'La suerte de los Logan': ¡Qué suerte que esté de vuelta, Mr. Soderbergh!

He aquí toda una declaración de intenciones sobre 'La suerte de los Logan': la primera película de Steven Soderbergh en cuatro años, su regreso a la dirección de largometrajes después de haber dejado boquiabierta a la comunidad cinematográfica anunciado que se retiraba, no es la exhibición de musculatura creativa destinada a silenciar las críticas y a reivindicar su propia relevancia que muchos esperaban.

Para nada: 'La suerte de los Logan' es un mero divertimento –uno, eso sí, meticuloso, nítido y apabullantemente entretenido–, que no se toma la más mínima molestia en ocultar sus semejanzas narrativas con las que siguen siendo algunas de las películas más célebres de Soderbergh, 'Ocean’s Eleven' y sus continuaciones. Una pequeña fortuna debe ser sustraída, y un pintoresco grupo humano debe ser formado para dar el golpe; y el centro de la acción es una colección de cómos, dóndes, porqués y cuándos manejados con deslumbrante habilidad.

Aunque, en realidad, 'La suerte de los Logan' vendría a ser la otra cara de aquel precedente. Aquí los heroicos bandidos no son el epítome de la sofisticación y lo cool sino unos paletos que hablan como si tuvieran la boca llena de tabaco de mascar y se comunican a través de cabinas telefónicas porque no han pagado a tiempo la factura del móvil, y cuya idea de una infiltración sigilosa incluye el uso de granadas caseras.

Más listos de lo que parecen

Pese al humor que la película extrae de ellos, eso sí, los Logan y sus secuaces están lejos de ser chistes andantes, porque son mucho más listos de lo que parecen y porque están retratados con empatía desbordante. Aunque en ningún momento hablan abiertamente de ello, son gente que se ha dejado la piel y que pese a ello se han sentido abandonados por los que mandan y azotados por salarios ínfimos y trabajos basura, penas de cárcel y, en general, mucha mala suerte. Pese a ello, sus planes empiezan funcionando lo suficientemente bien como para que nos preguntemos, ¿es el título de la película irónico? La respuesta se nos dará a su debido tiempo.

Los Logan se han sentido abandonados por los que mandan y azotados por salarios ínfimos, trabajos basura, cárcel y mucha mala suerte

La estrategia de los Logan es tan elaborada como absurda, en tanto que requiere de la colaboración consciente o no de guardias de prisiones, vendedores de coches y demás espontáneos, e incluye gadgets tan improbables como insectos tuneados con esmalte de uñas y gominolas con forma de osito. Con esos ingredientes, en cualquier caso, Soderbergh diseña un relato que funciona como maquinaria de precisión, entrecruzando personajes y lugares y paréntesis narrativos y avanzando con paso firme sin perder por un instante la claridad, ni la capacidad de sorpresa ni la sensibilidad cómica. Incluso los momentos aparentemente muertos y las conversaciones supuestamente intrascendentes resultan ser piezas esenciales del mecanismo dramático.

Quizá a causa de los cuatro años pasados trabajando en televisión, a nivel estilístico Soderbegh se muestra más económico y rentable que nunca. No hay un solo plano de más, cada uno cumple su función. Todo sucede por un motivo y, pese a ello, la inventiva visual es patente: la cámara se muestra constantemente juguetona, moviéndose alegremente a través de las situaciones para esconder o revelar información acerca de los motivos de los personajes y los avances del robo, a menudo haciendo que nos preguntemos qué estamos mirando hasta que un mínimo cambio de foco o de encuadre nos da una pista clave. En cada escena Soderbergh nos invita a que nos lo pasemos tan bien siguiendo la historia como él se lo pasa contándola, y en el proceso hace que hacer películas parezca lo más fácil del mundo. La verdadera suerte es que esté de vuelta.

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