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Juan Espino, de sufrir 'bullying' a firmar un contrato de seis cifras con la UFC
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entrevista con el segundo español en ufc

Juan Espino, de sufrir 'bullying' a firmar un contrato de seis cifras con la UFC

Juan Espino ganó 'The Ultimate Fighter' y a partir de ahora se codeará con los mejores luchadores de MMA del mundo. Antes brilló en lucha canaria y otras disciplinas. Esta es su historia

Foto: Juan Espino es el primer español que gana 'The Ultimate Fighter'. (UFC)
Juan Espino es el primer español que gana 'The Ultimate Fighter'. (UFC)

"El teléfono no para de sonar", dice Juan Espino Dieppa (Las Palmas de Gran Canaria, 1980) desde Las Vegas (Estados Unidos). Acaba de entrar en una nueva dimensión. Hace un lustro competía en lucha canaria en terreros con unos pocos centenares de personas en las gradas. A partir de ahora lo hará en la UFC, el Dorado de las artes marciales mixtas (MMA), una competición que siguen millones de personas en todo el mundo y donde él quiere triunfar. Solo otro español, Enrique Marín, Wasabi, había llegado tan lejos. Pero él no se da por satisfecho y apunta más alto. "Me voy a matar para hacerlo lo mejor posible", avisa.

Espino ganó hace unos días la última edición de 'The Ultimate Fighter', un 'reality' que da acceso a la UFC. Ocho días antes había vencido a Maurice Greene para colarse en la final y el pasado viernes doblegó a Justin Frazier para entrar por la puerta grande en el mayor escaparate de las MMA. Ya no es un luchador persiguiendo la gloria, ahora forma parte de un negocio multimillonario. Acaba de firmar un contrato de seis cifras y ha recibido un bonus de 50.000 dólares (44.000 euros), además de los 30.000 ingresados por su última victoria. Ahora trabaja para la UFC, que controla su imagen, las entrevistas que da, etc. Todo nuevo para un tipo que se ha construido su carrera sin apenas ayuda.

"Yo me voy moviendo por impulsos", explica en conversación telefónica con El Confidencial. "Soy una persona responsable, no un loco, pero si mañana me da por intentar llegar a unas Olimpiadas en judo, que eso sí que es una locura, aunque nada es imposible, lo voy a hacer. Es mi vida y hago lo que a mí me gusta. Estoy muy feliz de que la gente esté contenta y voy a intentar hacerlo lo mejor que pueda. Pero eso no quiere decir que mañana no pueda cambiar el rumbo del barco, porque el barco soy yo solo".

La referencia al judo sale varias veces en la conversación, lo que da a entender que no es una idea improvisada de Espino, sino algo que ha pensado en más de una ocasión. Si algo caracteriza al luchador canario es su polivalencia. Por su naturaleza, las MMA acogen a luchadores de todo tipo, pero muy pocos con experiencia en tantas modalidades como Espino. Por supuesto la lucha canaria, donde consiguió ser un puntal destacado, pero que dejó en 2015 por una lesión. Antes ya se había hecho un nombre en la lucha senegalesa. Luego compitió con la selección española en 'grappling'. También viajó a la India para competir en kabaddi. Probó la lucha tártara, el jiu jitsu...

"Yo siempre he hecho lo que me ha apetecido, pero evidentemente uno se va quedando donde mejor le tratan y donde mejor le cuidan", dice. "Una cosa que me gustaba mucho era la selección española de 'grappling', siempre me encantó competir con ellos, pero yo sabía que para poder llegar a UFC tenía que omitir todas las competiciones y centrarme en prepararme para esta modalidad, que consiste en hacer muchísimo 'striking' (golpeo). Ya no vas a ser tan bueno en 'grappling' y lucha porque te estás dedicando a otra cosa. Y la condición física ya no tiene nada que ver... Tienes de dedicarte en exclusividad", explica. Su físico actual es muy diferente al que tenía a principios de la década, cuando probó en la lucha senegalesa y le bautizaron como el 'León Blanco'. Pesaba más, era más lento y menos explosivo, déficits que ha tenido que mejorar para llegar a la UFC.

placeholder Imagen de Juan Espino en la lucha senegalesa en 2011. (EFE)
Imagen de Juan Espino en la lucha senegalesa en 2011. (EFE)

Espino cuenta que su carrera en la lucha nace de una doble curiosidad. Por un lado, el ejemplo de varios luchadores del club de lucha canaria en el que se formó y que también probaron otras modalidades. Por otro, las ganas de viajar. Juntos, ambos impulsos le han llevado por medio mundo para aprender y luchar. "Tú te vas quedando con otras modalidades que te van llamando la atención, y eso me marcó. Fue un antes y un después. Y desde pequeño me gustaron las historias de héroes que se iban a la aventura. Tenía ganas de viajar y conocer otras culturas y tener otros amigos", dice.

Lo que en aquel momento él calificaba de impulsos, su madre Carolina ya lo identificaba como una pasión que no ha cortado, aunque no le guste ver a su hijo luchar. "Ahora mi madre se entera al minuto de que estoy peleando. Es la primera vez que la llamo para decirle que he ganado y me dice que ya lo sabía. La primera vez en mi vida. El resultado fue positivo, pero si es negativo, también lo va a saber antes. Me gustaría poder decírselo yo. La gente no es capaz de entenderlo, no entiende lo importante que es mi madre para mí en todo este tema".

"Lo más seguro es que si la cosa me sale mal, quien se encargue de que yo deje de pelear en esto sea la gente y no yo. Porque como mi madre se lleve un par de disgustos, yo no peleo más. Si un día pierdo no pasa nada, pero en el momento en el que empiece a ser algo continuo, yo corto. Y cuando digo algo, lo digo de verdad. El que me conoce sabe de lo que estoy hablando".

Si la cosa me sale mal, quien se encargará de que yo deje de pelear será le gente. Porque como mi madre se lleve un par de disgustos, yo no peleo más

Un niño gordito en el colegio

Juan Espino impone, pero su físico y su carácter no siempre le han beneficiado. En el colegio fue uno de esos niños que lo pasó mal, algo que cree que ha influido bastante en toda su carrera posterior. "Lo pasé mal en el colegio, no tenía amigos y no me sentía bien", recuerda. "Me crié en el campo y luego bajamos en la ciudad. No era tan extrovertido, siempre estaba ensimismado en mis cosas, en parte porque me crié un poco solo. Los niños son un poco crueles sin querer, el 'bullying' hasta nosotros mismos lo hacemos sin darnos cuenta. Yo, por no saber defenderme, no física sino verbalmente, lo pasé mal. Y eso me marcó bastante".

La lucha canaria fue su vía de escape. "Me lo pasaba muy bien con esos niños y ya solo quería estar con ellos. Me volcaba. Estaba loco porque llegaran las siete de la tarde e irme a entrenar. Algunos eran gorditos como yo, eran gente agradable, simpática... Ahí monté mi centro de paz. Y mi autoestima fue subiendo, iba viendo cómo era capaz de derribar a gente, como mi cuerpo se iba transformando. Fue un cambio tanto físico como mental", dice.

Hubo también alguna época alocada, reconoce Espino. "Con 20 años cometí alguna tontería y me metí en algún jaleo, alguna riña. Pero no tuve ningún problema grave. Fue una época muy corta, sin consecuencias. Fui capaz de enfocar toda esa rabia hacia la competición, hacia la lucha. Y hasta el día de hoy". Está en el mejor momento de su vida. Igual que hace un año y hace dos, dice. "No sé en qué momento se va a acabar esto, hay muchas cosas en el aire que no sé si me van a salir bien. No sé si me voy a lesionar, si se me va a acabar la motivación. Pero si todo sigue así, parece que voy a tener un par de años buenos por delante".

Llega a la UFC a los 38 años, que puede parecer una edad demasiado avanzada para hacerse un hueco en una competición tan dura, pero hay ejemplos de luchadores veteranos. El actual campeón del peso pesado, Daniel Cormier, va camino de los 40. Lo que sí ha conseguido es entrar por la puerta grande; ya tiene varias opciones para su próxima pelea y las está esudiando junto a su equipo.

"Las MMA llaman la atención, no dejan indiferente a nadie. La gente que tiene dificultades de control de impulsos o la que viene de situaciones difíciles puede tener esa agresividad y verse identificada. Pero aquí hay otras personas a las que este tipo de cosas también les llama la atención. Hay de todo. No somos todos unos 'mataos' ni nos metemos en peleas en bares", dice para defender el mundo en el que se mueve. Además, destaca la atención médica que reciben en la UFC, mucho más exhaustiva que en las otras modalidades en las que ha competido.

Todo a su alrededor ha cambiado. Atrás ha dejado el mote del Trota con el que era conocido en la lucha canaria, un mote que no le gustaba y que además considera que no debía llevar. "Pero los motes son más fáciles de poner que de quitar", dice. En la UFC le llaman el Guapo. Y aunque él dice que sigue siendo Juan, el hijo de Carolina, esta vez no le disgusta el sobrenombre. "Para una vez que me toca un nombre guay, déjalo".

"Para mí, esto no deja de ser una hazaña más", asegura Espino sobre su situación actual. "Siempre voy a ser una persona que se pone retos e intenta superarlos. De repente me sale todo bien. Quizá pueda llegar ser 'top 5' y ganarle a un excampeón, o quedar campeón... No sé". Lo que sí sabe es que igual que ha subido, puede bajar. "Esto es una época, mañana nadie se acuerda de ti".

"El teléfono no para de sonar", dice Juan Espino Dieppa (Las Palmas de Gran Canaria, 1980) desde Las Vegas (Estados Unidos). Acaba de entrar en una nueva dimensión. Hace un lustro competía en lucha canaria en terreros con unos pocos centenares de personas en las gradas. A partir de ahora lo hará en la UFC, el Dorado de las artes marciales mixtas (MMA), una competición que siguen millones de personas en todo el mundo y donde él quiere triunfar. Solo otro español, Enrique Marín, Wasabi, había llegado tan lejos. Pero él no se da por satisfecho y apunta más alto. "Me voy a matar para hacerlo lo mejor posible", avisa.

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