Una sociedad enferma que no vota lo que a mí me gusta
Erich Fromm escribía en su libro 'Psicoanálisis de la sociedad contemporánea' que "una sociedad insana es aquella que crea hostilidad mutua y recelos"
Abrí Facebook y lo primero que me encontré fue a una señora quejándose de que un jurado popular haya tardado menos de tres horas en determinar que Donald Trump agredió sexualmente y difamó a la columnista E. Jean Carroll. "¡Ya verás como a partir de ahora le acusan de cualquier cosa, aunque ninguna sea verdad!", se lamentaba uno de los contactos de esta buena mujer. Pobre hombre, pensé yo, como si no tuviera suficiente con no haber encontrado todavía un tono de maquillaje parecido al de su piel.
Mentira. Pensé qué tipo de sociedad enferma votaría en las próximas elecciones estadounidenses a un tipo condenado por agredir sexualmente a una mujer. A un empresario que acumula un puñado de acusaciones de comportamiento sexual inapropiado, entre otros muchos cargos contra él, aunque sea esta la única que le ha llevado a juicio. Pensé en la deriva de un país obsesionado por comprar armas y prohibir libros, que tantas veces parece sediento de una teocracia que derogue la democracia.
Luego me acordé de los vascos. De esa parte de la sociedad que durante tantos años ha llorado atentados y los ha combatido. De la otra parte que ha callado, ha mirado para otro lado y se ha tapado la nariz, de la que los ha aplaudido. De esa que ahora asiste perpleja a unas elecciones autonómicas y municipales en las que Bildu ha incluido a 44 condenados por pertenencia y colaboración con ETA, siete de ellos condenados por asesinato. Intenté ponerme en el lugar de ese votante que el 28 de mayo escogerá una papeleta manchada de sangre y decidirá que es ese el que quiere que le represente en su ayuntamiento. Fui incapaz.
Estuve a punto de llamar a mi amigo Pablo Romero, a cuyo padre asesinaron los etarras. Uno de tantos casos que aún están por esclarecer. No hizo falta. Me basta su decencia frente a ese votante y a esa parte de la sociedad que aún está por sanar.
Me dio también por pensar en ese término, el de sociedad enferma, propuesto y utilizado por primera vez por el psicólogo y psicoanalista Erich Fromm. Escribía en su libro Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, allá por 1955, que "una sociedad insana es aquella que crea hostilidad mutua y recelos, que convierte al hombre en un instrumento de uso y explotación para otros, que lo priva de un sentimiento de sí mismo, salvo en la medida en la que se somete a otros o se convierte en un autómata".
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Y después de eso, me asomé al balcón. En la calle se mezclaban los gritos de los niños de la guardería de enfrente con los ensayos del conservatorio de música que hay al lado. En las terrazas la gente gritaba, copa de balón en mano, varios hombres subidos a las farolas colocaban las banderolas de propaganda electoral.
Y pensé que Madrid también puede considerarse una sociedad enferma. Porque en 2021 prefirió irse de cañas que pararse a pensar cómo cuidamos a los viejos en las residencias en pandemia. "La mayor violación de derechos humanos de las últimas siete décadas en España", según el periodista Manuel Rico. Otro hombre decente frente al sociópata que elaboró el protocolo que evitaba que a los ancianos se les derivara a hospitales. Frente al que firmó, al que miró para otro lado y calló, al que se tapó la nariz, a quienes llevan desde entonces sin dar explicaciones. El que optó porque el muerto al hoyo y el vivo al bollo y total si todos nos vamos a morir. El que volverá a escoger lo mismo en el menú del último domingo de mayo.
Llamamos enfermos a los que no regulan lo que a mí me gusta, a los que no votan lo que a nosotros nos parece incontestable
Cogí el móvil. El algoritmo de Google, la inteligencia artificial, el metaverso o simplemente el azar me mostró un artículo del exministro del Interior Jorge Fernández Díaz hablando sobre el derecho al aborto. "Una sociedad que protege con penas de cárcel a quienes su negocio consiste en descuartizar al ser humano más inocente e indefenso, al tiempo que impide ayudar a la mujer que lo necesite si lo desea, es una sociedad gravemente enferma", decía.
Y al final, llegué a la conclusión de que llamamos enfermos a los que no regulan lo que a mí me gusta, a los que no votan lo que a nosotros nos parece incontestable, a esos que lo hacen todo mal porque no somos ninguno de nosotros.
Tengo que llamar a Pablo.
Abrí Facebook y lo primero que me encontré fue a una señora quejándose de que un jurado popular haya tardado menos de tres horas en determinar que Donald Trump agredió sexualmente y difamó a la columnista E. Jean Carroll. "¡Ya verás como a partir de ahora le acusan de cualquier cosa, aunque ninguna sea verdad!", se lamentaba uno de los contactos de esta buena mujer. Pobre hombre, pensé yo, como si no tuviera suficiente con no haber encontrado todavía un tono de maquillaje parecido al de su piel.
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