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Blanca, la pionera del deporte femenino español que no superó el eslalon más difícil
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Abrió las puertas a muchas compañeras

Blanca, la pionera del deporte femenino español que no superó el eslalon más difícil

La esquiadora tuvo una vida exitosa en su deporte, pero no tanto fuera de él. Su figura fue clave antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona '92. No tuvo suerte en los negocios

Foto: Blanca Fernández Ochoa, con sus esquís, en Albertville '92.
Blanca Fernández Ochoa, con sus esquís, en Albertville '92.

Cuando nació y sus padres le llamaron Blanca, ya presagiaron lo que estaba por venir: una carrera de enorme éxito en la nieve, su terreno. Blanca Fernández Ochoa logró tres hazañas prácticamente imposibles: primero, revalidar el podio olímpico de su hermano, que le había puesto el listón altísimo; segundo, hacerlo en una modalidad deportiva, el esquí, de escasa tradición en un país de mar y sol, y, por último, abrir las puertas del futuro a 20 millones de mujeres sin apenas referentes que soñaban con alcanzar grandes cotas en una profesión prácticamente copada por hombres.

Blanca, con su bronce en Albertville '92, fue la pionera, la esperanza y el ejemplo a seguir por numerosas atletas que, posteriormente, cosecharon importantes éxitos para el país, como la judoca Miriam Blasco o la tenista Arantxa Sánchez Vicario. No solo ellas, otras muchas más. Con Blanca empezó todo, porque desvió la atención y acaparó el foco mediático poco antes de que se iniciaran los Juegos Olímpicos de Barcelona '92, de gran importancia tanto a nivel político como social.

A ellos llegaron las deportistas españolas con la esperanza de emularla y nueve de ellas (de las 129 participantes) —más todo un equipo de hockey femenino—, empujadas por el fervor y la pasión de un país entregado, lo consiguieron. Le tomaron el relevo. A partir de ahí, la mujer ha seguido un crecimiento constante e imparable en el deporte. Sin ir más lejos, en las dos últimas olimpiadas (Londres 2012 y Rio 2016), las féminas obtuvieron más metales que los hombres (20 frente a 14), pese a ser menos en número.

La madrileña se retiró a nivel profesional tras subir al cajón olímpico y haber ganado con anterioridad cuatro pruebas de la Copa del Mundo. La esquiadora superó todos los obstáculos que se le presentaron en su deporte, como la durísima caída en Calgary '88 que le apartó del oro, pero no los de la vida. El fallecimiento de su hermano, Paquito Ochoa, a consecuencia de un cáncer, fue un golpe durísimo no solo para ella sino para toda la familia. Ya no volvió a ser la misma, según su entorno. Ahora, su desgraciada muerte en plena sierra de Madrid sacude los cimientos de todo el deporte nacional. Blanca pereció a la edad de 56 años, como su hermano.

placeholder Blanca, en Madrid, tras conquistar su medalla de bronce en Albertville '92. (EFE)
Blanca, en Madrid, tras conquistar su medalla de bronce en Albertville '92. (EFE)

El esquí no la sedujo

Tras 10 cursos en la élite, se retiró joven, sin haber cumplido los 30 años. Lo decidió así porque sintió que ya no podía dar más. El bronce colmó todas y cada una de las expectativas que se había marcado desde que siendo pequeña empezara a entrenar en el Colegio Juan March de Viella, en Lleida. "Acabé muy quemada, lo que verdaderamente me gusta es el golf", dijo en una entrevista para 'El País'. En un principio, Blanca quería ser veterinaria, pero el deporte se cruzó en su camino.

Foto: Los ocho hermanos, en una imagen de su perfil en redes sociales.

No tuvo una infancia normal. Sus padres la internaron en el Valle de Arán para que fuera mejorando progresivamente su técnica. "Lo pasé francamente mal, lloré mucho, hasta que arranqué y empecé a vivir”, manifestó. Sufrió en la distancia, pero en cuanto se calzaba las botas se transformaba en un animal competitivo. Cuando Paquito se bañó en oro en Sapporo '72, ella tan solo tenía nueve años y se prometió seguir sus pasos, lo llevaba en los genes. El esquí no la seducía, pero acabó disfrutando del vértigo y la velocidad. “Necesito adrenalina, soy una mujer que necesita sensaciones fuertes", comentaba con su eterna sonrisa, siempre dibujada en su rostro. Entre otras cosas, introdujo la figura del psicólogo deportivo, que en aquellos tiempos no era lo habitual.

Fuera de la competición, a Blanca no le terminaron de salir las cosas. Montó algunos negocios (una tienda familiar de artículos de esquí, una empresa de electroestimulación muscular, etc.), pero no le acompañó la suerte en ninguno. Sus mayores disgustos, eso sí, llegaron a nivel personal. Se casó en 1991 por primera vez con Danielle Fioretto, el que fuera durante gran parte de su carrera su entrenador. La dupla en la nieve entre ambos era prácticamente perfecta, en el amor no tanto. Se divorció poco tiempo después para, de nuevo, contraer matrimonio con David Fresneda, con quien tuvo a sus dos hijos, ambos jugadores de rugby. La relación tampoco prosperó. "Mi punto débil es que la gente me falle", explicó en una entrevista a ETB. Durante aquellos años, en un perfil mucho más bajo, compaginó sus quehaceres con la asistencia esporádica a platós de televisión, que la volvieron a poner de tanto en tanto en boca de los telespectadores, aunque ya no por sus méritos deportivos.

placeholder Blanca, junto a María Jose Rienda, presidenta del CSD y amiga personal, hace unos meses. (EFE)
Blanca, junto a María Jose Rienda, presidenta del CSD y amiga personal, hace unos meses. (EFE)

"La vi feliz y tranquila"

Viajó dando charlas, conferencias sobre su experiencia como atleta de élite, lecciones de 'coaching' e incluso se inició como asesora para la mejora del rendimiento laboral. Por supuesto, también dio clases de esquí en la Comunidad de Madrid, en el puerto de Navacerrada, y organizó diferentes circuitos de golf, el deporte que le ayudaba a evadirse. Además, se hizo muy aficionada al senderismo y también al rugby por culpa de sus hijos, que eran el centro de su vida.

Blanca siempre quiso que llevaran una vida sana, basada en el ejercicio, y ellos eligieron el oval. Olivia, la mayor, es la que más lejos ha llegado, al ser internacional con la selección española del XV y Seven. “Ella es muy exigente consigo misma. Está estudiando medicina y en su propia habitación tiene frases que definen su espíritu de sacrificio”, detalló la propia Fernández Ochoa a este periódico el pasado mes de abril. “He hecho de chófer de Olivia semana tras semana para jugar al rugby", expresó con guasa.

María José Rienda, presidenta del Consejo Superior de Deportes (CSD) —también exesquiadora y amiga—, coincidió con Blanca este 2019 durante algunos actos en su organismo y afirmó para este medio haberla visto "feliz y tranquila". No obstante, la medallista olímpica estaba atravesando por unos momentos difíciles a nivel económico, según fuentes cercanas a la familia. El pasado 23 de agosto, la madrileña comunicó a su hija que se iba cuatro días a la sierra a caminar. Se marchó sola en su coche, sin móvil y, tras 11 días de interminable búsqueda, su cuerpo fue encontrado sin vida por un agente de la Guardia Civil. El final más triste para una deportista de leyenda. Recordémosla como lo que fue, una mujer con la sonrisa por bandera.

Cuando nació y sus padres le llamaron Blanca, ya presagiaron lo que estaba por venir: una carrera de enorme éxito en la nieve, su terreno. Blanca Fernández Ochoa logró tres hazañas prácticamente imposibles: primero, revalidar el podio olímpico de su hermano, que le había puesto el listón altísimo; segundo, hacerlo en una modalidad deportiva, el esquí, de escasa tradición en un país de mar y sol, y, por último, abrir las puertas del futuro a 20 millones de mujeres sin apenas referentes que soñaban con alcanzar grandes cotas en una profesión prácticamente copada por hombres.

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