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Vida y milagros de un icono discreto de la Resistencia francesa
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estreno de 'el rey del canfranc'

Vida y milagros de un icono discreto de la Resistencia francesa

Convertirte en miembro activo de la Resistencia en la Francia de Vichy puede ser considerado una proeza. Si encima uno se dedica a salvar el pellejo

Foto: Fotograma del filme
Fotograma del filme

Convertirte en miembro activo de la Resistencia en la Francia de Vichy puede ser considerado una proeza. Si encima uno se dedica a salvar el pellejo a judíos poniendo en peligro su propia vida, todavía más. Con todo, pese a que Albert le Lay hizo todo esto y mucho más, quizás el acto más heroico de su vida fue mucho más modesto: negarse a publicar sus memorias cuando ya era un jubilado y la Historia le había convertido en un héroe.Decía que no tenía nada que contar porque se había limitado a hacer lo que tenía que hacer. Y punto.O cuando la austeridad y la discreción tapan las ansias de reconocimiento. Un hombre de otra época cuyas tribulaciones recoge ahora el documental El rey de Canfranc, que se estrena este fin de semana. "Mi abuelo no fue ningún héroe. Como solía decir, sólo era una persona que se limitó a cumplircon su tarea", cuenta su nieto, Victor Fairén le Lay, que está apoyando el lanzamiento del filme sobre su abuelo.

Dirigida por los españoles José Antonio Blanco y Manuel Priede González y producida por Telefónica Studios, la cintase estrenará también en Francia, con cincuenta copias, cuatro veces más que el lanzamiento español, lo que da idea del interés del país vecino por recuperar la memoria de uno de sus ciudadanos ilustres.

Todavía hay mucho que contar sobre el colaboracionismo francés. Sólo unos pocos, como mi abuelo, se atrevieron a decir no

La película repasa la vida de Albert le Lay, jefe de la aduana francesa de la estación de ferrocarril de Canfranc, paso estratégico de mercancías entre Alemania y España durante la II Guerra Mundial. Un hombre que contribuyó a que cientos de judíos, disidentes y soldados aliados lograran pasar la frontera española camino de la libertad.Una tarea tan arriesgada como minoritaria, según recuerda ahora su nieto: "Todavía hay mucho que contar sobre el colaboracionismo francés. Sólo unos pocos, como mi abuelo, se atrevieron a decir 'no'. Unos pocos heterodoxos que decidieron no callar al ver que Francia atravesabauno de los periodos más humillantes de su historia".

"Es una película sobre valores tan olvidados ahora como la valentía, la humanidad y la solidaridad. Pretende llegar al corazón de los espectadores", aclara José Antonio Blanco, codirector del filme.

El rey de Canfranc se apoya en tres patas: 19 entrevistas a familiares y conocidos de Albert le Lay, muchos de ellos nonagenarios, el archivo histórico de TVE e imágenes de ficción donde se recreanlas peripecias del protagonista. Aunque lacinta cuenta en realidad con un segundo protagonista: la mítica estación internacional de Canfranc, cuya historia merece la pena recordar. Situada en el municipio aragonés de Canfranc (provincia de Huesca, en plenos Pirineos), junto a la frontera de Francia, fue inaugurada el 18 de julio de 1928, en forma de despampanante edificio modernista de 250 metros de largo que replicaba la arquitectura palacial francesa del siglo XIX.La estación fue declarada hace unos años Bien de Interés Cultural. Durante la guerra civil, tras pasar a manos del ejército franquista, sufrió algunas modificaciones: el túnel que unía la estación con Francia fue tapiado para evitar incursiones desde el país vecino.

Alfonso XIII, Primo de Rivera y Gaston Doumergue, presidente de Francia, en la inauguración de Canfranc

"Hasta la II Guerra Mundial tuvo un tráfico más bien discreto provocado por su situación geográfica, el esfuerzo energético que significaba elevar cualquier carga a mil doscientos metros de altura cuando los enlaces ferroviarios de Irún y Port Bou resultaban mucho más cómodos, rápidos y económicos. De hecho, la magnífica estación modernista, que en el año de su inauguración, en 1928, era la segunda mayor de Europa, fue construida más por razones políticas que prácticas. 'Romper' el muro pirenaico que nos separaba de Europa era más un reto ideológico que un enlace eficaz", han aclarado los directores del filme.

Su interés estratégico cambió drásticamente tras estallar la II Guerra Mundial. Canfranc se cerró al tráfico de viajeros y los nazis tomaron el control de la parte francesa de la estación, donde Albert le Lay ejercía de agente doble: jefe de aduanas y activista de la Resistencia. La estación se convirtió en el paso fronterizo más utilizado por su lejanía con posibles objetivos de los bombardeos aliados. Sirvió como ruta del intercambio comercial entre Hitler y Franco. Trenes cargados de hierro y wolframio para el acero de los tanques viajaban a Alemania; España recibía a cambio oro que llegaba de Suiza. El oro nazi viajaba a Canfranc en tren y desde ahí a Madrid en camión. También circulaban por ahí, en la más estricta clandestinidad, judíos franceses a la fuga, pilotos aliados caídos en combate y maquis. Todos ellos tuvieron un aliado en Albert le Lay.

"Si tuvo miedo, se lo tragó", recuerda una de las hijas de Le Lay en el documental. "Era una persona normal. Los héroes ni nacen ni se hacen; simplemente aparecen. Son aquellas personas que hacen algo excepcional en circunstancias extraordinarias. Mi abuelo fue una persona que en dichas circunstancias hizo algo que no hizo el resto", añade su nieto.

En septiembre de 1943, la Gestapo recibió un soplo y lanzó sus redes sobre Le Lay. El día antes de su detención, salió a dar su paseo vespertino con su mujer y su hijo... y nunca volvió. Tras atravesar España a trancas y barrancas, llegó a Argel, donde se juntó con el exilio francés contrario a la invasión nazi. Por último, Le Lay tuvo tiempo para participar en el segundo desembarco aliado sobre Francia. Murió a los 89 años de edad llevándose algunos secretos a la tumba. "Hay muchas cosas que ni siquiera se adivinan viendo la película. Canfranc tiene aún muchos secretos por desvelar. Y Albert le Lay, también", zanja su nieto.

Convertirte en miembro activo de la Resistencia en la Francia de Vichy puede ser considerado una proeza. Si encima uno se dedica a salvar el pellejo a judíos poniendo en peligro su propia vida, todavía más. Con todo, pese a que Albert le Lay hizo todo esto y mucho más, quizás el acto más heroico de su vida fue mucho más modesto: negarse a publicar sus memorias cuando ya era un jubilado y la Historia le había convertido en un héroe.Decía que no tenía nada que contar porque se había limitado a hacer lo que tenía que hacer. Y punto.O cuando la austeridad y la discreción tapan las ansias de reconocimiento. Un hombre de otra época cuyas tribulaciones recoge ahora el documental El rey de Canfranc, que se estrena este fin de semana. "Mi abuelo no fue ningún héroe. Como solía decir, sólo era una persona que se limitó a cumplircon su tarea", cuenta su nieto, Victor Fairén le Lay, que está apoyando el lanzamiento del filme sobre su abuelo.

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