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Los Grammy Latinos recalan en Sevilla y eso es una buena noticia cultural (e identitaria)
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Los Grammy Latinos recalan en Sevilla y eso es una buena noticia cultural (e identitaria)

Tiene toda la lógica que los premios se abran y salgan de un país, EEUU, que, al fin y al cabo, trata regular a su población latina

Foto: Los murcianos de Arde Bogotá están nominados a mejor álbum rock del año, 'Cowboys de la A3', y mejor canción rock, "Los perros". (Europa Press/Ricardo Rubio)
Los murcianos de Arde Bogotá están nominados a mejor álbum rock del año, 'Cowboys de la A3', y mejor canción rock, "Los perros". (Europa Press/Ricardo Rubio)

Los premios Grammy Latinos arrancan en 2000 con el fin de reconocer la excelencia comercial de la música grabada en Iberoamérica. La tarea de la elección recae (a imagen y semejanza de los Oscar o los Emmy) sobre una Academia —recordemos: del griego akadémeia, nombre del jardín de Academos, donde Platón enseñaba sus doctrinas—: la Latina de Artes y Ciencias de la Grabación, con sede en Miami. Este aprecio se materializa en los pequeños gramófonos dorados —estos, de base roja intensa: ya se sabe, el color de la pasión latina— que ya conocemos por los otros Grammy, los que otorga la casa matriz desde 1959. Si eres Rosalía o Jorge Drexler, puedes sostener hasta siete a la vez sin que ninguno acabe en el suelo; tal es la eficacia de su diseño. Si eres Juan Luis Guerra o Alejandro Sanz encargas un mueble para los 28 o 24 que te han ido tocando en tu vida de músico.

El decalaje de cuatro décadas que separa el primer Grammy a secas del primer Latin Grammy tiene una clara explicación socioeconómica: es, más o menos, el tiempo que tarda lo latino en —como le dice Rosalía a Tokischa— “ser de respeto”, en dejar de ser algo peyorativo (sudaca, se decía en España hasta hace poco) para convertirse en una cultura ganadora. Tergiversando a Shakira, ahora lo latino factura. Uno quiere creer que unos Grammy Latinos nacidos a la vez que los otros, o integrados en estos, habrían premiado a La Lupe, José Alfredo Jiménez, Héctor Lavoe, Elis Regina, Beny Moré o Atahualpa Yupanqui. Pero esta ucronía solo podría abarcarla un híbrido, bastante improbable, de ciencia ficción y periodismo musical.

Bien: estamos en Sevilla 2023, y por primera vez los Grammy se celebran en un lugar que no es Miami, Houston, Nueva York, Los Ángeles o Las Vegas. No hace falta recurrir a ideas (de/pos)coloniales para entenderlo: en un mundo que crea sucursales en función de nuestras identidades y sensibilidades culturales —anglo, afro, china, india, árabe—, tiene toda la lógica que los premios se abran y salgan de un país que, al fin y al cabo, trata regular a su población latina.

Visto así, es de agradecer que los Latin Grammy no se los haya quedado Arabia Saudí, podríamos decir en broma o en serio. Sevilla tiene coherencia como sede de una entrega de premios que tiene una categoría al mejor álbum flamenco, como también la tendrían Monterrey, Salvador de Bahía, Cali, o, fundamental y problemáticamente, La Habana. El resto es ocupación hotelera.

placeholder El productor Edgar Barrera tiene 13 candidaturas en esta edición de los Grammy Latinos. (EFE/EPA/Archivo/Caroline Brehman)
El productor Edgar Barrera tiene 13 candidaturas en esta edición de los Grammy Latinos. (EFE/EPA/Archivo/Caroline Brehman)

Un poco de historia previa a la fiesta: la primera entrega fue emitida en el año 2000 por la cadena CBS, y fue el primer programa de televisión en español emitido en Estados Unidos en horario de máxima audiencia. La euforia latina se vio truncada en la siguiente edición, que iba a celebrarse el 11 de septiembre de 2001, y con eso está todo dicho.

Después de aquella cancelación, la memoria del galardón se ha ido formando entre récords —Residente acumula 28 trofeos; el cantante Miguelito gana uno con solo ocho años—, reivindicaciones —hace cinco años fueron los pañuelos verdes por el derecho al aborto en Argentina; esta vez se hablará de Milei, de Gaza y quizá de cambio climático, porque el mes pasado un huracán se llevó por delante Acapulco—, chismes de alfombra roja —Georgina se decanta por un vestido de terciopelo de color azul, Maluma y Susana Gómez esperan un hijo, Bad Bunny sigue con su novia del clan Kardashian, etc.—, looks impactantes —aquellos cuatro cambios de vestuario de Rosalía, estos nuevos tatuajes de Mon Laferte— y otros momentazos.

El palmarés, dentro de unas horas, aquí mismo.

Los premios Grammy Latinos arrancan en 2000 con el fin de reconocer la excelencia comercial de la música grabada en Iberoamérica. La tarea de la elección recae (a imagen y semejanza de los Oscar o los Emmy) sobre una Academia —recordemos: del griego akadémeia, nombre del jardín de Academos, donde Platón enseñaba sus doctrinas—: la Latina de Artes y Ciencias de la Grabación, con sede en Miami. Este aprecio se materializa en los pequeños gramófonos dorados —estos, de base roja intensa: ya se sabe, el color de la pasión latina— que ya conocemos por los otros Grammy, los que otorga la casa matriz desde 1959. Si eres Rosalía o Jorge Drexler, puedes sostener hasta siete a la vez sin que ninguno acabe en el suelo; tal es la eficacia de su diseño. Si eres Juan Luis Guerra o Alejandro Sanz encargas un mueble para los 28 o 24 que te han ido tocando en tu vida de músico.

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