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La sonrisa de Sagan honra a Valverde
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primera victoria del favorito al verde

La sonrisa de Sagan honra a Valverde

En un día que estaba subrayado en la agenda del ciclista murciano por lo bien que se adaptaba a sus características, el campeón del mundo no permitió que hubiera sorpresas

Foto: Sagan superó a todos en el sprint. (EFE)
Sagan superó a todos en el sprint. (EFE)

Nadie esperaba que este fuera el Tour de Alejandro Valverde. El murciano tuvo sus oportunidades hace una década, cuando el ciclismo se encontraba en la complicadísima transición de los siete Tours falsos de Lance Armstrong al dominio aplastante del Team Sky. Hubo un periodo de incertidumbre, del alternativas reales al maillot amarillo y España disfrutó de nuevo como en los años de Indurain, porque siempre había uno de los nuestros ahí arriba, peleando por ganar o sumando victorias generales en territorio francés, con lo que eso ha excitado siempre a los deportistas patrios. La cercanía al triunfo, que fuera verdaderamente factible por fin no permitió, sin embargo, que Valverde realmente optase nunca a lograr lo más grande que puede alcanzar un ciclista.

Hubo un momento en la carrera de Valverde, ya entrado en la treintena, en el que comprendió que su papel en las grandes vueltas iba a ir más allá de las luchas en las generales. Algo le faltaba. Entre las pocas carencias que se pueden destacar entre la multitud de virtudes del corredor del Movistar es no haber sido prácticamente nunca constante durante tres semanas. Le ha mermado no haberse definido como ciclista. ¿Qué es Valverde? No es un escalador, no es un fondista, no es un velocista, no es contrarrelojista, pero destaca en todas las disciplinas. Para ser un potencial ganador de Tour es básico subir muy bien, y Valverde es explosivo, no constante. En sus años en plenitud, Valverde no pudo ni subir al podio de Francia. Lo hizo con 35 años.

La mejor manera para desarrollarse como persona es fallar y aprender y a partir de ahí, conocerse a uno mismo, explorar y encontrar los límites y explotar las virtudes. Entre la multidud de grandes que componen el pelotón, hay diferentes tipos, incontables. Todos se han definido de una o de otra forma. A Valverde le costó más que a nadie, pero cuando aceptó que su virtud es la regularidad a lo largo del año y que podía ser historia viva de este deporte de otra manera que ganando el Tour, reventó la estadística. Esa punta de velocidad extra que le convierte en un sprinter en los últimos metros, piquen o no hacia arriba, le ha dado decenas de victorias.

Esa cualidad precisamente es la que hacía del recorrido de la tercera etapa tan perfecto para él. Tenía todas las características que ponen tenso a Valverde: larga jornada, con más de 200 kilómetros, mucho sube y baja sin cotas pronunciadas y un final intenso en un pequeño muro, nada excesivamente pronunciado tipo Mas de la Costa. La escapada se iba a producir, es inevitable, como también lo era su anunciado fracaso. El grupo iba a llegar conjuntado a la cima de tercera categoría situada en Longwy, primera aparición del Tour por el país que le da nombre. Y no estaba allí Alejandro Valverde para entrar celebrando otro triunfo, el enésimo de una de las mejores temporadas de su carrera.

La llegada al sprint.

Peter Sagan sí se definió a tiempo. La bicicleta de montaña le dio potencia en las piernas, capacidad de resistencia y pericia sobre el sillín. Su bravura le aporta el factor diferencial en un sprint. Su estructura física no acompaña cuando la carretera se empina y probablemente sea ese el único motivo por el que nunca veremos a Sagan ganando una grande. Y dará igual. Sagan ya forma parte de los anales del ciclismo con solo 27 años. Nadie lucha en una 'volata' como él, ni ofrece el espectáculo que regala el bicampeón del mundo. Puede que no siempre gane, de hecho no lo hace (en el Tour tiene casi tantas victorias como segundos puestos), pero siempre estará ahí arriba, colocado entre los mejores.

Y el muy pillo, engañó. "Soy un chico afortunado. He cometido errores, pero ha funcionado. A la postre, ha sido un 'final feliz', porque me las arreglé para mantener la calma. Tal vez lo haya hecho a propósito, sólo para hacer creer a los demás que tenía un problema". No cuesta creer que sea verdad. Porque Sagan es, ante todo, listo. Espabilado, como diría una abuela de su nieto. "Ha sido una subida muy dura; BMC ha hecho un buen trabajo para Richie Porte, han atacado en los últimos metros. Logré un pequeño hueco y me dije 'hay que salir'. Quizás he arrancado demasiado pronto, comencé mi esprint, tiré, cometí un error y pensé 'me va a ganar Matthews'". En absoluto.

A falta de Valverde, estaba Sagan. ¡Qué belleza de llegada nos hubieran ofrecido los dos en lo alto de Longwy! No alteró su plan de ataque la insinuación de Richie Porte y Alberto Contador, un ataque demasiado lejano y sin posibilidades de éxito. Les aguantó a su espalda, calmado y siempre bien a resguardo hasta que adivinó el momento en que dar el golpe de pedal oportuno para alejarse de Matthews, Martin y Van Avermaet. El primer paso hacia el sexto maillot verde y el récord de Erik Zabel está ya dado. El siguiente será este viernes.

Nadie esperaba que este fuera el Tour de Alejandro Valverde. El murciano tuvo sus oportunidades hace una década, cuando el ciclismo se encontraba en la complicadísima transición de los siete Tours falsos de Lance Armstrong al dominio aplastante del Team Sky. Hubo un periodo de incertidumbre, del alternativas reales al maillot amarillo y España disfrutó de nuevo como en los años de Indurain, porque siempre había uno de los nuestros ahí arriba, peleando por ganar o sumando victorias generales en territorio francés, con lo que eso ha excitado siempre a los deportistas patrios. La cercanía al triunfo, que fuera verdaderamente factible por fin no permitió, sin embargo, que Valverde realmente optase nunca a lograr lo más grande que puede alcanzar un ciclista.

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