'Borg McEnroe': si quería revivir el mejor tenis de la historia... mejor en YouTube
Janus Metz recrea la final de Wimbledon de 1980, en la que se enfrentaron los dos jugadores más famosos y opuestos del momento
La final masculina individual de Wimbledon de 1980 enfrentó al entonces rey del tenis con el nuevo chico maravillas de la raqueta: el campeón sueco Björn Borg había obtenido cuatro títulos consecutivos en el torneo británico y aspiraba a batir récords obteniendo el quinto, pero para ello tenía que derrotar al estadounidense John McEnroe. Aquel partido es a menudo citado como el mejor de la historia del tenis. Pero eso no lo convierte necesariamente en material idóneo para una gran película.
Borg era considerado un profesional consumado y un caballero, admirado por su imperturbabilidad dentro y fuera de la cancha y temido por su resolución y talento casi maquinales. McEnroe era visto como un 'hooligan', y detestado por su hábito de perder constantemente los estribos e increpar a los espectadores. Eran opuestos tanto en el estilo de juego como en el temperamento, y en los prolegómenos del histórico enfrentamiento esa circunstancia no hizo sino alimentar el frenesí mediático.
Ahora, con esa rivalidad como punto de partida, otro celebrado capítulo de la historia deportiva moderna es reconfigurado en forma de formulario 'biopic' sobre las zozobras que ser un atleta de élite conlleva, y en el que buena parte de las expectativas dramáticas parecen estar puestas en la poco realista confianza en que el espectador no sabrá de antemano cuál fue el resultado del partido.
Sobre el papel, la historia no solo ofrece material suficiente para un 'biopic' sino hasta para dos, pero pese a ello 'Borg McEnroe' solo parece considerar interesantes las tribulaciones del sueco. Hasta cierto punto se entiende, puesto que el director, Janus Metz, es escandinavo, pero la decisión deja a McEnroe definitivamente desdibujado. Peor aún, la película es irremediablemente reductiva a la hora de trazar la psicología de sus objetos de estudio. La idea es sugerir que, en última instancia, Borg y McEnroe no eran tan distintos como parecían.
Por un lado, Metz sugiere que la presión por guardar las apariencias y mantener la ira bajo control pasó una factura muy alta a Borg; por otro, las escenas que capturan a McEnroe en la intimidad de su hotel demuestran cómo el temperamento del estadounidense era más una estrategia que un impulso incontrolable. Son, pues, dos caras de la misma moneda; hasta ahí llega la exploración. Y para llevarla a cabo, Metz recurre principalmente a una sucesión de repetitivos 'flashbacks' que subrayan las respectivas naturalezas internas de dos jóvenes problemáticos que luchan por la perfección y se sienten atrofiados por su patológica tendencia a la autocrítica.
El recurso a los recuerdos de infancia permanece en el último tramo de la película, en el que se reconstruye el climático partido. Consciente de estar manejando uno de los deportes menos cinematográficos que existen, Metz trata de compensarlo recurriendo a un estilo ampuloso y nervioso, y convirtiendo cada choque entre pelota y raqueta en un estruendo. Sin embargo, en última instancia, parece olvidarse de que lo más dramático en un partido de tenis es el tenis: muestra muy poco interés en delinear los estilos de juego de los jugadores, y en capturar qué era lo que hizo de ellos dos de los mejores de la historia. ¿Quiere usted ver el mejor partido de tenis de todos los tiempos? Está en YouTube.
La final masculina individual de Wimbledon de 1980 enfrentó al entonces rey del tenis con el nuevo chico maravillas de la raqueta: el campeón sueco Björn Borg había obtenido cuatro títulos consecutivos en el torneo británico y aspiraba a batir récords obteniendo el quinto, pero para ello tenía que derrotar al estadounidense John McEnroe. Aquel partido es a menudo citado como el mejor de la historia del tenis. Pero eso no lo convierte necesariamente en material idóneo para una gran película.
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