Khabib-McGregor: miedo y asco en la pelea más lamentable en la historia de la UFC
Khabib Nurmagomedov consiguió retener el cinturón ante Conor McGregor, pero lo deportivo terminó eclipsado por la trifulca posterior
¿Cuáles son los límites de la provocación? ¿Todo vale con tal de hacer negocios? Seguramente estas y otras tantas preguntas rondarán (o deberían rondar) las cabezas de muchos espectadores, periodistas, deportistas y promotores que en la noche del sábado pudieron presenciar un espectáculo que rozó lo grotesco, lo salvaje e incluso la tragedia. La pelea de MMA más grande de todos lo tiempos, la que debió tener lugar en UFC 229, derivó en una inquietante exhibición de odio, rabia y descontrol en la que la violencia desbordó el octógono y se trasladó a sus alrededores.
¿Sorpresa? Difícilmente. Pocos días antes de la pelea, Dana White ya dijo que habían contratado seguridad extra, con lo que la organización era consciente de que el ambiente se había caldeado hasta el punto de ebullición. “Eres una rata”, “tu padre es un cobarde que tiembla de miedo” o “tu mánager es un soplón, un terrorista y una rata” fueron algunas de las palabras con las que Conor McGregor calentó a su rival, al equipo de su rival, a la familia de su rival e incluso a algunos ciudadanos rusos, que no dudaron en amenazar al irlandés.
En el plano de los insultos, lo cierto es que McGregor no pudo ir más lejos, y aunque Khabib Nurmagomedov aseguró que no se metería en su cabeza, que estaba tranquilo y que "a los borrachos en su pueblo se les ignora”, la verdad es que, desde que puso un pie en el octógono, se le vio especialmente nervioso, tenso. Su trabajo, que le bastó para someter a McGregor, no fue tan brillante como otras veces, especialmente en la lucha. Era evidente que algo le pasaba, y cuando el irlandés palmeó y el árbitro paró pelea, pudimos saber qué era: el odio. Someter a su rival no había saciado su sed de venganza.
Khabib había estado conteniéndose durante meses, aguantando estoicamente los insultos de McGregor, así que cuando le bajó los humos (y de qué manera), lo que sucedió fue una explosión. El ruso se había contenido tanto, incluso durante los cuatro asaltos que duró la pelea, que finalmente perdió el control: estaba tremendamente afectado por los insultos del luchador irlandés. Nada más terminar el combate saltó la valla y se dirigió hacia el equipo y amigos del luchador irlandés y se lio a puñetazos con ellos. La tangana fue épica, con decenas de miembros de los equipos de seguridad tratando de contener a algunas de las personas más fuertes y preparadas para la pelea que hay en el planeta (menudo papelón). El descontrol fue absoluto, tanto, que varios miembros del equipo de Nurmagomedov saltaron al octógono para pegar a McGregor, que recibió varios golpes, algunos de ellos por la espalda.
Hasta ahora se sabe que al menos tres miembros del equipo del luchador ruso fueron arrestados y puestos en libertad poco después, ya que McGregor no quiso presentar cargos. También se sabe que casi todas las personas vinculadas a UFC con voz relevante han calificado el episodio como repulsivo, incluido su director general, Dana White, pese a que este nunca ha dudado en reírle las gracias a Conor McGregor. Desde luego, si lo que quería la organización era publicidad, seguro que lo ha conseguido. Tal y como se construyen y consumen las noticias deportivas en televisión en la actualidad, sería una sorpresa que este suceso no tuviera presencia en los informativos durante días. Su repercusión es más que previsible. Si es la deseada o no, ya es otra cosa, porque de lo que se hablará no será de lo que pasó durante la pelea, que fue mucho, sino de lo que pasó después de la misma. Para prueba, esta crónica, que no puede obviar que en Las Vegas se cruzaron los límites.
¿Volverán a pelear? Seguramente sí. Las rivalidades tan enconadas, la polarización, venden sobremanera, y bien lo sabe el mundo del deporte (y el de la política). No hay más que recordar aquellas rivalidades entre el Madrid de Mourinho y el Barça de Guardiola. ¿Deberían? Si son capaces de reconducir la situación, sí. En la rueda de prensa porterior, lo primero que hizo Nurmagomedov fue pedir disculpas y reivindicar las MMA como deporte y no como concurso de insultos: "Este debería ser un deporte sobre respeto y no sobre echar basura por la boca". Buen paso. Si Dana White y Conor McGregor son también capaces de moderarse, quizá podríamos tener una segunda pelea un poco menos viciada y desquiciada. Podríamos ver a McGregor mejorar un poco más su lucha, cosa que ya ha hecho (en Las Vegas, Khabib solo le pudo derribar tres veces de siete que lo intentó), y a Nurmagomedov su golpeo, cosa que demostró haber hecho ya al sentar al irlandés de un derechazo, algo al alcance de muy pocos.
¿Cuáles son los límites de la provocación? ¿Todo vale con tal de hacer negocios? Seguramente estas y otras tantas preguntas rondarán (o deberían rondar) las cabezas de muchos espectadores, periodistas, deportistas y promotores que en la noche del sábado pudieron presenciar un espectáculo que rozó lo grotesco, lo salvaje e incluso la tragedia. La pelea de MMA más grande de todos lo tiempos, la que debió tener lugar en UFC 229, derivó en una inquietante exhibición de odio, rabia y descontrol en la que la violencia desbordó el octógono y se trasladó a sus alrededores.