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Lidia García: "La copla es el alivio de faena para la gente que ha tenido que doblar el lomo"
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Lidia García: "La copla es el alivio de faena para la gente que ha tenido que doblar el lomo"

Que no la llamen nostálgica, pide. "Lo que podemos aprender de la cultura de esa época es precisamente como se resistieron a ciertas dinámicas, pero nostalgia ninguna. ¿Cómo voy a querer yo haber vivido en esos años?", dice

Foto: Entrevista a Lidia García. (Isabel Blanco)
Entrevista a Lidia García. (Isabel Blanco)

Lidia García García (Montealegre del Castillo, Albacete, 1989) acaba de llegar a la estación de Atocha procedente de Murcia, la ciudad en la que reside y trabaja como investigadora predoctoral en el Departamento de Historia del Arte de su universidad. Su tesis doctoral gira en torno a la estética camp y cultura popular española, y es esto último lo que la ha hecho conocida para muchos. Porque divulga acerca de la copla, el cuplé y la zarzuela en el programa Hoy empieza todo, de Radio 3 y en el pódcast '¡Ay, campaneras!', que inició durante el confinamiento y que es también el título de su primer libro, publicado por Ediciones B. "Soy una enferma, me paso el día escuchando música y en las hemerotecas, buscando lo que se publicaba en esa época", explica.

García es una fábrica de anécdotas y de sentencias. "Muy coplera", bromea. Recuerda a Concha Piquer anunciando Coca Cola, publicidad en The New York Times de una tienda de la 5ª Avenida de Nueva York citando a Raquel Meller, la artista española de más éxito internacional en las décadas de los 20 y los 30 del siglo pasado. También lo rupturistas que eran las letras de esos géneros musicales que son la cultura de sus padres -agricultor y ama de casa- y la de sus abuelos. Aquella en la que se refugiaron y la que mejor entendían. "La copla es el alivio de faena para la gente que ha tenido que doblar el lomo, es memoria sentimental", afirma.

Que no la llamen nostálgica, pide. "Lo que podemos aprender de la cultura de esa época es precisamente como se resistieron a ciertas dinámicas, pero nostalgia ninguna. ¿Cómo voy a querer yo haber vivido en esos años?", dice.

PREGUNTA. En su biografía de Twitter se define como “bollera, coplera y de clase obrera”. ¿Alguna cosa más que quiera añadir?

RESPUESTA. (Risas) Soy investigadora en la universidad de Murcia, estoy acabando la tesis sobre estética camp y acabé Filología Hispánica y Humanidades. Nunca sabes cuántas carreras universitarias vas a necesitar para no trabajar.

P. ¿Cómo surge la idea de grabar un podcast durante el confinamiento?

R. Acababa de hacer un curso sobre podcast para docentes, así que decidí probar y utilizar mi presencia en redes sociales como campo de prueba. Le puse el título de ‘¡Ay, campaneras!’ como homenaje a mi abuelo Pepe y porque esa canción de Joselito también era la favorita del abuelo de Manolito Gafotas. Y de repente todo empezó a crecer de manera muy rápida. Precisamente por estar en pleno confinamiento todo el contexto era muy emocional. Primero porque yo lo soy, y segundo porque hablaba precisamente de un tema que toca directamente a los mayores.

Recuerdo mensajes de muchas residencias de ancianos dándome las gracias, porque como no podían recibir visitas les ponían el podcast y era una forma de que recordaran canciones de su época. También me escribieron familias separadas por la distancia que lo escuchaban a la vez, y sobre todo nietas poniéndoselo a los abuelos en las videollamadas… muy fuerte, y muy bonito.

"Si las mujeres mandasen en vez de mandar los hombres, serían balsas de aceite los pueblos y las naciones", decía

P. Una tesis doctoral, un podcast, un libro… ¿De dónde viene su querencia por este tipo de música?

R. En mi casa no había tocadiscos, pero mi madre las cantaba cuando cocinaba y hacía las tareas de la casa. Precisamente comienzo el libro con una escena en la que me enseña a limpiar mientras canta estas canciones. A mí me sorprendían lo fuertes que eran las letras, y creo que la gente de mi generación no es consciente de lo rupturistas que eran porque no nos hemos parado a escucharlas.

P. ¿Por ejemplo?

R. En las coplas me llaman mucho la atención los asesinatos de mujeres a hombres. Esas venganzas que tienen tanto éxito porque son canalizaciones del deseo femenino de vengarse ante los abandonos, cuando son madres solteras… todo lo que fuera truculento y sangriento. Es melodrama puro. Y en el cuplé también pasa. En 'El último cuplé' ves toda la narrativa típica del melodrama.

Mi madre cantaba ‘Si las mujeres mandasen’, que pertenece a una zarzuela (‘Gigantes y cabezudos’). “Si las mujeres mandasen en vez de mandar los hombres, serían balsas de aceite los pueblos y las naciones”, decía.

placeholder Madrid, Comunidad de Madrid, 25/04/2022: La escritora y creadora del podcast '¡Ay, Campaneras'!, Lidia García, durante una entrevista con EC. (Isabel Blanco)
Madrid, Comunidad de Madrid, 25/04/2022: La escritora y creadora del podcast '¡Ay, Campaneras'!, Lidia García, durante una entrevista con EC. (Isabel Blanco)

P. En mi casa recuerdo la veneración por tres mujeres: Sara Montiel, Rocío Jurado e Isabel Pantoja. Y había mujeres maravillosas que pululaban en las conversaciones, Marifé de Triana y la Piquer, a la que solo se le podía llamar Doña Concha.

R. Es que la copla tiene mucho poder testimonial, fíjate cómo la estudió Manuel Vázquez Montalbán. Eran historias que se conectaban y tenían un poder de identificación muy potente para la gente que las escuchaba. Servía además para todas aquellas personas que no acababan de encajar socialmente en términos de moral sexual, determinadas mujeres, las personas LGTB… La mayoría de estas canciones cuentan historias de marginalidad, y no deja de ser llamativo que durante toda la dictadura se escucharan canciones sobre madres solteras, prostitutas, adulterio… se canalizaban cosas que podían decir en otros espacios.

P ¿Cantaban los pobres para entretener a los ricos o no siempre fue así?

R. Este es un tema que me obsesiona. En la zarzuela es distinto porque hay formación lírica previa, pero en la copla y el cuplé, aunque son géneros distintos, las carreras de ellas tienen trayectorias vitales muy parecidas. Proceden de la pobreza más absoluta, de estar prácticamente robando patatas en la huerta como estaba Concha Piquer, a triunfar en todo el mundo. Por eso creo que ellas ocupaban un espacio muy único en la esfera pública y esa pobreza en la que estaban casi todas se acaba reflejando en las letras y en las películas. Le pasaba algo muy parecido a los toreros, venían del mismo punto de partida. Y ambas profesiones tienen ese componente de entretener al señorito de algún modo.

En el cuplé hay una excepción muy notable, que es La Goya, que era de una familia bastante acomodada y que acabó teniendo un papel muy importante durante la guerra civil. Acabó casándose con Tomás Borrás, un destacado miembro de Falange. Se dice que ella pasaba información a José Antonio cuando lo llevaron a Alicante.

Una vez Franco le pidió que la cantara otra vez y Valderrama pensó: "Ya está, ha entendido bien la letra y me va a mandar fusilar"

P. Se les acusó de cierta connivencia con la dictadura…

R. Sí, por ir a recepciones y demás. (Juanito) Valderrama siempre lo contaba, que cómo no iba a ir a El Pardo a cantar 'El emigrante'. Hay una anécdota muy buena al respecto. Una vez Franco le pidió que la cantara otra vez y Valderrama pensó: "Ya está, ha entendido bien la letra (es una especie de canción protesta) y me va a mandar fusilar". Pero le encantó.

Hay otra anécdota que me gusta mucho de Concha Piquer. Estaba cantando en Buenos Aires, ya después de la guerra, y fue a verla Rafael Alberti. Salió muy emocionado porque le había encantado y le oyó decir: “¡Qué buena artista, qué lástima que sea de la España de Franco!” Ella se enfadó mucho por aquello y dijo: “¡Pero si no hay otra España!”

Yo creo que en aquellos encuentros y recepciones siempre eran recibidas como lo que eran: artistas que antes eran pobres. Y por muchos brillantes que se pusiera Lola Flores, era Lola Flores, no la marquesa de no sé qué. La copla es el espejismo del ascensor social.

P. Lo primero que suelen querer las dictaduras es cercenar opiniones. ¿Cómo es posible que pasaran las censuras esas letras?

R. Creo que porque los círculos artísticos siempre suelen tener un punto ciego, y la copla era un género con tanto éxito desde la segunda república que habría sido muy difícil de controlar. Era más fácil apropiarse de ella en cierto sentido, vehicular parte de su ideario para hacer las letras más ortodoxas… pero lo decía Vázquez Montalbán, una cosa es cómo se resuelvan las historias y otra cosa es cómo cada uno hace su propia versión de lo que escucha. Hay una canción, ‘Cárcel de oro’, en la que una mujer pide que la liberen porque no es propiedad de un hombre, pero al final ella le pide perdón y le dice que se ha equivocado y que quiere volver. Cada persona se queda con una u otra parte de la letra.

P. Ya ha hablado dos veces de Vázquez Montalbán. ¿Qué otros escritores hicieron caso a estos géneros?

R. Carmen Martín Gaite, que en ‘Usos amorosos de la posguerra española’ habla muy a menudo de copla y el papel que tenía en la sentimentalidad de las mujeres. Y por supuesto, Terenci Moix.

P. En cuanto a compositores, ¿eran ellas las que cantaban y ellos los que escribían?

R. En general es así, es un espacio muy dividido, pero es verdad que a veces la autoría femenina se nos escapa de los dedos. En las canciones que Manuel Alejandro hizo para Rocío Jurado y que reflejaban cosas que no se habían dicho hasta el momento en voz alta, en muchas de ellas aparece como coautora su mujer Ana Magdalena. Pero esta cosa de la autoría es algo un poco líquido, porque en colaboraciones muy muy estrechas, como la de Rafael de León y Concha Piquer, o con Juanita Reina, ellas daban material literario y creo que no estaban tan lejos cuando se escribían esas letras.

placeholder La escritora y creadora del podcast '¡Ay, Campaneras'!, Lidia García, durante una entrevista con EC. (I. Blanco)
La escritora y creadora del podcast '¡Ay, Campaneras'!, Lidia García, durante una entrevista con EC. (I. Blanco)

P. Este género tan español y tan supuestamente poco replicable fuera, tuvo éxito internacional. ¿Qué casos recuerda?

R. Yo suelo quedarme más en detalles pequeños para medir la importancia de estas cosas. Por ejemplo, si leo ‘Raquel Meller canta en Nueva York’ pienso vale, pues muy bien. Pero encontré un anuncio en The New York Times de una tienda de vestidos en la 5ª Avenida que decía: “Vestidos al estilo de Raquel Meller”. Una mujer en esa época y en Nueva York sabía quién era, qué estilo tenía y que era susceptible de ser copiada. Iba más allá de pasar por allí. Y en el caso de Meller, que Chaplin utilizara el tema de ‘La violetera’ para su película ‘Luces de la ciudad’…

Eso que leí en el periódico es verdad, no como lo de Lola Flores, lo del ni canta ni baila, etc.

P. ¿Eso se lo inventó?

R. O se lo inventó o se lo contaron así, pero es increíble.

P. ¿Usted diría que la copla es feminista?

R. A mí no me gusta decirlo porque me parece un reduccionismo tremendo. Pero sí me parece que es ambivalente, porque por una parte vehicula un discurso patriarcal y por otro le está dando voz a las mujeres y a cómo viven relaciones tóxicas, por ejemplo. Hay una copla tremenda que no me atrevo ni a cantarla llamada ‘La ruiseñora’, que es la narración de un asesinato machista. Va de una cantaora que se retira y se enamora de un hombre que la tiene en casa, le gusta beber, irse con otras. Cuando ella se harta y vuelve al tablao a cantar para recuperar su posición y renuncia a estar en casa, él la mata en el escenario delante de todo el mundo. Y encima ella le disculpa en la última estrofa. La copla es testimonio, a veces de luz y otras veces de sombras.

Referencias políticas había más en el cuplé. Hay canciones dedicadas a Manuel Azaña, como la que le hizo La Goyita, y Consuelito

P. Hablemos de sexualidad. Siempre se supo que a Miguel de Molina le gustaban los señores, pero con ellas siempre había silencio…

R. Y lo sigue habiendo. Ya sabes, las giras son muy largas (risas). Abiertamente, que yo sepa, ninguna dijo nada. La misma Concha Piquer cantaba cuplé a principio de los años 30 que tiene una referencia explícita al lesbianismo. Sutil pero directa. ‘Se dice si vas sola qué desgraciada es, se dice que coqueta si con un hombre va, si ven a dos mujeres también se dice que el mundo está al revés, la cosa es murmurar’. Hablamos de principios de los años 30. Luego fue más complicado.

Fuera del armario hay muy pocas mujeres. He encontrado registros de casos fascinantes, como el incendio que hubo en 1906 en el Teatro de la Zarzuela cuando actuaba una tiple, Emérita Esparza. En el público estaba Gloria Laguna, una noble muy escandalosa de la época. Todo el mundo sabía que era lesbiana aunque se había casado con un señor. Fíjate cómo se mirarían que empezaron a abuchearlas, se las tuvieron que llevar escoltadas y casualmente al día siguiente ardió el teatro. Las llevaron a juicio por escándalo y la gente les culpaba de aquello por haber en el aire algo pecaminoso.

Referencias políticas había más en el cuplé. Hay canciones dedicadas a Manuel Azaña, como la que le hizo La Goyita, y Consuelito habla de “mi novio comunista”, pero todo eso desaparece en la copla, que se centra en los amores y en los afectos. Pero luego tienes a Sara Montiel, que antes la mencionabas. En los 70 dijo: “A mí lo que me gusta es un socialismo maravilloso”. En la única persona que puede asociar esas palabras (risas).

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La escritora y creadora del podcast '¡Ay, Campaneras'!, Lidia García, durante una entrevista con EC. (I. Blanco)

P. Hablemos de la copla ahora. ¿Quién queda, quién ha heredado el testigo?

R. Como persona que no solo la canta, sino que tiene vida de copla, es Isabel Pantoja.

P. ¿Alguno más con vidas así, tan poco privadas?

R. ¿Con esa vida y ese concepto? Falete.

P. Es verdad, con ese novio que tuvo al que se le hizo tarde volver a casa y fingió un secuestro.

R. Decía que le metieron en un coche que tenía un muñequito de El Fary…

P. Me acuerdo perfectamente de esa historia.

R. ¿Pero cómo no te vas a acordar de aquello si es un detalle crucial que contó a la policía? Eso es copla con acceso a Internet.

Lidia García García (Montealegre del Castillo, Albacete, 1989) acaba de llegar a la estación de Atocha procedente de Murcia, la ciudad en la que reside y trabaja como investigadora predoctoral en el Departamento de Historia del Arte de su universidad. Su tesis doctoral gira en torno a la estética camp y cultura popular española, y es esto último lo que la ha hecho conocida para muchos. Porque divulga acerca de la copla, el cuplé y la zarzuela en el programa Hoy empieza todo, de Radio 3 y en el pódcast '¡Ay, campaneras!', que inició durante el confinamiento y que es también el título de su primer libro, publicado por Ediciones B. "Soy una enferma, me paso el día escuchando música y en las hemerotecas, buscando lo que se publicaba en esa época", explica.

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