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¿Quién envió aquella misteriosa y siniestra postal sin firma?
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¿Quién envió aquella misteriosa y siniestra postal sin firma?

Veinte años después de recibir una muy inquietante tarjeta anónima que volvía a traer a escena los horrores del pasado familiar, la escritora Anne Berest decidió averiguarlo

Foto: 'La postal', de Anne Berest. (Lumen)
'La postal', de Anne Berest. (Lumen)

Una gélida mañana de enero de 2003, la madre de Anne Berest (París, 1979) salió a fumar un cigarrillo al jardín de la casa familiar cuando escuchó el ruido que hacía el cartero al dejar el correo al pie del buzón, sobre la nieve. Tarjetas navideñas, folletos publicitarios, la factura del gas... y una sorpresa. La postal. Una postal sin firma con una foto de la ópera Garnier y, en el reverso, cuatro solitarios nombres escritos, uno debajo del otro, con una extraña caligrafía: Ephraïm, Emma, Noémie, Jacques. Aquellos eran los nombres de sus abuelos maternos y sus tíos. Los cuatro habían sido deportados y asesinados en Auschwitz en 1942 y resurgían ahora de entre los muertos. "¿Quién ha podido enviarme este horror?", se preguntó Lélia.

Cuando llegó aquella postal que terminó olvidada en un cajón, Anne Berest tenía 24 atolondrados años y entonces no le interesó mucho el asunto. "Mis padres siguieron haciéndose preguntas", recuerda, "pero a mí me importaba un comino aquella postal. Sin embargo, me llamó la atención la lista de nombres. Esas personas eran mis antepasados y yo no sabía nada de ellos. Ignoraba en qué países habían estado, los oficios que habían ejercido, la edad que tenían cuando fueron asesinados. Si me hubieran enseñado sus retratos, habría sido incapaz de reconocerlos en medio de desconocidos. Sentí vergüenza".

Foto: Los chicos de Hidden Valley Road. (La familia Galvin)

Pasaron 10 años. En su convalecencia a causa de un embarazo complicado, Anne le pidió a su madre Lélia, profesora jubilada de lingüística, que le contara la historia de sus antepasados. Aquel fue el primer paso. Transcurrieron 10 años más. Y fue entonces cuando quien ya era una reconocida escritora y guionista se decidió, ayudada por su madre, por un detective y por un grafólogo, a buscar la respuesta a la pregunta que casi de manera inconsciente no había dejado de hacerse todo aquel tiempo: ¿quién envió aquella misteriosa y siniestra postal sin firma? El resultado fue una novela 'real' que ganó algunos de los grandes premios de la literatura francesa, vendió 150.000 ejemplares, entusiasmó a la crítica y que este 1 de septiembre llega por fin a España traducida por Lydia Vázquez Jiménez y titulada 'La postal' (Lumen, 2022).

Una tragedia judía

En la línea de obras recientes cuyos autores sacan a la luz las tragedias del pasado familiar al tiempo que iluminan los recovecos oscuros del violento siglo XX con el Holocausto como núcleo central, como la admirable 'Calle Este Oeste', de Philippe Sands (Anagrama), 'Los amnésicos', de Geraldine Swartz (Tusquets, 2019), 'Lo que no me contaste', de Mark Mazower (Crítica), o 'Páginas de vuelta a casa. Una historia familiar de libros, guerra, huida y exilio' (Crítica, 2022) de Alexander Wolff, 'La postal' va un paso más allá al imaginar novelísticamente diarios y situaciones basados en la detectivesca y real investigación de la autora. Género mixto que ya probó en su libro anterior, 'Gabriëlle' (2017), en el que reconstruía junto a su hermana Claire la vida de su abuela Gabriëlle Buffet Picabia, crítica de arte y escritora casada con el célebre surrealista Francis Picabia.

placeholder 'La postal', de Anne Berest. (Lumen)
'La postal', de Anne Berest. (Lumen)

Vayamos a los cuatro nombres de la postal que encarnan a la perfección la peripecia funesta del judaísmo laico europeo de la primera mitad del siglo. Ephraïm Rabinovitch y Emma Wolf, los bisabuelos de la autora, se conocieron en Moscú en 1919. Él era un joven ingeniero socialista y ateo de 25 años, para quien su condición de judío apenas significaba nada. Ella era la hija de un gran industrial de Lodz y se casó con Ephraïm, ese mismo año, embarazada de Myriam, quien sería la abuela de Anne Berest y que escaparía más adelante gracias a un milagroso azar del exterminio que se llevaría por delante a su familia. No tendrían la misma suerte sus tíos, segundo y tercer hijo de aquella joven pareja de judíos rusos llamados Noémie y Jacques.

La Revolución rusa comienza devorar a sus hacedores y los Rabinovitch huyen. Primero a Letonia, después a Palestina. Pero cuando los cantos de sirena del sionismo chocan con la dura vida de aquellas áridas tierras de promisión, y contraviniendo el que luego se demostrará sensato consejo paterno, regresan a Europa en 1929 para instalarse en París, en la mismísima boca del lobo. En el 41 Francia es ocupada por los nazis y la pista de la familia al completo, como la de millones de judíos europeos, se pierda tras su deportación a Auschwitz, de donde ninguno regresará. Myriam, refugiada en casa de una familia de Resistencia en el sur de Francia, será la única superviviente. Su hija Lélia será quien casi 70 años más tarde encuentre aquella tétrica postal que enumera a sus ancestros asesinados.

Un comentario casual

—Abuela, ¿eres judía?

—Sí, soy judía.

—¿Y el abuelo también?

—Ah, no, él no.

—Ah, ¿y mamá también es judía?

—Sí

—¿Entonces, yo también?

—Sí, tú también.

—Eso me parecía.

—Pero ¿por qué pones esa cara, cariño?

—Me disgusta mucho lo que me dices.

—Pero ¿por qué?

—Porque en la escuela no gustan mucho los judíos.

Foto: Fotograma de la miniserie 'Unorthodox', que se emite en Netflix.

Esta conversación casual cuando Lélia va a recoger a su nieta a la salida en el cole y que inmediatamente le cuenta indignada y febril a su hija, le hace recordar como un fogonazo aquella tétrica postal. "A partir de ese momento empecé a investigar. Quise encontrar, costara lo que costara, al autor de la postal anónima que mi madre había recibido dieciséis años antes. Me obsesioné con la idea de hallar al culpable, tenía que entender por qué lo había hecho. ¿Por qué esa postal surgió para atormentarme en ese momento preciso de mi vida? Estaba ese desencadenante, desde luego, lo que le había sucedido en la escuela a mi hija Clara. Pero con la distancia creo que otro acontecimiento, más silencioso, tuvo que ver con aquello: yo iba a cumplir cuarenta años".

En la segunda mitad de 'La postal', Anne Berest despliega a partir de ese momento una emocionante indagación histórico-policial a la caza de un remitente del que nada se sabe y cuyo impactante final tendrá que descubrir el lector en un libro terrible, hipnótico e inolvidable que brilla con luz de plomo como una de las más indispensables propuestas literarias del nuevo curso.

Una gélida mañana de enero de 2003, la madre de Anne Berest (París, 1979) salió a fumar un cigarrillo al jardín de la casa familiar cuando escuchó el ruido que hacía el cartero al dejar el correo al pie del buzón, sobre la nieve. Tarjetas navideñas, folletos publicitarios, la factura del gas... y una sorpresa. La postal. Una postal sin firma con una foto de la ópera Garnier y, en el reverso, cuatro solitarios nombres escritos, uno debajo del otro, con una extraña caligrafía: Ephraïm, Emma, Noémie, Jacques. Aquellos eran los nombres de sus abuelos maternos y sus tíos. Los cuatro habían sido deportados y asesinados en Auschwitz en 1942 y resurgían ahora de entre los muertos. "¿Quién ha podido enviarme este horror?", se preguntó Lélia.

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