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El Indiana Jones ochentero es machista, racista y cutre, pero no lo cancelaría por nada del mundo
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Paula Corroto

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El Indiana Jones ochentero es machista, racista y cutre, pero no lo cancelaría por nada del mundo

Los personajes femeninos son tres arquetipos para tirar ya a la basura y la representación de otros pueblos no pasaría hoy el filtro. Es una saga que envejece mal, pero sigue siendo divertida

Foto: Harrison Ford y Karen Allen en 'Indiana Jones en busca del arca perdida'.
Harrison Ford y Karen Allen en 'Indiana Jones en busca del arca perdida'.
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Estas navidades volví a revisar las tres películas de Indiana Jones que se estrenaron en cines en los ochenta. Ahora es posible si tienes la plataforma Disney +. Han aprovechado a colar toda la saga, ya que también han subido la última, Indiana Jones y el dial del destino, con la que cierran finalmente toda la aventura (ya que el pobre Indy tampoco es que dé para mucho más). Supongo que las fiestas navideñas son esa época en la que a todos nos da por mirar para atrás y a lo tonto yo llegué hasta la infancia.

Y lo que me encontré con mis gafas de 2023, ya a puntito de 2024 —que desgraciadamente no son las de una niña— son tres historias de aventuras con un personaje que me revolvió en el sofá y no precisamente para bien. De repente fue como estar viendo otras películas, otro héroe, incluso a otro Spielberg —quien por cierto me ha encantado en Los Fabelmans—. Y sí, sin paños calientes: Indiana Jones es una saga racista, machista y cutre. Ha envejecido muy mal. Hasta los propios creadores lo han comentado en alguna ocasión, sobre todo en referencia a la segunda peli, la del templo maldito, con unos indios (de La India) a los que les falta salir en taparrabos a los pobres.

Empecemos por la primera, la del arca perdida, de 1981. La historia tiene una presentación del personaje alucinante con esa incursión en esa cueva. Y ya con escenas míticas como la de la bola rodante. Y con esos primeros indígenas que viven como si fuera el Neolítico. Después le vemos como profesor de arqueología en la universidad con un montón de alumnas a las que les falta el babero (por el embeleso). Y, en fin, da comienzo la peripecia con ese viaje, primero a Nepal y después a Egipto en busca de ese cofre mítico y religioso. En las montañas nepalíes hace aparición la chica de la peli. Por cierto, en las tres películas solo hay tres personajes femeninos, uno por historia.

Hay que ser mujer de pelo en pecho bebedora hasta tumbar a treinta nepalíes para no ser la típica chica a la que se le rompe una uña y llora

En este caso se trata de Marion Ravenwood —Karen Allen—, una chica que regenta un bar y que bebe como una cosaca porque hay que ser mujer de pelo en pecho bebedora hasta tumbar a treinta nepalíes para no ser la típica chica a la que se le rompe una uña y llora. El feminismo con gafas de tío, que esto lo he visto yo mucho en pelis y anda que no pesa esta losa. La otra imagen era la de fumar veinte cajetillas de Ducados y tener voz de oso cavernario. Otro dato que no pasa desapercibido es que hay un momento en el que Marion le dice a Indy que ella y él tuvieron un algo cuando ella tenía 16 años y el 26 aunque es cierto que no se concreta el qué. Luego es verdad que esta Marion no es la peor de la saga. Al menos hace un buen tándem aventurero con Indy y las escenas entre los dos, incluso de cierto flirteo, no dan vergüenza ajena. Son simpáticas.

Mucho peor es el personaje de Willie Scott —Kate Capshaw, que acabaría convirtiéndose en la mujer de Spielberg— en Indiana Jones y el templo maldito (1984). Porque esta sí que es el típico y ya viejísimo arquetipo de rubia que cree que llega el apocalipsis si pierde un tacón. Que podría ser una caricatura y todo bien, pero Indy se prenda porque le da igual ocho que ochenta. En esta cinta es donde salen los indios comiendo ojos, cucarachas, serpientes y todo tipo de insectos vivos a cada cual más asqueroso. Porque esa es la gastronomía india tradicional. Luego aquí nos enfadamos cuando hacen una película y ponen los San Fermines en Sevilla y cosas así.

placeholder Harrison Ford junto a Kate Capshaw en 'Indiana Jones y el templo maldito'.
Harrison Ford junto a Kate Capshaw en 'Indiana Jones y el templo maldito'.

En la tercera, Indiana Jones y la última cruzada (1989), aparte del asunto de la paternidad —que luego me centraré en esto— tenemos al tercer estereotipo femenino: la nazi. Pero sin máscaras ya. Alison Doody —nunca más se supo de ella— interpreta a Elsa Schneider, ayudante de los nazis a la caza del santo grial. Mala, malísima. Y guapa, guapísima. Tanto Indy como su padre se acuestan con ella porque qué más da que apoye a un tipo como Adolf Hitler que quiere controlar el mundo, cargarse a todos los judíos… Que ellos están muy en contra de los nazis, pero con Elsa se hace una excepción. El caso es que ella, como mujer ultraegoísta que es (y tonta un rato) cae al final por una grieta a las profundidades del magma terráqueo. Ellos todos se salvan.

Dicho todo esto pareciera que quisiera que quitaran todas estas películas de las plataformas y de la faz de la Tierra. Nada más lejos. Por varios motivos. Uno es obvio y muchas veces desaparece en estos debates sobre la cancelación, la censura, etc. Y es que las gafas de 2023 no pueden ser jamás las que teníamos en los ochenta. Se hicieron las películas que se hicieron, las series que se hicieron, los programas de televisión que se hicieron. Había un discurso y una forma de ver el mundo que no era el mismo y por esta razón tan obvia no pueden cancelarse porque ahora nuestra mirada haya cambiado. Lo que sí puede apuntarse y, además, creo que es bastante positivo, son aquellas cuestiones que nos chirrían. Hay quien dice que chirrían por puritanismo, por mojigatería, porque somos unos moralistas. Yo creo que no. Chirrían como chirría ahora que una mujer, por ejemplo, no pueda estudiar o no pudiera dirigir un periódico, que era algo que hace algún tiempo se veía de lo más normal. Chirrían porque creo que, en este aspecto (quizá no así en otros) somos mejores y tenemos más derechos. Yo, desde luego, no volvería por nada del mundo.

Otro motivo por el que a Indy no se le puede cancelar nunca: porque son películas que te hacen pasar un buen rato sin ir más allá (no hagáis como yo) y a un niño/a le van a encantar. Porque sí, también te ríes de esos ojos en la sopa. Incluso del personaje femenino que se tiene que beber medio Nepal, de la tonta de capirote y de la mala malvada; y piensas, pues sí, esto entonces se hacía así de mal (risa floja). Y te lo pasas bomba de acción en acción. Que si ahora la montaña rusa, que si ahora se tiran de un avión en una lancha inflable, que si ahora están a punto de morir en un cubículo que se va cerrando cada vez más (y rodeados de serpientes). Y sabes que se van a salvar, que esto es como el correcaminos y el coyote, que por muchos leñazos que haya aquí no muere nadie (salvo los malos malísimos, que a esos les toca: justicia divina). Y no, no fomenta la violencia, sino la risa, que es muy sana (aunque haya chistes que también se pasan de moda porque casi todo pasa: la permanencia no existe).

placeholder El personaje nazi de Elsa Schneider.
El personaje nazi de Elsa Schneider.

Y, por último, las pelis de Indiana Jones tienen su cosita de profundidad y tampoco son mamporrazos a diestro y siniestro: ese Indy que se vuelve malo en la segunda —todos tenemos nuestra parte oscura hasta el héroe más bueno del mundo— o esa relación con su padre marcada por el desapego y el deseo de ser amado y reconocido como hijo. Que un poco de Freud tampoco falte.

En definitiva, he intelectualizado un poco el asunto, pero solo puedo decir que me lo he pasado muy bien (con mis gafas de 2023). Las tenéis todas en Disney +.

Estas navidades volví a revisar las tres películas de Indiana Jones que se estrenaron en cines en los ochenta. Ahora es posible si tienes la plataforma Disney +. Han aprovechado a colar toda la saga, ya que también han subido la última, Indiana Jones y el dial del destino, con la que cierran finalmente toda la aventura (ya que el pobre Indy tampoco es que dé para mucho más). Supongo que las fiestas navideñas son esa época en la que a todos nos da por mirar para atrás y a lo tonto yo llegué hasta la infancia.

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