Es noticia
Un verano de cine I: por qué las chicas prefieren 'vacacionear' en su ciudad
  1. Cultura
CRÓNICAS ESTIVALES

Un verano de cine I: por qué las chicas prefieren 'vacacionear' en su ciudad

Ya sea por decisión propia, por no tener con quién ir a la playa o por falta de dinero, las vacaciones de asfalto existen, están incluso de moda y han dado buenos argumentos al cine

Foto: 'La virgen de agosto' (Jonás Trueba, 2019)
'La virgen de agosto' (Jonás Trueba, 2019)

Por circunstancias que no revelaré, excepto en ocasión de tortura, en torno a 2018 me tocó dejar mi casa una semana e instalarme en un hotel dos manzanas allá. Es curioso cómo cambiando la perspectiva, aunque tan poco, nos convertimos en extranjeros de nuestro propio barrio. De repente, descubrí otra manera de estar en la ciudad similar a la de quien llega de nuevas; me veía desde fuera, como los infartados en trance de muerte.

En un popular cuento de Hawthorne, que para Borges era el summum, el Sr. Wakefield anuncia a su esposa que sale a comprar tabaco para no regresar. “El marido, bajo el pretexto de un viaje, dejó su casa, alquiló habitaciones en la calle siguiente y allí, sin que supieran de él la esposa o los amigos y sin que hubiera ni sombra de razón para semejante autodestierro, vivió durante más de veinte años”. Durante una semana, yo fui un Wakefield de mí mismo. Y es algo que está al alcance de todos, tremendamente barato.

Por aquella época se estrenó en San Sebastián, yo estaba, 'La virgen de agosto' (Jonás Trueba, 2019). Desde entonces, he visto crecer a mi alrededor la fantasía de vacacionar en la propia ciudad. Las niñas ya no quieren ser princesas ni postear desde 'Una habitación con vistas' (James Ivory, 1985) en Florencia, sino meras paseadoras de ferragosto. Quizás haciendo de la necesidad virtud (quién tiene dinero, con esta inflación, para un coqueto flat de Airbnb en London) se han convencido de que, como en el juego de la gallinita ciega, bastan tres vueltas sobre el eje para que Madrid se convierta en Baden-Baden, como ya apuntaba Francisco Silvela hace más de un siglo.

placeholder La Virgen de Agosto, Jonás Trueba
La Virgen de Agosto, Jonás Trueba

Si lo piensas, es hilarante: es el regreso glamuroso de la figura castiza del Rodríguez. Lo que cambia es el sexo, la condición (las vírgenes de agosto suelen estar solteras) y el filtro instagrameable de las cosas. El Rodríguez, subespecie del desarrollismo con calva landista bien surtido de testosterona, iba a la caza de la aventura en Madrid, tanto como el españolito de pelo en pecho en la costa. A las suecas (y suecos) ya no hay que perseguirlas en terreno neutral, en el Torremolinos de Manolo la nuit (Mariano Ozores, 1973); vienen solas a poblar Madrid, Barcelona y nuestras grandes ciudades. En los 70, cuando se hacían películas intensitas, Mario Camus ya glamurizó esto del veraneante a domicilio. Fue en 'Los pájaros de Baden-Baden' y hay amor y un TFM, como si lo hubiera escrito Ramón J. Sender, pero lo escribió Ignacio Aldecoa.

placeholder Manolo la Nuit, Mariano Ozores
Manolo la Nuit, Mariano Ozores

La flânerie, que era cosa de hombres atildados y algo mustios que por fuerza vivían en París, también ha sido un espacio conquistado por ellas. Ya no hay ningún espacio sin conquistar, nada que pueda decirse propiamente de hombres. Para combatir este asedio apropiacionista, Dios creó a Jep Gambardella, que ‘apatrulla’ Roma como un terrateniente su finca. Si las chicas bien quieren ser Itsaso Arana y encontrar el amor entre entresijos y gallinejas, los cachorros de universidad privada aspiran al desencanto elegante de Jep. He constatado que en Twitter ya hay más avatares con la cara del protagonista de 'La gran belleza' (Paolo Sorrentino, 2013) que con la de 'Harry el Sucio' (Don Siegel, 1971) apuntándote en la p*ta cara. A ninguno de los dos, por distintos motivos, los imaginamos pidiendo un ‘masibon’ acodado en el quicio del chiringuito. La tertulia de Jep no cierra en verano y de ahí no lo sacas aunque las fiestas con ‘veline’ se traslade al Billionaire de Briattore. De hecho, si no la paseara Jep, Roma desaparecería en agosto.

placeholder La Gran Belleza, Paolo Sorrentino
La Gran Belleza, Paolo Sorrentino

Recuerdo, por cierto, algunos filmes que quizás hoy me costaría revisitar que son simplemente un largo paseo de verano en la urbe: 'En la ciudad de Sylvia' (José Luis Guerín, 2017), por ejemplo, que es como 'Antes del amanecer' (Richard Linklater, 1995) pero sin palabras y sin chica. Una cosa tremendamente impotente.

Todo esto que estamos hablamos es muy rohmeriano. Rohmer es el padre del devaneo por el devaneo, la divagación constante, de palabra y de pantorrilla. Pero incluso las chicas de Rohmer quieren salir de París en verano. Veranear en tu arrondissement era aún entonces síntoma de desclasamiento. Delphine, la puntillosa protagonista de 'El rayo verde' (Éric Rohmer, 1986), está amargada porque sus amigas la han dejado tirada. Delphine es una neurótica de manual y es conveniente cruzar de acera si te la encuentras en una calle de un pueblito costero de Bretaña o de Normandía. A las chicas de Rohmer hay que mirarlas de lejos, como conquistas en frío de la francesidad.

De piscina en piscina

En general, la gente que quiere veranear en su ciudad es cool y por eso mismo está mal de algún buje. El más cool y el peor de los suyo es Ned Merrill, el protagonista de 'El nadador' (Frank Perry, 1986), un tipo con caderas de boxeador y sonrisa de comercial, muy americano y muy roto, que pasa el verano atravesando el condado de Connecticut nadando de piscina en piscina. Ned los conoce a todos, se ha acostado con la mitad de las dueñas de aquellas piscinas y, por ende, ha engañado a la mitad de los maridos. Todo tiene un aire indolente de cuadro de Hockney y quisiéramos ver aparecer a Burt Lancaster en nuestra urba o en la piscina hinchable del adosadito. Cuando ya lo queremos a morir, descubrimos que está tocado del ala.

placeholder El Nador, Frank Perry
El Nador, Frank Perry

Me gustaría un crossover en el que, a través de un agujero de gusano, Burt apareciera en la piscina de Dustin Hoffman ('El graduado', Mike Nichols, 1973) en el momento justo en que languidece en un mar de dudas sobre su futuro. “Sobre todo, amigo, no te líes con la madurita”, le diría.

En las pelis americanas también se veranea en la ciudad, en piscinas con alambrada entre dos condominios como en 'Toro salvaje' (Martin Scorsese, 1980) o, más pobremente aún, con un ventilador averiado o a lo sumo una boca de agua en un barrio chungo, caso de Haz lo que debas (Spike Lee, 1989), quizás la película más calurosa de la historia junto a 'La ventana indiscreta' (Alfred Hitchcock, 1954): se recomienda verla con el aire al 15 y el muslo de la novia a más de 5 centímetros de distancia. Esto de las bocas de agua es curioso: cuando aparece una en pantalla yo ya sé por dónde van a ir los tiros: o bien los protagonistas, generalmente menores, exaltarán la amistad ante el chorro tipo geiser, con una voz en off melancólica recapitulando la inocencia de aquellos tiempos, o en cambio, alguien partirá la cabeza a otro contra el mobiliario urbano. Sonny ('El padrino', Francis Ford Coppola, 1972) siempre optará por lo último.

placeholder Haz lo que Debas, Spike Lee
Haz lo que Debas, Spike Lee

En el hombre, el calor extremo en la gran ciudad, más que propiciar el delicioso abandono de las vírgenes de agosto, acucia las ganas de acabar con todo. Al menos si eres Michael Douglas y has tenido un día de mierda, es decir, 'Un día de furia' (Joel Schumacher, 1993). Entonces sí te conviene hacer las maletas y poner rumbo a la playa.

Porque veranear en la ciudad es una experiencia gratificante y original si existe la opción real de veranear en Benidorm. En caso contrario, es tan triste como aquella moto de agua varada en La Elipa, a 500 kilómetros de la playa más cercana (Barrio, León de Aranoa, 1998). Sí, está al alcance de cualquiera adobar su vacanza urbana con breves encuentros y romances con temporizador. Es habitual que el amor de verano te llueva del cielo y sea tu vecino, que es escritor y encima es George Peppard. ¡Ya es casualidad en Nueva York! Nada en 'Desayuno con diamantes' (Blake Edwards, 1961) es creíble, a empezar por ese rol de prostituta edulcorada que tanto molestó a Truman Capote. Que nos encante, a pesar de todo, es el secreto precisamente del buen cine.

placeholder Desayuno con Diamantes, Blake Edwards
Desayuno con Diamantes, Blake Edwards

Hay quien desea que el verano acabe pronto, como esa familia satirizada por Francisco Silvela (otra vez) que echaba durante agosto todas las cortinas y simulaba haber pasado la temporada en San Sebastián. Yo, por mi parte, cuando regresé a mi casa después del breve exilio hotelero, sentí esa extraña premura que arroja a los hombres a vivir en hoteles el resto de su vida, como Omar Shariff o Joseph Roth. El protagonista de 'Lawrence de Arabia' (David Lean, 1962) pasó en casa ajena cincuenta años. «Vivo en los hoteles y como en restaurantes; desde 1966 no he vivido con una mujer en una casa». No conozco otro modo más fino y más triste de ser turista a tiempo completo.

Eso me recuerda que, si se le coge gusto al verano, existe la posibilidad de extenderlo ad infinitum. Es decir, no ya exprimir la ciudad en verano, sino hacer del veraneo una ciudad. A este respecto, hay un documental de 2020, 'Una clase de cielo' (Lance Oppenheim, 2020), que disecciona The Village, un Disneyland geriátrico al que van a declinar, entre monitores de aquagym y algodón de azúcar, los ancianos de Florida y allende. El lugar existe. A él recurren el señor y la señora Wakefield cuando ya no saben hacia donde escapar. Casi prefiero que el verano sea una vez cada doce meses.

Por circunstancias que no revelaré, excepto en ocasión de tortura, en torno a 2018 me tocó dejar mi casa una semana e instalarme en un hotel dos manzanas allá. Es curioso cómo cambiando la perspectiva, aunque tan poco, nos convertimos en extranjeros de nuestro propio barrio. De repente, descubrí otra manera de estar en la ciudad similar a la de quien llega de nuevas; me veía desde fuera, como los infartados en trance de muerte.

Películas Verano