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'Borg / McEnroe': la verdad sobre lo que ocurrió en 'el partido de tenis del siglo'
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'Borg / McEnroe': la verdad sobre lo que ocurrió en 'el partido de tenis del siglo'

Shia LaBeouf en el papel de McEnroe y Sverrir Gudnason en el de Borg protagonizan el film que participa en la sección de Perlas del Festival de San Sebastián

Foto: Shia LaBeouf y Sverrir Gudnason son John McEnroe y Björn Borg. (A Contracorriente)
Shia LaBeouf y Sverrir Gudnason son John McEnroe y Björn Borg. (A Contracorriente)

Uno representaba la técnica, la disciplina, el cálculo milimétrico. El otro, la visceralidad, la pasión, el talento innato, la rebeldía. Lo apolíneo frente a lo dionisíaco. En una época en la que los tenistas eran como estrellas del rock, la final de Wimbledon de 1980 enfrentó a dos de las figuras más icónicas del deporte, el sueco Björn Borg y el estadounidense John McEnroe, en un partido sufrido, épico y antológico que condensaba en cada uno de sus sets la esencia de la revolución contracultural.

Foto: Un grabado del 'Gigante de Altzo'.

"El tenis emplea el lenguaje de la vida. Ventaja, servicio, culpa, descanso, amor [cuando el juego está 30-0, el cero se pronuncia parecido a "love"]. Cada partido es la vida en miniatura". Con esta frase de André Agassi comienza 'Borg McEnroe', el biopic que parte del primer partido que enfrentó a los dos tenistas para reflexionar sobre la cultura del deporte, el esfuerzo y la fama, desde una mirada íntima, humanizando al mito. Dirigida por el danés Janus Metz —responsable de un capítulo de 'True Detective'— y protagonizada por Shia LaBeouf en el papel de McEnroe y Sverrir Gudnason en el de Borg, la película participa en la sección de Perlas del Festival de San Sebastián tras su paso por Toronto.

En 1980, Björn Borg era, probablemente, el sueco más famoso del mundo, un personaje adorado por los fans y la prensa. De Mc Enroe, por el contrario, decían que era "el peor representante de los valores de Estados Unidos desde Al Capone", más conocido casi por romper las raquetas en sus ataques de rabia que por su técnica de juego. El primero era el número 1 del Masters Gran Prix —lo que ahora sería el ranking de la ATP— y a sus 24 años había conseguido cuatro Campeonatos de Wimbledon consecutivos y tres Roland Garrós. Mc Enroe, con tres años menos, se postulaba como el único capaz de disputarle el campeonato y su trono en la clasificación.

placeholder Björn Borg y John McEnroe en la final de Winbledon de 1980.
Björn Borg y John McEnroe en la final de Winbledon de 1980.

Para la prensa del momento, el carácter y el estilo de juego tan opuesto de los dos jugadores era una perita en dulce para crear una rivalidad inexistente a nivel personal pero, que sirvió para azuzar pasiones y vender portadas. De cara a la galería Borg era la máquina, Mc Enroe la dinamita. Sin embargo Metz ofrece un retrato más personal y más complejo que profundiza en la vida de los dos tenistas que más bien eran el anverso y el reverso de un mismo espejo en el que ambos se veían reflejados.

De Mc Enroe decían que era "el peor representante de los valores de Estados Unidos desde Al Capone"

Borg, en la terraza de su apartamento monegasco, contempla el azul gélido del mar. Con los músculos de sus brazos en tensión, eleva el cuerpo sobre la barandilla, medio suspendido sobre el vacío. En una sola imagen, Metz describe un hombre en tensión, nervudo a pesar del hieratismo de su rostro y del aparente sosiego de su mirada. Poco a poco, el director desprende al personaje de sus capas superficiales, la de hombre tranquilo y de temperamento controlado, porque a veces el exceso de templanza es la única forma que existe de ordenar un interior caótico. Como un trastorno obsesivo compulsivo. "Eres una olla a presión", le dice Lennart Bergelin (Stellan Skarsgård), su entrenador. "Es como un volcán a punto de entrar en erupción", consigue escudriñar Mc Enroe al otro al otro lado del espejo.


A través de 'flashbacks', el director se retrotrae a la infancia, a las raíces de la persona antes de ser engullida por el personaje. El sueco, de familia de clase media baja, demuestra sorprendentemente un carácter problemático por el que casi le obligan a dejar el tenis. El estadounidense, de familia acomodada y con unos padres terriblemente exigentes, dista mucho de ser un niño rebelde y se aleja completamente de la imagen irascible por la que más tarde se le conocería. En común: dos personas obsesionadas con la perfección, uno desde el estoicismo y el control, el otro desde el juego y el hedonismo, pero ambos con la derrota como criptonita.

El director se retrotrae a la infancia, a las raíces de la persona antes de ser engullida por el personaje

Lo importante es un punto, tras otro punto, tras otro punto, le enseña Bergelin. La necesidad de compartimentar la realidad para no contaminarse por las emociones. El esfuerzo físico como vehículo de evasión de la mente. El cerebro y el corazón separados como forma de supervivencia. Mientras el resto de tenistas del campeonato disfrutan de la noche y de las mieles del dinero y la fama, Borg, meticuloso, revisa en la habitación de su hotel sus raquetas para ordenarlas de mayor a menor según la tensión de sus cuerdas. Regula el termostato para que la temperatura de la habitación sea la adecuada, más fría de lo normal para no sobrepasar las 50 pulsaciones por minuto. Reproduce sistemáticamente las rutinas que ha seguido en cada una de las victorias: mismo coche de alquiler, misma habitación de hotel, mismo orden dentro de su bolsa de deporte. Bajo la máquina se esconde un hombre frágil esclavo de las supersticiones. De la necesidad de creer en algo más grande y más fiable que él mismo. Mc Enroe es, por el contrario, más cerebral de lo que aparenta. Es inteligente, sensible, capaz de contextualizar, y confía más en sí mismo que en cualquier otra cosa. Y perfectamente capaz de controlar los ataques de rabia y la imagen que quiere proyectar.

placeholder Un fotograma de 'Borg McEnroe' (A Contracorriente)
Un fotograma de 'Borg McEnroe' (A Contracorriente)

Sin embargo ellos dos son los únicos que pueden entenderse, que comparten el miedo a la derrota, que saben que desde la cima, cuando no hay más arriba, sólo se puede caer. Y la soledad del incomprendido se diluye. La final de Wimbledon de 1980 fue la primera vez que se enfrentaron y Metz consigue transmitir la épica de un choque agónico, "a vida o muerte", en el que protagonizaron un 'tie-break' de 22 minutos que se recuerda como uno de los momentos más emocionantes de la historia del tenis. Intentando buscar la emoción en la composición de los planos —a priori un campo de tenis no es el espacio más fotogénico—, el director consigue trascender ciertos convencionalismos del relato. 'Borg Mc Enroe' es, al fin y al cabo, la historia de dos hombres enfrentados por una rivalidad impuesta que sólo duraría algo más de un año, cuando Björn Borg anunció por sorpresa su retirada, cansado de soportar el peso de su propio mito.

Uno representaba la técnica, la disciplina, el cálculo milimétrico. El otro, la visceralidad, la pasión, el talento innato, la rebeldía. Lo apolíneo frente a lo dionisíaco. En una época en la que los tenistas eran como estrellas del rock, la final de Wimbledon de 1980 enfrentó a dos de las figuras más icónicas del deporte, el sueco Björn Borg y el estadounidense John McEnroe, en un partido sufrido, épico y antológico que condensaba en cada uno de sus sets la esencia de la revolución contracultural.

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