú. Tampoco si es una final o un sainete, el crack argentino siempre tiene algún modo de dejar su sello en un partido. No hizo mucho más, casi nada más. Pero suficiente para adueñarse de la escena.

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