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Sissako: "África se agarra a China, aunque sea un cocodrilo, para no ahogarse"
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ENTREVISTA

Sissako: "África se agarra a China, aunque sea un cocodrilo, para no ahogarse"

Abderrahmane Sissako pasa por ser uno de los directores de cine más importantes de África. Pero su obra va más allá que la cinematográfica. Es un auténtico activista contra lo que se ha hecho allí desde la primera colonización

Foto: Abderrahmane Sissako. (Cedida/David Arquimbau)
Abderrahmane Sissako. (Cedida/David Arquimbau)

Entrevistar a Abderrahmane Sissako (Kifa, Mauritania, 1961) es, probablemente, el ejercicio periodístico más sencillo del mundo. Pocas veces un entrevistado se muestra con ideas tan claras y contundentes que apenas hay que editar. Y no porque sea un fanático. Al contrario. Sus argumentos son tajantes porque Sissako viene de una tierra dura en la que lo que está en juego es la supervivencia y en la que no se puede dejar nada al azar, lo que ha obligado a Sissako a utilizar una lógica aplastante, ya sea contra el FMI y el Banco Mundial o contra los gobiernos occidentales que han esquilmado África. También contra la cultura basada en el espectáculo.

Una de sus reflexiones favoritas niega, precisamente, que el continente sea pobre, sino todo lo contrario. "Es mentira que haya un África pobre y un norte rico; lo que hay es un África rica que ha enriquecido al norte", sostiene sin mover un músculo con voz pausada, sin apenas decibelios, como si tuviera todo el tiempo del mundo porque está convencido de que tiene razón. Tal vez por eso, habla susurrando y aborrece los gritos. Probablemente, porque lo que más desprecia es que se intente "dominar al otro", como repite a quien le quiera escuchar.

Nació, aunque hoy tiene nacionalidad maliense, en una aldea del sur de Mauritania, no demasiado lejos de la frontera con Malí

Sissako, hay que decir, está considerado hoy como uno de los mejores directores de cine de África. Películas como Timbuktu, nominada a la Palma de Oro de Cannes, o Bamako, que representa el juicio que hacen los vecinos de un barrio popular de la capital de Malí a los organismos económicos multilaterales, son obra suya, como la plantación de un centenar de árboles en un terreno baldío, que es lo que hoy le preocupa.

Nació, aunque hoy tiene nacionalidad maliense, en una aldea del sur de Mauritania, no demasiado lejos de la frontera con Malí, y eso debería haber marcado su destino. Pero, lejos de hacerlo, ha conseguido labrar una formidable carrera artística bañada con un compromiso político inquebrantable.

La entrevista se celebra en Menorca, en el marco de Trobades Camus, la cita anual en la que se disecciona la obra del escritor francés nacido en la Argelia colonial, aunque con antecedentes biológicos en San Luis. Su abuela salió de allí con destino a Argel y nunca más volvió.

Foto: Mineros forman una cadena humana en una explotación cerca de Kobu, en el Congo (Reuters).

PREGUNTA. Usted plantea que Europa, en vez de competir, debe compartir. ¿Qué quiere decir con eso?

RESPUESTA. Las relaciones entre África y Europa se basan en lo que los medios denominan ayuda al desarrollo, pero eso supone que quien recibe tiene las manos por debajo de quien la concede, y eso lo que demuestra es una relación de sumisión. El resultado de esa ayuda supone el empobrecimiento del otro. Cuando se comparte sabemos lo que damos y sabemos lo que recibimos. Por eso es importante recuperar la memoria. Precisamente, para coser, como decía Albert Camus, lo que se ha desgarrado. Lo importante es recuperar la noción del bien común para que desaparezca la idea del rico y del pobre. Se trata de que desaparezca esa mirada condescendiente hacia África.

P. Por qué los nuevos líderes africanos están revisando ahora la historia del colonialismo, al contrario de lo que hicieron sus antepasados.

R. Más que una revisión del colonialismo, yo diría que lo que se hace ahora es una revisión del neocolonialismo a través del partenariado, es decir, el neocolonialismo ejecutado a través de las relaciones económicas entre el norte y el sur. Es cierto que hay una contestación muy fuerte, pero no nace de abajo, de la masa, sino de las élites. Y lo que subyace en esta contestación es la idea de que Europa no es una cosa buena para África. Las relaciones entre el norte y el sur no son sinceras, equilibradas, porque se basan en la ayuda al desarrollo.

P. ¿La solución es la mayor presencia de Rusia y China en África? ¿Cómo lo ve teniendo en cuenta que usted ha estudiado cine en Moscú y por lo tanto conoce bien Rusia?

R. Cuando me preguntan eso yo siempre doy una respuesta basada en una metáfora. Es como si alguien se cae a un río y está a punto de ahogarse. Entonces, se agarra a lo primero que encuentra creyendo que es la rama de un árbol, pero descubre que se trata de un cocodrilo. Hemos dejado que África se ahogue empobreciendo al continente. Lo que ha sucedido es que gracias a la globalización es China quien hace ahora de cocodrilo. Agarrarse a China es la única manera de salvarse. Cuando África comenzó a independizarse en los años 60, esa China era muy pobre, pero a partir de los años 70, con el crecimiento y la llegada de la globalización, comenzaron a construir puentes, autopistas y otras infraestructuras vitales para África, como hospitales o lugares para hacer deporte. Todo lo que los gobiernos coloniales no hicieron.

P. Usted culpa directamente a la actuación del Banco Mundial.

R. Sí. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional son cínicos. Ven lo que pasa. Lo que ha cambiado es que ahora sus representantes ya no son blanco, sino africanos para que podamos digerir más fácilmente la medicina.

P. ¿Qué papel juega Europa respecto a África?

R. Europa no es ya ninguna fuerza, ni siquiera económica. Instituciones como la Unión Europea son retrógradas y se basan en la condescendencia. Los edificios de las delegaciones europeas son fortalezas, son grandes muros que son justo lo contrario de lo que cree la juventud europea, que no quiere eso. No dejan de construir muros.

"Las instituciones europeas son retrógradas y miran a África con condescendencia"

P. ¿Tiene la sensación de que ese predominio de Occidente en lo cultural ha uniformizado también el lenguaje cinematográfico?

R. El cine es un lenguaje universal. Lo que tenemos es una visión demasiado generalista sobre África, y cada país tiene su propio cine, como ocurre en Europa. No hay un cine europeo, sino que hay un cine español o francés.

P. Usted reivindica el cine político, de lucha ideológica. Supongo que no será fácil financiarlo. En Europa, de hecho, prácticamente ha desaparecido.

R. Somos muy pocos los que hacemos cine en África. En Mauritania, sólo estoy yo. He escuchado en Menorca una frase de Camus que decía que la creación es un bien para el futuro, y yo me siento bien con esa idea.

P. En alguna ocasión ha dicho usted que si no podemos cambiar las cosas lo importante es saber cómo son, su naturaleza. ¿No es un tanto derrotista esa afirmación?

R. No. Es una cuestión de conciencia. Hay que ser consciente. Cuando en mis películas cuento un proceso contra el Banco Mundial o el FMI sé que no voy a meter a sus dirigentes en prisión, lo importante es que tengamos conciencia de lo que pasa. Esa es, precisamente, la función del arte: abrir la conciencia de la gente. Es muy importante que el pueblo sea consciente de lo que le pasa. Ustedes combatieron al franquismo y eso hizo que España fuera un país mejor, pero hace falta una transición para que haya un cambio.

"El BM y el FMI son cínicos. Sus representantes ya no son blanco, sino africanos para que podamos digerir más fácilmente la medicina"

P. ¿Por qué se negó a recoger un premio del Banco Mundial a su cine? ¿Tiene miedo a ser integrado en el sistema?

R. No era un premio, sino una invitación. No, no era por miedo. Lo que yo necesito nadie me lo puede quitar y yo no necesito mucho.

P. ¿Cómo ve el futuro de África en los próximos 20 o 25 años?

R. El futuro pasa necesariamente por una transformación política que lleve a la justicia, porque cuando hay justicia hay menos corrupción. Es crucial la educación para combatir el analfabetismo. La lucha está en la educación, porque de lo contrario seguiremos así durante otros 25 años.

P. ¿Cómo podemos cambiar la mirada que tenemos los europeos sobre África?

R. Lo primero que hay que hacer es preguntarse si los europeos quieren cambiar. Una de las formas de cambiar esa mirada es a través de la cultura, a través de un intercambio cultural creando puentes que vayan en las dos direcciones.

P. Complicado.

R. Muy complicado.

Entrevistar a Abderrahmane Sissako (Kifa, Mauritania, 1961) es, probablemente, el ejercicio periodístico más sencillo del mundo. Pocas veces un entrevistado se muestra con ideas tan claras y contundentes que apenas hay que editar. Y no porque sea un fanático. Al contrario. Sus argumentos son tajantes porque Sissako viene de una tierra dura en la que lo que está en juego es la supervivencia y en la que no se puede dejar nada al azar, lo que ha obligado a Sissako a utilizar una lógica aplastante, ya sea contra el FMI y el Banco Mundial o contra los gobiernos occidentales que han esquilmado África. También contra la cultura basada en el espectáculo.

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