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“Algunos le dan al público Coca-Cola, yo prefiero darle un poco de LSD”
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jodorowsky presenta 'la danza de la realidad' en sitges

“Algunos le dan al público Coca-Cola, yo prefiero darle un poco de LSD”

El director protagoniza la jornada de Sitges con su última película 'La danza de la realidad' y el documental sobre su proyecto frustrado 'Jodorowsky's Dune'

Foto: Alejandro jodorowsky presenta la película "la danza de la realidad" en la 46 edición del festival de cine fantástico de sitges
Alejandro jodorowsky presenta la película "la danza de la realidad" en la 46 edición del festival de cine fantástico de sitges

“Algunos le dan al público litros de cocacola, yo prefiero darle un poco de LSD”, certificó Alejandro Jodorowsky en la presentación en el Festival de Sitges de su última película, La danza de la realidad, su Amarcord particular. Llevábamos años sin ver un film firmado por este artista total que es el franco-chileno. Su última gran película fue la apasionante Santa Sangre (1989). Antes se había convertido en el rey de las midnight movies, de las sesiones golfas, con títulos totalmente lisérgicos como El topo (1970) y La montaña sagrada (1973). Todavía dirigió un film posterior El ladrón del arco-iris (1990) del que reniega por las injerencias de los productores en el proceso creativo.

Jodorowsky prefiere no ponerse tras la cámara antes que repetir esta experiencia. “Aunque llevara tanto tiempo sin dirigir, yo no dejo de pensar en el cine. Es un arte para el que sé que tengo talento. Lo conozco. Lo domino. Cada día veo al menos una película. No he hecho películas durante estos años porque no quería venderme. He visto a tantos amigos, algunos jóvenes, que se han vendido a la industria cinematográfica... Y han producido películas que para mí son vergonzosas. Esas películas sobre serial killers, sobre hombres que matan a mujeres. ¿Y por qué matan a mujeres? ¿Por qué no un asesino que mate ovejas? Me parecería más simpático ¡O que mate Big Macs! Y esas invasiones de monstruos... Si fueran invasiones de melocotones en almíbar, estaría mucho mejor”.

A sus 84 años, Jodorowsky se muestra animoso y vital mientras no deja de interesarse por la periodista con quien está charlando: “¿y qué personaje haces tú en tu propia vida?”. Mejor dejamos la psicomagia para otro día. O no. Porque La danza de la realidad también tiene mucho de ejercicio familiar catártico: es una película sobre la familia del Jodorowsky niño rodada con la colaboración de la familia del Jodorowsky mayor. “Para mí era esencial que mi hijo en la realidad interpretara a mi padre en la ficción. Todo eso arregla los problemas familiares, demuestra al mundo que los problemas se pueden solucionar.”

La película convierte el arte en un vehículo de reconciliación familiar. “No solo mi familia participó en el film, la actriz que interpreta a la enana que en un momento recoge al padre es la hija de la mujer enana que salía en El topo. El carpintero es también en la realidad un carpintero que conozco que se marchó de Chile en los cuarenta y vive en París. ¡Un santo! Conmigo volvió por primera vez a Chile en muchos años”. Porque La danza de la realidad también supone el regreso de Jodorowsky a su país y a su pueblo natal, Tocopilla. “Fue una experiencia increíble. Los habitantes participaron activamente en el film. Y la ciudad no ha cambiado nada en ochenta o cien años, sigue allí enterrada. Es como el Macondo de Gabriel García Márquez”.

La danza de la realidad nos devuelve al mejor Jodorowsky, ese capaz de generar imágenes cinematográficas de un poderío que desborda las fronteras del realismo estricto: una voluptuosa mujer paseándose desnuda en un brumoso bar de marineros sin que nadie se fije en ella, un ejército de mineros tullidos enfrentándose a un judío ucraniano vestido como Stalin, una playa cubierta de centenares de sardinas ante un niño que no sabe si sentir pena por los peces o alegría por las gaviotas que se los pueden comer. En La danza de la realidad se evapora la línea entre memoria, recuerdo e imaginación. “Todo viene del recuerdo, pero modificado. No tengo nostalgia. Me comparan con Amarcord, pero allí Fellini no cambia nada, entiende el pasado como algo sagrado. Yo soy como un pez que va en un río y cambia según la corriente. En Amarcord, el pez no se mueve. Yo tomo un personaje del recuerdo y le doy lo que le falta. Mi padre es inhumano, yo le otorgo humanidad. Mi madre es la humillada, yo la convierto en la jefa del hogar”.

Jodorowsky dibuja a sus padres a partir de la oposición: “uno es un ateo, la otra es una mística”, uno es autoritario, la otra es cariñosa, uno quiere formar parte de la épica, ella se sitúa en el lado de la lírica... de forma literal, ya que el personaje entona todos sus diálogos cantando. “Que hubiera un personaje, y solo uno, que cantara todo el rato era algo que me daba mucho miedo hacer, porque era una revolución absoluta. Mi madre era una humillada, su padre la hizo a palos vendedora en una tienda, cuando ella quería ser cantante de ópera. Canturreaba un poquito, le gustaba ver películas musicales. Y yo he realizado su sueño como cantante de ópera en la película. Mi padre, comunista estalinista, quería ir a matar al dictador Carlos Ibáñez. No fue. También en el film he hecho que tuviera la aventura, a ver qué pasaba. La historia en sí, la del hombre que va a matar al tirano, está inspirada en un relato mío, El niño del jueves negro. Es una historia que me inspiró un paciente que tenía las manos agarrotadas. Yo lo analicé, y descubrí que este hombre había ido a Argentina a matar a un nazi que había asesinado a su padre. Y cuando quiso hacerlo no pudo porque se le paralizaron las manos. Es una historia real. Me di cuenta que no mató a ese nazi porque en el fondo ese hombre lo admiraba, ya que cuando murió su padre él pudo por fin ser la pareja de su madre.”

Jodorowsky también se reserva un papel en el film como él mismo, e interactúa con su yo de la infancia. “Para mí el cine que hago es poesía, por eso la película empieza y termina con un poema. Poéticamente, en La danza de la realidad yo visito mi infancia. Por eso tengo que estar allí. Tengo que mostrar a ese personaje que soy yo, soy un personaje de mi vida. Todo el mundo se crea su personaje. La realidad es la que es y tú te proyectas en ella.”

El antiguo miembro del Grupo Pánico no es el director pero sí el protagonista de Jodorowsky's Dune de Frank Pavich, el primer documental en la historia de Sitges que compite en la Sección Oficial. El film se centra en uno de los grandes sueños truncados de la historia del cine, el proyecto faraónico que tendría que haber supuesto la adaptación de Dune de Frank Herbert por parte de Jodorowsky, con un reparto donde se daban cita Orson Welles, Mick Jagger o Salvador Dalí. El equipo técnico era también de ensueño, un dream team de la ciencia-ficción que incluía a su amigo y colaborador Moebius, H.R. Giger (el diseñador de Alien), Dan O'Bannon e incluso a Pink Floyd en la banda sonora. El Dune de Jodorowsky no llegó a filmarse pero como testimonio queda el apabullante story-board que realizó Moebius junto al franco-chileno. “Si de algo ha servido este documental”, nos confiesa Jodorowsky, “es para que al menos la película se vea en dibujos algún día. Sí, existe la idea de filmar el story-board en animación. No, no la dirigiré yo. Yo ya hice mi trabajo. Estaré allí sentado viendo cómo lo hacen”.

Jodorowsky aparece, en este caso solo mencionado, en una tercera película vista en el Festival de Sitges. A él está dedicada Solo Dios perdona, la nueva obra de Nicolas Winding Refn tras el éxito de Drive. “Nicolas me explicó que a los quince años vio mis películas y eso lo marcó como a mí ver a esa misma edad las películas de Federico Fellini. Lo conocí cuando en 2010 me invitaron desde el Étrange Festival de París a presentar uno de sus films. Entonces elegí Valhalla Rising, porque todavía no había tenido oportunidad de verla y así después pude comentarla. Cuando Nicolas se enteró, vino desde Estados Unidos y así coincidimos por primera vez. Me parece que tiene mucho talento. Su película que más me gusta es Bronson, que creía que era de cowboys por el título. Yo le he dado algunos consejos sobre Hollywood y demás. Supongo que necesita un arquetipo paterno...”

“Algunos le dan al público litros de cocacola, yo prefiero darle un poco de LSD”, certificó Alejandro Jodorowsky en la presentación en el Festival de Sitges de su última película, La danza de la realidad, su Amarcord particular. Llevábamos años sin ver un film firmado por este artista total que es el franco-chileno. Su última gran película fue la apasionante Santa Sangre (1989). Antes se había convertido en el rey de las midnight movies, de las sesiones golfas, con títulos totalmente lisérgicos como El topo (1970) y La montaña sagrada (1973). Todavía dirigió un film posterior El ladrón del arco-iris (1990) del que reniega por las injerencias de los productores en el proceso creativo.

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