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"Despertaré de mi pesadilla". El calvario de la gran promesa española Eusebio Cáceres
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Un ejemplo de tesón y sacrificio

"Despertaré de mi pesadilla". El calvario de la gran promesa española Eusebio Cáceres

El saltador de longitud busca reencontrarse tras seis años de tortura física y psicológica. En Glasgow volvió a competir sin preocupaciones, ahora quiere ser olímpico en Tokio 2020

Foto: Eusebio Cáceres, en la final del Europeo de Glasgow 2019. (EFE)
Eusebio Cáceres, en la final del Europeo de Glasgow 2019. (EFE)

Eusebio Cáceres no ha tenido una trayectoria profesional cómoda en el mundo del atletismo. Desde que saltara a 8.27 metros en 2010, en el Europeo Junior de Barcelona, todas las miradas del mundo del deporte se fijaron en él. Tres años después, en 2013, siendo aún muy joven, se colgó el oro continental en categoría sub23 con su mejor marca personal de siempre (8.37) y el impacto mediático ya era incontrolable. Más tarde murió Yago Lamela, su ídolo y el mejor saltador de longitud de la historia de España, y al de Onil (Alicante) le tocó cargar con el peso de suplir a toda una leyenda. "Siempre he valorado la comparación, no le odio por ello por muchas veces que me lo recuerden. La presión la llevo bien porque no la veo como algo que me obligue a conseguir cosas", dice a El Confidencial con la tranquilidad de haber vuelto a competir en condiciones en los pasados Europeos de Glasgow, hace tres semanas.

El 'saltamontes' español ha sufrido un sinfín de lesiones en los últimos seis años que han lastrado su físico, mermando su técnica, y le han sometido a toda una tortura psicológica de la que aún está recuperándose: "Nunca había pensado que no podía llegar, tampoco me había cuestionado si era más o menos bueno, pero levantarme un día tras otro con dolores que no desaparecían hizo que por mi cabeza pasaran muchas cosas. Aquel pensamiento no me duró mucho, pero me superó". Problemas en los isquios, en la espalda, en la cadera, en los abductores y en los tobillos han sido la comida de cada día durante este tiempo en el que no solo ha sufrido él, sino también sus entrenadores y su familia. "Me decían que no entendían cómo me podía pasar a mí todo. Todavía no hemos encontrado la justificacióna a tantas recaídas, pero he fortalecido mi físico para hacerlo menos frágil y, de momento, funciona", asegura.

Llegó al Europeo de Glasgow a principios de este mes tras un buen Campeonato de España, en el que revalidó su título nacional tras un año prácticamente en blanco, y se quedó a cinco centímetros de las medallas con un salto de 7.98, muy lejos de lo que se le presupone: "Poca gente lo sabe, pero a mí me supo a gloria. Por primera vez en mucho tiempo me sentí libre, ágil y, sobre todo, feliz. Estaba ahí, de nuevo con los mejores pese a mi falta de ritmo. Fui directo a por los rivales, sin temor. Dejé a un lado la frustración y salté sin dolores", confiesa alguien que dice sentirse diferente a los demás, con sus particulares manías: "Soy como un laberinto, es difícil entenderme. Necesito estar tenso, si me relajo y dejo el músculo blando me rompo. En Glasgow hice pesas todos los días y en la final salí muy fuerte a la pista".

placeholder Cáceres, tras quedarse fuera del podio en los Mundiales de Moscú 2013 por un centímetro. (EFE)
Cáceres, tras quedarse fuera del podio en los Mundiales de Moscú 2013 por un centímetro. (EFE)


Tras dejar su pueblo natal al no obtener la mínima para los Juegos Olímpicos de Río, en 2016, se fue a Madrid, al Centro de Alto Rendimiento Deportivo (CAR), para ponerse en manos de Juan Carlos Álvarez, técnico experimentado, un sabio acostumbrado a sacar lo mejor de sus pupilos: "Es un fenómeno, se preocupa mucho y está siempre encima". La jugada era estratégica. Pese a las dudas, necesitaba cambiar de aires tras entender que su nivel se había estancado en el Club Esportiu Colivenc, con Jesús Gil y José Antonio Ureña, y ahora tendría a sus médicos más cerca. Pese a no obtener los resultados esperados, hace buen balance de su estancia en la capital, donde comparte grupo de entrenamiento con otros atletas como Pablo Torrijos, Juliet Itoya, Dani Solis o Ángel Rodríguez 'El Pájaro': "Hay un ambiente sanísimo, pero me estoy volviendo a descubrir a mí mismo. No reacciono como ellos a los masajes, por ejemplo. Sé que son buenos, pero a mí me van mal, necesito otras dinámicas. Esto lo he descubierto con el tiempo y no quiero decir que sea lo correcto porque me equivoco cientos de veces, pero me dejan bastante chafado".

El cambio de 'chip'

En casa, con los suyos, sufrió un importante revés emocional viendo la final de su especialidad en los pasados JJOO. El sudafricano Luvo Manyonga, uno de sus grandes rivales desde categorías inferiores, se colgó en Brasil la plata. No lo hizo de cualquier manera, el portentoso atleta volvía a la élite tras cuatro años de ostracismo. Atrás dejó su positivo por consumo de metanfetaminas, la depresión tras el fallecimiento de su entrenador de toda la vida, Mario Smith, y sus vaivenes en la noche. Con su salto de 8.37m se subió al cajón, justo la marca que elevó a Cáceres al estrellato. "Me cabreé, para qué nos vamos a engañar. Hizo esa cifra en unos Juegos y no me lo podía creer. También te digo que gracias a él me volví más profesional porque me ganó el Mundial de Canadá Junior en su último intento. Yo antes vivía en 'Yupi', pero ahí me pegué una buena hostia y empecé a centrarme", señala. Pese a todo, su capacidad de sacrificio y confianza en sí mismo le han impedido volcar: "Jamás pensé en retirarme, sé que terminaré despertando de la pesadilla. En cuanto llegue al centro de la diana puedo ser el mejor. Tengo algo, lo sé, mis mejores resultados están por llegar. No necesito psicólogos".

Zúrich, Praga, Pekín, Amsterdam y Birmingham son solo algunos de los campeonatos internacionales donde, o bien no ha participado o bien lo ha hecho prácticamente cojo, con resultados discretos y nulos por los que ha recibido duras reprimendas en los medios de comunicación, sobre todo tras Londres 2017. "Hubo bastante jaleo, se dijeron algunas barbaridades, pero la peor de todas no fue aquella que me señaló como 'juguete roto', sino la que utilizó mi nombre para descalificar a todo el combinado nacional en aquellos mundiales", opina el saltador antes de añadir que no busca revanchas para "callar bocas". Tampoco la de algunos patrocinadores que pegaron la espantada cuando las cosas empezaron a irle mal: "No he estado a la altura y lo asumo, nunca me he escondido, la gente quire invertir bien su dinero. Sé como funciona esto, con el tiempo espero volver a ganarme la confianza de todos ellos. Ahora ni gano ni pierdo, lo que tengo me vale". Hace poco una de sus firmas, Proyecto FER, le reunió con Santi Cazorla, jugador del Villarreal que también ha pasado por un proceso similar: "Me entendió con solo mirarme".

Cáceres sabe que lo que le resta de año y el siguiente serán claves en su carrera tras haber debutado con la absoluta hace ya diez temporadas en la Copa de Europa de Leiría, donde derribó por primera vez la frontera de los ocho metros: "Tengo algo dentro que necesito sacar, la meta está fijada. No lo voy a dejar de intentar, no sé si me debo un podio con la selección, pero sé que lo quiero. En 2012 fui a las olimpiadas casi sin darme cuenta y ahora quiero escribir una nueva página". Tokio 2020 ya asoma y la mínima, en 8.22, no debería ser un problema a poco que el cuerpo le respete. "Sé que tengo ese salto, pero tras tantos años de altibajos la técnica y la carrera las tengo muy distorsionadas. Esto no es como el que deja la bici y luego vuelve a subirse", advierte.

Pruebas y más pruebas, sumar torneos que le ayuden a despegar de nuevo pues, cuantos más haga, más extras podrá sacarse de la manga: "En los entrenamientos soy conservador, mi fuerte es la competición. Ahí me vuelvo loco y puedo conseguir cualquier cosa", dice. Si sale del túnel le esperan grandes rivales como el propio Manyonga, Jeffrey Henderson o Juan Miguel Echevarría, el prodigio de tan solo 20 años que ya salta casi hasta los nueve metros. "Tengo dos realidades: en la que estoy ahora y en la que puedo estar. Los 8.50 son posibles, con eso podría irme a una plata o un bronce. Aún así no me conformo, el límite solo lo saben mis piernas".

La cuenta atrás ya ha empezado. Sabe volar, solo queda esperar a que el 'Saltamontes de Onil' vuelva a desplegar las alas. Si lo consigue no solo tendrá una medalla y una bonita foto que enmarcar, sino también una historia que contar.

Eusebio Cáceres no ha tenido una trayectoria profesional cómoda en el mundo del atletismo. Desde que saltara a 8.27 metros en 2010, en el Europeo Junior de Barcelona, todas las miradas del mundo del deporte se fijaron en él. Tres años después, en 2013, siendo aún muy joven, se colgó el oro continental en categoría sub23 con su mejor marca personal de siempre (8.37) y el impacto mediático ya era incontrolable. Más tarde murió Yago Lamela, su ídolo y el mejor saltador de longitud de la historia de España, y al de Onil (Alicante) le tocó cargar con el peso de suplir a toda una leyenda. "Siempre he valorado la comparación, no le odio por ello por muchas veces que me lo recuerden. La presión la llevo bien porque no la veo como algo que me obligue a conseguir cosas", dice a El Confidencial con la tranquilidad de haber vuelto a competir en condiciones en los pasados Europeos de Glasgow, hace tres semanas.

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