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"Los políticos de EEUU dan pasos muy lentos en la tolerancia sexual"
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annette bening presenta 'La mirada del amor'

"Los políticos de EEUU dan pasos muy lentos en la tolerancia sexual"

La actriz estadounidense, nominada al Oscar cuatro veces, repasa las claves de su carrera y el impacto social de algunos de sus últimos filmes

Foto: Annette Bening en el Festival de Cine de San Sebastián (EFE)
Annette Bening en el Festival de Cine de San Sebastián (EFE)

Un festival de cine no es el mejor lugar para tener una lesión de espalda. Menos aún si eres una conocida actriz de Hollywood (Annete Bening), tienes un largo día de promoción y te alojas en un hotel, el María Cristina, que ayer parecía una zona de guerra: decenas de niñas (rotas en mil pedazos) cercando la entrada a la espera de Hugo Silva y Mario Casas y una boda multitudinaria en los salones interiores. La juega, vaya, por no hablar del frenesí festivalero diario. Pero Annete Benning (Kansas, 1958) tiene mucha clase. Tanta que cuando entra en la habitación 103 y el periodista le pregunta qué tal va de lo suyo, se echa a reír. “Todo el mundo habla en España de mi espalda. Verme andar es una comedia en sí misma”, espeta. En efecto, la espalda de Annete Benning, que deambula tan rígida como cool entre el tumulto del María Cristina, se ha convertido en una de las comidillas del festival.

La actriz ha venido a presentar su nuevo filme, La mirada del amor, sobre el idilio entre una mujer (Bening) y un hombre (Ed Harris) idéntico a su fallecido marido. El filme, que se estrenará en España el 25 de octubre, sigue las andanzas de una mujer de la depresión al subidón. “Me sigue intrigando lo inesperado de la vida. Escuchar a amigos que aún están superando un matrimonio anterior decirme: ‘Por cierto, he conocido a alguien’. Nunca sabe una lo que puede ocurrir. A veces sucede lo inesperado”, explica la actriz.

Más allá de la ingente cantidad de pastillas que ha ingerido en las últimas 48 horas, la flema de Benning para sobrellevar el dolor tiene que ver de algún modo con la parsimonia con la que ha llevado su carrera en Hollywood. Para empezar no dio el salto al cine hasta la treintena, tras foguearse unos cuantos años en las tablas teatrales. En efecto, aunque parezca que llevamos viendo su rostro en pantalla toda la vida, Benning no rodó su primera película hasta 1988 y no se hizo popular hasta los años noventa, tras aparecer en Valmont (1989) y en la inolvidable y magistral Los timadores (1990), turbia adaptación de una novela de Jim Thompson donde sacaba a la malvada que lleva dentro. Fue la primera de sus cuatro nominaciones al Oscar.

Hubo un momento en que pareció que Benning se iba a convertir en una estrellona de Hollywood: tras casarse con el muy mítico Warren Beatty (tiene que ser muy fuerte que Warren Beatty sea tu marido, ¿no?) y protagonizar uno de los filmes emblemáticos de los años noventa, American Beauty (1999). Pero a Benning no le acaba de ir del todo el rollo galáctico. Ha seleccionado mucho sus apariciones (tan sólo 24 películas) y se ha dedicado a su familia (tiene cuatro hijos con Beatty). No obstante, no es tanto que no tenga tiempo como que sólo se activa cuando la película le sacude. “Tengo que enamorarme para arrancar. Afortunadamente estoy en la posición de decir que no a las películas que no me interesan. Si tuviera que hacer más películas para vivir, las haría, pero no ese el caso porque soy una persona afortunada”, dice.

Pese a los clásicos problemas de Hollywood para nutrir de papeles a sus actrices maduras (la dictadura juvenil y masculina de la industria del entretenimiento), Benning no parece tener problemas para encontrar papeles, aunque asegura no saber cuál es su secreto. “No tengo ninguno. ¿La suerte? Quizás mantener buenas relaciones con las personas. También trabajo en mis propios proyectos teatrales. Obras en pequeños teatros de Los Ángeles que pocos conocen. Eso me mantiene enchufada. Cuando hago películas quiero que reflejen la etapa de la vida que atravieso en ese momento. He tenido suerte porque hay un montón de guiones por ahí que no hablan sobre las personas reales. Películas que van más sobre la idea de cómo sería ser una mujer madura en lugar de películas sobre cómo son en realidad las mujeres de mi edad”.

Benning, en definitiva, no da puntada sin hilo. Como en su penúltima aparición en la gran pantalla, la comedia The Kids All Alright (Los chicos están bien, Lisa Cholodenko, 2010) que llegó a los Oscar convertida en la película que llevó el lesbianismo al mainstream cinematográfico. Justo cuando la lucha de los derechos de las minorías sexuales se había convertido en un asunto político trascendental en EEUU. Benning reflexiona ahora sobre la aportación del filme al debate sobre las diversidades sexuales. “Creo que ayudó. Ahora mismo hay un gran movimiento en mi país que reclama más tolerancia con las diversas opciones e identidades sexuales. Es una lástima que los políticos, incluidos los demócratas, estén dando pasos tan lentos. Les cuesta aceptar que uno debería poder casarse con quién quiera. Creo que Los chicos están bien jugó un papel positivo al mostrar a dos mujeres que viven juntas y tienen los mismos problemas que el resto de parejas. Hay muchas personas conservadoras en EEUU, no hay ninguna duda de eso. Así que aún hay mucho por hacer en este campo, pero creo que la película ayudó”, zanja.

Un festival de cine no es el mejor lugar para tener una lesión de espalda. Menos aún si eres una conocida actriz de Hollywood (Annete Bening), tienes un largo día de promoción y te alojas en un hotel, el María Cristina, que ayer parecía una zona de guerra: decenas de niñas (rotas en mil pedazos) cercando la entrada a la espera de Hugo Silva y Mario Casas y una boda multitudinaria en los salones interiores. La juega, vaya, por no hablar del frenesí festivalero diario. Pero Annete Benning (Kansas, 1958) tiene mucha clase. Tanta que cuando entra en la habitación 103 y el periodista le pregunta qué tal va de lo suyo, se echa a reír. “Todo el mundo habla en España de mi espalda. Verme andar es una comedia en sí misma”, espeta. En efecto, la espalda de Annete Benning, que deambula tan rígida como cool entre el tumulto del María Cristina, se ha convertido en una de las comidillas del festival.

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