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"Sigo con vida, podría estar en silla de ruedas. He tenido suerte hasta para lesionarme"
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una caída bajó de la bicicleta a pablo lastras

"Sigo con vida, podría estar en silla de ruedas. He tenido suerte hasta para lesionarme"

"Tras la caída, noté que tenía algo gordo. Intenté levantarme y todo funcionaba, menos la pierna derecha". Así cuenta Pablo Lastras a El Confidencial cómo una caída le bajó para siempre de la bicicleta

Foto: Pablo Lastras triunfó en la Vuelta a España en 2011 (EFE).
Pablo Lastras triunfó en la Vuelta a España en 2011 (EFE).

Pablo Lastras aparece puntual a la cita. Llega desde San Martín de Valdeiglesias conduciendo él mismo. Ha abandonado las muletas la semana pasada. Milagrosa recuperación. Tiene buen aspecto. Delgado (“sólo he cogido dos kilos en estos siete meses”), la tez morena (un misterio considerando las horas de gimnasio y piscina) y sonriente. Nadie diría que ha pasado por una lesión tan grave que le apartó hace siete meses de la bicicleta y ha puesto el punto final a su dilatada carrera profesional.

Aquí está uno de los ciclistas más carismáticos del pelotón español. Acaba de anunciar su retirada. Contra su voluntad. Ha ganado etapas en todas las grandes vueltas, ha estado detrás del triunfo de grandes ciclistas españoles como Valverde u Olano. Ha sido durante años uno de los grandes líderes en la sombra, aquellos que dan forma a una labor cuya importancia conocen verdaderamente quienes viven dentro de ese tópico de la serpiente multicolor.

Conocí a Pablo en Navacerrada hace varios años entrenando con mi hijo Gonzalo una tarde de julio en el plano de Navacerrada a Valdesquí. Alcanzamos a dos ciclistas del Caisse d’Epargne que estaban rodando suave soltando las piernas: uno de ellos era Pablo Lastras. Cuando terminamos el entreno, Pablo se acercó a Gonzalo (entonces catorce años) y le preguntó por sus estudios y no por sus aspiraciones ciclistas. Porque siempre insiste en la importancia de los estudios a los jóvenes que ponen sus aspiraciones deportivas por delante de la formación educativa.

La conversación sólo puede empezar recordando su tremenda caída en la Vuelta a Cataluña en abril de este año. Acaba de anunciar su retirada y vive inmerso en un duro proceso de rehabilitación. “Tras la caída, noté que tenía algo gordo. Intenté levantarme y todo funcionaba, menos la pierna derecha. Estaba hundida. Al incorporarme ví que no me respondía, no tenía control alguno sobre ella. Los cirujanos que me atendieron inicialmente, me dijeron que no estaban cualificados para una operación tan complicada y que no iba a volver a ser ciclista”. Pablo bucea en un pozo negro al recordar toda la dureza del proceso de aceptación de la realidad y de la posterior recuperación.

¿Cómo afronta uno el final de una trayectoria deportiva que ha dado sentido y ordenado toda una vida? “Estos no me conocen”, fue su primera reacción inicial. “En cuatro meses estoy encima de la bici. Ya pasé por cosas así antes. Me puse una venda en los ojos y no lo quise aceptar”. Pero ya lo ha hecho.

“Para empezar sigo con vida, podría estar en silla de ruedas o cojo. He tenido suerte hasta para lesionarme. He estado con el mejor cirujano y con el mejor equipo para recuperarme. Mi motivación diaria era demostrarles que podía estar a la altura de ellos y que la lesión no iba a poder conmigo. El objetivo era hacer vida normal en 2016, sin quejarme, sin lamentarme. He estado muy solo, pero no quería que me ayudara nadie. Quería demostrarme a mí mismo que yo solo podía con ello. Esta lesión me ha dado muchas cosas. Proyectos, ideas…”.

¿Cómo afecta ahora la falta de esa rutina tan necesaria, monótona y sacrificada del ciclista profesional? Entrenamientos matinales no importa la meteorología, (solo o en grupeta), comida, descanso por las tardes, viajes, competición… “Se me ha hecho duro. Lo echo de menos cada día. Lo he dado todo en todas las carreras, así que sabía que cuando lo dejara no podría reprocharme nada. Pero lo echo de menos porque sé que podía dar mucho a este deporte aún. Como objetivo para 2015 tenía ganar una etapa en el Giro”. Le brillan los ojos al decirlo. Cuando a su edad –casi 40 años– muchos ciclistas llevan tiempo retirados, Lastras tiene la sensación de haber dejado algo inacabado. Alguien tan perfeccionista que no soporta entrenar con la bicicleta sucia – “trabajo bien hecho y serio”–, ni tan siquiera ver sin limpiar las bicis de sus compañeros de entrenamiento.

Pablo reflexiona sobre aquellos compañeros que con los años pierden la motivación de entrenar en invierno, de pasar frío, las ganas de sufrir, de cuidarse. Porque tienen las necesidades cubiertas. “Pero yo tenía necesidad de poner mi cuerpo al límite con cuarenta años y superarme. Y tenía ganas de sufrir y salir con la grupeta de mi pueblo y demostrar que valgo. Y por eso he durado tanto tiempo en el ciclismo, por esa necesidad de sufrir y poner mi cuerpo al límite”.

Pablo Lastras ha ejercido con los años un gran liderazgo en los equipos de Miguel Echavarri y Eusebio Unzué, pilares en el ciclismo español. “Si, Javier, pero el respeto te lo ganas. Yo no puedo mandar a chavales y luego no estar ahí el primero. Por ejemplo, una norma de Eusebio es que en las neutralizadas, siempre tienen que haber dos corredores en la cinta de salida listos para lo que sea. Tienes que estar de los primeros, con el pipí hecho porque en el kilómetro cero pueden pasar miles de historias. Una cosa es la táctica que se plantea en el autobús y luego lo que pasa en carrera. Por ejemplo se sale a mil, o hay un repecho al poco de empezar o entra aire lateral y el pelotón se corta y si no hay nadie del equipo, malo. Ya vas todo el día a remolque. A los chavales les digo: esto lo dice el jefe. Es una norma de la casa. Dos corredores. Yo soy el primero. Uno más. Quiero un voluntario”.

Utilizando la terminología del Cholo Simeone, uno se da cuenta de que Pablo Lastras es un corredor con jerarquía y su opinión es tenida en cuenta y respetada. Cierto equipo Pro-Tour contaba esta temporada con corredores que corrían sin control ni respeto, poniendo en peligro al resto del pelotón. "A comienzos de esta temporada, esos corredores jóvenes me tocaron un día los cojones (sic) por su manera irresponsable de correr y de ponernos en riesgo a todos”.

Esa noche coincidieron en el restaurante del hotel el equipo Movistar y Pablo se dirigió a ellos: “Saqué mi cartera y la abrí. Les enseñé a los directores y a los corredores dos pegatinas que llevo siempre en la cartera. Una – WW108 – en recuerdo de Wouter Weylandt, con el dorsal que llevaba cuando falleció en accidente en el Giro de Italia. La otra es el símbolo del infinito que llevaba siempre Xavi Tondo. Ellos ya no están aquí. Estas pegatinas me sirven para ser mejor persona y, si un día en carrera tengo que frenar, lo hago, porque mi vida vale más. El mánager de ese equipo rompió a llorar. Había sido director de Wouter Weylandt”. Muchos de esos corredores siguieron comportándose igual durante el resto de la temporada. Les acaban de echar recientemente.

¿Y cómo se vive ese el reparto de papeles de quien lleva a cabo el trabajo oscuro, sin repercusión mediática? Pablo Lastras cree que el ciclismo depara opciones y oportunidades para todos. “Cualquiera del equipo puede tener su día de gloria, otra cosa es que se aproveche. A todos nos llega la oportunidad. La bicicleta es muchas veces ingrata e injusta, pero el ciclismo es agradecido”.

Hay un tema delicado –no puede ser de otra manera, tratándose de un corredor que vivió el ciclismo convulso de los años noventa: el tema de tomar atajos en los entrenamientos y en la preparación: el dopaje. ¿Cómo se compite entonces cuando uno sabe que no está en igualdad de condiciones con adversarios que traspasan líneas rojas en su preparación? “Lo he vivido. Porque vas a tener un día de gloria y lo tienes que aprovechar. Sí que vas en inferioridad de condiciones, pero un día todo vuelve a tu favor: por constancia, por cabezonería, por principios, por saber estar, por paciencia. Hay que aprovechar y yo lo he hecho. Una etapa donde tienes libertad y vas con gente superior a ti estudias dónde pueden fallar, dónde les puedes ganar. Con menos recursos y menos potencial, sin ‘atajos’, con oficio. Yo he creído en esas cosas”.

Pablo reflexiona sobre momentos clave de su vida. “Tuve un maestro muy bueno que fue el Chava Jiménez. Con todo lo que era, a la gente de su entorno y a los corredores jóvenes de Banesto nos cuidaba mucho. Sabía sacarte rendimiento. Tienes que buscar tu sitio, encontrarlo y ser el mejor ahí. No todo el mundo vale para ganar. Tienes que ser el mejor subiendo bidones, o quitando el aire, o en zonas de repechos… Te lo hacía entender y te lo sacaba”.

Una de las mejores lecciones en su carrera se la proporcionó Iñigo Cuesta. "En una etapa en que íbamos los dos escapados en la Dauphiné Liberé, en la etapa reina en los Alpes. Ese día me dijo de alguna manera: 'chaval, esto funciona así'. Yo era el más fuerte, pero enseñé todas mis cartas: no comí a tiempo, hacía frio, subíamos puertos a dos mil metros de altitud y enseñé mis puntos débiles. Como veterano, Iñigo lo vio todo y en el momento decisivo supo dónde hacerme daño y me ganó. Pero ese día aprendí mucho. Hay que sacar cosas positivas de las derrotas. Las siguientes cinco fugas en que me metí las gané todas”.

¿Cómo va a llenar su vida Lastras a partir de ahora? Rehabilitación aparte, por supuesto. “Sé que me gustaría seguir en el ciclismo, pero estoy preparado para dedicarme a otra cosa aunque necesite formación. Me gustaría montar un equipo, quiero formar a chavales jóvenes. Me merecen un aplauso Contador con su formación, Valverde con sus equipos cadetes y junior, Purito que ha hecho una escuela en Andorra, Maté en Marbella, Rojas que ha patrocinado equipos en Cieza…”. Eso sí, cree que merecía dos cosas: ganar una carrera de tres semanas con un líder, esto es, ayudar a ganar una gran vuelta. Y otra, haber dejado la bicicleta cuando y como él quisiera. Al decir esto último se nota un punto de nostalgia por esos sueños que ya no verá cumplidos subido a una bicicleta. ¿Cuál cree que ha sido la aportación al ciclismo de Pablo Lastras?: “Sobre todo seriedad, fidelidad, compañerismo, mala hostia, mucha (risas). Fidelidad lo que más. A compañeros, a técnicos, al deporte, dignificando mi deporte”. ¿Qué aporta la ‘marca Pablo Lastras’? Duda unos instantes: “Credibilidad en lo que haces”. Silencio. ¿Solo credibilidad?. “Bueno, sí, creo que también trabajo, coherencia... Nunca me he acomodado”.

Anochece ya. Se siente todavía ciclista, pero ya no volverá a ponerse un dorsal en la espalda en una carrera ciclista profesional. No volveremos a ver a 'Penkas' impartir magisterio y oficio en las carreteras, ni su figura espigada bajando al coche del director a cambiar impresiones, a por abrigo, o a coger bidones… Pero seguro que devolverá con creces todo lo que le ha dado el ciclismo. Y de cualquier forma en que se lo proponga. Porque si algo ha demostrado Pablo Lastras en su carrera deportiva es, por encima de todo, tenacidad. También hoy en día.

Pablo Lastras aparece puntual a la cita. Llega desde San Martín de Valdeiglesias conduciendo él mismo. Ha abandonado las muletas la semana pasada. Milagrosa recuperación. Tiene buen aspecto. Delgado (“sólo he cogido dos kilos en estos siete meses”), la tez morena (un misterio considerando las horas de gimnasio y piscina) y sonriente. Nadie diría que ha pasado por una lesión tan grave que le apartó hace siete meses de la bicicleta y ha puesto el punto final a su dilatada carrera profesional.

Pablo Lastras Alberto Contador
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