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El bluf del porno feminista: "Me gustaría dedicarme a ello, pero tengo que comer"
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El bluf del porno feminista: "Me gustaría dedicarme a ello, pero tengo que comer"

Hace algunos años fue la sensación, un cine pornográfico dirigido a las mujeres que parecía poder cambiar las normas de la industria; hoy, directoras y actrices nos cuentan la realidad

Foto: Imagen: Irene Gamella.
Imagen: Irene Gamella.

"Desde el comienzo de los tiempos, el deseo sexual ha encontrado en las imágenes una forma idónea de estimulación". Lo dice Arturo Caballero en 'Arte y perversión' (Trea, 2021) —donde analiza la actividad artística de la posmodernidad— y nos lo cuentan también las esculturas de Khajuraho (India) o la 'Venus de Cnido', de Praxíteles. Este diálogo entre arte y sexo se mantuvo con la llegada del cristianismo; pero en silencio, con discursos camuflados a hurtadillas ante la generalizada satanización de todo lo sexual.

Hasta que corrieron los siglos y la industria cinematográfica encontró un negocio desmedido en el porno. Trasladar lo privado a lo público; ser políticamente incorrecto y generar debate. La cosificación de la mujer en el cine para adultos era un problema. ¿Debería serlo hoy también? El enfoque de los ochenta y noventa ya no pega. O sí, pero no para todas. La Edad de Oro del Porno de los setenta multiplicó 'Gargantas profundas' (1972), logrando una rentabilidad en taquilla que llegó incluso a preocupar a Hollywood. El mismo cine convencional daba lugar, como recuerda Caballero en su obra, a 'El último tango en París' (1972), donde el director Bernardo Bertolucci reconoció no haber advertido a la actriz Maria Schneider del uso de mantequilla en sus partes íntimas para potenciar su incomodidad en la escena.

placeholder Esculturas de Khajuraho.
Esculturas de Khajuraho.

¿Y qué pasó con el porno feminista?

Hace unos años, la propuesta de Erika Lust revolucionó la industria y la opinión pública. Unas se empoderaban y otras lo criticaban, pero la frecuencia de debate respecto al tema ha perdido fuelle. ¿Qué ha pasado con el porno feminista? Que hay que pagarlo. El consumidor medio tradicional —hombre blanco heterosexual con escaso interés por el feminismo— carece de la educación sexual para corresponder a dicho producto, según las voces consultadas. ¿Es posible introducir un discurso transgresor en un sector destacado por la ficción vejatoria del sexo? Es decir, ¿es posible ser feminista y estar a favor de construir nuevos diálogos en el porno?

Concebir el origen del porno feminista en la producción de Lust es un error. El enfoque distanciado del 'mainstream' fue antes un discurso recurrente de Tristan Taormino o Annie Sprinkle, mujeres que dieron pie a una serie de representaciones de la sexualidad diferentes. El posporno de los noventa y principios de los dos mil enfatizó el placer femenino y la necesidad de generar productos audiovisuales distanciados del consumidor tradicional. "No tuvieron tanto éxito porque no tenían poder adquisitivo y la sociedad de entonces no estaba preparada", dice a este medio la actriz y 'performer' de cine X, Anneke Necro.

Vivir del porno

Entonces, ¿qué diferenció a Erika Lust? Su visión de negocio y capacidades económicas. La industria del porno genera más de 8.000 millones de euros al año en todo el mundo (datos de 2019). La ideología del porno tiene gran potencia en otros países: "La mayoría de mis consumidores son de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido", nos confiesa la propia Lust. Recurre a narrativas alternativas del discurso tradicional y reivindica nuevos diálogos visuales: "He crecido mucho en los últimos años, no solo con las plataformas X Confessions, Lust Cinema y Else Cinema, sino con la revista 'Lust Zine' sobre sexo y sexualidad sin censura". La originalidad de la propuesta y la posibilidad de invertir en dichas producciones jugaron a su favor. Lust reivindica que sí se puede vivir de producir este tipo de porno, pero que la gente "tiene que pagar por él para darle valor" y que, "de momento, los filmes se hacen con un presupuesto muy bajo por empresas que necesitan producir tantas películas como sea posible para competir y ser rentables".

placeholder Fotograma de Erika Lust. (Lust Films)
Fotograma de Erika Lust. (Lust Films)

Si bien Lust afirma que su negocio ha crecido, el consumidor medio no está acostumbrado a pagar por contenido pornográfico. ¿Cómo le ha ido al resto de profesionales del sector? Olympe de G es una actriz y directora de porno feminista francesa —ha dirigido varios proyectos de Lust— que dice haberse 'rendido'. La alternativa ha sido la creación de un 'podcast' erótico. VOXXX —que inició junto a dos socios— funciona bien: no es de pago y cuenta con más de un millón de reproducciones. El perfil del consumidor mayoritario son mujeres de entre 30 y 35 de París y alrededores. "Muchas chicas me escriben para decirme que gracias al 'podcast' se han empoderado sexualmente", confiesa a El Confidencial. Olympe explica que sí, que se puede vivir del porno feminista, pero no siempre. No en su caso, al menos: "Cuando eres una empresa pequeña, es dificilísimo existir en este mundo". La sexóloga y trabajadora social especializada en pornografía Marta Pérez Lindo explica a El Confidencial que "la idea del porno feminista no radica solo en crear contenido para corresponder al deseo femenino, sino en todo el contexto que lo rodea, como respetar las condiciones laborales de las trabajadoras".

Bancos a la contra

Las plataformas bancarias tampoco juegan a favor. "VOXXX tiene contenido publicitario escaso porque las marcas no quieren que se las relacione con contenido pornográfico, lo mismo ocurre con los medios de pago", explica Olympe. El pasado mes de agosto, OnlyFans anunciaba el fin del contenido explícito en su plataforma por el desinterés de las plataformas bancarias de participar en dicha actividad. "Que OnlyFans haga esto es un atraso; ahora han dicho que no nos van a censurar, pero lo dudo. Hay asociaciones ultracatólicas que luchan contra la pornografía en internet y promueven la censura, un Código Hays de nuestro tiempo", explica Necro. "Si PayPal reconoce que te dedicas a esto, no puedes ni comprar la comida del gato", explica.

placeholder La actriz y directora Olympe de G.
La actriz y directora Olympe de G.

¿El porno feminista se mantendrá en una utopía? El debate de la posibilidad de disponer de un carácter reivindicativo en el porno es muy amplio: por un lado, la industria defiende una reordenación de valores, de tratamiento realista de la sexualidad y de equidad entre placer femenino y masculino. Por otro, permanecen quienes confirman que el origen de toda industria relacionada con el porno parte de una base patriarcal inherente al producto.

Al margen del debate de la ética, Erika Lust confía en el futuro del porno feminista siempre que haya un cambio en el consumidor: "Espero que la gente se vuelva más consciente sobre su consumo de pornografía y piense más en las consecuencias de no pagar por el producto". Olympe confesó a este medio que el lunes empezaba sus clases de enfermería: "Yo me quiero dedicar a esto, pero tengo que comer. Cuando estrené una película en Canal+ en Francia en 2019, esperaba que pudiera lanzarme a vivir de ello, pero llegó la pandemia", nos cuenta. Además, la francesa dice que ha trabajado gratis durante años.

La educación sexual es esencial; sin ella, la pornografía no tiene sentido

Necro, por su parte, cree que "las trabajadoras nos cansaremos y tendrán que llegar nuevas personas con más energía" porque "es insostenible y tenemos que pagar facturas". La actriz insiste en que "el porno es una forma legítima de explorar y experimentar en torno a la erótica de la vida". Pérez Lindo explica a este medio la importancia de la educación sexual: "Es absolutamente esencial. Sin ella, la pornografía no tiene sentido. Hay que entender que son fantasías. Lo malo no es el porno, sino la ausencia de educación". Sin embargo, la psicóloga social especializada en atención a mujeres Nerea Sanchís explica que "con una buena educación afectivo-sexual, la pornografía no sería necesaria".

placeholder Erika Lust, creadora de 'X Confessions'. (Lust Films)
Erika Lust, creadora de 'X Confessions'. (Lust Films)

¿Y qué ocurre con los consumidores, son los mismos? Erika Lust explica que sus productos son comprados por un 60% de hombres y un 40% de mujeres entre los 25 y los 45 años. Olympe de G comparte el auge de presencia femenina y Anneke Necro defiende que, aunque anteriormente el consumidor era un hombre de entre 20 y 40 años, la pandemia ha provocado un 'boom' de mujeres consumidoras de su cuenta de OnlyFans. Pérez Lindo defiende que "hay mucha gente que desconoce que esto del 'porno feminista' existe. Si lo descubrieran, estoy segura de que muchas personas pagarían porque les gustaría el producto".

Trabas con plataformas, falta de compromiso con el pago y ausencia de educación sexual. Sanchís defiende que el porno "cosifica y mercantiliza a la mujer" en cualquiera de sus versiones. La disputa entre los puntos de vista de la ética del cine para adultos se mantiene. La psicóloga cita a Audre Lorde con su "no podemos desmontar la casa del amo con las herramientas del amo". Muchas mujeres inciden en que el beneficio económico del porno se liga de manera inherente al patriarcado y la idea del ‘porno feminista’ es falsa porque "sigue siendo un producto dirigido a los hombres en una industria masculina; mientras exista la oferta y la demanda dentro del porno, la figura de la mujer se verá perjudicada". Estas posturas defienden que es necesario destruir el porno para preservar los derechos de la infancia; las personas del sector de la industria alternativa mantienen la idea de luchar por el derecho a la expresividad sexual sin coartar las voces femeninas.

Las opiniones son dispares. La idea generalizada de la industria respecto a los nuevos horizontes es negativa, excepto algunos casos de éxito como Erika Lust. Pérez Lindo hace hincapié en que "sin educación sexual, este tipo de contenido no prosperará", mientras que otros puntos de vista defienden que la existencia de esa educación sexual sería el detonante de extinción del porno en sí mismo. Solo el tiempo legitimará este contenido que, según Lust, "no busca ser concebido como 'un porno alternativo', sino convertirse en la norma". ¿Conseguirá el porno feminista hacerse un hueco relevante dentro de la industria cinematográfica? ¿Aprenderemos a pagar por contenido pornográfico alejado de la narrativa tradicional? ¿Las intervenciones de PayPal o Mastercard son censura y coartación de derechos o facilitan la no mercantilización del cuerpo femenino? El debate sigue abierto.

"Desde el comienzo de los tiempos, el deseo sexual ha encontrado en las imágenes una forma idónea de estimulación". Lo dice Arturo Caballero en 'Arte y perversión' (Trea, 2021) —donde analiza la actividad artística de la posmodernidad— y nos lo cuentan también las esculturas de Khajuraho (India) o la 'Venus de Cnido', de Praxíteles. Este diálogo entre arte y sexo se mantuvo con la llegada del cristianismo; pero en silencio, con discursos camuflados a hurtadillas ante la generalizada satanización de todo lo sexual.

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