Es noticia
'Alcarràs', 'zero points': la maldición Almodóvar y por qué la Academia ningunea a su propia candidata a los Oscar
  1. Cultura
OSO DE ORO EN BERLÍN

'Alcarràs', 'zero points': la maldición Almodóvar y por qué la Academia ningunea a su propia candidata a los Oscar

La sala de prensa quedó enmudecida, primero, y después se abrió paso un runrún de indignación: Carla Simón, la primera directora —mujer— española ganadora del Oso de Oro, se quedaba sin medio goya

Foto: El equipo de 'Alcarrás' posa en la alfombra roja previa a la gala de la 37 edición de los Premios Goya. (EP)
El equipo de 'Alcarrás' posa en la alfombra roja previa a la gala de la 37 edición de los Premios Goya. (EP)

La sala de prensa del Palacio de Congresos de Sevilla, desde donde se cubría la gala de los Goya, primero enmudeció para después envolverse en un rumor entre la indignación y el escepticismo: la Academia había dejado a cero el contador de goyas de la película que esa misma Academia decidió mandar en septiembre a los Oscar en representación del cine español. Gran parte de la prensa especializada había dado por hecho que, en medio de una pinza entre As bestas —los premios de más peso—, Modelo 77 —los más técnicos y de diseño—, el Alcarràs de Carla Simón iba a sufrir para encontrar un hueco. Pero ¿se podía obviar un Oso de Oro, uno de los premios más importantes del cine internacional? Se podía y se pudo. Los peores pronósticos se cumplieron cuando, a sabiendas de que la noche se prometía muy bestia, la cineasta iraní Mitra Farahani sacaba del sobre de Mejor dirección el nombre de Rodrigo Sorogoyen. No por demérito del ganador, sino por la injusticia palmaria con una de las películas más importantes que ha dado el cine español en los últimos años. Once nominaciones, cero victorias.

¿Enajenación transitoria? ¿Trastorno de la personalidad múltiple? La primera película de una cineasta —mujer— española en ganar el Oso de Oro de Berlín, uno de los premios más importantes del cine mundial, con el contador a cero. ¿Por qué lo que en septiembre era la mejor opción para representar a España en la meca de la industria en febrero no merece recoger premio alguno? "Es la demostración de que los premios no son tan importantes", justificó resignado y educado Sorogoyen ante una pregunta tan incómoda como inevitable. Que Alcarràs no tuviese prevista una gran fiesta después de la gala, como es habitual entre las ganadoras, confirma que el equipo de Alcarràs sospechaba que aquella no iba a ser, ni de lejos, su noche.

Foto: Rodrigo Sorogoyen, el gran ganador de la noche con As Bestas
TE PUEDE INTERESAR
Lista de ganadores de los premios Goya 2023
El Confidencial

Para consuelo de Simón, ella no es la primera ni la última que ha sufrido los vaivenes de las corrientes de opinión dentro de la Academia, esa masa informe de trabajadores —y extrabajadores— del cine que votan todos los años los premios. Pedro Almodóvar fue el primero en experimentar en sus carnes la gran paradoja: en 1992 los académicos seleccionaron Tacones lejanos para viajar a los Oscar; unos meses más tarde, esos mismos académicos decidieron que no, que el film protagonizado por Victoria Abril y Miguel Bosé, que además recibió una nominación a los Globos de Oro, no merecía llevarse ningún cabezón. Podríamos, incluso, llamar al fenómeno la maldición Almodóvar, ya que cuatro años después se repitió con La flor de mi secreto: "la más indicada para llevarnos el Oscar", bramaron los mismos que poco después decidieron que ni la dirección ni las interpretaciones de Chus Lampreave, Rossy de Palma y Marisa Paredes, que ni el sonido ni el diseño de producción ni el maquillaje eran para tanto.

placeholder Una imagen promocional de 'Tacones lejanos'.
Una imagen promocional de 'Tacones lejanos'.

Pero la reincidencia no acaba aquí: lo mismo les ocurrió a Imanol Uribe con Bwana en 1997, a Fernando Trueba en 2010 con El baile de la victoria, a Gracia Querejeta en 2014 con Tres años y un día y a Jon Garaño y Jose Mari Goenaga en 2016 con Loreak.

Alcarràs tiene en común con Loreak, por ejemplo, que ambas están rodadas en lenguas cooficiales. La primera en catalán y la segunda en vasco, lo que todavía hoy puede suponer un rechazo para los más conservadores y reacios a leer subtítulos. Pero también es verdad que en As bestas hay alguna que otra frase en francés, algún otro diálogo en gallego. También es verdad que, aunque desde hace unos años el cine español está viviendo un proceso de descentralización, el núcleo duro sigue instalado en Madrid: no es lo mismo que un equipo afincado en Madrid vaya a rodar a Galicia que una producción gallega, y todavía hoy existe una gran brecha entre el cine que se hace en Madrid y, sobre todo, el que se hace en Cataluña —solo hay que repasar los créditos de unas y de otras para ver lo poco que se mezclan los nombres que aparecen en ellas—.

Si bien Loreak, por seguir con el ejemplo, fue una pequeña joya independiente que no hizo una taquilla demasiado llamativa en su año, Alcarràs y As bestas no se llevan mucha distancia en puestos —sí en montante— en la lista de las películas más taquilleras del año. Aun así, As bestas tiene una vocación más popular y accesible que la película de Carla Simón, más innovadora en el juego narrativo, más desdibujada en los límites entre ficción y documental, más exigente para el espectador más tradicional. No hay datos estadísticos oficiales sobre la composición por edad de los miembros de la Academia —más allá de que el total de componentes era en 2021 de 1.948, de los que 581 eran mujeres y 1.367 hombres, según CIMA, la Asociación de Mujeres Cineastas—, pero sí sabemos que una vez que uno es elegido miembro, puede votar aunque lleve años inactivo, mientras que hay trabajadores jóvenes del sector que no son académicos aunque estén en activo, lo que favorece un voto más conservador y menos disruptivo. A Alcarràs, además, ha podido perjudicarle —otra paradoja— que tres de las cinco nominadas a Mejor película las hayan dirigido mujeres, fragmentando el voto de quienes son más sensibles a las cuestiones de género.

placeholder Rodrigo Sorogoyen recoge el Goya a Mejor dirección. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Rodrigo Sorogoyen recoge el Goya a Mejor dirección. (Reuters/Marcelo del Pozo)

A todo esto hay que añadirle la cuestión gremial: si entre bomberos no se pisan las mangueras, entre los actores no está muy bien visto el intrusismo. "Tantos años en Leyton y exorcizándome en la catarsis del tomatazo para que unos payeses vengan a llevarse nuestros goyas", han pensado más de dos y más de tres. El cine español más vanguardista apuesta cada vez más por caras desconocidas o actores sin experiencia previa, en un sector ya atravesado por la precariedad y la competitividad descarnada para los pocos papeles principales que no hacen actores y actrices omnipresentes como Javier Gutiérrez, Antonio de la Torre, Penélope Cruz o Carmen Machi. Aparte de las sinergias de los sectores endogámicos. ¡Antes un francés que un payés!

Tampoco le ha favorecido a Alcarràs la fecha de estreno. Su triunfo en Berlín, en este rodillo de impactos noticiables que somos los medios hoy, se siente en el pleistoceno, mientras que As bestas ha mantenido una presencia sostenida, manteniendo el interés y el suspense, con un estreno a finales de año que le ha beneficiado al coincidir las votaciones con su momento de mayor popularidad. Tampoco ha ayudado la decepción de que la película de Simón no pasase el corte de los Premios de Hollywood. "Tan buena no será", se habrán reafirmado muchos.

As bestas merecía el acaparamiento de goyas, por ser la película que más ha acercado al público, la industria y la crítica, tres patas habitualmente en discordia. España es un país de crónica negra y las historias de lindes siempre han tenido mucho tirón. Ménochet, por supuesto, ofrece una interpretación enorme, la dirección de Sorogoyen confirma que es y será el director más importante de su generación y la infalibilidad de su dúo con Isabel Peña. Los académicos no se han equivocado —no pueden—. Pero el menosprecio hacia Alcarràs dice más de los defectos de la Academia que los que pudiese tener la película.

La sala de prensa del Palacio de Congresos de Sevilla, desde donde se cubría la gala de los Goya, primero enmudeció para después envolverse en un rumor entre la indignación y el escepticismo: la Academia había dejado a cero el contador de goyas de la película que esa misma Academia decidió mandar en septiembre a los Oscar en representación del cine español. Gran parte de la prensa especializada había dado por hecho que, en medio de una pinza entre As bestas —los premios de más peso—, Modelo 77 —los más técnicos y de diseño—, el Alcarràs de Carla Simón iba a sufrir para encontrar un hueco. Pero ¿se podía obviar un Oso de Oro, uno de los premios más importantes del cine internacional? Se podía y se pudo. Los peores pronósticos se cumplieron cuando, a sabiendas de que la noche se prometía muy bestia, la cineasta iraní Mitra Farahani sacaba del sobre de Mejor dirección el nombre de Rodrigo Sorogoyen. No por demérito del ganador, sino por la injusticia palmaria con una de las películas más importantes que ha dado el cine español en los últimos años. Once nominaciones, cero victorias.

Premios Goya
El redactor recomienda