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¿Quién prefieres ser, Amadeo Lladós o Pedro Sánchez?
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Galo Abrain

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¿Quién prefieres ser, Amadeo Lladós o Pedro Sánchez?

Hay preguntas que trascienden lo racional para desvelar los traumas de una sociedad. Esta no es una de ellas, pero todos a los que se la hago se acaloran

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Rodrigo Jiménez)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Rodrigo Jiménez)
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Desde hace algunas semanas, pulula entre varios amigos un debate que se ha hecho merecedor de ir saltando de grupo en grupo. Creo que su acelerada polinización nace en la trascendencia del interrogante. Si Aristóteles se preguntó; ¿qué es el ser?, y Albert Camus aseguró que el único problema filosófico verdaderamente serio era el suicidio, yo digo: ¿Quién prefieres ser, Amadeo Lladós o Pedro Sánchez?

La cuestión se las trae, no se vayan a pensar… Han volado collejas alrededor de esta polémica. Para quien despiste el nombre de Amadeo Lladós, diré simplemente que se trata de un maquinamusculado, adicto a las burpees, el dinero y la materialización viral del famoso: No pain no gain. Uno de esos llamados coach que te vende la doctrina militar de saltar del catre a las 5 de la mañana, no beber, no festejar, y que llamó la atención de media España presumiendo de no aguantar en una cafetería madrileña, ya que solo veía: "Fucking croissant, fucking tostada con mermelada, panza, panza, mileurista, mileurista". Por supuesto, al gallito ciclado no tardaron en lloverle críticas como huevazos. Pero, como seguro diría él, los convirtió en una tortilla, —de claras, obviamente, las calorías a raya—. Hasta el punto en que, tócate los cojones, aquí estamos hablando del menda.

Sea como fuere, la pregunta: ¿Lladós o Sánchez? ha causado un furor a mi alrededor que merecía externalizarse. Yo, ingenuo de mí, desde la primera vez que planteé el dilema, supuse que la gran mayoría respondería… Pedro Sánchez. ¿Por qué? Pues porque más allá de los colores que revistan el corazón de cada uno, me parece menos escandaloso querer ser un zorro político que un orangután millonario. Soy consciente de que esto último encenderá la mecha de muchos que preferirían sentarse con los pantalones bajados sobre un termitero con el culo untado de Nutella, antes que homologarse al actual presidente del Gobierno. Sin embargo, tengo mis razones para padecer una alergia aguda a tipos como Lladós.

Para empezar, me pone los pelos como escarpias que se digan estoicos. Ha eclosionado a través de las redes una nueva moda de tiparracos hinchados como globos de Winstrol, que vienen alabando la escuela filosófica descorchada por Zenón de Citio hacia el 300 a. C. El propio Lladós, en más de una ocasión, ha asegurado tener al emperador Marco Aurelio (reconocida figura del estoicismo tardío) como un referente. "Vivo como un emperador romano en tiempos actuales", tuvo los bemoles de soltarle a Alfredo Pascual en una entrevista para este medio. Pero, ojo, que no es el único, ya les digo. En cualquier gimnasio tiras una china y empiezan a salir iluminados de estos como indepes en Sant Martí d'Albars.

Ellos descontrolan su exhibicionismo. Disfrazan las decisiones de un ascetismo de plastilina que sufren —¡ja!— en chalets con piscina

Pero no, amigos, ellos no son estoicos. No dividen retórica y dialéctica, ni alcanzan la bienaventuranza peregrinando interiormente hacia el autocontrol. No pisotean la vanidad, anteponiendo el deber de su posición estructural. Ellos descontrolan su exhibicionismo. Disfrazan las decisiones de un ascetismo de plastilina que sufren —¡ja!— en chalets con piscina. Son mercachifles de ellos mismos, y gozan vendiendo la moto-bufa para pagarse los caprichos en los que respaldan el babeo de los pelados que les admiran.

Si les tengo que dar un chance… más que en el estoicismo helenístico, se lo daría en el neoestoicismo del siglo XVI (Quevedo way of life). A este se dan un aire, con la salvedad de la figura a quien deben rendir homenaje. En el pasado, Dios, el de arriba, el que cortaba el bacalao, era el referente frente al que había que doblar el espinazo en esta teoría filosófica. Las pasiones como la gula, la alegría, el dolor y el miedo, debían mantenerse a raya porque el gran JC así lo había dictaminado. Sin embargo, hoy Dios no es trino, solo uno: el Yo. Y estos ciclados mesiánicos quizás alcancen algo parecido a la ataraxia, más solo por una autoadoración que los pone como un chubesqui. Porque lo que les mola es rendir culto a sus deseos, que por muy estoicos que se digan tienen de discípulos de Séneca lo que yo de rock star. Las ganas, como mucho.

Foto: El influencer Amadeo Llados. (Llados Fitness)

Lejos de mí provocar en ustedes la idea de un despertar catolicazo en mí. Nada de eso. Por estar, no estoy ni bautizado. Pero no hace falta oler a incienso para darse cuenta de que es insano sentir una devoción religiosa por uno mismo, y ganar millones con ello. Eso es pornografía del ser. Un onanismo espiritual embutido en la estructura social. Y bien es cierto que, en esta línea, el aforismo: "si no puedes ser profundo, al menos sé excéntrico", a estos dealers del masoquismo les viene de perlas, pues aunque sea para decir de ellos que están más sonados que las maracas de Machín, consiguen lo que desean: llamar la atención. A pesar de esto, da yuyu pensar que hay tantísima gente perdiendo los papeles por salir en esa peli con un solo personaje, y millones de espectadores aplaudiendo la actuación con las orejas, si hace falta.

¿Pedro Sánchez o Lladós? Sin ser, ni mucho menos, cheerleader del presidente, me sienta mejor vestirme su piel que la del coach motivacional. Pedro Sánchez se habrá revelado como un oportunista maquiavélico que ha jugado las cartas del perverso juego de la política con dotes de tahúr, pero al menos es una figura que necesita reivindicar un mínimo de ilustración para representar su papel.

Encarna poder y responsabilidades, y ha demostrado ser un fajador político de aúpa. Mientras que Lladós, por su parte, afirma, corajudo, haber ganado su primer millón sin leer un solo libro, cosa que tiene gracia con la loto, pero que por lo demás da fe de lo rentable que es la engañifa y la corrupción. Sea esta ética, moral o legal.

Doy por sentado que muchos de ustedes no estarán de acuerdo conmigo. Y está bien, de eso va este invento tan apañado al que llamamos intercambio de opiniones (que según quien se empeña en joder). Pero lo más llamativo para mí del asunto ni siquiera es la respuesta a la pregunta, sino la vibrante controversia que, cuando he descargado la cuestión, se libera. Quizás porque entre pillos anda el juego, y ambos son una parte llamativa y polémica de nuestra sociedad. Quizás porque no queremos ser ninguno, aunque los tengamos hasta en la sopa. No lo sé… Ahora, es su turno para responder. ¿Quién prefieren ser, Amadeo Lladós o Pedro Sánchez?

Desde hace algunas semanas, pulula entre varios amigos un debate que se ha hecho merecedor de ir saltando de grupo en grupo. Creo que su acelerada polinización nace en la trascendencia del interrogante. Si Aristóteles se preguntó; ¿qué es el ser?, y Albert Camus aseguró que el único problema filosófico verdaderamente serio era el suicidio, yo digo: ¿Quién prefieres ser, Amadeo Lladós o Pedro Sánchez?

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