Es noticia
La IA se vuelve artista: cómo suena la Décima de Beethoven terminada por un algoritmo
  1. Cultura
colaboración de humanos y máquinas

La IA se vuelve artista: cómo suena la Décima de Beethoven terminada por un algoritmo

Las obras generadas por programas autónomos han llegado a las casas de subastas, a los museos y, recientemente, a los auditorios. Y conducen a una cuestión nuclear: ¿qué es lo que hace humano al arte?

Foto: Estatua dedicada a Beethoven en Viena. (EFE)
Estatua dedicada a Beethoven en Viena. (EFE)

Cuando Beethoven murió mientras esbozaba su décima sinfonía, sembró una superstición. El legado del compositor alemán al gran sinfonismo romántico, ese que él concibió y bautizó con la Novena, quedó marcado por ese número: el nueve. Nueve fueron las sinfonías de Beethoven, pero también las de Schubert, Dvorak, Bruckner o Mahler. Todos ellos fallecieron tras escribir la nona. Para los más aprensivos, componer la décima era una osadía porque suponía franquear la frontera del dios Beethoven. Y se castigaba con la muerte.

Supersticiones a un lado -muchos otros compositores han estrenado más de diez sinfonías-, ha sido un algoritmo el que se ha atrevido a abrir la senda del genio de Bonn. Un equipo de musicólogos, científicos y compositores ha terminado la Décima sinfonía de Beethoven gracias a la Inteligencia Artificial. En el proyecto ‘Beethoven X’, de Deustche Telekom, se han servido de los bocetos en los que trabajaba el compositor antes de morir. La obra se estrenó el pasado 9 de octubre a cargo de la Orquesta Beethoven de Bonn.

“La Inteligencia Artificial aprende diferentes aspectos del proceso creativo de Beethoven”, explica a este periódico Ahmed Elgammal, director del Laboratorio de Arte e Inteligencia Artificial de la Universidad Rutgers y uno de los científicos involucrados en el proyecto. “El algoritmo aprende cómo desarrolla Beethoven un segmento de música, cómo armoniza una melodía, cómo enlaza las diferentes secciones de la sinfonía, cómo orquesta sus composiciones… En todas estas tareas, la IA tuvo que analizar mucha música para entender cómo lo hacía Beethoven”.

Sin ir más lejos, el tercer movimiento de esta Décima sinfonía es un Scherzo con ecos evidentes de la Quinta sinfonía (con su motivo característico de cuatro notas). El desarrollo temático es obra de un software creado para imitar el lenguaje de Beethoven. Con motivo del 250 aniversario de su nacimiento, Matthias Röder, director del Instituto Karajan en Salzburgo, reunió a Elgammal con otros compositores y científicos para completar los esbozos del tercer y cuarto movimiento. Entre ellos se encontraba Robert Levin, de la Universidad de Harvard, que ya ha completado obras inconclusas de Bach o de Mozart, como la ‘Misa de Réquiem’.

Foto: Clip de Napoleón Bonaparte en una reciente exposición en el Wellington Museum de Waterloo (EFE)

El trabajo, según contaba el propio Elgammal, comenzó con la labor de los músicos por descifrar los bocetos que dejó Beethoven: a qué parte de la sinfonía pertenecían, en qué orden deberían colocarse, en qué forma musical debían inscribirse… El resto fue obra de matemáticos y programadores. Ellos desarrollaron un algoritmo que ‘aprendió’ de la obra sinfónica del compositor alemán. “Trabajamos en un gran equipo multidisciplinar, se trata de una colaboración creativa entre humanos y máquinas”, explica Matthias Röder, director del proyecto.

“La Inteligencia Artificial es una red neuronal artificial que puede aprender un estilo a partir de ejemplos. Una vez entrenada, la IA puede tomar una idea musical y continuarla en el estilo que ha aprendido”, aclara Röder. Esta Décima sinfonía era, según el líder del proyecto, predecible hasta cierto punto. Pero la obra del algoritmo les sorprendió con nuevas ideas y desarrollos inesperados. “El aprendizaje influye en la composición, pero no tiene un impacto directo en la obra”.

Y es que, según afirma Ahmed Elgammal, “la generación de arte por IA es impredecible. Siempre sorprendió al compositor que estaba trabajando con el algoritmo en este proyecto. El nivel de control humano se da, sobre todo, en enmarcar lo que se necesita generar. Por ejemplo, aportando el ejemplo para desarrollar una forma musical concreta. Como un Scherzo, un Trío o una fuga. Más allá de eso, la generación por IA no está controlada”.

Las fronteras inexploradas del arte

El trabajo de Elgammal en 'Beethoven X' no es su primera incursión en el arte generado por Inteligencia Artificial. El laboratorio que regenta en la Universidad de Rutgers es el responsable de AICAN, el primer algoritmo patentado para crear obras de arte. Es un programa informático "que podría considerarse un artista autónomo" y que es capaz de crear imágenes a partir de cientos de estilos aprendidos.

Según el científico, AICAN se alimentó de 80.000 imágenes que representan el canon artístico occidental de los últimos cinco siglos. Una vez nutrido de estilos, temas y lugares comunes, el software es capaz de crear obras visuales sin más intervención de sus creadores. Como experimento, mostraron a varios sujetos obras de AICAN y obras expuestas en la feria de arte contemporáneo Art Basel. En el 75% de los casos, no supieron distinguir el trabajo humano del informático.

El arte generado por Inteligencia Artificial ha llegado hasta la casa de subastas Christie's, que en 2018 adjudicó el primer lienzo de un algoritmo por 432.500 dólares. Las creaciones de estos programas pueden confundirse con las de un artista contemporáneo precisamente porque están diseñados para ello. El algoritmo de Elgammal ha "estudiado" con Miguel Ángel, Kandisnki o Warhol. Y está programado de forma que, partiendo de un estudio minucioso de la pincelada, el color o la perspectiva, pueda experimentar con la historia del arte.

placeholder Retrato 'Edmond de Belamy', creado por un algoritmo. (Christie's)
Retrato 'Edmond de Belamy', creado por un algoritmo. (Christie's)

Del mismo modo que un artista de vanguardia asimila las corrientes pretéritas para alejarse de ellas, estos 'algoritmos creativos' pueden desfigurar las obras con las que se alimentan de forma impredecible. Según explicaba Ahmed Elgammal para 'The Conversation', el sistema en el que se basan es una "red generativa adversaria" (GAN, por sus siglas en inglés). El algoritmo tiene dos redes que compiten entre sí: una genera imágenes a partir de una base de datos proporcionada. Otra discrimina estas imágenes de la base de datos inicial. El objetivo de este proceso es generar tantas variaciones que resulte cada vez más difícil distinguir el trabajo humano de la deformación con IA.

La segunda obra de arte creada por IA y subastada en Sotheby's fue 'Memories of Passersby', del artista Mario Klingemann. Se trata de una máquina que puede generar infinitos retratos de gente que no existe a través de una red generativa adversaria. El resultado es un bucle de rostros sin forma que se funden entre sí. Variaciones en las que, como Elgammal señala, podrían encontrarse similitudes con un estudio de retratos de Francis Bacon.

placeholder 'Memories of Passersby'. (Sotheby's)
'Memories of Passersby'. (Sotheby's)
placeholder Tres estudios del retrato de George Dyer. (Francis Bacon)
Tres estudios del retrato de George Dyer. (Francis Bacon)

El arte generado por Inteligencia Artificial ha llegado a las casas de subastas, a los museos y, recientemente, a los auditorios. La obra de un algoritmo, por qué no, puede subastarse y exponerse en los espacios artísticos tradicionales. La autoría en estos casos se difumina y se confunde: ¿a quién se debería atribuir cada uno de los retratos aleatorios de 'Memories'? ¿A Klingemann? ¿Al programa informático que los genera? ¿A una colaboración entre los dos? La llegada de la IA a los museos conduce a una cuestión nuclear: ¿qué es lo que hace humano al arte?

"La autoría o la identidad en estos casos no me parece la cuestión más interesante a plantear, sino la gran capacidad de análisis de un programa informático", señala Lourdes Flamarique, profesora del Máster de Estudios Curatoriales del Museo Universidad de Navarra y catedrática de Filosofía. "La IA permite conocer y entender los procesos creativos humanos con una minuciosidad y un detalle que el artista no tiene, porque muchas veces ni siquiera él es consciente de los recursos que pone en juego".

Foto:

Flamarique menciona un proyecto del Instituto Stocos, una compañía de danza contemporánea, recientemente estrenado en el MUN. Mediante un sistema de sensores, un software de IA traduce en directo el movimiento de los bailarines a distintos sonidos e imágenes. "Para los integrantes de Stocos, la combinación de danza e Inteligencia Artificial tenía que ver con la investigación. Se trataba de explorar recursos escénicos que utiliza el bailarín, y que quizá de otro modo pasarían inadvertidos. Al traducirlos al código del sonido y los colores se percibe de forma distinta cómo se gesta una coreografía que funciona. Y por eso, entender mejor y ampliar la creatividad".

"El artista tiene algunos recursos explícitos, pero otros tantos pueden provenir de lo naturalizado, de lo aprendido de forma inconsciente. Con el apoyo de la Inteligencia Artificial se abren muchas posibilidades, aspectos que el artista puede pasar por alto, pero que un software puede ayudar a desmenuzar", opina esta investigadora en Teoría del Arte.

Al crear infinitos retratos, o al desarrollar una frase inacabada de Beethoven, la IA puede desvelar a los músicos algunos secretos sobre el lenguaje del compositor. Los integrantes del proyecto Beethoven X coinciden en el diagnóstico: "Creo que la IA será un compañero creativo para los artistas. Este proyecto lo demuestra. Los músicos se sirvieron del software para conseguir completar la sinfonía; se trata de una colaboración entre humanos y ordenadores, que será el futuro de la creatividad", apunta Elgammal. Y Röder, el director del proyecto, va más allá: "No tengo dudas de que, si Beethoven viviera hoy, contaría con un equipo de investigación que apoyara su trabajo artístico en la IA o en otras tecnologías innovadoras".

Cuando Beethoven murió mientras esbozaba su décima sinfonía, sembró una superstición. El legado del compositor alemán al gran sinfonismo romántico, ese que él concibió y bautizó con la Novena, quedó marcado por ese número: el nueve. Nueve fueron las sinfonías de Beethoven, pero también las de Schubert, Dvorak, Bruckner o Mahler. Todos ellos fallecieron tras escribir la nona. Para los más aprensivos, componer la décima era una osadía porque suponía franquear la frontera del dios Beethoven. Y se castigaba con la muerte.

Inteligencia Artificial
El redactor recomienda