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Rolling Stones: modernitos (del capital)
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Paula Corroto

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Rolling Stones: modernitos (del capital)

Si hay algo que dominan los Rolling es el 'marketing'. Es que, si no, no sobrevives dos mil años en la industria (ni en esta ni en ninguna)

Foto: Los Rolling Stones hace un par de semanas en la presentación de su no disco. (Reuters)
Los Rolling Stones hace un par de semanas en la presentación de su no disco. (Reuters)
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Hace unas semanas, los Rolling Stones anunciaron un nuevo álbum de estudio. Noticia mundial porque los Rolling son los Rolling —este es el único lugar del planeta donde no se les llama los Stones— y porque era el primero en 18 años, ya que el anterior era un disco de versiones blues. Expectación máxima y movilización periodística para cubrir un acto que iba a estar presentado por Jimmy Fallon, uno de esos humoristas de late night estadounidense que por aquí se cita como si le viéramos cada noche (y al que ahora, por cierto, han acusado de maltrato laboral y crear un ambiente muy tóxico en el trabajo: estupenda compañía). Sabíamos el título, Hackney Diamonds, sabíamos el barrio, Hackney, en Londres, uno de esos lugares obreros en su día, pero que ahora de tan moderno no se puede pagar el alquiler (un poco como el Lavapiés de aquí, pero en moderno de verdad), y sabíamos que se iba a montar un circo de fans.

El problema es que fue solo eso: un circo.

placeholder Los Rolling Stones con Jimmy Fallon. (Reuters)
Los Rolling Stones con Jimmy Fallon. (Reuters)

Los Rolling llegaron —ya sin Charlie Watts, fallecido en agosto de 2021— se hicieron un montón de fotos molonas para subir a las redes sociales, se sentaron junto a Fallon y anunciaron que sacarían su disco el 20 de octubre. Ya está. Solo mostraron la puntita: el single Angry (enfadado, eso sí, vaya usted a saber con qué) en el que aparece Sydney Sweeney —recordaba un poco a los vídeos de Aerosmith en los noventa y primeros dosmil— en un coche en posturas de modelo de fotos y desde el que se ven marquesinas donde aparecen imágenes de los músicos con cuarenta o cincuenta años menos. Para que quizá la cosa no quede tan chirriante con la actriz. Y para así, de paso, subirse al carro de la nostalgia, que tirón siempre tiene. Y que, sí, entonces Jagger era infinitamente sexy y Keith un tipo guay. Una letra repetitiva, riffs de Keith y un color californiano. Y ya. Además, ahora dicen por ahí que a Mick le han metido el autotune. Sí, eso de los reguetoneros.

Al final, por cierto, aparecen con los 80 años que tienen encima con un mensaje que sí da buen rollo: para todo lo que llevamos en el cuerpo, aquí seguimos. No muchos pueden decir lo mismo.

Tras esta presentación, los Rolling se fueron por donde vinieron mientras sus redes oficiales se llenaban de magnificados post del acto. Había sido la nada, pero parecía el todo. Por supuesto, eso era una genialidad publicitaria. Varios días hablando de un grupo que literalmente había dicho: ya si eso os contamos de qué va todo el 20 de octubre. Chapó.

Era una genialidad publicitaria. Varios días hablando de un grupo que había dicho: ya si eso os contamos de qué va todo el 20 de octubre

No obstante, no extraña esta producción tan marketiniana en los creadores de Satisfaction, Start me up, Gimme Shelter, Sympathy for the devil… En los rebeldes del rock que dejaban a los Beatles como el grupo popero "de chicas". En el tipo que se sacaba la lengua de esa boca con el mayor poder de la seducción/succión (casi) de la historia (ahora otro no se me ocurre). Porque si hay algo que dominan los Rolling es el marketing. Es que, si no, no sobrevives dos mil años en la industria (ni en esta ni en ninguna).

Recuerdo cuando vinieron a España el año pasado. Y a lo mejor usted no fue al concierto (que, bueno, estuvo bien), pero quizá sí le suenan las imágenes de Jagger delante del Guernica en el Reina Sofía —cuando estaba prohibido hacerse selfies, ahora ya han cambiado esa absurda norma— o en el Retiro. ¿Molaban, eh? Otro puntito. Entre en la cuenta de Twitter del músico, posiblemente una de las mejores de esa red social: aparece bailando, felicitando cumples… Es que, de verdad, no te puede caer mal. Y es un arte dominar una tecnología que pertenece más a sus nietos que a ellos.

placeholder Los Rolling Stones en el concierto de junio de 2022 en Madrid. (EFE)
Los Rolling Stones en el concierto de junio de 2022 en Madrid. (EFE)

Alguien puede decir lo que quieras, pero eso a los Rolling no les hace falta, venden entradas igual. Puede ser, pero no es nada fácil mantenerse con esa frescura y no ser solo un grupo mítico que se reúne para sacar pasta en una gira de recuerdos nostálgicos (porque además lo más probable es que se lleven fatal). Tan frescos están los Rolling que también han caído en los conciertos donde el que quiera tocarle un tobillo a Mick lo que hace es pagar un dineral y no tirarse tres días en la cola esperando a que se vendan las entradas. Aunque los Rolling solo le gusten para el selfi en el Instagram. Los Rolling tienen muchos menos problemas (¿morales?) que The Cure, que han batallado porque las entradas no entren en esa barbaridad de los precios dinámicos de webs como Ticketmaster (a más demanda, precio por las nubes).

Que el rockero pasó a la historia, lo sabemos. Que el capitalismo lo engulle todo, también. Que a veces no nos importa —yo he ido tan feliz a ver dos veces a los Rolling— pues claro. Que vivimos con nuestras contradicciones, pues sí. Pero que los Rolling son unos modernitos (del capital) también. Y ya está: sympathy for the devil.

Hace unas semanas, los Rolling Stones anunciaron un nuevo álbum de estudio. Noticia mundial porque los Rolling son los Rolling —este es el único lugar del planeta donde no se les llama los Stones— y porque era el primero en 18 años, ya que el anterior era un disco de versiones blues. Expectación máxima y movilización periodística para cubrir un acto que iba a estar presentado por Jimmy Fallon, uno de esos humoristas de late night estadounidense que por aquí se cita como si le viéramos cada noche (y al que ahora, por cierto, han acusado de maltrato laboral y crear un ambiente muy tóxico en el trabajo: estupenda compañía). Sabíamos el título, Hackney Diamonds, sabíamos el barrio, Hackney, en Londres, uno de esos lugares obreros en su día, pero que ahora de tan moderno no se puede pagar el alquiler (un poco como el Lavapiés de aquí, pero en moderno de verdad), y sabíamos que se iba a montar un circo de fans.

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