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su rendimiento, en el punto de mira

Esperando al mejor Derrick Rose

Relegado a la suplencia tras dos temporadas en las que sólo ha jugado 10 partidos, el base de los Bulls trata de pelear para aportar la chispa que le falta al Team USA

Foto: Derrick Rose durante un entrenamiento de la selección estadounidense en el Bilbao Exhibition Centre. (EFE)
Derrick Rose durante un entrenamiento de la selección estadounidense en el Bilbao Exhibition Centre. (EFE)

El pasado sábado, Derrick Rose volvió a ser fiel a su rutina. Una hora antes del encuentro de octavos de final ante México, el base permaneció más de diez minutos realizando estiramientos en una de las diáfanas esquinas del Palau San Jordi. En la penumbra, tratando de encontrar sensaciones lejos de las indiscretas miradas de periodistas y fans, Rose comprobó de forma insistente la estabilidad de sus rodillas. Todos los esfuerzos son pocos a la hora de mimar unas articulaciones que han quedado maltrechas después de dos graves lesiones. En 2012, el año siguiente a convertirse en el MVP de la NBA más joven de la historia, se rompió el ligamento cruzado de la rodilla izquierda. Tras un año en el dique seco, sólo pudo jugar 10 partidos. Un desgarro del menisco, esta vez en la rodilla derecha, le obligó a frenar de nuevo. Dos temporadas llenas de dudas e incertidumbre en las que se ha perdido más de 200 partidos.

Este verano, como hiciera en el último Mundial, aceptó formar parte del plantel del Team USA e inició la preparación sin disputar un partido oficial desde noviembre de 2013. “No se esconde de nada, está yendo a tope. Y sus movimientos en defensa han sido espectaculares. Está mejor que hace cuatro años”, comentaba exultante ‘Coach K’ en los training de la selección estadounidense. En el primer partido ante Finlandia un explosivo mate iluminó el rostro de los aficionados al baloncesto. Parecía que aquel joven de Englewood (South Side Chicago) que maravilló al mundo había vuelto para quedarse. Sin embargo, el fuego y las expectativas han ido menguando cada día. Ahora su rendimiento en el campeonato se encuentra en entredicho.

Por momentos cuesta creer que este tipo sea la estrella que firmara un astronómico contrato con Adidas (10 años a cambio de 250 millones de dólares) y a quien, en 2011, los Bulls le firmaron 5 años y 95 millones en base a la hoy conocida como ‘Rose Rule’. Una norma prevista en el convenio colectivo (CBA) de la NBA que permite a ciertos rookies (Rose estaba sujeto a la escala salarial de novatos cuando firmó) recibir un salario máximo a fin de premiar su rendimiento. Ante México, su hoja de servicios fue elocuente: 0 puntos (0/5 en tiros de campo), tres pérdidas de balón y cuatro asistencias en 15 minutos. “Creo que es la primera vez en mi vida que me quedo sin anotar. Me río, pero al mismo tiempo tengo la sensación de que estoy mejorando. Me siento mejor en cada entrenamiento y en cada día que pasa”, confesó en una charla con Sam Smith, el mítico periodista que sigue a los Bulls desde 1987, publicada en la web de la franquicia de Illinois.

Un punto de mira desenfocado que, por desgracia para sus intereses, ha sido la nota predominante en los cinco partidos de la primera fase del torneo: 7/26 en tiros de dos (26,9%) y un pírrico 1/11 en triples, el peor de los 12 componentes de la selección estadounidense. “Esta pelota de la FIBA (Molten) es nueva, no tiene nada que ver con la de la NBA (Spalding). Estoy fallando, pero con nuestro balón sería muy diferente. Estoy peleando por adaptarme, pero a veces la pelota va a canasta, a veces va hacia cualquier otro sitio. Es más ancha, resbala con facilidad... Creo que es una de las claves para explicar tantos errores”, comentaba Rose tras superar a los mexicanos por 86-63. Un argumento que cae por su propio peso cuando lleva entrenando desde finales de julio con el balón oficial del campeonato.

Las ganas por verle poner en jaque a las defensas rivales con su habitual potencia ha generado una ansiedad desmedida. Sin embargo, mientras todos dejan ver una enorme preocupación por su discreta aportación (4,5 puntos, 1,8 asistencias, 2 rebotes 2,7 asistencias en 17,5 minutos de juego), él se muestra tranquilo. "Es como un viaje de negocios para mí. La recuperación es prioritaria y se juegan muchos partidos seguidos; necesito más recuperación", concluye, tratándose de aislar del molesto ruido que le exige resultados de la noche a la mañana. Una calma que quedó meridianamente clara con la fulgurante respuesta vertida a un periodista del Chicago Tribune que le inquirió acerca de su capacidad para convertirse en un prolífico anotador y un líder dentro de la pista. “Claro que sí. Definitivamente estoy listo para ello, pero ahora mismo no tengo que hacerlo. Entonces, ¿cuál es la necesidad?”

Respaldado por el apabullante dominio de sus compañeros sobre el parqué, las prisas no le atormentan. Tampoco le importa que jugadores como DeMarcus Cousins, Rudy Gay o DeMar DeRozan adquieran un impacto mayor en el juego del equipo. "Estoy más tiempo en el banquillo de lo que quisiera. Es algo a lo que no estoy acostumbrado, pero es normal, y hay una serie de jugadores que cubren perfectamente mi posición en este equipo", advierte con deportividad. Ya lo avisó desde el primer momento: aunque su confianza estuviera por las “nubes” al comenzar los entrenamientos previos al Mundial, necesitaría tiempo para volver a ser el que era. Sabe que dar un paso en falso podría ser letal para el ilusionante futuro que le aguarda al otro lado del charco a partir de noviembre.

Otra de las cuestiones sometidas a debate es su papel como ‘playmaker’. Recordemos que Rose fue el primer base en ser elegido número uno del draft (2010) desde un tal Allen Iverson (1996). Con ‘small ball’ o sin él, como así ha sido debido a las baja de Paul George y a la inesperada renuncia de Kevin Durant, el seleccionador Mike Krzyzewski dejó claro que Rose jugaría como segundo base por detrás de Kyrie Irving. El jugador asumió su rol de secundario y sigue refrendando la teoría de que su esencia es subir la bola y manejar el cotarro desde lo alto de la bombilla. “La NBA me forzó a ser un anotador, pero durante toda mi vida yo había sido un director de juego”, señala con cierta desidia, como si sintiera el incómodo runrún que sobrevuela el ambiente.

En el seno del combinado yanqui nadie alza la voz. Saben de lo que Rose es capaz y, en vista de que las exigencias no están siendo demasiado elevadas, optan por salir en su defensa y no meter el dedo en la llaga. Tom Thibodeau, asistente de ‘Coach K’ y entrenador de Rose en los Bulls, fue el primero en pronunciarse: “Está siendo examinado de forma permanente. Cada tiro, cada jugada… Pero su mentalidad es increíble. Lo que está haciendo ahora es una maravilla”. Este martes (21.00), llega el partido de cuartos de final ante Eslovenia. Por mucho que se quiera insistir en la garra y el coraje de los hermanos Dragic, el camino a la esperada final contra España parece despejado. Mientras, seguimos esperando la mejor versión de Derrick Rose.

El pasado sábado, Derrick Rose volvió a ser fiel a su rutina. Una hora antes del encuentro de octavos de final ante México, el base permaneció más de diez minutos realizando estiramientos en una de las diáfanas esquinas del Palau San Jordi. En la penumbra, tratando de encontrar sensaciones lejos de las indiscretas miradas de periodistas y fans, Rose comprobó de forma insistente la estabilidad de sus rodillas. Todos los esfuerzos son pocos a la hora de mimar unas articulaciones que han quedado maltrechas después de dos graves lesiones. En 2012, el año siguiente a convertirse en el MVP de la NBA más joven de la historia, se rompió el ligamento cruzado de la rodilla izquierda. Tras un año en el dique seco, sólo pudo jugar 10 partidos. Un desgarro del menisco, esta vez en la rodilla derecha, le obligó a frenar de nuevo. Dos temporadas llenas de dudas e incertidumbre en las que se ha perdido más de 200 partidos.

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