Cine histórico para adolescentes
La gran superproducción española del año luce músculo en los apartados técnicos, pero cae en los clichés rosas y desaprovecha la oportunidad de contar una gran epopeya romántica
La industria del cine español ha vivido años en los que atreverse con una superproducción era algo impensable. Sólo unos cuantos elegidos como Bayona o Amenábar, ayudados por las grandes cadenas privadas, y con un reparto internacional que favoreciera sus ventas en otros mercados, lo han conseguido. Por tanto la existencia de un producto como 'Palmeras en la nieve' es, ya de por sí, una buena noticia para nuestro cine. Atresmedia se ha liado la manta a la cabeza y ha levantado un proyecto de 10 millones de euros, rodado en español y que apuesta por una calidad técnica que puede tutear a cualquier filme extranjero.
La cadena vio el excelente resultado que tuvo en televisión la adaptación de 'El tiempo entre costuras', el 'best seller' de María Dueñas y decidió repetir la jugada en la gran pantalla. Para elló ha usado los mismos mimbres, una novela romántica, ambientada en un contexto histórico rico, con Adriana Ugarte en uno de los papeles protagonistas y sin escatimar medios para que el producto luzca al primer vistazo. Para llevarlo a cabo confiaron en uno de sus directores franquicia, Fernando González Molina, que había convertido en éxitos de taquilla todas sus películas ('Fuga de cerebros', '3 metros sobre el cielo' y 'Tengo ganas de ti') y que incluso ha dirigido episodios de series de la cadena.
Molina es un realizador que sabe lo que tiene entre manos y a quién van dirigidas sus películas, como se vio en la saga adolescente con Mario Casas, que a pesar de las críticas se convirtió en una especie de película generacional ante la sorpresa de todos. Es capaz de coger sin prejuicios géneros americanos que normalmente no se hacen en España y reconvertirlos en un producto cañí. Lo hizo con la comedia gamberra, con el drama adolescente y ahora con el dramón romántico de corte histórico.
La novela de Luz Gabás era la materia prima perfecta para que Molina, con la ayuda de Sergio G. Sánchez (guionista habitual de Bayona), crearan una epopeya ambientada en una colonia española, nuestro peculiar 'Memorias de áfrica' patrio. Parecía que nada podía fallar, y si encima a la ecuación añades a un ídolo de jovencitas, mucho mejor. Pero lo que en teoría era un producto destinado a arrasar en premios y taquilla se ha convertido en una de las mayores decepciones del año.
Porque nadie pone en duda la parte técnica del filme, que tiene una fotografía excelente, una banda sonora épica y un diseño de producción que quita el hipo, el problema es cuando no sabes qué hacer con todos ellos y la película acaba convertida en un envoltorio de lujo para una historia que no emociona, no se entiende y que a veces roza el ridículo.
El principal lastre es un guion confuso y mal explicado. Nadie entiende los motivos del personaje de Adriana Ugarte para hacer ese viaje, los personajes están mal presentados y hasta que no pasan 40 minutos no sabes quién es pariente de quién ni qué se nos está contando. Además se opta por un montaje paralelo que nos cuenta cómo afecta el pasado en el presente de los protagonistas, pero estos cambios se producen sin sentido, no tienen ritmo y cuando llevas una hora viendo a Mario Casas y Berta Vázquez en el Fernando Poo del pasado ya te has olvidado de que el punto de vista es el de los personajes del presente y su historia deja de importar. Todo esto con casi tres horas de duración, pero con la sensación de que se ha quedado mucho material en el tintero.
González Molina tampoco es capaz de salir del entuerto, y se toma su filme con una seriedad que asusta. Todo huele a grandilocuencia, a dramón de altura, a autoconsciencia. Abusa de los subrayados, y su interés por componer imágenes que sean bellas para el espectador se convierte en un arma de doble filo, ya que en ocasiones acaba cayendo en lo kitsch. Parece increíble que en 2015 todavía veamos momentos como esa ducha paradisíaca desnudos en la cascada (tan ochentera que falta Bo Derek), o ese polvo en la playa llena de tortugas marinas.
El director parece estar realizando de nuevo un proyecto dirigido para adolescentes, esta vez un drama histórico, pero continúa con los clichés que le funcionaron bien en ocasiones anteriores pero que aquí chirrían. Nadie entiende que la primera escena sean Mario Casas y Berta Vázquez haciendo el amor bajo una tormenta, eso sí, las jóvenes darán palmas con las orejas al ver a su galán medio desnudo en un gran número de ocasiones. Un Mario Casas que tiene la presencia y la actitud, pero que vuelve a mostrar problemas de dicción y al que en ocasiones cuesta entender.
Así, cuando uno termina de ver 'Palmeras en la nieve' tiene la sensación de oportunidad perdida, porque son necesarias películas como esta, que muestren nuestro músculo y capacidad para embarcarnos en proyectos ambiciosos y caros, pero cuyo resultado deja bastante que desear. No vale con que el producto sea técnicamente perfecto, si dentro no hay nada más.
La industria del cine español ha vivido años en los que atreverse con una superproducción era algo impensable. Sólo unos cuantos elegidos como Bayona o Amenábar, ayudados por las grandes cadenas privadas, y con un reparto internacional que favoreciera sus ventas en otros mercados, lo han conseguido. Por tanto la existencia de un producto como 'Palmeras en la nieve' es, ya de por sí, una buena noticia para nuestro cine. Atresmedia se ha liado la manta a la cabeza y ha levantado un proyecto de 10 millones de euros, rodado en español y que apuesta por una calidad técnica que puede tutear a cualquier filme extranjero.