Max Verstappen debería cuidarse, porque en Red Bull el único que sí es imprescindible es Newey
La tormenta en Red Bull no amaina y las partes enfrentadas muestran sus armas para intimidar al rival. Es momento de tener cuidado con los órdagos. Pueden salir caros
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Unos días parece que es Christian Horner quien está en la inminente picota y otros días es la facción rival de Helmut Marko la que parece estar a punto de salir. Por su parte, Max Verstappen se ha posicionado del lado del austríaco. ¿La respuesta de Horner? El campeón neerlandés no es imprescindible. La historia siempre ofrece enseñanzas para evitar repetir los errores.
"Nunca se puede decir nunca", dijo Horner cuando se le preguntó sobre la amenaza de Max. "Si un piloto no quiere estar en sitio, se irá a otro. Pero no veo ninguna razón por la que alguien quiera salir de este equipo. Creo que tiene un gran apoyo a su alrededor y está haciendo un trabajo maravilloso con un gran coche". A buen entendedor no hacen falta más palabras. Si Max quiere marcharse, que lo haga, pero es difícil que en otro sitio vaya a estar mejor que en Red Bull.
The situation at Red Bull isn't a choice between Horner or Verstappen/Newey/Marko
— ۟ (@tracingpoint) March 5, 2024
Not only did Horner build RB from 2005 but he is the one that keeps RB Thailand in complete control of the F1 team following DM's death
If Horner leaves, the majority Thai owners lose all F1 power pic.twitter.com/FDXPO1ZQNI
Nadie está por encima del equipo
La demostración realizada por Verstappen y Pérez en el arranque de temporada refrenda el mensaje de Horner de que su ciclo virtuoso de victorias con facilidad insultante se rompería de marcharse a otro lugar. El daño para Red Bull es evidente. No solo pierde al piloto más en forma de la parrilla, sino que a la vez fortalece a alguno de sus principales rivales que estarán encantados de acogerle. Pero a día de hoy, con un buen puñado de pilotos, el equipo austríaco también seguiría ganando sin problemas el Mundial. Quizás seá lo que haga reflexionar a SuperMax en sus órdagos.
Porque, de haber alguien imprescindible, es el director técnico Adrian Newey y no él. Messi sería el mejor del mundo, pero sin Xavi, Iniesta o Busquets a su lado, los triunfos no llegarían. Lo mismo sucedería con Adrian Newey si careciera de unas instalaciones y una tropa de ingenieros competentes a su lado. Aunque esto nunca le ha faltado, ni le va faltar, allá donde vaya.
El ejemplo de Mansell
En 1992, Nigel Mansell arrasó en el Mundial con una superioridad descomunal. Aquel éxito envalentonó al piloto inglés, que elevó sus exigencias económicas a Frank Williams, de tal forma que este tuvo que pararle los pies y hacerle ver que era alguien perfectamente prescindible pese a ser campeón del mundo. Mansell fue un grandísimo piloto, pero su dominio aquella temporada se debía sobre todo al prodigioso Williams FW14B, diseñado precisamente por Adrian Newey.
La tabla de puntos de aquel Mundial no engañaba: el factor Newey era mucho más decisivo que el factor Mansell. Riccardo Patrese habría sido campeón igualmente con aquel coche a pesar de mostrarse muy inferior en pista a El león británico. Y algo más importante aún: Williams tenía a Alain Prost en la recámara que, además de contar con el favor de su motorista Renault, no estaba preocupado por el dinero y sí por cerrar su carrera profesional con un cuarto título que se antojaba facilísimo ante la superioridad tecnológica del equipo. Moraleja: en los pulsos, nunca subestimes a quien se enfrenta a ti.
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Lecciones de la historia
Williams no perdió con el cambio de pilotos y siguió durante varios años siendo un equipo dominante. Tenían claro que bastaba con tener buenos pilotos para ganar porque Adrian Newey marcaría la diferencia. La magia se rompió el día que Newey dejó Williams y se marchó a McLaren. Quizá Sir Frank pensó que el ingeniero no valía el escandaloso sueldo que estaba dispuesto McLaren a pagar por él y, en un tremendo error de cálculo, le dejó escapar. Williams jamás volvió a ganar un título.
Algo similar sucedió en McLaren cuando Newey abandonó el equipo en 2005 para unirse a Red Bull. Gracias a cierto efecto arrastre, el equipo británico fue competitivo unos años más, mientras que el austriaco tardó un tiempo en hacer que carburara la máquina. Eso sí, a partir de 2010, la magia de Newey empezó a surtir efecto: McLaren dejó de ser el equipo dominante que fue, Williams ya no luchaba por ganar sino por sobrevivir y la dictadura Red Bull comenzaba.
Para 2014, Sebastian Vettel acumulaba ya cuatro títulos. De nuevo, creyó que aquello podía ser más mérito personal que de los coches que le fabricaba Newey. La respuesta de Red Bull no se hizo esperar. En su última temporada con el equipo, le hicieron ver con cierta crueldad que Daniel Ricciardo podía hacerlo, como mínimo, igual de bien que él. De nuevo, se repetía el patrón: Vettel nunca volvió a ganar un título y, en cuanto Red Bull se liberó del poco competitivo motor Renault, volvió por sus fueros.
Quién sabe qué pasará el año que viene. Quizás el actual dominio abrumador de Red Bull no tenga continuidad. Pero el pulso entre las dos facciones se juega hoy, no en base a futuribles. Max tiene contrato hasta 2028 con el equipo austríaco y, si decide marcharse, en Red Bull no faltarán candidatos deseosos de dar su reino por uno de sus coches, al margen de la liberación económica de su elevado contrato. Siempre y cuando siga Adrian Newey, eso sí. Porque la historia demuestra que este es el factor verdaderamente imprescindible.
Unos días parece que es Christian Horner quien está en la inminente picota y otros días es la facción rival de Helmut Marko la que parece estar a punto de salir. Por su parte, Max Verstappen se ha posicionado del lado del austríaco. ¿La respuesta de Horner? El campeón neerlandés no es imprescindible. La historia siempre ofrece enseñanzas para evitar repetir los errores.