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Un mal viaje
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estreno de 'puro vicio'

Un mal viaje

Paul Thomas Anderson adapta a Thomas Pynchon en un policiaco lisérgico sobre el fin de la revolución hippie

Foto: Fotograma del nuevo filme de Paul Thomas Anderson
Fotograma del nuevo filme de Paul Thomas Anderson

Regla de oro de todo policiaco que se precie: su protagonista/héroe/detective debe meterse en un lio terrible y de difícil escapatoria hacia el final de la trama. ¿Lo tienen en mente? Pues ojo a lo que se escucha en Puro vicio en dicho momento decisivo: “El ácido te abre la puerta de una habitación. Y el Polvo de Ángel te encierra por dentro y no te deja salir”. En tres palabras: un mal viaje.

En efecto, no es exactamente lo que uno espera oír en una película de Bogart, aunque el enrevesamiento lisérgico de Puro vicio conecta de un modo profundo con el andamiaje y la historia del género negro. Puede que sutrama policiacasea totalmente incomprensible -al fin y al cabo está protagonizada por un detective fumeta (Joaquin Phoenix) con una percepción alterada de la realidad-pero no olvidemosque la trama de hitos del cine negro como El sueño eterno tampoco tenía ni pies ni cabeza, salvoque Puro vicio no sólo asume la imposibilidad de aclarar su hilo, sino quesaca pecho y se recrea en ello.


No olvidemos que hablamos de la adaptación de una novela de Thomas Pynchon; a cargo de uno de los directores clave del cine estadounidense contemporáneo: Paul Thomas Anderson (Boogie Nights, Magnolia, Pozos de ambición). Para entendernos: Pynchon, mito viviente de la posmodernidad literaria, no cree en los caminos rectos, sino en las vueltas en círculo, y si eso supone que el lector acabe sus novelas/párrafos en estado neuronal de shock marihuanero, bienvenido sea.

He ahíprecisamente el paisaje mental por el que se mueveJoaquín Phoenix en Puro vicio: perplejo, desconcertado y lisérgico, y no sólo por la absurda cantidad de canutos que se fuma mientras trata de desentrañar una disparatada intrigacriminal, sino porque lo que tiene delante de sus narices no es otra cosa que la paranoia nixoniana metiendo el tiro de gracia al alicaído sueño hippie. Un caso, por tanto, imposible de resolver.

El lector de Pynchon suele acabar sus novelas en estado neuronal de shock marihuanero

Una autopsia de la revolución sesentera que Hunter S. Thompson clavó sobre la marcha en Miedo y asco en Las Vegas (1972). Era elfin de la Era de Acuario. La fiesta se había acabado. Un espíritu decadente que Anderson recrea ahora en clave de comedia policial extravagante.

Puro vicio es pura celebración ambigua e irónica de la mitología californiana poshippie: melenudos incapaces de gestionar la vida adulta, hippies con un sentido de la justicia a prueba de bombas, cerebros destruidos por los excesos, policías nixonianos de porra larga, moteros nazis y empresas new age sin escrúpulos. Todo un homenaje a la fauna y flora californiana en pleno bajón de los años setenta.

La película sacude al espectador a golpe de situaciones excéntricas, lo que podía ser un motivo de alegría. Ocurre que, pese a que pocos directores parecían más dotadospara la titánica tarea de plasmar el mantra circular/torrencial de Pynchon, Puro vicio bascula entre lo hipnótico y lo indulgente. La paradoja de la películaes la siguiente:Anderson vuelve a ponersebarroco, pero no es capazde ir más allá de la superficiede una época en la que el hippismo quedó encerrado en una habitación; preso tanto de suscontradicciones como de las fuerzas del mal.

Regla de oro de todo policiaco que se precie: su protagonista/héroe/detective debe meterse en un lio terrible y de difícil escapatoria hacia el final de la trama. ¿Lo tienen en mente? Pues ojo a lo que se escucha en Puro vicio en dicho momento decisivo: “El ácido te abre la puerta de una habitación. Y el Polvo de Ángel te encierra por dentro y no te deja salir”. En tres palabras: un mal viaje.

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