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Qué hay detrás del empujón de Lance Stroll a su fisioterapeuta y su posible sanción
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STROLL ES EL ÚLTIMO EJEMPLO

Qué hay detrás del empujón de Lance Stroll a su fisioterapeuta y su posible sanción

El anuncio de la posible sanción de la FIA a Lance Stroll por el empujón que le dio a su fisioterapeuta es el ejemplo de la falta de perspectiva cuando se juzga a los pilotos

Foto: Stroll está en el ojo del huracán después de sus acciones en el Gran premio de Qatar. (Xavi Bonilla/Dppi/Afp7)
Stroll está en el ojo del huracán después de sus acciones en el Gran premio de Qatar. (Xavi Bonilla/Dppi/Afp7)

Vaya por delante que el que les escribe estas líneas suele incurrir en ese pecado que a menudo se comete con los pilotos al criticar sus meteduras de pata en caliente. Tenemos a veces la mala costumbre de dictar sentencia desde la cómoda posición de nuestro sofá, unas acciones que, si bien son claramente condenables, adolecen del contexto que justifica hasta cierto punto su manera de actuar. Cuando a un piloto de motos o coches la adrenalina le saca su peor cara, se olvida que hablamos de deportistas que en el desempeño de su actividad se juegan la vida. No es lo mismo juzgar bajo el mismo rasero a un tenista o un futbolista, con cualquiera de los que compiten en deportes de alto riesgo.

Está mal, está francamente mal, que Lance Stroll empujara de la forma que hizo a su fisioterapeuta. Pero hay que tener en cuenta, que Henry Howe, (así se llama), no es un empleado cualquiera del equipo, sino su persona de máxima confianza. Los fisios, aparte de poner a punto la musculatura y reflejos de los pilotos, son con mucha diferencia su confesor más cercano. ¿Alguien puede sorprenderse de que, en las relaciones humanas, el primero que se la carga, es casi siempre esa persona con la que se pasa más horas al cabo del año que con ninguna otra? En las imágenes de TV, se aprecia incluso que Howe le está pidiendo calma a su piloto desde que se baja del coche. Sabía mejor que nadie el volcán en erupción que era Lance Stroll en ese momento. Y quizá ese ánimo de calmarle hizo que se llevara el feo empujón.

Foto: Alonso, durante el fin de semana del GP de Qatar. (Xavi Bonilla/AFP)

Si después de una acción tan fea como la de empujar a su asistente, no hubiera disculpas una vez enfriados los ánimos, entonces no hay defensa posible. Pero Lance Stroll pidió perdón, destacando hasta qué punto tienen Henry Howe y él una relación casi fraternal. Pero sus disculpas no parecen haber convencido mucho a la FIA (Federación internacional de Automovilismo), que valora seriamente amonestarlo en virtud de las normas del código deportivo internacional. Normas, que prevén sanciones para los pilotos cuando se pasen de la raya en su comportamiento con rivales o cualquier otro personal trabajador en la competición.

Como de costumbre con el ente regulador, la aplicación de la norma varía bastante en su consistencia. Por ejemplo, a Ayrton Senna le cayeron dos carreras por llegar a las manos con Eddie Irvine, pero a Michael Schumacher se le obligó a una disculpa pública en un pódium a David Coulthard después de acusarle de haber querido matarle. Es de esperar que Stroll sea apercibido, pero, al no ser reincidente, una sanción severa parecería excesivo.

El peligro de la adrenalina

Vean, por ejemplo, la diferencia de comportamiento de Lewis Hamilton en el pasado Gran Premio de Qatar con y sin adrenalina. Nada más salirse de pista en la primera curva, el británico ventiló su frustración con un sonoro "he sido golpeado por mi compañero de equipo". Una vez atemperado el enfado y después del visionado de los videos, el campeón británico no tuvo reparos en admitir su error y pedir disculpas a George Russell, que por supuesto las aceptó de buen grado. Sabe perfectamente que es algo que le puede pasar a cualquiera, empezando por él mismo.

Las redes sociales, sin duda, han amplificado el eco de todo lo que sucede hoy día y cómo se magnifica de forma extraordinaria cualquier acontecimiento. Al piloto de MotoGP, Aleix Espargaró, le vimos hace unas semanas estallar contra su equipo por lo que consideraba un error a la hora de haberle sacado a pista. La verdad es que la pérdida de papeles del piloto catalán fue tremenda, pero de nuevo es necesario poner contexto. El momento de las pulsaciones de un piloto cuando más altas están es justo cuando se sale a pista. Una vez que se entra en acción, la tensión sigue alta, pero el cerebro ya solo tiene espacio para pensar en la máquina y la curva siguiente. A Espargaró, el infortunado error le pilló en el peor de los momentos y sin saber que había una cámara filmándolo todo cuando se produjo el feo episodio. El piloto que diga que en la vuelta de reconocimiento el estómago no se le hace pequeño, miente.

Espargaró, horas más tarde ya en frío y avergonzado por su comportamiento, pidió disculpas a todo su equipo a través de un largo y sentido mensaje. También pidió disculpas a todos los aficionados que habían presenciado su estallido de ira. Pero para muchos, de nada sirvió. Muchos periodistas y aficionados siguieron hurgando en la herida, a pesar de que los miembros del equipo le justificaron e incluso defendieron. El piloto de Granollers reconoce que tuvo que tirar de ayuda psicológica profesional para recomponerse e intentar que algo así no le vuelva a suceder.

Le puede pasar a cualquiera

Pero no es fácil. Ya se ha hecho famoso el mal tono que de forma habitual emplea Max Verstappen con su ingeniero de pista, Giampiero Lambiase. Cómica llegó a ser la situación cuando después de uno de sus recurrentes exabruptos, SuperMax pidiera perdón por la radio a su fiel Giampiero a lo que esté contestó en tono jocoso: "Poco a poco, me voy acostumbrando a ello Max". El recientemente proclamado tricampeón mundial es un polvorín cuando tiene la adrenalina por las nubes y está claro que necesita un filtro. Pero juzgar esa acción aislada tampoco sería justo. El neerlandés no puede ser más claro, cuando homenajea a su paciente socio en el apartado técnico: "Si Giampiero no está conmigo, yo tampoco seguiría".

Lo que vimos en Qatar de Lance Stroll fue la gota que colmó el vaso de sus frustraciones. No es nada fácil ser compañero de Fernando Alonso. Si lo haces todo bien, con suerte estarás momentáneamente a su altura. A la mínima duda, al más pequeño fallo, las décimas y la distancia empiezan a caer. La espiral negativa que venimos observando en Checo Pérez respecto a Max Verstappen es extrapolable a la del canadiense con el piloto español. A principio de temporada estaban más o menos juntos, pero llegó un momento que empezaron a no salir las cosas y mientras uno seguía exprimiendo hasta el límite y más allá el material disponible, otro empezaba a sumar errores y accidentes, fruto muy probable de la ansiedad.

Si muchos tenistas rompen sus raquetas cuando fallan puntos clave, si muchos futbolistas se van de malos modos del campo cuando son sustituidos, ¿es mucho pedir un poco de compasión para un piloto al que la adrenalina le traiciona cuando las cosas salen mal? Obvio que tienen que aprender de sus errores y deben intentar dominar su ira en los momentos difíciles. Pero recuerden: Se juegan el pellejo cuando salen a pista.

Vaya por delante que el que les escribe estas líneas suele incurrir en ese pecado que a menudo se comete con los pilotos al criticar sus meteduras de pata en caliente. Tenemos a veces la mala costumbre de dictar sentencia desde la cómoda posición de nuestro sofá, unas acciones que, si bien son claramente condenables, adolecen del contexto que justifica hasta cierto punto su manera de actuar. Cuando a un piloto de motos o coches la adrenalina le saca su peor cara, se olvida que hablamos de deportistas que en el desempeño de su actividad se juegan la vida. No es lo mismo juzgar bajo el mismo rasero a un tenista o un futbolista, con cualquiera de los que compiten en deportes de alto riesgo.

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