Es noticia
Jesús Quintero, el dandi de las marismas que deja huérfano al silencio
  1. Cultura
obituario

Jesús Quintero, el dandi de las marismas que deja huérfano al silencio

Hacía las mejores entrevistas que se han preguntado en nuestras landas, las más cercanas, próximas, cálidas y estrechas

Foto: Jesús Quintero. (Cordon Press)
Jesús Quintero. (Cordon Press)
Más información

Jesús Quintero se ha ido esta tarde de lunes de octubre parecida a junio. Lo peor es el silencio, que ya no se romperá por un monosílabo que tire del hilo, por otro susurro que desnude quitándole la ropa al que se plante delante: esa sureña gracia de sacarle los secretos, los recelos más guardados, y que él hacía brotar como un sacacorchos de complicidad y picardía. Mirada de bandido tierna y pirata. Dejaba hablar, cosa que nunca supe hacer, de ahí que tanto se agrandara su forma de periodista, su efecto al lanzar las ideas, esa vuelta que tenía el bumerán con las preguntas intrusas pero acertadas, y que despejaba con su manera de compadre, porque al Loco de la Colina parecía que le llevabas tratando una vida, que era lo que estuvo sonando en las ondas, saliendo en la tele o haciendo las mejores entrevistas que se han preguntado en nuestras landas. O al menos las más cercanas, próximas, cálidas y estrechas.

Se ha muerto con 82 años, que no es pronto ni tarde, y 'Qué sabe nadie' si se ha marchado hablando, él que tanto callaba. Seguro que lo ha hecho satisfecho, porque Quintero era querido por los suyos y por los otros, que es bien raro en los tiempos que pasan. Y como esponja mamaba el arte de la calle, los personajes silenciados y tarados, los rescataba para enseñárselos al mundo por genuinos y raros. No importaba que de 'Ratones Coloraos' fuese el asunto, porque lloraba con el Poli Risitas, el Jorobado de Notre-Barbate o al Sabio de Tarifa, y cambiaba el humor de la España entera al tiempo que sentaba al poeta Antonio Gala para desgranar la forma de concebir el arte de juntar palabras, financiaba a Paco de Lucía un disco, o nos exprimía a Umbral, a Sabina, a Lola Flores o a Jesús Gil a base de silencios rotos y preguntas certeras. Por su mesa pasaban todos porque ellos le admiraban más a él y así les conocimos el resto de nosotros, con esa manera cercana y natural que no tenía prisa por dejar salir.

Parecía un bohemio elegante, de los que saben cuál pluma estaba saliendo y cuál rizo caía más despeinado. Ser así de chulo exigía su curro

Parecía un bohemio elegante, de los que saben cuál pluma estaba saliendo y cuál rizo caía más despeinado, porque así lo fueron también Oscar Wilde o el 'bello' Brummel, y Quintero era ese dandi de las marismas, ese pañuelo alocado por las calles soleadas y de cal, por los callejones en sombra y las ventas que aún conservaban los carteles de Camarón sabiendo a Manzanilla y sal si pegaba el levante. Ser así de chulo exigía su curro, no se crean. Él tenía ese ritmo de artista pausado, de mirón y del que sabía esperar a que algo pasara, porque al final siempre pasaba, y siempre era mejor estar pendiente para verlo, aunque eso fuera de madrugada o de mañana temprana, que viene a ser lo mismo si estás trabajando en la huerta de las personas.

'El Perro Verde' era tan raro que dejó al país enganchado a la noche. Fue pionero en eso que después se llenó de ambición y negocio podrido, pero que en su tiempo resultaba tan loco como maravilloso: ahí confesaron Julio Iglesias o Rocío Jurado sus secretos más conocidos y saltó de Sevilla al ruedo nacional. Quintero fue ganando fama y plata y eso le amargó bien, al querer ser empresario de teatro. Un genio creador no es buen empresario, y eso lo tuvo que aprender a base de golpes, odios, recelos y adioses. Pero eso se le perdonó, porque la pena es ancha y dio mucho más de lo que quitó a Sevilla.

En una ocasión entrevistó a un toro, aunque no tuvo muchas respuestas que darle. Puede que fuera la manera de decirle al resto que nos estábamos volviendo un poco gilipollas, pero a su manera, que siempre tuvo mueca de sonrisa y estocada de gracia. En su forma de caballero onubense, Quintero podía pasar por cantaor, guitarrista, por un Lope de Vega o por un banco en el mirador que enseña un tiempo pasado, pero siempre estuvo en rima con lo que representaba, esa especie de forma antigua de ser y que basaba en la trasparencia los embistes, así, de cara, como a ese toro de raza asombrado que no supo responderle ni una pregunta. Tanto ir de libre le costó que sacaran su programa de más de una parrilla chamuscada: él al punto, siempre al punto fuese carne o pescado de su Huelva, la misma que hoy se acostará echando de menos a un padre, y con un silencio que al final se ha quedado huérfano sin Jesús Quintero también.

Jesús Quintero se ha ido esta tarde de lunes de octubre parecida a junio. Lo peor es el silencio, que ya no se romperá por un monosílabo que tire del hilo, por otro susurro que desnude quitándole la ropa al que se plante delante: esa sureña gracia de sacarle los secretos, los recelos más guardados, y que él hacía brotar como un sacacorchos de complicidad y picardía. Mirada de bandido tierna y pirata. Dejaba hablar, cosa que nunca supe hacer, de ahí que tanto se agrandara su forma de periodista, su efecto al lanzar las ideas, esa vuelta que tenía el bumerán con las preguntas intrusas pero acertadas, y que despejaba con su manera de compadre, porque al Loco de la Colina parecía que le llevabas tratando una vida, que era lo que estuvo sonando en las ondas, saliendo en la tele o haciendo las mejores entrevistas que se han preguntado en nuestras landas. O al menos las más cercanas, próximas, cálidas y estrechas.

Obituario
El redactor recomienda