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Lesiones, acusaciones y desplantes: la historia de Alberto Jódar en el baloncesto
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Estuvo en el Real Madrid de Ettore Messina

Lesiones, acusaciones y desplantes: la historia de Alberto Jódar en el baloncesto

El madrileño, campeón de europa en las inferiores de la Selección con Ricky Rubio y Niko Mirotic, no tuvo una trayectoria agradable en el deporte profesional. Talento innato, renunció a los 22 años

Foto: Alberto Jódar, con la camiseta del Lucentum, presiona a CJ Wallace, del Barça, en un partido de ACB. (EFE)
Alberto Jódar, con la camiseta del Lucentum, presiona a CJ Wallace, del Barça, en un partido de ACB. (EFE)

Destinado a hacer grandes cosas en el mundo del baloncesto, Alberto Jódar (Madrid, 1991) es hoy una persona anónima. Su sitio ya no está en una cancha, sino fuera de ella, apartado de los focos y de las cámaras que un día le señalaron como una de las más grandes promesas a nivel nacional. Su carrera tocó a su fin demasiado pronto, con 22 años, tras una dura lucha contra su físico, frágil, y sus demonios internos. "Hubo un momento en el que me di cuenta que ya no estaba disfrutando del baloncesto. Perdí la ilusión, las ganas. Mi cuerpo no estaba preparado para un nivel de exigencia tan talto, mi mente tampoco y dije basta", cuenta para El Confidencial en una extensa charla en Leganés, municipio madrileño donde reside. "Al principio me costó cambiar mi imagen de jugador de baloncesto, para qué engañarnos. Veía a la gente extraña, me sentía raro", reconoce al echar la mirada atrás.

Hace no tanto, cuando formaba parte del Real Madrid de Ettore Messina, soñaba con ser un gran jugador, ahora sueña con terminar la carrera de Ingeniería Aeroespacial, que no es cosa menor. A Jódar, hoy con 28 años, le costó encontrar su sitio en el mundo tras una última y traumática experiencia en el Lucentum Alicante, su último club profesional en LEB Oro. Allí, antes de que la entidad se disolviera por problemas económicos y se refundara con una junta y equipo de trabajo nuevos, sufrió el descrédito: señalado por los antiguos directivos y compañeros como un jugador poco profesional, que se sentía "a gusto lesionado". Jódar no quiere hablar de bullyng, pero vivió un auténtico calvario.

Antes de llegar a este último episodio de su carrera en el deporte de élite, Jódar había destacado en las inferiores del Baloncesto Fuenlabrada. Alero alto y con grandes dotes para el tiro de tres, fue campeón de Europa en categoría cadete con Ricky Rubio (2006) y sub-20 con Niko Mirotic (2011), dos NBA. De aquellos torneos con la Selección, donde tuvo a Jota Cuspinera y Juan Antonio Orenga de entrenadores, guarda grandes recuerdos: "El oro de 2006 fue muy especial porque hicimos un grupo maravilloso. Fue el europeo del famoso triple de Ricky desde mediocampo. Fue un éxtasis total. En aquel evento fui un jugador importante pese a ser el más joven. En cambio, al de 2011 no llegué en mi mejor forma porque ya llevaba dos años arrastrando lesiones. Orenga me requirió por mi experiencia y tuve que aceptar un papel más secundario, pero el campeonato fue fantástico". Entre medias, una fecha marcada en rojo: el 5 de octubre del 2008, su debut en ACB con el equipo de su vida: "Estuve un minuto en pista. Hice una penetración por línea de fondo y no recuerdo si la perdí o me la quitaron, estaba nerviosísimo. Solo tenía 18 años y ahí estaba, vestido con el naranja del Fuenla... ¡hasta recuerdo el pabellón diferente!", explica emocionado.

placeholder Alberto Jódar, con el trofeo de campeón de Europa que consiguió junto a Ricky Rubio en 2006
Alberto Jódar, con el trofeo de campeón de Europa que consiguió junto a Ricky Rubio en 2006

El Madrid de Messina

Su notable calidad no tardó en llamar la atención del Real Madrid y Alberto Herreros, director técnico, apostó por él. "Me encontraba preparado para dar el salto a un grande. Fichaba con un contrato de progresión: iba a estar con el primer y segundo equipo", asegura. Hizo la pretemporada a buen nivel a las órdenes de Messina, ahora en la NBA con San Antonio Spurs, del que conserva algunas anécdotas. "Ettore paraba mucho los entrenamientos, era muy detallista. Recuerdo que si dabas un pase mal el tío te daba la chapa de tu vida, incluso te mandaba a casa. Ibas cagado. Hasta a Sergio Rodríguez, que venía de los New York Knicks, lo tenía frito: 'Chacho, ¿qué es esto?', 'Chacho, ¿qué pases me estás dando?'. Te hacía dudar de todo, pero claro con ese palmarés que tenía pues te callabas", señala entre risas.

Muy pronto las lesiones empezaron a pasarle factura. En su primera temporada la pubalgia y el isquio apenas le dejaron disfrutar de minutos en LEB Plata y el 'promesas' bajó rápidamente a EBA. Molesto con su situación, Jódar se propuso llegar en plenitud física al inicio de la siguiente, preparándose de forma concienzuda durante el verano, pero un nuevo contratiempo -este sorprendente por su origen- le mantuvo en el dique seco otros ocho meses: "Estaba en el cine sentado. Termina la película, me levanto y veo que no puedo pisar con el pie izquierdo. Al día siguiente me hacen una resonancia y tenía segundo, tercero y cuarto metacarpiano fracturados. No entendía nada. Algunos no me creyeron, me preguntaban si le había pegado una patada a algo. Tengo la imagen de aquella resonancia en mi mente, como si fuera hoy. Al principio me dijeron que cuatro meses, pero el hueso no me terminaba de soldar y empecé a probar de todo. Incluso cambié la dieta, me quedé por debajo de mi peso. Cuando volví para el europeo de 2011 con Orenga mi cuerpo había cambiado tanto que no podía defender ni al cuatro, por falta de fuerza, ni al tres, porque llevaba casi dos años sin mover las piernas. Sin darme cuenta, estaba en tierra de nadie. Todos mis compañeros habían progresado y yo me había estancado".

"Algunos no me creyeron, me preguntaron si le había pegado una patada a algo"

Los correveidile sobre su delicado físico ya eran incontrolables y fue entonces cuando el Madrid, cansado de esperar su irrupción, decidió prescindir de sus servicios. Jódar, que afirma haberse sometido a un sobreentrenamiento continuo desde pequeño, lo cual pudo ser el desencadenante de su maltrecha salud, comprendió que sus opciones en el baloncesto pasaban por trabajar más su peso y músculo. Así pues, Alicante se avistaba como una buena plaza para redimirse: "Era una ciudad perfecta y un club en ACB. Había un grupo humano buenísimo y una plantilla espectacular. Me adapté muy pronto y esa temporada no me perdí un solo entrenamiento", indica.

No disfrutó de tiempo en pista, también porque aquella plantilla entrenada por Txus Vidorreta contaba con jugadores como Kaloyan Ivanov, Mario Stojic o un recién llegado por el 'lockout' de la NBA, Kyle Singler, que lograron el billete para la Copa del Rey y playoffs de Liga Endesa. Aún así, se estaba preparando para ser importante en un futuro: "Los entrenamientos eran una guerra bajo el poste. Pelearme todos los días con un tipo como Ivanov, que se cansó de coleccionar MVP's a principio del curso, era buenísimo y encima, a pesar de la intensidad, no me estaba lesionando. Vidorreta, con sus más y sus menos, me lo hacía ver. Me apreciaba mucho. Estaba en el camino correcto".

"No me dejaron tomar ni un café"

Alberto volvía a sonreír, pero la falta de liquidez de la entidad alicantina le precipitó a un concurso de acreedores y al descenso obligado de categoría pese a los buenos resultados deportivos. Todos los jugadores se bajaron del barco, excepto él: "Fue horrible, nadie sabía nada de su futuro. Al final, la directiva me comunicó que quería seguir contando conmigo en el nuevo proyecto y me quedé porque sabía que era el momento de dar el paso definitivo en mi carrera". Asumió galones y se convirtió en uno de los líderes del grupo, pero llegó la pretemporada y, de nuevo, una nueva dolencia -esta en el talón de aquiles- le postró en la enfermería. "Esa lesión me marcó, pero yo seguía pensando en dar el máximo de mí. Era mi año. Quería demostrarle al club que tenía mucho baloncesto dentro, pero no pude. Intentamos curarla allí primero, pero no lo conseguimos. Me estaban pagando y no jugaba, me sentía fatal", señala.

placeholder Jódar, con el número ocho, intenta taponar una penetración de Sergio Rodríguez. (EFE)
Jódar, con el número ocho, intenta taponar una penetración de Sergio Rodríguez. (EFE)

Los meses tocaban a su fin sin que el jugador evolucionara y en el club empezaron a torcer el gesto. "La directiva, con Luis Castillo a la cabeza, dejó de contar conmigo. El primer año todo parecía muy bonito, todos te sonreían, pero en el segundo año eso desapareció. Me sentía muy solo. Quería seguir siendo jugador y no entendía la situación que estaba viviendo. Lo que recibí por parte del club no fue agradable, eso es una realidad. Sé que estaban invirtiendo mucho en mí, encima con problemas económicos, pero no fue plato de buen gusto escuchar ciertas cosas que se dijeron", expone el madrileño. El cambio de actitud por parte de la entidad, que le empezó a cerrar puertas, vino motivado por la decisión de Jódar de ponerse en manos de fisios ajenos para tratar su dolencia. "Me puse en contacto con un especialista en tendones de Madrid porque no avanzaba. Lo hablé con Lucentum y hubo discrepancias, pero acabaron aceptando. Yo mismo me pagué los costes de aquellos tratamientos porque necesitaba curarme y volver a competir. Esa semana que me fui a Madrid lo pasé realmente mal, entraba a la clínica a las 10:00h y salía a las 20:00h. Sufría unos dolores infernales, pero ahí que seguía. Tenía que probar algo diferente porque el proceso a seguir por los fisios del club no me estaba dando resultado", justifica.

"El primer año te sonreían, pero en el segundo todo eso desapareció y me sentí solo"

A su vuelta se elevaron las acusaciones y los desplantes. "Todo el mundo dejó de hablarme. Los fisios, por ejemplo, ni siquiera me dejaron tomarme un café con ellos. No quisieron. Pedí explicaciones y lo que se me dijo fue que ya no me consideraban un profesional, que era un sinvergüenza por haberme ido a la capital a probar otras cosas y que solo sabía salir de fiesta", denuncia antes de mostrarse aún más rotundo: "Enseguida me di cuenta que aquello era una táctica del club para largarme. Querían dar esa imagen de mí, de golfo: que si el pelito, que si las chicas, que si estaba más preocupado en tocar la guitarrita que en recuperarme, etc. Claro, mis propios compañeros dejaron de hablarme. La plantilla era nueva y no había tenido una relación excelente con ellos, pero tampoco tenían el derecho de hacerme el vacío. No fueron las mejores personas del mundo, o al menos así me lo demostraron".

Jódar no duda en señalar directamente a algunos de ellos, en especial a Jesús Fernández (máximo reboteador de la ACB en 2006 con el CB Granada) y Guillermo Rejón (actual director deportivo de la Fundación Lucentum): "Independientemente de nuestras riñas en los entrenamientos, Jesús no me trató bien y Rejón sí que se portó de forma fantástica con otros jugadores, pero en mi caso no puedo decir lo mismo. Casualidad que cuando yo me fui él consiguió una ficha". Alberto aceptó a regañadientes rescindir su contrato con el club en diciembre de la temporada 2012/2013 y firmó un finiquito que, asegura, jamás cobró. Lucentum acabó desapariendo como SAD al término de esa temporada, pese a conseguir el ascenso, lastrado por una deuda de 8,4 millones de euros.

placeholder Jódar lucha por un rebote junto a Xavi Rabaseda. (ACB Photo)
Jódar lucha por un rebote junto a Xavi Rabaseda. (ACB Photo)

Jódar volvió a casa, a Madrid, donde algunos equipos como Fuenlabrada se enteraron de la noticia y le llamaron para que continuara al más alto nivel. Sin embargo, el que fuera campeón de europa con las inferiores de la Selección declinó todas las propuestas y abogó por empezar de cero en categoría EBA, la cuarta división del baloncesto nacional, en el Rivas. "Necesitaba digerir todo lo que me había pasado. Al tiempo me di cuenta que, hiciera lo que hiciera, era incapaz de recuperarme físicamente. No encontraba la salida al cúmulo de lesiones, aunque lo mío también era una lucha mental. Viendo las cosas con restrospectiva, no estaba preparado para quemar etapas tan rápido. Hubo un momento que dejé de ser yo mismo, todo era complicado. No sé si llamarlo depresión. En el Rivas mis números continuaban siendo mediocres. Acepté que ya no daba más de mí. Lo que sí quería era irme del baloncesto con buenas sensaciones y rodeado de un buen grupo de compañeros", aclara.

"Ya no tengo ese gusanillo"

Se retiró sin hacerlo público, le pareció absurdo, aunque antes tuvo que dar explicaciones a algunas personas que no entendían como podía desperdiciar su increíble talento. "No me veían en ninguna plantilla ni en ningún quinteto y les extrañaba", espeta. Con 22 años dejó de lado todo para lo que un día se había preparado y se aventuró a una nueva vida, más tranquila y alejada de un deporte que no ha vuelto a practicar desde entonces, ni siquiera en pachangas con amigos. "Ya no tengo ese gusanillo", dice. Apenas mantiene el contacto con sus antiguos compañeros, pero se muestra encantado con la trayectoria que han seguido Ricky y Mirotic en Estados Unidos: "Les tengo un cariño enorme, aunque ya no tenga una relación directa. Ricky ha nacido para esto y aquel europeo nos unió para siempre. Con Niko compartí muchas más cosas porque los piques que teníamos cuando él jugaba en el Madrid y yo en el Fuenlabrada eran muy especiales. Si me lo encontrara nos saludaríamos como si nunca hubiera pasado el tiempo, eso lo tengo claro".

Seis años después de renunciar a las canchas Jódar no le guarda rencor a nadie y es más feliz que nunca: "Volví al barro, a hacer cosas que debería haber hecho tiempo atrás: ir a la universidad, hacer amigos más acordes a mi forma de pensar, etc. En el baloncesto siempre jugaba con gente más mayor y necesitaba pasar tiempo con chavales de mi edad. Tuve buenas experiencias como jugador, pero muchas carencias en cosas normales, del día a día". Su experiencia en el baloncesto profesional no fue agradable e incluso admite no haber hablado tan claro antes por ciertos complejos y miedos: "Ahora ya no me asaltan pequeñas frustraciones. He pasado página por completo. Estoy perfectamente equilibrado y con ganas de comerme el mundo". Cayó, pero volvió a levantarse.

Destinado a hacer grandes cosas en el mundo del baloncesto, Alberto Jódar (Madrid, 1991) es hoy una persona anónima. Su sitio ya no está en una cancha, sino fuera de ella, apartado de los focos y de las cámaras que un día le señalaron como una de las más grandes promesas a nivel nacional. Su carrera tocó a su fin demasiado pronto, con 22 años, tras una dura lucha contra su físico, frágil, y sus demonios internos. "Hubo un momento en el que me di cuenta que ya no estaba disfrutando del baloncesto. Perdí la ilusión, las ganas. Mi cuerpo no estaba preparado para un nivel de exigencia tan talto, mi mente tampoco y dije basta", cuenta para El Confidencial en una extensa charla en Leganés, municipio madrileño donde reside. "Al principio me costó cambiar mi imagen de jugador de baloncesto, para qué engañarnos. Veía a la gente extraña, me sentía raro", reconoce al echar la mirada atrás.

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