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'El hilo invisible': la grandiosa y perversa despedida de Daniel Day-Lewis
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'El hilo invisible': la grandiosa y perversa despedida de Daniel Day-Lewis

La última película de Paul Thomas Anderson es 'cine de alta costura' que explora las dinámicas de poder del amor y el lado oscuro del deseo

Foto: Daniel Day-Lewis en 'El hilo invisible'.
Daniel Day-Lewis en 'El hilo invisible'.

En su primera cita con la mujer que se convertirá en su musa, Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) le cuenta un secreto íntimo: en el forro de un abrigo se puede coser casi cualquier cosa. El que él luce en ese momento, por ejemplo, esconde un mechón de pelo de su venerada madre, la persona que le transmitió el don que lo ha aupado a la cima del mundo de la alta costura del Londres de la posguerra. Más tarde lo veremos coser el nombre de la musa en cuestión, Alma, en el pliegue de un vestido.

La metáfora está clara: todos los grandes artistas dejan trazos personales ocultos en sus obras, y eso es algo a tener en cuenta, dado que el 'El hilo invisible' ha sido considerada un desvío respecto a lo que entendemos por una película de Paul Thomas Anderson o, al menos, a lo que solíamos entender. Se trata de una obra pausada y reflexiva, que carece de las virguerías formales que un día definieron el cine del californiano, que en general rinde homenaje al clasicismo estético. Con ella, eso sí, Anderson explora algunos de los temas que con el tiempo se han convertido en el centro de su trabajo: los mecanismos de control que tratamos de imponer los unos sobre los otros, las formas que tenemos de buscar conexiones afectivas y el modo que ambos intentos tienen de superponerse.

placeholder Daniel Day-Lewis y Vicky Krieps, en 'El hilo invisible'. (Universal)
Daniel Day-Lewis y Vicky Krieps, en 'El hilo invisible'. (Universal)

Woodcock se siente hechizado por Alma de forma inmediata. La invita a cenar y le da acceso a su hermético mundo. Sin embargo, no tarda en darse cuenta de que no la quiere para una relación convencional: la ve más como una musa viviente y un ocasional receptáculo sexual que como una amante al uso. Ese, después de todo, es su modo habitual de intimar con las mujeres. Las moldea, las reconfigura y finalmente se las sacude de encima, cuando empiezan a estorbarle o cuando se acercan lo suficiente como para ver más allá de la absurda fachada de genio torturado tras la que se protege. Según ella, nada en su vida importa tanto como la creación, y eso lo legitima para alcanzar niveles casi psicóticos de exigencia y metodismo; como si mantener su vida ritualizada al máximo estimulara su inventiva, o al menos permitiera mantener su ansiedad y su inadecuación social a raya.

'El hilo invisible' será la última película de la carrera de Daniel Day-Lewis

En buena medida, pues, 'El hilo invisible' es el retrato de un artista cuyas obsesiones se han vuelto restringentes hasta el punto de limitar su crecimiento profesional y su deleite personal; que, en otras palabras, se ve obligado a tasar el coste de su arte. Y en ese sentido resulta inevitable recordar que, según ha anunciado él mismo, esta será la última película de la carrera de Daniel Day-Lewis, un actor que jamás dudó en sufrir cuanto dolor hiciera falta para meterse en el personaje. ¿Es causalidad que su (gloriosa) despedida del cine sea en la piel de un hombre que ha puesto su alma entera al servicio de sus creaciones pero que en el fondo está profundamente insatisfecho, y cansado de un mundo que produce diseños preciosos pero más bien poca belleza?

placeholder Otra imagen de 'El hilo invisible'. (Universal)
Otra imagen de 'El hilo invisible'. (Universal)

Anderson sitúa buena parte de la acción de 'El hilo invisible' en el estudio de Woodcock, y la sensación de encarcelamiento que Alma experimenta otorga a la película una atmósfera claustrofóbica que el director, eso sí, combina con generosas dosis de comedia negra y delicado melodrama, y con una tensión inconfundiblemente hitchcockiana —las conexiones con 'Vértigo' (1958) y 'Rebeca' (1940) son obvias— que crece a medida que la relación avanza. Como sucede con todas sus musas más pronto que tarde, las debilidades de Alma empiezan a resultar insoportables para Woodcock. La diferencia es que ella se niega a dejar que la descarten como a un retal.

La película juega con una tensión inconfundiblemente hitchcockiana: las conexiones con 'Vértigo' (1958) y 'Rebeca' (1940) son obvias

Mientras observa los esfuerzos de la joven por destruir todas las capas que componen el férreo mecanismo de defensa del modisto, Anderson se recrea recorriendo los hilos invisibles que los unen, tan limpios como las costuras de los vestidos que él diseña y sin embargo tan proclives a avanzar en direcciones que ninguno de los dos esperaba pero que quizás ambos necesitaran desesperadamente.

placeholder Vicky Krieps y Daniel Day-Lewis, en otro momento de la película. (Universal)
Vicky Krieps y Daniel Day-Lewis, en otro momento de la película. (Universal)

En el proceso, la imagen que nos habíamos creado de los personajes es puesta patas arriba, y eso convierte la película en una exploración particularmente incisiva de las dinámicas de poder que imperan en el intercambio romántico, el lado oscuro del deseo y los caminos misteriosos e inescrutables que el amor encuentra para adaptarse y hacerse fuerte.

placeholder Cartel de 'El hilo invisible'.
Cartel de 'El hilo invisible'.

En el proceso de llevarla a cabo, Anderson muestra en todo momento una inacabable fascinación por los diseños de Woodcock —cómo cruje la tela, cómo se mueve, cómo refleja y absorbe la luz—, y por el modo en que funcionan como extensión de quienes los crean y quienes los visten. De hecho, la película misma es tan refinada como esos vestidos y está tan impecablemente bordada, y su entretela está igual de llena de misterio, y sensualidad y pasión ardiente apenas susurrada. 'El hilo invisible' es cine de alta costura, también porque, como ha hecho siempre a lo largo de su carrera, Anderson parece haberla concebido menos para un público masivo que para satisfacer sobre todo a una musa que le habla solo a él. Ojalá nunca deje de escucharla.

Foto: Imagen de Amityville.
Foto: Imagen de 'El cuaderno de Sara'.

En su primera cita con la mujer que se convertirá en su musa, Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) le cuenta un secreto íntimo: en el forro de un abrigo se puede coser casi cualquier cosa. El que él luce en ese momento, por ejemplo, esconde un mechón de pelo de su venerada madre, la persona que le transmitió el don que lo ha aupado a la cima del mundo de la alta costura del Londres de la posguerra. Más tarde lo veremos coser el nombre de la musa en cuestión, Alma, en el pliegue de un vestido.

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