Es noticia
Una propuesta francesa para recuperar la meritocracia y atajar "la ira de los resentidos"
  1. Cultura
Entrevista con Sophie Coignard

Una propuesta francesa para recuperar la meritocracia y atajar "la ira de los resentidos"

La pensadora francesa escribe en defensa del mérito y en contra de "la tiranía de la mediocridad" que, en su opinión, está reventando desde dentro a las sociedades occidentales

Foto: Sophie Coignard. (Editions de l'Observatoire/Hannah Assouline)
Sophie Coignard. (Editions de l'Observatoire/Hannah Assouline)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Llevamos un tiempo escuchando que el mérito ha dejado de ser un ideal progresista para convertirse en el argumento de los poderosos para justificar sus privilegios. La pensadora francesa Sophie Coignard hace una enmienda a la totalidad y sostiene que este cambio de perspectiva solo contribuye a afianzar las desigualdades y erosionar el estado de derecho. En La tiranía de la mediocridad (Deusto, 2024) no niega que el ascensor social funcione cada vez peor, ni tampoco la frustración que eso está generando entre millones de personas, pero concluye que no hay ninguna alternativa realista a la meritocracia para ordenar nuestras vidas. Nos atiende por videoconferencia desde el despacho de su casa.

PREGUNTA. Es un libro escrito para el público francés, pero lo que cuenta se entiende bien en cualquier país europeo. Dicho esto, explicas que la meritocracia tiene un significado especial en Francia porque forma parte del espíritu de la Revolución y la República.

RESPUESTA. Recordemos que el concepto de mérito nace con la Ilustración. En 1726, un aristócrata, el caballero de Rohan, muestra todo su desprecio por un burgués llamado Voltaire, quien le responde: "Yo estoy empezando a crearme un nombre, pero usted está dando por terminado el suyo". Beaumarchais, medio siglo después, hace decir a Fígaro todo lo que piensa de la transmisión de privilegios de padre a hijo en una discusión con el conde Almaviva: "Nobleza, fortuna, un rango, posiciones, todo eso que te hace tan orgulloso. ¿Qué has hecho tú para conseguirlo? Solo el trabajo de nacer". Luego, la Revolución Francesa abole esos privilegios. Y después, para formar cuadros competentes para los empleos públicos importantes, se crean las primeras "grandes escuelas": la Politécnica y la Escuela Normal Superior, que nacen en 1794. Los republicanos blanden el mérito como estandarte frente a los monárquicos y conservadores durante todo el siglo XIX. El Frente Popular exalta el mérito y el Consejo Nacional de la Resistencia (CNR), en 1944, publica una carta que lo reclama. Durante todas estas décadas, el mérito es un valor progresista, un valor de la izquierda.

P. Ahora, sin embargo, vuelve a la concepción con la que se inventó el vocablo. "Meritocracia" se invneta como término en una novela distópica, ¿no?

R. Sí, el neologismo fue acuñado por el sociólogo laborista Michael Young, en el Reino Unido, en la década de 1950. Es una novela distópica que imagina una sociedad en la que la igualdad de oportunidades está rigurosamente asegurada, de modo que aquellos que tienen éxito solo lo deben a su talento y esfuerzo, mientras que los perdedores solo pueden culparse a sí mismos. No pueden echar la culpa a la sociedad ni a la mala suerte, así que están condenados a ser infelices y a sentirse inferiores. Y a ser percibidos como seres inferiores. Irónicamente, el término pierde su carácter peyorativo.... hasta 1980. A partir de entonces lo empieza a recuperar poco a poco. Y ese cambio de tendencia se ha ido acelerando hasta hoy.

Foto: Samantha Hudson en el Sónar. (EFE/Alejandro García)

P. La meritocracia está siendo cuestionada en casi todas las sociedades occidentales. En el libro explicas que, para los perdedores del sistema, solo hay dos caminos lógicos tal y como tenemos planteada la sociedad: frustrarse o atacar a las élites, negando que exista la meritocracia. ¿Se puede arreglar este sentimiento?

R. Estoy convencida de que la respuesta a esta pregunta debería ser una preocupación primordial para las democracias liberales. Tiene que serlo si quieren contener el populismo. Y es la razón por la que hice esta investigación y escribí este libro. Yo creo que el camino no puede ser destruir el concepto de mérito, suprimiéndolo o disminuyéndolo, como se está haciendo en Francia desde hace diez años. Hemos acabado con todas las becas otorgadas a los estudiantes con buenas notas que no tienen dinero para seguir estudiando. Se han producido infinidad de intentos de nivelación en los centros educativos, relativizando el mérito de los buenos estudiantes, reduciendo las exigencias escolares, premiando el fracaso, cuestionando la transmisión de conocimientos... Y es evidente que solo se está consiguiendo profundizar las desigualdades.

P. En el libro explicas que el capitalismo financiero hace que la meritocracia sea cada vez más complicada de defender porque las personas ya no dependen tanto de su trabajo, de su esfuerzo, como del dinero del que dispongan para invertir.

R. La importancia de la herencia en el patrimonio de los franceses no ha dejado de aumentar desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En 60 años, ha pasado del 35 al 60%. Además, el patrimonio está extremadamente concentrado: la herencia media del 0,1% más rico, en Francia, es 180 veces más alta que la herencia mediana. Ante estas cifras, propias de hace un siglo, se hace difícil creer en la igualdad de oportunidades y en las virtudes del mérito. El contrato social de la Ilustración se ve cuestionado, mientras que las clases medias experimentan un sentimiento de traición legítimo.

placeholder 'La Tiranía de la Democracia' de Sophie Coignard.
'La Tiranía de la Democracia' de Sophie Coignard.

P. ¿Existen alternativas a un sistema meritocrático?

R. La única alternativa, en mi opinión, es rehabilitar el mérito. Al menos, crear condiciones que le sean favorables. Por ejemplo, multiplicar los internados de excelencia gratuitos para los alumnos que viven en situaciones familiares poco propicias al estudio, promover de nuevo las becas al mérito para restaurar la equidad entre los estudiantes y evitar que se vean obligados a realizar "trabajitos"... Al mismo tiempo, es necesario reconocer y premiar el trabajo de las personas que se desempeñan fuera de la "élite cognitiva": los artesanos, los agricultores, las enfermeras, los auxiliares... Si esa gente se siente frustrada, desplazada o enfadada, van a enmendar el sistema. Tenemos que blindarlo recuperando a toda esa gente.

P. ¿Pero no hay alternativas para ordenar la sociedad, entonces?

R. Ninguno de los detractores del mérito propone una solución convincente. Algunos hablan de instaurar el azar, de enviar solicitudes... Creo que son chorradas. El mérito es como la democracia: el peor de los sistemas a excepción de todos los demás. Quiero decir que, cuando leo esas teorías que lo cuestionan me doy cuenta de que son muy inteligentes, de que son muy interesantes, muy seductoras. ¿Pero cuál es la alternativa que proponen? ¿Las castas de la India? ¿Una lotería para definir tu papel en la sociedad? ¿Volver a un sistema aristocrático? Dedican un montón de páginas a la crítica, pero ninguna a la alternativa.

P. Quizá en sus teorías queda implícito que la alternativa es una sociedad más igualitaria donde los gobiernos ejerzan su autoridad para perseguir ese ideal.

R. Por supuesto, lo que dicen es que hay que dejar atrás el ideal de la igualdad de oportunidades y habilitar otro tipo de igualdad, repartiendo los puestos para que todos se sientan representados. No se trata de admitir o premiar a los estudiantes más capacitados, a los mejores en los exámenes o pruebas, sino que se trata de que todas las minorías, todas las clases sociales, todos los sexos... de que todos estén representados de una manera parecida. Como sabes, parte de la idea de que la pelea por el merito está trucada porque hay personas que cuentan con mucha más ayuda para ganarla: un capital social, cultural, económico... Pues bien, yo estoy convencida de que eso no funciona. Hay muchos ejemplos en los experimentos realizados en Francia en los últimos años que lo confirman.

"El mérito es como la democracia: el peor de los sistemas a excepción de todos los demás"

P. En un momento del ensayo sugieres que los que más critican la meritocracia son aquellos que partían de posiciones de privilegio. ¿Crees que realmente hay un patrón?

R. No diría tanto. Pero es irónico que uno de los detractores del mérito sea Michael Sandel, que es uno de los mayores mandarines del sistema académico estadounidense. Este tipo es un profesor de Harvard y una verdadera estrella de rock. Sus cursos online son seguidos por millones de personas. ¡Pero él es un producto puro del sistema meritocrático! En Francia hay muchos casos, como el de un escritor y abogado muy brillante que ha seguido el más prestigioso cursus honorum y que se burla del mérito. Lo hace ante una asamblea de privilegiados que ríen como locos con sus provocaciones. Cuando los veo, no puedo dejar de pensar en los niños de las clases medias o populares que sueñan con poder evolucionar en los mismos círculos que él, pero que temen encontrarse con un techo de cristal no por el mérito, sino por un cuestionamiento que destruye sus esperanzas de emancipación.

P. Sugiere que es necesario controlar a los resentidos. ¿Cómo se controla eso en un sistema democrático?

R. No digo que haya que controlarlos, no con esas palabras. Digo que hay que integrarlos en la aventura republicana. Es muy complicado hacerlo, como muestran las revueltas que están teniendo lugar en Francia. Pero es indispensable hacerlo o el sistema se derrumbará bajo su ira.

Foto: EMichael J. Sandel. (Debate)

P. ¿Han acumulado demasiado poder las personas más formadas? Dedicas un capítulo a eso, tratando de explicar por qué hay tanto resentimiento frente al mundo de los expertos, etcétera.

R. Ciertamente. Los miembros de la élite cognitiva han tomado demasiada importancia en comparación con otros grupos. Al menos en términos de reconocimiento social y gratificación financiera. Desde este punto de vista, es necesario realizar una revolución pacífica para otorgar a cada uno el lugar simbólico que se merece en la sociedad.

P. ¿Crees que las nuevas generaciones son cada vez menos ambiciosas?

R. Sí, además es algo que se observa en todos los países. Hay múltiples causas para explicarlo, pero el fin de la creencia en un futuro mejor ocupa un lugar importante.

P. Sostienes que la educación se ha degradado ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

R. El mayor problema es que se esté cuestionando la transmisión de conocimientos. Y que se pretende reemplazar por una pedagogía etérea que, bajo el pretexto de reducir las desigualdades, solo las ha profundizado. Por una razón muy simple: cuando los conocimientos fundamentales ya no se enseñan en la escuela, los más desfavorecidos social y culturalmente son las primeras víctimas. Mientras, los más favorecidos encuentran en su hogar, en su familia y su entorno, los recursos necesarios para compensar la degradación del sistema educativo y seguir avanzando.

Foto: Dos mujeres en la plaza de George Floyd en Mineápolis, un año después de su muerte. (EFE/Craig Lassig)
TE PUEDE INTERESAR
El declive de la 'doctrina woke' en su meca: Estados Unidos
Argemino Barro. Nueva York

P. En el libro argumentas que la ideología woke ha acentuado el problema.

R. La ideología woke se nutre de las mismas fuentes de las que se nutre el desprecio por el mérito. Divide toda la sociedad entre víctimas y depredadores. Transmite la idea de que el mérito es una especie de escaparate engañoso que oculta una realidad culpable: la perpetuación de los privilegios, la reproducción social, el monopolio de una nomenklatura sobre los puestos de poder. Esta visión no es completamente falsa, pero se utiliza para cuestionar el mérito y no al revés. En Francia, al menos, ha contribuido a profundizar las desigualdades escolares.

Llevamos un tiempo escuchando que el mérito ha dejado de ser un ideal progresista para convertirse en el argumento de los poderosos para justificar sus privilegios. La pensadora francesa Sophie Coignard hace una enmienda a la totalidad y sostiene que este cambio de perspectiva solo contribuye a afianzar las desigualdades y erosionar el estado de derecho. En La tiranía de la mediocridad (Deusto, 2024) no niega que el ascensor social funcione cada vez peor, ni tampoco la frustración que eso está generando entre millones de personas, pero concluye que no hay ninguna alternativa realista a la meritocracia para ordenar nuestras vidas. Nos atiende por videoconferencia desde el despacho de su casa.

Trabajo Estudios superiores
El redactor recomienda