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The Cure contra Ticketmaster: tuvo que venir Robert Smith a plantar cara al abuso de precios
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The Cure contra Ticketmaster: tuvo que venir Robert Smith a plantar cara al abuso de precios

Robert Smith se quejó del precio de las entradas de sus conciertos, sin embargo, su victoria fue pírrica. Cierta resignación en la industria: la ticketera es demasiado grande para combatirla

Foto: Concierto de The Cure en Barcelona el pasado noviembre. (EFE/Quique García)
Concierto de The Cure en Barcelona el pasado noviembre. (EFE/Quique García)

Quizá muchos hayáis escuchado que, a la hora de pillar un vuelo, lo mejor es hacerlo con el navegador en incógnito, de madrugada y, a poder ser, los martes (en general, cualquier día de diario). También es probable que os hayan recomendado hacerlo con una VPN, es decir, con un programa especial que oculte las IPs y haga creer al servidor de la aerolínea que en vez de estar en España, un país con un buen poder adquisitivo, estáis, por ejemplo, en Bulgaria. Todos estos consejos se suelen dar porque la mayoría de las aerolíneas –por no decir todas– usan un modelo de ventas dinámicas, es decir, ajustando el precio a la demanda de cierto vuelo e, incluso, subiendo o bajando las tarifas dependiendo del interés que el cliente le presta a una promoción (todo esto lo saben gracias a las dichosas cookies). ¿Os imagináis que se hiciera lo mismo con las entradas para los artistas grandes, esos que llenan estadios y hacen que las ciudades se empapelen con campañas publicitarias? Pues lo cierto es que ya está pasando, aunque, en este caso, a los artistas no termine de gustarles la idea.

Cuando un artista sale de gira, debe contar con una estructura gigante: promotores, productores, road managers, técnicos de todo tipo y, como no, tiqueteras, los puntos de venta en los que vender las entradas. Con el auge de Internet a mediados de la primera década de los dos mil, la venta de entradas pasó de realizarse en locales asociados, en puntos de venta de confianza de la promotora a los que debías de acercarte para adquirir tu entrada, a comprarse directamente a través de plataformas online.

placeholder Precios en Ticketmaster de las entradas para el concierto de Ariana Grande en Barcelona.
Precios en Ticketmaster de las entradas para el concierto de Ariana Grande en Barcelona.

Estas plataformas empezaron a adquirir un poder enorme, pues el artista, con la caída de las ventas de discos en físico, cambió su modelo de negocio de vender su música de forma literal, ya que necesitabas comprar una caja con un CD dentro para poder escucharlo, a tener que vender entradas para espectáculos en directo. Es decir, el artista se vio con la necesidad de tener que hacer más bolos para alcanzar las mismas cifras de facturación de cuando se vendían CDs o vinilos.

Con Internet, Ticketmaster entendió que podían aumentar los gastos de gestión con menos costes. Y disparó su facturación

Con esta situación, las grandes tiqueteras vieron disparada su facturación, ya que, a diferencia de otros actores de la industria, ellos supieron adaptarse rápido: mientras las discográficas no sabían muy bien cómo adecuar su imperio, dependiente de distribuir copias físicas en tiendas, al gran auge de Internet, tiqueteras como Ticketmaster entendieron que, con los nuevos recursos, podían llenar estadios mucho más grandes en la mitad de tiempo. Y, encima, manteniendo – o incluso subiendo – los gastos de gestión con muchísimos menos costes.

"Ticketmaster es demasiado grande"

Ticketmaster es la más poderosa de todas las tiqueteras. Con presencia en casi todos los países del mundo, se ha convertido en la gran reina del espectáculo en directo, lo que le ha llevado a ganarse enemigos declarados como Taylor Swift, The Cure o incluso… el Congreso de Estados Unidos. En la sesión parlamentaria del pasado 23 de enero, el Partido Demócrata y el Republicano se unieron, cosa extraña, para acusar a Ticketmaster de monopolio. Según declaró Mike Lee, senador republicano, la compañía llevaría acaparando una cuota de mercado demasiado grande tras su fusión con Live Nation, el mayor promotor de conciertos del mundo, en 2010. Lee, en pleno Congreso, pidió que esta fusión se deshiciera, pues el holding controla más del 70% del mercado del directo en EEUU, y llamó a declarar a la mismísima Taylor Swift.

placeholder Taylor Swift. (Reuters/Mario Anzuoni)
Taylor Swift. (Reuters/Mario Anzuoni)

Todo viene de lo siguiente: tras el fiasco en la venta de entradas para su gira The Eras Tour, los fans de Swift se metieron en una batalla legal contra Live Nation, empresa matriz de todo esto. Primero, siempre según su versión, porque Ticketmaster, al controlar tanta cuota (desde la promoción del evento hasta la venta al público), tendría unos precios demasiado altos; segundo, porque habría usado el modelo de ventas dinámicas para aumentar más los costes, convirtiendo los conciertos de la artista en espectáculos de lujo que muy pocos podrían permitirse.

"La mayor promotora de la música, Live Nation, es la dueña de todo el tinglado, por lo que luego pueden poner las entradas al precio que quieran"

"Ticketmaster es demasiado grande para hacerle frente de ninguna forma", asegura a El Confidencial un promotor de música urbana con más de cinco años de experiencia en el sector. "Hay que entender que desde los circuitos undergrounds todavía podemos buscarnos otras vías, otras webs o incluso la autogestión, sin embargo, no se puede hacer nada cuando se trata de grandes fechas y recintos. Piensa que la mayor promotora de la música [Live Nation] es la dueña de todo el tinglado. Solo ellos pueden costear traer a artistas con cachés millonarios, por lo que luego pueden poner las entradas al precio que quieran, aunque los músicos se enfaden". "También quiero decir", añade, "que los cantantes tienen una parte de culpa. Si se bajaran un poco sus cachés, a lo mejor otras promotoras podrían traerlos, pero es imposible. Solo Live Nation puede pagar ciertas giras".

Con el enfado de los artistas, este joven promotor de 35 años se refiere al caso de The Cure, la mítica banda británica. Robert Smith, líder del grupo, estalló este mes de marzo contra la tiquetera al ver cómo cientos de fans mostraban su rechazo en Twitter por el precio abusivo de los tickets. Según mostraron los propios fans en redes, los gastos de gestión, servicio y procesamiento de Ticketmaster superaban el precio de las entradas en sí.

placeholder Robert Smith, de The Cure, en un concierto en Budapest en octubre. (EFE)
Robert Smith, de The Cure, en un concierto en Budapest en octubre. (EFE)

El 16 de marzo, Smith consiguió una victoria pírrica para su público, pues logró que la plataforma devolviera una pequeña cantidad del dinero de los gastos de gestión (unos diez euros, al cambio) para las entradas de la gira norteamericana. Aun así, la polémica está servida y muchos se quejan de que cada vez es más caro acudir a conciertos de grandes artistas. Por ejemplo, estas semanas han sonado fuerte los casos de Beyoncé o Madonna, quienes, traídas a España por Livenation –matriz, recordemos, de Ticketmaster– habían sacado entradas a la venta por 3.000 euros: precio que muy pocos pueden permitirse.

"Imagino que son gastos de gestión, pero que se encarezcan tanto [los precios de las entradas] porque la plataforma infle su margen de beneficio me parece flaco favor a los artistas que no van a los bolos sobre seguro y a los que más les cuesta", relata Percless, un prestigioso músico y rapero de 24 años reconocido como uno de los mejores artistas urbanos del panorama. "Mucha gente, en vez de pillar las entradas por Ticketmaster u otras plataformas, las pilla en la puerta por no pasar el aro. No puedes estimar cuánto [público] vas a tener hasta el mismo día". En este sentido, Percless se refiere al gran problema que tienen los artistas más pequeños: como su público prefiere comprar las entradas en puerta para ahorrarse los cada vez más caros gastos de gestión, no saben cuántos serán realmente los asistentes. Y no saben, claro, si será rentable el concierto.

Las tiqueteras más pequeñas pretenden imitar a las grandes: "Las malas prácticas de los grandes se contagian"

"Hombre, el otro día hice un concierto en Barcelona y perdí quinientos pavos", cuenta a El Confidencial Jorge Robles, promotor conocido como El Zurdo y director de la empresa de booking Moobz. "Con el precio tan alto de las tiqueteras, te compran quince entradas tres días antes del concierto por Internet, todo lo demás en taquilla, y no sabes qué te vas a encontrar. A veces te llevas la sorpresa, pero otras no". Este joven, que trabaja como promotor y representante de artistas en Murcia, explica también que las entradas de los conciertos son más caras, aunque no se distribuyan con Ticketmaster, porque las tiqueteras más pequeñas pretenden imitar a las grandes: "las malas prácticas de los grandes se contagian. Al final, es responsabilidad de todos hacer la mejor industria posible […] Ah, bueno, los artistas prefieren seguir trabajando con los más grandes porque es prestigio, aunque las condiciones sean peores. Imagínate que estás haciendo ropa con una marca pequeña y de repente te llama Nike. Aunque las condiciones sean peores, firmas porque tiene mucho renombre". "Yo, personalmente, creo que no podría trabajar con Ticketmaster por el tamaño de mi empresa", finaliza Zurdo. "De hecho, creo que no querría. Son muchos problemas".

La batalla perdida de Pearl Jam

Los problemas de Ticketmaster, sin embargo, vienen de lejos, no solo de la era de Internet. En 1991, la empresa compró Ticketron, su principal competidor, lo que no le sentó nada bien a Pearl Jam, la mítica banda de rock de Seattle. Según alegaron los miembros del grupo, Ticketmaster estaba acaparando demasiada cuota de mercado, lo que derivaba en que no tuviera ningún competidor que le obligara a bajar de los dos dólares de gastos de gestión (en aquel momento, aquello ya se consideraba una gran cantidad). ¿Cuál fue la respuesta de la tiquetera? Comunicar, en tono irónico, que Ticketmaster podría distribuir gratis las entradas del grupo. Pero gratis, no porque quitara los gastos de gestión, sino porque podría hacer que el espectáculo fuera gratuito.

placeholder Eddie Vedder en concierto el pasado mes de junio. (EFE)
Eddie Vedder en concierto el pasado mes de junio. (EFE)

En 1994, Pearl Jam interrumpió su gira de verano y demandó a la empresa, lo que acabó en que Jeff Ament y Stone Gossard, guitarrista y bajista de la banda, acabaran declarando en el Congreso de los EEUU contra Ticketmaster: la acusación, por supuesto, era que incumplían las leyes antimonopolio. A pesar del esfuerzo de Pearl Jam, que se encontraba en un momento muy dulce de su carrera, por reservar recintos que no dependieran de Ticketmaster para sus giras, lo cierto es que la acusación fue archivada por el Departamento de Justicia y todo volvió a ser como siempre.

En su siguiente gira, de hecho, Pearl Jam volvería a asociarse con Ticketmaster.

Quizá muchos hayáis escuchado que, a la hora de pillar un vuelo, lo mejor es hacerlo con el navegador en incógnito, de madrugada y, a poder ser, los martes (en general, cualquier día de diario). También es probable que os hayan recomendado hacerlo con una VPN, es decir, con un programa especial que oculte las IPs y haga creer al servidor de la aerolínea que en vez de estar en España, un país con un buen poder adquisitivo, estáis, por ejemplo, en Bulgaria. Todos estos consejos se suelen dar porque la mayoría de las aerolíneas –por no decir todas– usan un modelo de ventas dinámicas, es decir, ajustando el precio a la demanda de cierto vuelo e, incluso, subiendo o bajando las tarifas dependiendo del interés que el cliente le presta a una promoción (todo esto lo saben gracias a las dichosas cookies). ¿Os imagináis que se hiciera lo mismo con las entradas para los artistas grandes, esos que llenan estadios y hacen que las ciudades se empapelen con campañas publicitarias? Pues lo cierto es que ya está pasando, aunque, en este caso, a los artistas no termine de gustarles la idea.

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