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Esta arquitecta te explica por qué tu casa es heteropatriarcal y fomenta la desigualdad
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ENTREVISTA

Esta arquitecta te explica por qué tu casa es heteropatriarcal y fomenta la desigualdad

Fuertemente comprometida socialmente, la mexicana Tatiana Bilbao está convencida de que la arquitectura es un arma política que puede cambiar el mundo y las mentalidades

Foto: La arquitecta Tatiana Bilbao. (Ana Hop)
La arquitecta Tatiana Bilbao. (Ana Hop)

Su nombre suena insistentemente desde hace años en las quinielas del premio Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura. Pero a Tatiana Bilbao (Ciudad de México, 1972) nada le podría importar menos que los galardones, aunque tiene muchos. A esta arquitecta y profesora de la Escuela de Arquitectura en la Universidad de Yale lo que le interesa es la dimensión social de su disciplina, la posibilidad que tiene la arquitectura de cambiar el mundo y nuestros esquemas mentales.

Nieta de Tomás Bilbao, arquitecto y ministro durante la Segunda República española, asegura que su fuerte compomisio social le viene precisamente del exilio al que se vio abocado su abuelo al concluir la Guerra Civil, y que le llevó primero a Francia y después a México. "Crecí con un fuerte sentido de la responsabilidad social, del respeto por el bien común, al ser mi familia refugiados de guerra", aseguraba recientemente durante su participación en Madrid en Next In, un foro organizado por Acciona Cultura que ha reunido a expertos de todo el mundo para analizar el presente y futuro de la museología y su impacto social. Aprovechando su paso por España, hablamos con ella. De arquitectura y de política. "Porque la arquitectura ES política", enfatiza Tatiana Bilbao.

PREGUNTA. Usted sostiene que la arquitectura puede cambiar las sociedades, ¿verdad?

RESPUESTA. Sí. La arquitectura determina la sociedad. Hoy en día vivimos como vivimos por la arquitectura. La arquitectura tiene realmente un poder importante. La arquitectura determina cómo habitamos, cómo nos movemos, cómo vivimos…

P. ¿Me puede dar algún ejemplo?

R. Un ejemplo muy claro es la vivienda. La vivienda está pensada para sostener ciertas formas de habitar. Casi todo el parque habitacional del planeta está formado por una casa que se fundamenta en la relación entre un hombre, una mujer y sus hijos, y la casa está diseñada para eso. La sociedad se ha tenido que adaptar a habitar así, pero no necesariamente hay que habitar de ese modo. De hecho, ese tipo de vivienda tiene su origen en una forma de pensar muy específica de esta parte del mundo, y el resto del planeta se ha ido adaptando en el último siglo a esa forma de habitar, antes no habitaba así. Lo que ocurre es que se le ha impuesto esa forma de habitar. Eso muestra cómo la arquitectura tiene mucho poder.

P. Dice que el modelo de casa que conocemos en Europa no es el único modo de habitar, que hasta hace unas décadas en otras parte del mundo se habitaba de otra forma. ¿Cómo eran esas otras casas?

R. Todas eran muy distintas, de ninguna forma había esta homogeneidad que vemos ahora. En México, el país que yo habito, hoy se reconoce que había 67 diferentes tipos de culturas. Yo no sé quién hizo esa clasificación ni de dónde sacaron ese número, pero no hay duda de que hay una enorme cantidad de distintos tipos de culturas y que todas tenían una forma muy distinta de entender el espacio construido.

P. ¿Me puede dar por favor un ejemplo?

R. Le pongo un ejemplo que todavía es muy visible actualmente en la zona maya de la península de Yucatán. Esa sociedad no es que fuera perfecta, era también una sociedad absolutamente patriarcal, así que no la estoy idealizando sino que simplemente la pongo como ejemplo para demostrar que existen distintas formas de habitar. Esa sociedad no entiende la casa como una unidad independiente que sostiene a una pareja con unos hijos, la llamada familia nuclear. Para ellos, la familia o unidad que se sostiene en sí misma ocupaba un espacio del tamaño de una cuadra, porque se adaptaron a la forma colonial de establecer el urbanismo a través de retículas o cuadras. Colocaban sus pequeñas unidades, que no son casas sino espacios multiuso, cercanos a la calle, y el centro era el espacio donde sucedían las labores reproductivas: la cocina, el lavado, el aseo de las personas… En las estructuras que daban a la calle se realizaban distintas actividades que pasaban durante el día, actividades más en relación con el exterior, por lo que ese espacio se podría relacionar de algún modo con el salón de las casas actuales. Pero era mucho más: era también dónde se dormía cuando el clima no lo permitía (cuando sí acompañaba se dormían afuera, en el centro de la cuadra), así que era un espacio multiusos, un espacio multicambiante.

P. ¿Y ese tipo de vivienda sigue existiendo?

R. Sí, esta forma de habitar todavía existe en muchas comunidades de la zona maya. Sin embargo, la legislación en México no cuenta esas construcciones como casas, en México una casa solo es aquella que tiene en su interior una cocina, un baño, al menos dos recámaras y un espacio abierto que es el salón o el espacio de comer. Si una estructura no incluye todos esos elementos, entonces no se llama casa, no se tiene legalmente en propiedad una casa y no se puede acceder a subsidios ni a créditos ni a nada. Eso está haciendo que el espacio construido se está transformando muy rápidamente, porque si no se tiene una casa no se puede acceder a todo el sistema legal, institucional y bancario, y eso es un problema radical. Y a eso se añade un tema cultural muy importante, en el que hemos impuesto una forma de vivir a la gente haciéndole creer que eso es el progreso, que es lo que hay que hacer para vivir en esta sociedad contemporánea. Es un ejemplo muy claro de cómo la arquitectura está cambiando nuestras formas de vivir de manera muy rápida y muy impositiva. La arquitectura determina cómo habitamos.

placeholder La arquitecta Tatiana Bilbao, durante su participación en el foro Next In, organizado por Acciona Cultura. (Acciona Cultura)
La arquitecta Tatiana Bilbao, durante su participación en el foro Next In, organizado por Acciona Cultura. (Acciona Cultura)

P. ¿Usted cómo considera que deberían de diseñarse las ciudades y las viviendas? ¿Cómo deberían ser?

R. Yo creo que hoy ya no deberíamos de pensar en la ciudad desde cero. La tabula rasa nunca ha existido, y hoy se debería de pensar en eso aún menos, porque ya tenemos más metros cuadrados construidos de los que, con mucho, necesitamos todos los seres humanos del planeta. El problema es que esos metros cuadrados están mal distribuidos, pero los tenemos. Así que más que pensar en cómo construir las ciudades, debemos pensar en cómo transformarlas. Es algo muy difícil, porque en Europa la mayoría de las ciudades se consolidaron hace muchos siglos y tienen otra lógica, pero se han expandido y se han transformado siguiendo la lógica de la ciudad industrial, de la ciudad de producción. Y las ciudades más nuevas en continentes como Latinoamérica -donde hay culturas milenarias, pero donde las ciudades se han desarrollado en un periodo mucho más cercano- las ciudades están trazadas siguiendo la forma de producción y la forma de explotación de la energía. La ciudad existe por el coche, y el coche existe por la gasolina, que es la energía. Y la ciudad también existe para poder conectar al ser humano con los lugares de producción y que ese esquema productivo sea eficiente. Las ciudades no están hechas, como sí lo estaba antes, para sostener a la gente, para vivir y después producir. Están completamente deshumanizadas.

P. ¿Y qué se puede hacer?

R. Yo empezaría por transformar la ciudad de la producción y convertirla en la ciudad del cuidado. La ciudad del cuidado es la ciudad que sostiene a los cuerpos humanos para existir primero y luego para producir. Ahora mismo vivimos en una sociedad en la cual para existir tenemos que producir; se nos olvidó, no sé cómo, que para producir, tenemos primero que existir, no al revés. Sin embargo hoy para comer, para tener un techo arriba de nosotros y para tener salud, tenemos primero que producir, y eso genera esta contradicción en la que vivimos y que cada vez se vuelve más complejo. Entonces, ¿cómo generar una ciudad que primero sostenga los cuerpos para comer, para tener techo, para tener salud y luego para salir a producir? Para mí el modo es crear ciudades de cuidado, ciudades en las que lo primordial está en reproducirnos, en los valores de cuidado desde que una persona nace hasta que muere, labores básicas como comer, crecer de manera saludable, dormir, etcétera. Yo por eso creo que la transformación de los núcleos habitacionales en centros de reproducción haría que las ciudades, en efecto dominó, se transformaran.

Es una idea muy muy amplia y algo utópica, pero creo que es posible. Ya hay muchas ciudades que ya se empiezan a transformar en ese sentido porque la gente se está resistiendo profundamente, en Europa hay varios ejemplos. La sociedad de Berlín, por citar un caso, produjo una resistencia importante ante la gentrificación que experimentó cuando cayó el muro, y se generó entonces todo un esquema social que transformó la forma de hacer ciudad y que todavía está luchando por sobrevivir, porque ahora está teniendo lugar una segunda fase de gentrificación muy fuerte. Y otro ejemplo es Barcelona, donde se están transformando incluso las legislaciones para generar procesos cooperativos y producir espacios de vivienda que sostienen todas esas labores en general de las que le hablaba. Y en otros continentes como por ejemplo América, el mío, se están retomando ideas de habitar no tan lejanas, como la cuadra maya de la que le hablaba anteriormente. No en lugares como la Ciudad de México -donde empieza a haber formas de resistencia, aunque todavía no tan claras- pero sí áreas suburbanas sí se están empezando a sostener esas otras formas de habitar más comunitarias y que eran más predominantes a principios del siglo pasado.

Si en nuestros edificios hubiera espacios comunes para cocinar, lavar y cuidar a niños y adultos, se avanzaría muchísimo en la igualdad

P. Si no me equivoco, usted sostiene que la arquitectura también puede contribuir a la igualdad entre hombres y mujeres. ¿Significa eso que hay una arquitectura que fomenta la desigualdad?

R. Sin duda, y es la arquitectura de hoy. La casa que le describía anteriormente, concebida para albergar a un hombre, a una mujer y a sus hijos, es la estructura más discriminante que existe. Al reducir la posibilidad de habitar a una familia nuclear, se está determinando que en ese núcleo tan pequeño se tienen que hacer todas las labores para existir. Y como esas labores no están reconocidas como un trabajo productivo y no se pagan, es la persona adulta más vulnerable de esa ecuación la que tiene que hacerse cargo de ellas. Hoy en día sabemos que el salario de las mujeres es un 95% más bajo que el de los hombres, así que ¿quién va a dejar de hacer el trabajo productivo? Pero si empezamos a pensar que esas labores no se tienen que realizar en esos núcleos individualizados y muy cerrados, si empezamos a pensar que esas tareas se pueden hacer de forma colectiva, podemos generar mucha más igualdad. En el momento en el que podamos compartir esas labores en colectivo y que no las tenga que hacer la persona vulnerable de un núcleo, sin duda vamos a poder eliminar barreras de igualdad muy importantes. Si en nuestros edificios hubiera espacios comunales para cocinar, para lavar, para cuidar niños, para cuidar adultos, para cuidarnos a nosotros mismos cuando estamos enfermos, esas tareas dejarían de estar individualizadas y se avanzaría muchísimo en la igualdad. Lo ideal sería que la sociedad reconociera la importancia de esas laboras y las pagara. Yo no soy economista, pero como arquitecta lo que puedo hacer es pensar en cómo transformar ese espacio para que sea más viable. Y para mí es a través del colectivo, no hay otra forma.

P. ¿Por qué no se lleva a cabo, por qué no se hace?

R. Creo que hay muchas, muchas razones, pero la primera creo que tiene que ver con la concepción de la familia como centro de producción y con la defensa conservadora del núcleo familiar. El espacio físico ha respondido siempre a eso y es algo que a mí me costó mucho trabajo cuestionar y criticar. Yo tardé mucho en cuestionar la casa, al principio de empezar a trabajar ni me lo planteaba, daba por hecho que las casas tenían que ser como eran, con una cámara más grande para los padres y otras más chicas para los hijos. Tardé tiempo, pero llegó un momento en que empecé a plantearme por qué tenía que ser la casa así, por qué estaba hecha para discriminar. No llegué a esa idea de manera lineal, y tardé 20 años en pensarla. Ahora a mis alumnos les digo siempre que repiensen las estructuras, que piensen en la sociedad en la que estamos y que no den nada por sentado.

P. Supongo además que el cambio climático hace aún más necesario repensar las estructuras arquitectónicas, ¿no?

R. Sin duda. El cambio climático es parte central del cuidado, porque somos seres interdependientes. Pero no solo entre nosotros mismos, también somos dependientes de todos los organismos vivos de este planeta y, sin embargo, no entendemos que somos parte de ese sistema, creemos que podemos sobrevivir nosotros solos y que con dinero se arregla todo. Tenemos que ser conscientes de que somos seres interdependientes y empezar a estar en sintonía con el planeta.

"El cambio climático es parte central del cuidado, porque somos seres interdependientes"

P. Después de todo lo que me ha dicho entiendo que para usted la arquitectura está cargada de ideología, que es un arma política...

R. Al cien por cien. La arquitectura es política. La arquitectura es un medio para que podamos habitar el planeta, y eso es la política, un espacio de mediación entre A y B. La arquitectura no es más que política.

P. ¿Y qué le parecen los arquitectos-estrellas, levantando edificios a cada cual más alto, más grande y más raro?

R. Responde a la idea de pensar en la arquitectura como algo que tiene como objetivo final la expresión formal. Evidentemente, la forma es fundamental, porque sin ella no puede haber arquitectura, pero para mí es un medio, no un fin. El fin es hacer que la gente puede habitar este planeta, y la forma tiene que estar supeditada a ese fin, para mí eso es la arquitectura. Sin embargo, creo que en las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI se llevó a un extremo la idea de utilizar la forma en la arquitectura, y eso es evidentemente esto está completamente al servicio del capital y del poder, al servicio de todo menos del ser humano.

Su nombre suena insistentemente desde hace años en las quinielas del premio Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura. Pero a Tatiana Bilbao (Ciudad de México, 1972) nada le podría importar menos que los galardones, aunque tiene muchos. A esta arquitecta y profesora de la Escuela de Arquitectura en la Universidad de Yale lo que le interesa es la dimensión social de su disciplina, la posibilidad que tiene la arquitectura de cambiar el mundo y nuestros esquemas mentales.

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