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La guerra es violencia, tecno y poesía, y esta película lo demuestra
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estreno este 28 de diciembre

La guerra es violencia, tecno y poesía, y esta película lo demuestra

Charlamos con el italiano Giacomo Abbruzzese, que presenta su primer largometraje, 'Disco boy', sobre cómo es ponerse en la piel del enemigo y luchar en una guerra que no es la tuya

Foto: Franz Rogowski como Aleksei en 'Disco boy'.
Franz Rogowski como Aleksei en 'Disco boy'.

Aleksei (Franz Rogowski) es un joven bielorruso que tiene tan poco que perder que puede cruzar la frontera polaca, a riesgo de jugarse la vida, con la idea de entrar a formar parte de la Legión extranjera en Francia. Lleva tatuado un símbolo que representa su orfandad, ha perdido a su mejor amigo y no tiene reparo en luchar en cualquier guerra que no sea la suya si a cambio le dan la ciudadanía francesa. Jamo (Morr N'Diaye), en cambio, se juega la vida porque, si no lo hace, puede perderlo todo: forma parte del Frente de liberación del Delta del Níger (NDLF) y quiere que los extranjeros se vayan de la zona porque están explotando su tierra y se está quedando sin recursos. Los dos jóvenes están destinados a encontrarse.

Esa es la premisa de Disco boy, una coproducción europea (casi una Torre de Babel en la que se hablan muchas y diversas lenguas), dirigida por el italiano Giacomo Abbruzzese, que es también su primer largometraje de ficción y se estrena este 28 de diciembre. Con claros ecos de Claire Denis [directora de Buen trabajo, entre otras], la película oscila entre la realidad más dura y el mundo onírico que representa el descenso a la locura, ya sea en un amplio espacio selvático o en una discoteca llena de luces. Los ojos de los personajes cambian de color, mimetizándose, y la música disco que da nombre a la película resuena machaconamente en nuestros oídos como una amenaza inminente.

En un mundo anestesiado por las guerras, Abbruzzese ha intentado mostrar la paleta de color entera en lugar de centrarse en el blanco o el negro, porque, igual que puedes matar a tu enemigo, también puedes danzar con él o ponerte en su piel. El italiano está sentado cómodamente en una sala de los cines Embajadores: "Es la primera vez que hago una entrevista en una sala de cine, parece que van a proyectar la película", bromea, mientras bebe café y se prepara para contarnos el proceso de creación de una cinta con una particular visión de la guerra: la de los que luchan por tierras que no son la suya porque no tienen nada que perder.

placeholder Giacomo Abbruzzese durante el rodaje de su cortometraje 'Stella Maris'. (Cedida)
Giacomo Abbruzzese durante el rodaje de su cortometraje 'Stella Maris'. (Cedida)

"La inspiración para la película es un triángulo", señala, haciendo la forma con los dedos. "Llevo más de 10 años pensándola. Todo empezó un día en que me encontraba en una discoteca al sur de Italia, donde conocí a un bailarín que antes había sido soldado. Aquello me fascinó, el hecho de que el cuerpo de un bailarín y de un soldado pudieran convivir dentro de una misma persona. Pensándolo, me di cuenta de que en realidad había un punto de contacto en los dos universos: la disciplina, la coreografía y el llegar exhausto al final del día, esa sensación de estar cansado y roto. Esto fue el inicio del personaje de Aleksei".

"Hay un punto de contacto entre los universos del bailarín y el soldado: la disciplina, la coreografía y el sentirse cansado y roto"

"Hace dos años me encontraba en Kiev y conocí a un grupo de disidentes bielorrusos que me invitaron a un festival clandestino en su país", prosigue. "Acepté y así descubrí a muchos jóvenes que tenían amigos que se habían ido a la Legión extranjera y nunca volvieron, y algunos de ellos deseaban ir para conseguir el pasaporte. Era gente que no se diferenciaba en nada de mí mismo, leían libros, veían películas... Lo único diferente era que yo tenía un pasaporte italiano, y ellos, bielorruso. La tercera parte que me sirvió de inspiración fue el NDLF, el primer grupo ecologista que decidió tomar las armas. Me interesó mucho que la vanguardia de la lucha armada viniera de África, de un lugar tan devastado en donde ejercían la lucha armada de una manera tan teatral, casi parecía una performance".

Enfrentar a los dos personajes en lo que casi es una danza (la lucha entre ambos en un determinado momento se asemeja a un baile y se ha grabado con rayos infrarrojos) tiene como idea mostrar la guerra en todas sus vertientes, empatizar con cualquiera, no tomar el bando de nadie. "El problema de la guerra es que estamos acostumbrados todo el tiempo a pensar que hay un lado bueno y otro malo", indica Abbruzzese, "tenemos incapacidad de percibir o comprender al otro. Pero al final con quien haces las paces es con tu enemigo, no con tu amigo. Tienes que bailar con tu enemigo".

placeholder Morr N'Diaye como Jamo en un fotograma de la película.
Morr N'Diaye como Jamo en un fotograma de la película.

Los ojos también son —como decíamos— una parte fundamental de la historia. Jamo y su hermana tienen, al principio de la película, un ojo de cada color, algo que luego irá adquiriendo el propio Aleksei, mostrando la conexión con el enemigo. "La heterocromía me sirvió para mostrar sin palabras la relación de Jamo con su hermana y enseñar que dicha relación era mística", explica Abbruzzese. "Esto también me permitió crear a su vez una especie de herencia o unión con Aleksei. Demuestra la transformación interna. Y de una manera más conceptual está la idea principal de la película: que tienes que saber mirar el mundo con los ojos del otro".

"De una manera más conceptual está la idea principal de la película: que tienes que saber mirar el mundo con los ojos del otro"

Cada escena se nutre de la música, la otra parte esencial de la película, pese a ser tremendamente agobiante. Ha corrido a cargo del DJ Pascal Arbez (Vitalic), nacido en Francia, de padre español y madre italiana. Abbruzzese buscaba una conexión sensorial casi poética entre la música y la imagen, y por ello le interesaba la extraña combinación entre guerra y tecno para "llegar a una ascensión espiritual". Hay misticismo en las escenas de la selva, pero también en las de la discoteca, mostrando las dos caras de la moneda, el escenario abierto y el cerrado. "El tecno de Vitalic tiene una cosa melancólica, un poco lírica... Creó algunas de las pistas antes del rodaje y se convirtió en una música muy orgánica y precisa del sentimiento que yo estaba buscando para la película".

Un sueño colectivo

Además de la oniria que recubre como un halo toda la película, también encontramos metáforas continuas y difíciles de interpretar. Es complicado discernir si el público podrá entenderlas o no, pero, para Abbruzzese (que sin duda trata al espectador como un ser inteligente), también es lo de menos: "La película es abierta. No hace falta que quede claro que Aleksei tiene estrés postraumático y que por eso tiene visiones, la película se posiciona para que tú también formes parte de ella y no sepas lo que está pasando. Si todo es transparente, pierde fuerza, en nuestra vida también hay cosas que no sabemos catalogar, igual que en los sueños, que no sabemos si estamos soñando cuando suceden. La película está construida como si fuera un sueño colectivo".

"Entiendo que es muy violento levantarse cada mañana y ver imágenes de conflictos en los medios, que son casi pornográficas"

¿Qué puede aportar una película de guerra en un mundo continuamente enfrentado? "A la gente siempre le interesa la guerra, ya sea por poder o por dominación, pero los conflictos se olvidan rápido. Entiendo que es muy violento levantarse cada mañana y ver continuamente imágenes de conflictos en los medios, que son casi pornográficas (por eso en las escenas de lucha en la película usamos una cámara térmica). La realidad que vivimos es cambiante, hace 15 años se hablaba de la cuestión palestina de una manera y ahora de otra; hay cosas que cambian mucho. Incluso se ve en la sensibilidad tan diferente que hay con los refugiados, en función de si son ucranianos o árabes, por ejemplo. Lo que yo buscaba era la cuestión de la perspectiva, el que podamos interesarnos por el otro. Esta es una lección que yo mismo he tenido que aprender en mi propia vida", finaliza.

Aleksei (Franz Rogowski) es un joven bielorruso que tiene tan poco que perder que puede cruzar la frontera polaca, a riesgo de jugarse la vida, con la idea de entrar a formar parte de la Legión extranjera en Francia. Lleva tatuado un símbolo que representa su orfandad, ha perdido a su mejor amigo y no tiene reparo en luchar en cualquier guerra que no sea la suya si a cambio le dan la ciudadanía francesa. Jamo (Morr N'Diaye), en cambio, se juega la vida porque, si no lo hace, puede perderlo todo: forma parte del Frente de liberación del Delta del Níger (NDLF) y quiere que los extranjeros se vayan de la zona porque están explotando su tierra y se está quedando sin recursos. Los dos jóvenes están destinados a encontrarse.

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