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Dragones, superhéroes... y ópera: cómo Wagner conquistó a los 'frikis' del planeta
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el wagnerismo, más allá de la ópera

Dragones, superhéroes... y ópera: cómo Wagner conquistó a los 'frikis' del planeta

La comparación se hace inevitable: el universo monumental de Wagner concentra tantos 'frikis' a su alrededor como cualquier otro mundo de fantasía

Foto: Imagen: L. Martín.
Imagen: L. Martín.
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Una cosa son los aficionados a la ópera. Y otra muy distinta, los fanáticos de Wagner. Como categoría aparte que constituyen, tienen hasta un nombre propio: los 'ring-nuts'. El apelativo se refiere al 'Anillo del Nibelungo', la serie de cuatro óperas que Richard Wagner tardó más de 20 años en componer. Son capaces de beberse 16 horas de ópera como agua fresca, viajar allá donde se encuentre 'el anillo' y hasta disfrazarse de los personajes durante los intermedios, en una especie de 'cosplay' wagneriano.

El mejor y más divertido retrato de los 'ring-nuts' lo escribió Henry Alford en 2009 para el 'New York Times'. Asistió a la Ópera de Seattle, cuando la tetralogía se representó durante tres semanas seguidas de agosto, a título y simposio por día. Tras casi cinco horas de ópera, los militantes wagnerianos no tuvieron suficiente y alargaron un coloquio con el director general de la institución, Speight Jenkins, hasta la una de la mañana. Le preguntaban por la raza del caballo de Brunilda —la heroína mitológica del 'Anillo'—, por el círculo de fuego que custodia su guarida, por el alfabeto mágico de las runas. La comparación se hace inevitable: el universo monumental de Wagner concentra tantos 'frikis' a su alrededor como cualquier otro mundo de fantasía. 'El señor de los anillos', 'La guerra de las galaxias', 'Los vengadores' de Marvel... Muchas de estas obras contemporáneas se inspiran de forma evidente en la tetralogía, cuya última entrega se representa estos días en el Teatro Real. Con sus dragones, espadas, villanos y héroes, Wagner se coló sin remedio en los 'blockbusters' contemporáneos.

Foto: La soprano alemana Ricarda Merbeth, en el papel de Brünnhilde, y el barítono estonio Lauri Vasar, en el papel de Gunthe. (EFE/Javier del Real)

"Es casi como ir a una convención de cómics, ves las mismas caras". Son declaraciones al 'LA Times' del dibujante y guionista P. Craig Rusell, sobre estas reuniones de los fans extremos de Wagner. Famoso por sus trabajos en títulos como 'Batman', 'Sandman', 'Hellboy' o 'Star Wars', Rusell llevó a cabo una adaptación al cómic de 'El anillo del Nibelungo' en el año 2001. No fue el primero: en 1989, DC Cómics también publicó su versión del 'Anillo' firmada por Gil Kane y Roy Thomas. Este último ya se había inspirado en Wagner para mezclarlo con la mitología nórdica de Thor en unos trabajos anteriores. La fascinación de los dibujantes por la tetralogía no es casual, porque muchos han visto en el imaginario wagneriano una fuente de inspiración fundamental para los superhéroes del cómic estadounidense y el universo que hoy monopoliza las taquillas de cine.

Como señalan los investigadores Michaela Weiss y Miroslav Urbanec, el wagnerismo se introdujo en la cultura popular estadounidense a través de los directores de cine emigrados desde Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Y aunque el antisemitismo del compositor y el fanatismo de Hitler se encargaron de vincular su música al nazismo, la trama de la tetralogía contiene los ingredientes perfectos para calar en la cultura pop y fertilizar el terreno de mundos de fantasía y superpoderes.

'El anillo del Nibelungo' es un conjunto de cuatro óperas ('El oro del Rin', 'La valquiria', 'Sigfrido' y 'El ocaso de los dioses'), en las que Wagner configuró una epopeya a través de personajes de la mitología germánica y la literatura medieval alemana. La primera ópera que concibió fue la última en el orden de representación de la tetralogía, de la que partió para componer de atrás hacia adelante esas 16 horas de música que tardó 26 años en escribir. 'El anillo del Nibelungo', el wagnerismo en su máxima y más extensa forma, es lo que el autor bautizó como la 'gesamtkunstwerk', la obra de arte total. Poesía, música y los elementos de la escenografía sintetizados para servir a un solo propósito: el drama wagneriano.

Foto: Richard Wagner

En las cuatro óperas, humanos, dioses y semidioses entrecruzan sus destinos para construir lo que después se ha convertido en una mitología en sí misma. La trama comienza cuando un enano roba el oro mágico que se esconde en el lecho del río Rin, para forjar un anillo con el que convertir a los nibelungos en esclavos y dominar el mundo. Quizá les recuerde a algo. Pero el anillo contiene una maldición: quien lo posea deberá renunciar al amor para siempre. Conforme avanzan los libretos, el héroe Sigfrido, su amante Brunilda, el dios Wotan y multitud de personajes (como las famosas valkirias) se ven envueltos en una lucha de poder que conduce a la destrucción de los dioses. En esta historia, Wagner condensó sus ideas sobre el destino de la humanidad, el amor trágico, la lucha por el poder, el heroísmo o la venganza. Todo ello envuelto en una estética medieval, dragones, espadas, runas, profecías... Susan Sontag llegó a calificar el cine alemán previo al fascismo como "pop-wagneriano". No es de extrañar que la tetralogía sirviera de vehículo para los delirios nacionalistas de Hitler, como señala el crítico Alex Ross en 'Wagnerismo: arte y política a la sombra de la música' (Seix Barral, 2021). Pero tampoco para las posteriores fábulas de superhéroes.

“Lo incomparable del mito es que siempre es cierto, y su contenido, a través de la máxima compresión, es inagotable”, escribió Wagner, según recoge Ross. Inagotable, como las sagas de cómics de superhéroes, primero, y los mundos modernos de fantasía que invadieron las taquillas, después. Las novelas de 'El señor de los anillos' y su posterior adaptación al cine beben de forma evidente de la tetralogía. También 'La guerra de las galaxias', de George Lucas "fue un proyecto calificado de 'wagneriano' desde el principio", como una ópera espacial en seis entregas, según señala Alex Ross en su libro.

placeholder El videoclip de Madonna y una ilustración de una valquiria wagneriana. (Wikicommons)
El videoclip de Madonna y una ilustración de una valquiria wagneriana. (Wikicommons)

'El anillo del Nibelungo' permeó en la cultura popular hasta tal punto, que incluso hay quien encuentra reminiscencias fragmentadas de las valquirias en cualquier lugar. En el sujetador que Madonna vistió en el videoclip de 'Express Yourself', diseñado por Jean-Paul Gautier. O en la serie de televisión 'Xena: la princesa guerrera', cuando la heroína interpretada por Lucy Lawless roba el oro a los dioses. Pero el homenaje más evidente lo hizo Marvel Comics, en 1970, al introducir en su franquicia un personaje llamado Valquiria o Brunilda, que con su caballo alado conquista a Thor y se convierte en un pilar fundamental de los Vengadores. De hecho, aparece en las películas de 'Thor: Ragnarok' (2017) y 'Avengers: Endgame' (2019).

Se podrían encontrar tintes wagnerianos en la veintena de películas que componen el enorme Universo cinematográfico de Marvel. El héroe protagonista de las óperas de Wagner, Sigfrido, es también el héroe del Poema de los Nibelungos, el texto medieval en el que el compositor inspiró sus libretos. Sigfrido se comió el corazón de un dragón y se bebió su sangre, un festín que le otorgó el poder del anillo, la invulnerabilidad y la capacidad de comprender el lenguaje de los pájaros. Este héroe, según el relato de Marvel en su mitología contemporánea, es la reencarnación mortal de Thor Odinson, protagonista de varias de sus películas. De hecho, el título de la última ópera de la tetralogía ('El crepúsculo de los dioses') es una traducción alemana de Ragnarok, el apocalipsis nórdico que Thor evita en el Universo Marvel y que da nombre a una parte de su saga.

Los cómics tomaron pinceladas de la mitología nórdica y germana popularizada por Wagner, para enredarla con la épica de los superhéroes estadounidenses clásicos hasta el extremo de su serie cinematográfica millonaria. Uno de los legados más célebres del compositor alemán es el uso del 'leitmotiv', el motivo musical con el que asocia a los personajes, lugares y eventos de sus óperas. Un procedimiento muy habitual en las bandas sonoras de John Williams ('Harry Potter', 'La guerra de las galaxias') y Howard Shore ('El señor de los anillos'). A modo de cita, de recuerdo, de profecía, Wagner construye su monumento operístico en la concatenación de estas pequeñas ideas musicales. Explorándolas una y otra vez, llevándolas al límite del cromatismo e, incluso, de la tonalidad. Claude Debussy tildó la tetralogía wagneriana, en tono crítico, de "un vasto anuario musical".

placeholder Un plano del Festpielhaus de Bayreuth. El patio de butacas, a la izquierda. El foso, a la derecha. (Theater.eu)
Un plano del Festpielhaus de Bayreuth. El patio de butacas, a la izquierda. El foso, a la derecha. (Theater.eu)

La expansión narrativa de Wagner no encuentra rival en la música, pero sí muchos herederos en el cine. El diseño del Festspielhaus de Bayreuth anticipaba una experiencia algo cinematográfica, según Alex Ross. En este auditorio construido para representar óperas de Wagner, la orquesta se encuentra tan hundida en el foso (el "abismo místico", en palabras del compositor) que el público no podía verla. El sonido parecía manar directamente de ese espacio, con los músicos a 12 metros de profundidad. "El vagabundo en un barco fantasma, el salvador sin nombre, el anillo maldito, la espada reforjada, el novato con poderes insospechados... La matriz maestra de Wagner acecha detrás de la fantasía taquillera y las narrativas de superhéroes que dominan el Hollywood contemporáneo".

Una cosa son los aficionados a la ópera. Y otra muy distinta, los fanáticos de Wagner. Como categoría aparte que constituyen, tienen hasta un nombre propio: los 'ring-nuts'. El apelativo se refiere al 'Anillo del Nibelungo', la serie de cuatro óperas que Richard Wagner tardó más de 20 años en componer. Son capaces de beberse 16 horas de ópera como agua fresca, viajar allá donde se encuentre 'el anillo' y hasta disfrazarse de los personajes durante los intermedios, en una especie de 'cosplay' wagneriano.

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