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¿Un cine sin actores reales?
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'the congress' se presenta en sitges

¿Un cine sin actores reales?

La sustitución de los intérpretes de carne y hueso por avatares digitales es uno de los muchos temas que cruzan la fascinante película de Ari Folman

Foto: Escena de The Congress
Escena de The Congress

La nueva película del director de Vals con Bashir se abre con un primer plano del rostro de Robin Wright. La actriz estadounidense encarna a un personaje inspirada en ella misma: una intérprete de prestigio que protagonizó algunas películas de gran éxito en los años ochenta y noventa como La princesa prometida y Forrest Gump. Una mujer hermosa a la que sin embargo la industria del cine no perdona la edad. Robin vive en un hangar rehabilitado junto a sus dos hijos, el más pequeño afectado por una minusvalía sensorial progresiva. En la major donde trabaja le proponen un trato: vender su imagen para convertirla en una actriz digital, un avatar capaz de reproducir todos sus gestos y expresiones pero cuyo aspecto no envejecerá jamás. A cambio, Wright cobrará lo suficiente para cuidar de su hijo pero debe comprometerse a no volver a trabajar en el mundo real.

The Congress es una de las pocas películas en el Festival de Sitges que propone una reflexión sobre el futuro del cine y del control sobre las imágenes que ejercen las grandes corporaciones. Pero la disyuntiva entre realidad física y representación virtual que plantea el film no se acaba en el plano fílmico. La película nos traslada a un futuro esta vez representado a través de la animación. Folman ya hizo gala de su genio a la hora de trabajar con los dibujos en Vals con Bashir, centrada en un soldado israelí que intenta rememorar su participación en la masacre de Sabra y Chatila. Esa película se movía entre el estricto realismo y las imágenes más fantasiosas propias de las pesadillas, la memoria y el recuerdo.

En The Congress la animación dibuja un futuro donde todo el mundo puede adquirir la identidad que desea gracias a una sustancia química. La mayor parte de personas se mueven en esta dimensión ilusoria, en este simulacro de realidad que Folman perfila desde su imaginación desbordada y profusa de ideas. Tomando como base un relato de Stanislaw Lem, El congreso de futurología, Folman ha elaborado uno de los films más fascinantes del año, con la densidad metafísica que requiere una buena obra de ciencia-ficción y algunas de las imágenes más hermosas del cine reciente.

Las realidades alucinadas se están convirtiendo en una constante en la Sección Oficial de Sitges '46: también están presentes en Sólo Dios perdona de Nicolas Winding Refn, la nueva película del director de Drive que se estrenó en Cannes y que, por momentos, parece situarse en la mente del protagonista, un atormentado traficante de droga en Tailandia a quien encarna Ryan Gosling. También en L'étrange couleur des larmes de ton corps, donde los belgas Hélène Cattet y Bruno Forzani vuelven a deconstruir el giallo para experimentar con sus estilemas, aquí en una misteriosa historia situada en las diferentes dimensiones de un edificio modernista de Bruselas. O en A Field in England, una incursión lisérgica en el siglo XVIII, en plena Guerra Civil inglesa, de Ben Wheatley, el responsable de Kill List y Turistas.

Proyecciones accidentadas

La proyección a primera hora de la mañana del miércoles de The Congress se ha visto interrumpida un par de veces por problemas técnicos, hasta el punto que Ángel Sala, director del certamen, ha aparecido al final de la sesión para disculparse ante público y prensa. Lo que no ha impedido que los cortes se volvieran a repetir en Open Grave de Gonzalo López-Gallego, otro de los films españoles de Sección Oficial Fantàstic a Competición, del que ni tan siquiera se ha visto el final. Seguidamente, se ha cancelado el estreno de Mala de Israel Adrián Caetano, el tercer film de la mañana en el Auditori, la sede principal del certamen, para poder solucionar los problemas con el servidor. Por la tarde las sesiones se han reanudado sin problemas.

Por lo visto hasta su interrupción definitiva, la nueva película del director de Nómadas y El rey de la montaña entra en la liga de films de género dirigidos por españoles e interpretado por actores anglosajones, en este caso prácticamente desconocidos excepto por Sharlto Copley, el actor sudafricano que aparece en Distrito 9 y Elysium, ambas de Neill Blomkamp. Como sus otros colegas españoles con vocación de abrirse mercado en el mercado internacional, López-Gallego apuesta por una historia de terror presidida por un misterio: aquí un hombre se despierta en una tumba llena de cadáveres en medio del bosque sin recordar ni tan siquiera su identidad. Una vez fuera de la fosa común se une a un grupo de personas también amnésicas que intentan entender qué les sucede y por qué están rodeados de unos seres humanos que se comportan con una extrema violencia. Open Grave nos hace añorar a aquel Gonzalo López-Gallego que debutó en el cine con un film tan personal e inquieto como Nómadas. Aquí no sirve otra cosa que una serie Z con pretensiones. Un film de diálogos ridículos que no consigue transmitir el dramatismo y la tensión de sus protagonistas, por muchos estallidos de violencia salvaje que contenga y por mucha fotografía en bruto que utilice.

La crisis de los 40 en Disneylandia

Y el apartado Noves Visions acogió el estreno en España de Escape from Tomorrow, un film que aterrizó en Sitges con la publicidad que le han generado sus polémicas legales con Disney, ya que fue rodado clandestinamente en uno de sus parques de atracciones. La película sigue a Jim (Roy Abramsohn), un hombre que ha viajado a Disney World con su familia. Justo al inicio de su estancia le llaman para comunicarle que le han despedido del trabajo. Este anuncio es el desencadenante de una crisis para Jim, quien a partir de entonces inicia un descenso a los infiernos del delirio. Más que preocuparse por su mujer y sus dos hijos, Jim se dedica a acechar a un par de adolescentes francesas y a ligar con otra madre cuarentona. A su alrededor, Disney World se va convirtiendo en un escenario pesadillesco. Al director Randy Moore no le interesa tanto llevar a cabo un film sobre el lado oscuro de los parques del ratón Mickey como convertir su imaginería en un paisaje grotesco y amenazante. A medida que Jim va perdiendo la cabeza, el cuento de hadas muestra su lado perverso: las antiguas princesas son brujas, las jóvenes trabajan como prostitutas, los visitantes en silla de ruedas resultan peligrosos atacantes y ese muslo de pavo de aspecto tan apetitoso resulta que es de emú. Rodada en blanco y negro y con una cámara como la que podría usar cualquier familia de turistas, Escape from Tomorrow en un drama delirante con apuntes de humor negro que también encaja en este grupo de films en Sitges que nos trasladan a realidades alucinadas. Aquí sin necesidad de salir de Disney World. Ni de pedirle permiso a sus propietarios.

La nueva película del director de Vals con Bashir se abre con un primer plano del rostro de Robin Wright. La actriz estadounidense encarna a un personaje inspirada en ella misma: una intérprete de prestigio que protagonizó algunas películas de gran éxito en los años ochenta y noventa como La princesa prometida y Forrest Gump. Una mujer hermosa a la que sin embargo la industria del cine no perdona la edad. Robin vive en un hangar rehabilitado junto a sus dos hijos, el más pequeño afectado por una minusvalía sensorial progresiva. En la major donde trabaja le proponen un trato: vender su imagen para convertirla en una actriz digital, un avatar capaz de reproducir todos sus gestos y expresiones pero cuyo aspecto no envejecerá jamás. A cambio, Wright cobrará lo suficiente para cuidar de su hijo pero debe comprometerse a no volver a trabajar en el mundo real.

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