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Primero los asturianos y ahora los extremeños, ¿es el castúo una lengua?
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Primero los asturianos y ahora los extremeños, ¿es el castúo una lengua?

El escritor y traductor cacereño Aníbal Martín, que divulga el extremeño en las redes, defiende que alcance la cooficialidad para protegerlo

Foto: Monasterio de Yuste, Cáceres. (EFE /Jero Morales)
Monasterio de Yuste, Cáceres. (EFE /Jero Morales)

“Dil-vus rebullendo i remual-vus”. Cada día, el padre de Aníbal Martín (Cáceres, 1989) le despertaba así a él y a su hermana. “Iros levantando y vistiendo”, pero en el extremeño aprendido de sus padres —los abuelos de Martín—, que jamás habían salido de Huetre (o La Güetri), un pequeño pueblo en el corazón de las Hurdes donde todo el mundo siempre se había comunicado con estos signos lingüísticos. El padre se los trasladó a Martín y ahora él, seducido desde muy joven por los idiomas, no se cansa de divulgarlos en las redes sociales. Y de defenderlos como lo que sostiene que son: una lengua. No un dialecto. “La clasificación lengua-dialecto no tiene ningún elemento lingüístico, es simplemente una cosa política. Normalmente, en los países a la mayoritaria se le llama lengua y dialecto cuando pertenece a una parte del país que a lo mejor no ha tenido una identidad muy fuerte. Pero, si consideramos una lengua el castellano, pues otra lengua es el extremeño”, señala a este periódico.

Martín ha sido uno de los escritores españoles invitados en la reciente Feria de Sharjah (Emiratos Árabes Unidos), ya que también tiene una gran filiación con el árabe. Su libro más reciente, ‘Adunia’ (Pie de página, 2021), es un ameno ensayo sobre la etimología de las palabras en castellano, muchas de ellas procedentes del árabe. Y, como hizo con este idioma, con mucha más razón se ha adentrado en los orígenes de la lengua que hablaban y le transmitieron sus abuelos. Ese extremeño al que también se le puede llamar castúo o 'estremeñu'. “Se refieren a la misma realidad —ataja—, castúo es una palabra que acuñó el poeta extremeño Luis Chamizo y básicamente se refería a los labradores, los castúos. Por extensión se empezó a llamar castúo a lo que hablaban los campesinos. Le llamamos extremeño porque no era exclusivo de la gente de campo. Y lo de 'estremeñu' es porque hablando en extremeño se dice 'estremeñu'. Pero es todo lo mismo”.

"El origen del extremeño no es el castellano sino el astur-leonés. De lo que se hablaba entre Asturias y Cantabria, más cercano al cántabro"

Esta ‘u’ al final recuerda inevitablemente a otras lenguas del norte. No por casualidad. Según Martín, “el origen del extremeño no es el castellano sino el astur-leonés. No es una evolución del castellano, sino que procede de lo que se hablaba entre Asturias y Cantabria, más cercano al cántabro”. Prácticamente, todo su léxico está en el astur-leonés y los pronombres y los verbos son completamente distintos al castellano. “Lo que sí se podría decir es que, como el castellano, es un dialecto del latín”.

Una lengua de Las Hurdes

La mayoría de los hablantes del extremeño/castúo se encuentran en Las Hurdes, Granadilla, Coria y la Extremadura Alta. En gran parte debido a su orografía puesto que, aunque la zona no tiene nada que ver con la que retrató Luis Buñuel en su famoso documental de 1933, sigue siendo un paraje aislado. “Quedan rasgos en otras partes de Extremadura, pero que son más una muestra de que allí también se habló, pero donde se ha mantenido más es en Las Hurdes”, afirma. Sus propios abuelos paternos, por ejemplo, jamás hablaron en castellano.

Sin embargo, actualmente no se tiene un censo de los hablantes de extremeño. Martín lo explica porque, además del aislamiento, para muchos expresarse así era hablar mal. “Y lo que se intentaba era que los hijos estudiaran en otro sitio o hablaran de otra manera. Y ha sido muy poca la gente que ha dicho que esto había que conservarlo”, comenta el escritor.

En enero de 2020 el Consejo de Europa declaró el extremeño como lengua minoritaria de Europa a la altura del euskera, gallego y catalán

Literatura hay poca. El libro de Chamizo y algunos textos de José María Gabriel y Galán, poeta del XIX, del que se dijo entonces que escribía en leonés. Otra novelista del XVIII, Clara Jara de Soto, recuerda Martín, escribió ‘El instruido en la corte y aventuras del extremeño’ (1789), en el que ponía a un extremeño a hablar en esta lengua. No obstante, pese a que no hay una Academia del Extremeño, sí hay un organismo, el OSCEC (Órgano de Seguimiento y Coordinación del Extremeño y su Cultura o, en extremeño, Órganu de siguimientu i cordinación del estremeñu i la su coltura), que está trabajando por la normalización de la lengua, uno de los primeros pasos, según Martín, para protegerla. Y ya consiguieron que en enero de 2020 el Consejo de Europa declarara el extremeño como lengua minoritaria de Europa a la altura del euskera, gallego y catalán.

El estado de protección se encuentra todavía en un estado embrionario, pero para el escritor cacereño habría que avanzar en su enseñanza en las escuelas “y en borrar el estigma que todavía tiene. El hablante tiene que identificar que puede hablar castellano y extremeño y que los dos son idiomas totalmente válidos”. Por supuesto, no duda de que el último paso sea llegar a la cooficialidad. “Es un paso importantísimo. Hay que dar muchos pasos antes, pero es un paso que me gustaría”, sostiene Martín.

placeholder El escritor y traductor Aníbal Martín.
El escritor y traductor Aníbal Martín.

No esquiva la pregunta sobre las tensiones derivadas en otras comunidades, como en Asturias ahora con el asturiano. Para el escritor es un problema de politización. “Desde el siglo XIX las lenguas se han asociado mucho a las naciones, y están entremezcladas con la política, pero una ideología se puede expresar en cualquier lengua. La lengua no está asociada a la ideología. Si Luis Chamizo era de derechas. Para mí es simplemente un patrimonio, un tesoro y siempre lo comparo con el patrimonio material como un puente romano que se está cayendo. Pues igual con el patrimonio inmaterial”, manifiesta.

No duda de que el último paso sea llegar a la cooficialidad. “Es un paso importantísimo. Hay que dar muchos pasos antes, pero me gustaría”

¿Hay suficientes hablantes de extremeño para apoyar esta iniciativa?, le pregunto.

“Habría que sondearlo. Depende de cómo se enfoque. Si se le da un enfoque político pues la gente responderá conforme a su ideología política y yo creo que de ahí hay que desvincularlo. Pero es verdad que, aunque muchas personas no hablen hoy extremeño, sí conocen muchas palabras de ese fondo léxico. Y esa cercanía va a hacer que lo quieran apoyar”, contesta.

Y sigue con su metáfora. “Esto es como defender una catedral. Nadie se cuestiona que una muralla no se reforme. Pues esto es lo mismo. Las tensiones son cálculos políticos e identitarios”, zanja.

“Dil-vus rebullendo i remual-vus”. Cada día, el padre de Aníbal Martín (Cáceres, 1989) le despertaba así a él y a su hermana. “Iros levantando y vistiendo”, pero en el extremeño aprendido de sus padres —los abuelos de Martín—, que jamás habían salido de Huetre (o La Güetri), un pequeño pueblo en el corazón de las Hurdes donde todo el mundo siempre se había comunicado con estos signos lingüísticos. El padre se los trasladó a Martín y ahora él, seducido desde muy joven por los idiomas, no se cansa de divulgarlos en las redes sociales. Y de defenderlos como lo que sostiene que son: una lengua. No un dialecto. “La clasificación lengua-dialecto no tiene ningún elemento lingüístico, es simplemente una cosa política. Normalmente, en los países a la mayoritaria se le llama lengua y dialecto cuando pertenece a una parte del país que a lo mejor no ha tenido una identidad muy fuerte. Pero, si consideramos una lengua el castellano, pues otra lengua es el extremeño”, señala a este periódico.

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