Es noticia
Entre la astracanada y la vergüenza: Kämna se impone en una etapa que debe olvidarse pronto
  1. Deportes
  2. Ciclismo
NOVENA ETAPA DE LA VUELTA

Entre la astracanada y la vergüenza: Kämna se impone en una etapa que debe olvidarse pronto

El alemán se llevó la victoria en la jornada novena de esta gran vuelta. Con este triunfo, entra en el grupo de los ciclistas que han ganado en el Tour de Francia, en España y en el Giro

Foto: Los ciclistas, en plena novena etapa de la Vuelta. (EFE/Manuel Bruque)
Los ciclistas, en plena novena etapa de la Vuelta. (EFE/Manuel Bruque)

De más a menos. De más a menos, con astracanada final. Todo puede ir a peor. Todo. Menuda cosa, menuda semana, menuda carrera.

Joder.

Veamos.

El Pico del Buitre, allá por Javalambre, fue etapa culmen en lo que llevamos de Vuelta. Que ojalá no sea etapa culmen cuando se acabe el paseo por Madrid (los mejores paseos, los de Madrid), pero para ser primera semana pues estuvo guay. Leña desde el principio y diferencias (pocas, pero diferencias) al final. A ver, lo de leña... no crean que estuvieron atacándose los líderes todo el rato, pero se formó escapada peligrosa, con 140 paisanos, donde estaban sujetos que salen siempre en foto de frente y de perfil, sujetos como Poels, o Sepp Kuss, o Lenny Martínez (que se vistió de rojo, que deberían seguirlo estos años, porque pinta bien), o Marc Soler, o hasta Mikel Landa, que tiene menos ánimo en la Vuelta que yo en un examen de Derecho Administrativo, pero ya que está pues se implica, y déjate que no haga puestuco, o trinque una etapa, o nos firme ejemplares del Landismo arriba Bejes...

Y eso, por delante gana Kuss sin despeinarse. Yo hago de la crítica a Kuss un deporte propio, porque siempre creo que se guarda una miaja, porque camina más el día que tiene libre que cuando debe trabajar para sus líderes. Pero oye, que el tío es grimpeur fino, y sube como desesforzao, y nunca descompone gesto, y allí pilló etapuca (iba mirando el paisaje, declaró después, no sé si para ser majete o para humillar Benoot style), y en Catí pilló el líder, y de Murcia sale con minutos sobre los buenos, y solo hay dos buenos entre los buenos (Remco mediante) que parezcan suficientemente buenos como para cepillárselo en plan loco. Y son de su equipo. ¿Tres en el pódium? Estremece solo pensarlo.

Foto: Federico Martín Bahamontes, el primer español en ganar el Tour de Francia. (Reuters/Sergio Pérez)

La velocidad de Roglič

Por detrás acelera Roglič. Acelera Roglič más lejos de lo que suele acelerar Roglič, porque lleva a Vingegaard, y eso significa dos cosas... que te cubre las espaldas y que debes distanciarlo. Luego llegarán juntitos una tarde, y entrarán con las manos unidas, y harán la de Hinault en Alpe d'Huez, pero, pueden creerme, están los dos loquísimos por trincar Vuelta, así que el otro es su primer enemigo...

Eso, que acelera Roglič, que abre hueco, que la realización viene dirigida por Julio Médem, que es complicado de seguir, que Vingegaard cierra con Roglič llevando a rueda rivales (bueno, lleva a Enric Mas), que Evenepoel se queda clavadísimo, que Evenepoel se descuelga de sus gregarios, que Evenepoel va a perder siete minutos, pero Evenepoel se rehace, y Enric Mas se hunde, y Evenepoel hace el tramo último más rápido que Roglič y Vingegaard, y Enric Mas hace el tramo último más lento que Ivan Quaranta, y se han visto cosas, muchas cosas, aunque luego todo quede en suspiro y treinta segundos...

Luego hubo un sprint, y la nómina de sprínters aquí parecen los invitados al cumple de un hikikomori... poco glamour y escaso número. Es curioso, porque alguien medianamente rápido que viniera podía hincharse a ganar, pero... en fin. Eso, victoria para Geoffrey Soupe, que no es André Darrigade.

Y el Xorret de Catí... Xorret de Catí molaba mogollón hace un cuarto de siglo, cuando no había más puertos con rampas como ese, cuando los buenos subían clavadísimos, cuando contemplabas cosas distintas. Ahora... pues otro día rutinario. Y eso que aquí hubo detalles, ojo, porque detalles siempre hay. La personalidad de Remco Evenepoel, por ejemplo.

La sincerida de Evenepoel

Remco Evenepoel parece, a ratos, excesivamente sincero. Sincero en plan "mira, tío, si tu hermana es gilipollas te lo digo, porque soy sincero", sincero en plan "¿maleducado yo? No, yo soy sincero, y tú has engordao de cojones". Ese tipo de sinceridad. Pero también es, siempre, un regalo para el ciclismo. Porque tiene ego más gordo que los gemelos de Abdoujaparov, porque acepta batallas y responsabilidades. Remco se ve como Napoleón cada sobremesa, y eso es peligroso para tantos Austerlitzs que corren en el pelotón profesional, de acuerdo, pero también bordeas el Waterloo muchos días...

En Xorret salió cara. Rodeado de rivales con el mismo maillot, todo por perder, posición donde nadie le hubiese reprochao correr a la defensiva (es un purparlé, porque nadie reprocha correr a la defensiva, todos los periodistas, juntaletras, influensers y podcasters viven en el mundo de la piruleta, en la calle del chocolate con almendras)... Pues, con todo eso, Remco cogió la responsabilidad. Hizo, para entendernos, la de Indurain. Tirando todo el puerto (que tampoco es el Páramo de Letras, hagamos caso al Señor Lobo), seleccionando, a raya Roglič, Vingegaard y Kuss (éste con tímido, misterioso y complicado de interpretar ataque). Finalmente, tras una bajada con solo dos curvas en la que se descuelga Enric Mas (joder, macho) gana Primož Roglič, que es referente histórico en este tipo de llegadas.

Etapa sin mayor historia, salvo las historias de las intrahistorias, que son siempre historias interesantes...

Y la de Caravaca era... en fin, era lo mismo. Lo mismo de ayer, lo mismo que habrá en Laguna Negra, lo mismo de Bejes (solo que a Bejes subo yo, así que veremos cosas distintas). Una vez vale, cuatro cansan. Es uno de los fallos de esta carrera, que insiste en modelo repetitivo donde pocas sorpresas caben. Claro que comparao con lo que iba a llegar...

Foto: En esta edición participarán un total de 170 ciclistas de 30 nacionalidades (EFE/EPA NUNO VEIGA)

Un gran inicio

Y eso que empezó buena, la cosa. Porque pasó a saludar Dana, que es como dicen ahora a las gotas frías, y hacía viento, y hubo leña desde casi salida, porque los abanicos son así, uno no tiene ni que llamarlos, ellos aparecen. Se metieron delante Evenepoel, Vlásov, Vingegaard, Primož Roglič... se quedaron cortaos Ayuso y Enric Mas, que no pilla una de estas ni en el PCM. Se entienden los extranjeros (si quieren ustedes el toque de ochenterismo pop, con esos malvados no-españoles que se quieren follar nuestra prueba patria), el equipo de Ayuso (no, Miguel Ángel Rodríguez no... digo Ayuso el ciclista) comanda persecución, Marc Soler pasa de su compañero como paso yo de las novelas de Danielle Steel y tira él solo para adelante. Ojo con Marc Soler, que tiene una pedrada curiosísima y puede ser elemento disgregador (a favor o en contra) de cualquier estrategia. Confiantes en él. Ah, que se unieron los dos grupos, y se calmó todo bastante, y se hizo la clásica escapada con pintas de llegar, y luego vinieron otros abanicos, pero ya eran abanicos como sin ganas, abanicos tipo Locomía New Version (no abanicos tipo Locomía Classic Version), y volvió la paz, todos amiguetes, ¿echamos unas birras?, venga, hasta la subida final nos damos tregua...

Solo que...

Solo que llovió por meta, y la organización hizo lo que hace siempre, que es chapucear, porque anunciaron faltando quince kilómetros a meta que los tiempos se tomarían a dos kilómetros de meta, y la etapa se decidiría en meta, pero los tiempos no, los tiempos a dos, porque hay barro, y peligro, y a lo mejor saltan osos polares, como en la isla de Lost, y tú haces toda la etapa pensando que el recorrido es uno y, zas, quedan 25 minutos y te dicen que es otro. Opiniones tendrán ustedes para todos los gustos, pero cambiar reglas del juego a mitad de partida debería ser ultimísima opción. Entre otras cosas porque adulteras el asunto... sí, lean sin miedo... adulteras el asunto. Imaginen el minuto setenta de un Madrid-Barça, y dicen el árbitro que solo durará ochenta y tres, que sigan jugando hasta el final pero los goles solo cuentan hasta el ochenta y tres. Ridículo, ¿verdad?

Pues eso ha pasado en la Vuelta.

Sin ganas te quedas del asunto, macho. Se impone Lennard Kämna, que es un ciclista buenísimo, que hizo lo de Fedaia el año pasado, que tiene etapa en las tres Grandes. Uno de esos que fardará palmarés lustroso cuando se retire, sabiendo explotar virtudes sin volverse loco con cosas fuera de sus patas (amenazó este año con volverse gris puestometreando top-tens, pero ha retomado el camino).

Entre los buenos... se mueve Almeida (Almeida y Ayuso compiten entre ellos aunque compartan colores, y no parecen coordinarse demasiado bien), sale con él Vlásov (jo, Vlásov), Remco repite lo de Catí. Cabeza de grupo, tirar... pero suave, sin darlo todo, sin dejarse vida en el intento. Almeida va inclinadísimo sobre la bici, mueve los hombros, Almeida regala fotos de estética disoluta, Almeida no forra carpetas, amigos, Almeida no forra carpetas. Ataca Roglič, ya en su distancia de seguridad, Mas sale a por él, a Evenpoel le cuesta, a Ayuso le cuesta, a Vingegaard le cuesta aun más. Primož pasa la pancarta de dos a meta, y deja de pedalear, porque esto es una filfa, esto es una vergüenza, esto es una imagen absolutamente indigna. Los mejores ciclistas del mundo (los mejores ciclistas del mundo que están aquí) hacen dos mil metros soltando patas, charlando, de risas, mientras las cámaras se esconden, mientras todos nos tapamos los ojos, miramos asustados, pensamos qué más, qué más puede ocurrir.

Ah, no llovió ni una gota. Barro había, sí, y la carretera era peliaguda. Pero, imagino, como hace meses. O mejor. Y no llovió ni una gota.

Qué putísimo bochorno.

Menuda semana, tú.

Menuda semana.

A ver si mejora. O que no empeore, con eso firmo.

De más a menos. De más a menos, con astracanada final. Todo puede ir a peor. Todo. Menuda cosa, menuda semana, menuda carrera.

Vuelta a España
El redactor recomienda