Tengo derecho a ganar lo mismo que Pérez-Reverte

Esta semana, el ayuntamiento de Getafe y el equipo local han sacado un comunicado para decir que ya está bien, que se acabó, que le quitan el nombre del estadio a Alfonso Pérez por sus palabras machistas. Las palabras machistas: "Creo que no puede ser equiparable para nada el fútbol femenino y el masculino, porque todo va en función de los ingresos que generes y de la repercusión mediática".

Esto de quitarle el nombre venía de antes, pero ahora ya sabemos que para los cambios drásticos en el fútbol lo mejor es esperar a que alguien pueda ser acusado de machista. Eso justifica cualquier decapitación, y no importa que lo que se haya dicho sea razonable o que la agresión sexual sea un pico. El tamaño no importa. O más bien: solo importa el tamaño del dedito acusador.

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En La Ser lo del estadio les parecía muy bien. Gonzalo Velasco: "Decir que el fútbol masculino genera más que el femenino es 'el timo de la estampita del capitalismo'. Tenemos que valorar el fútbol con un índice moral". Y tanto. Pero, ¿por qué quedarnos en el fútbol? Gonzalo Velasco debería ganar lo mismo que Aimar Bretos y ambos la mitad que Angels Barceló, según el índice moral que apliques.

Me gusta la idea de fondo, es simple como un encefalograma plano: hay que pagar lo mismo a gente que hace lo mismo, aunque unos tengan éxito y otros jueguen a estadio vacío. Aplicar esta lógica solo puede beneficiarnos, mirad: yo debería ganar lo mismo que Pérez Reverte porque los dos escribimos libros y también artículos de prensa. Y Mohamed Abdeslaman, maitre del kebab Sabor Tunecino, debería ganar lo mismo que Ferrán Adriá porque los dos hacen comida. De verdad, no entiendo que Ana Rosa Quintana gane más dinero que las presentadoras de Canal Red, si hacen lo mismo. Igual habría que preguntar a Pablo Iglesias cuánto cobran los y las trabajadores de su empresa desde la que critica al resto de medios de comunicación. Lo digo porque allí también sostienen que el nombre del estadio bien quitado está.

Lo que no sé es si Carolina Marín, tricampeona española de bádminton, debería ganar lo mismo que Jenni Hermoso y Olga Carmona. Ahí mejor no entremos, porque cualquiera dice nada. Las jugadoras de la selección tienen derecho a todo y ninguna obligación de explicar nada.

Volviendo al hecho de que Pérez-Reverte gane más dinero que yo cuando ambos ponemos las manos encima de un teclado y hacemos así con los dedos, he aprendido en La Ser que es el timo de la estampita del capitalismo. Y el índice moral es lo que permite que mi deseo de tener más dinero se vea satisfecho. Y quien establezca cualquier tipo de diferencia para justificar ingresos distintos merece eso: que quiten su nombre de un estadio. Por lo menos del estadio de Getafe.

Si necesitáis un pretexto estructural sobre el que un estudiante lerdo de sociología pueda hacer un TFG, estoy dispuesto a darlo: Pérez-Reverte es de Cartagena y yo soy de Águilas, es decir, él nació en una ciudad y yo en un pueblo. Los de Águilas llevamos siglos discriminados por los de Cartagena. Da igual que esto no se sostenga con datos históricos, a los catalanes les funciona. Y ya estaría.

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Por cierto: al estadio que rebauticen cuando alguien me lleve la contraria deberían ponerle un nombre brutal, majestuoso y exagerado: Colossus, Magnus, Hiper, algo así. Al de Getafe le ha puesto Coliseo porque lo que tratan de decirnos con nombres de estadios es el tamaño de la rueda de molino que intentan hacernos tragar.

Luego, claro, hay sectores en los que surgen las dudas. No sé si los hombres que hacen de modelo en las pasarelas tienen que cobrar lo mismo que las mujeres que hacen de modelo en las pasarelas. Sobre esta cuestión hay que convocar un comité de expertos para estudiar si el machismo cotiza menos que la homofobia.

El caso: a mí me está quedando claro que eso de cobrar diferente en función de cualquier otra cosa que no sean las gónadas —por ejemplo el beneficio que aportas a un negocio— es una idea súper patriarcal. Pero tranquilos, que ha llegado la hora de la moral y ahora toca forrarse sin que le importe a nadie tu trabajo. ¡Por fin!