El Barça de Laporta es un caos y este cementerio azulgrana no es nada serio
Las decisiones de la nueva junta reflejan que el presidente no tiene ningún plan previsto. La continuidad de Koeman es una nueva mentira del máximo dirigente culé
Hay una buena noticia y una mala. El Barça perdió 2-0 en el Metropolitano y esta es la buena. “Podríamos estar tres horas seguidas jugando al fútbol y no meteríamos un gol”, dijo Piqué nada más acabar en declaraciones a Movistar. Así de lamentable es la situación de un equipo que va dando tumbos, se resigna a su suerte y que ya da igual que juegue con tres centrales como ante el Benfica, que con un 4-2-3-1 frente al Atlético, porque uno les marcó tres goles y el otro dos. Y en Lisboa no dispararon ni una vez a puerta y en Madrid sólo una. El diagnóstico de Koeman, aquel de quedar en un puesto alto en LaLiga y esperar un milagro en la Champions, se va cumpliendo como si se tratara de una profecía o de una maldición. La realidad es esta, esto es lo que hay. Y lo demás, fuegos artificiales. Pura improvisación. Y hasta aquí la buena.
La mala es que en este Barça de Laporta el plan previsto es que no hay plan. El presidente va a impulsos, a golpes de intuición y de subidas y bajadas emocionales. Hace dos días, después del sopapo ante el Benfica, se reunió junto a los principales directores y jefes de deporte de los medios de comunicación de Barcelona para escoger el mejor jugador y jugadora del club. Y fue allí cuando soltó que Koeman estaba sentenciado, que buscaban alternativas y que el último de la fila era Xavi, así que la sorpresa fue mayúscula cuando este sábado aterrizaba en Madrid y ratificaba al técnico “porque se lo merece”.
Una conversación con Koeman, que en la rueda de prensa de previa que sonó a despedida -porque entonces lo era- desveló que no mantenía ninguna comunicación con Laporta -igual que no se hablaron en el viaje de vuelta de Lisboa- parece haber obrado el milagro. O eso es lo que pretende vender él como si formara parte de un plan, de una estrategia.
Caos en el campo y en la grada
Resulta difícil creerle con tanto bandazo y la lógica conduce a pensar que si hubiera tenido una idea que se pudiera llevar a cabo, un entrenador que le convenza, que genere consenso y que no sea caro, habría seguido con su plan del jueves: echarle. Pero puestos a negar la realidad, puestos a mentir, Laporta y compañía se han empeñado en hacerlo a lo grande, sin complejos, porque el vicepresidente deportivo Rafa Yuste fue capaz de decir antes del partido en declaraciones a Movistar: “Nunca nos hemos planteado despedir a Koeman”. Tal cual.
El desbarajuste es total en el campo y en los despachos. Los arrebatos de Laporta debilitaron a Koeman desde que en mayo le pidió 15 días para encontrarle un sustituto y ya en octubre, después del atropello en Da Luz y la derrota en el Wanda, siguen jugando, y disimulando, 'al circulen que aquí no hay nada que ver'. Como si no fuéramos todos testigos del caos en el que se ha convertido el club y el equipo. Como si no tuvieran ya desgastadas las excusas: que si Bartomeu, que si Tebas, que si las bajas, que si no eres tú, soy yo.
"Con Laporta nos llamamos por la noche por teléfono y hablamos esta mañana y pedí al club claridad. Es importante también para el vestuario saber qué hay. ¿Que qué ha cambiado en un día? No lo sé", declaró Koeman tras el partido. Y así, al final, la única conclusión posible es que no es serio este cementerio.
Hay una buena noticia y una mala. El Barça perdió 2-0 en el Metropolitano y esta es la buena. “Podríamos estar tres horas seguidas jugando al fútbol y no meteríamos un gol”, dijo Piqué nada más acabar en declaraciones a Movistar. Así de lamentable es la situación de un equipo que va dando tumbos, se resigna a su suerte y que ya da igual que juegue con tres centrales como ante el Benfica, que con un 4-2-3-1 frente al Atlético, porque uno les marcó tres goles y el otro dos. Y en Lisboa no dispararon ni una vez a puerta y en Madrid sólo una. El diagnóstico de Koeman, aquel de quedar en un puesto alto en LaLiga y esperar un milagro en la Champions, se va cumpliendo como si se tratara de una profecía o de una maldición. La realidad es esta, esto es lo que hay. Y lo demás, fuegos artificiales. Pura improvisación. Y hasta aquí la buena.