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'Así empieza todo': hablemos de política y de economía sin tonterías
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'Así empieza todo': hablemos de política y de economía sin tonterías

El prólogo inédito de esta obra sirve para recordarnos que estamos en un momento crucial: es hora de que las cosas cambien. Es el tiempo de las ideas, no de los números

Foto: Una imagen del absurdo. (Emilio Naranjo/Efe)
Una imagen del absurdo. (Emilio Naranjo/Efe)

Hacer la compra era un momento extraño. Permitía salir de casa, sentir el aire de la calle y despejarte de atmósferas cerradas, pero el trayecto hasta la tienda era solitario, con un punto perturbador: las pocas personas con las que me encontraba se alejaban de mí, o yo de ellas. No era nada fácil hacer abstracción de lo que ocurría, porque las noticias hablaban de hospitales saturados, de un creciente número de fallecidos, y a veces en condiciones horribles. Aquello era un golpe enorme a nuestra forma de vida, y más cuando entendimos que iba para largo, que el virus condicionaría nuestra existencia durante mucho tiempo. La incertidumbre y la preocupación habían tomado al asalto nuestras vidas y sabíamos de personas cercanas afectadas por el virus, veíamos la salud de otras resentirse por diferentes dolencias, mucha gente perdía el empleo, otra comenzaba a hallarse en estado de necesidad y muchos autónomos y pequeños empresarios sabían que les iba a ser difícil subsistir.

Mientras caminaba por esas calles con aire de pesadilla, solía pensar en que algo debía cambiar, que tenía que producirse algún tipo de reacción. Una catástrofe como esta tendría graves consecuencias, nos enfrentábamos a un problema sanitario enorme, con derivadas en todos los órdenes, y el mundo, los meses previos, se había visto tensionado en muchos sentidos: las relaciones internacionales se habían visto afectadas por un EEUU dividido en repliegue, una China en ascenso y la UE con problemas de cohesión, había cambios productivos en marcha ligados a la digitalización en marcha, la desigualdad continuaba aumentando y la polarización en países como el nuestro se dejaba sentir enormemente. Algo tenía que hacerse para cambiar las cosas.

El libro que nos libró de una guerra

En aquella época tenía bastante adelantado un nuevo libro y parecía razonable pensar que lo escrito debería ser reconsiderado a la luz de los grandes 'shocks' que nos estaban golpeando. Es cierto que, en crisis anteriores y pasada la agitación de los primeros momentos, nada se había movido sustancialmente, pero esta parecía distinta. Desde entonces, han ocurrido muchas cosas, con meses que han sido años, pero el libro apenas tuve que tocarlo y no puedo dejar de preguntarme por qué. O, dicho de otra manera, por qué ante una crisis de esta magnitud, hemos seguido haciendo lo mismo. El gran cambio ha consistido en acelerar, en ocasiones mucho, las tendencias ya existentes, lo que nos conduce a un lugar cualitativamente distinto, pero la dirección no se ha movido ni un ápice.

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'Así empieza todo'

El texto comenzaba, y sigue haciéndolo, con un momento extraordinario de la historia reciente en el que un libro, 'Los cañones de agosto', contribuyó a salvarnos de una guerra nuclear gracias a su contundente aviso acerca de cómo un clima irracional, fruto de presiones estructurales, decisiones incompetentes, tensiones entre clases, intentos de ganar poder y ceguera histórica nos llevó al desastre.

Barbara Tuchman, la autora del libro, publicó dos décadas después una obra titulada 'The March of Folly' ('La marcha de la locura'). En ella señalaba la extraña persistencia en la historia de un virus cuyo efecto era la incapacidad de los sistemas para conseguir los fines que perseguían: se tomaban decisiones encaminadas a conseguir un objetivo, pero acababan por producir efectos muy diferentes y, a menudo, contrarios a los deseados. Es una idea que resuena en muchas de las disfunciones del mundo occidental contemporáneo. Tuchman denominó a ese virus 'folly', cuya traducción es locura, pero también insensatez, necedad, estupidez, imprudencia, desvarío, delirio o despropósito.

Y era curioso, porque justo eso es lo que estaba viendo desarrollarse en nuestro mundo, a cámara lenta y desde el encierro, en un instante en el que nos estábamos jugando muchísimo, en todos los sentidos. Lo que estaba ocurriendo es que todo el mundo persistía en sus obsesiones. Vivíamos en una sociedad polarizada y la pandemia la hizo más insistente; el sistema económico funcionaba mal y se ahondó de forma cruel en todas las ineficiencias y desigualdades; el orden internacional estaba mostrando sus grietas, y ahora son mayores. Frente a todo esto, las recetas que se ofrecían eran las mismas de siempre, solo que multiplicadas por dos.

Es momento de tomar las cosas en serio, de abandonar las banderías, las cuitas culturales, las maniobras tácticas y la ilusión de cambiar el mundo con un PowerPoint o con una simple fórmula

Wolfgang Münchau inventó una expresión que hizo fortuna hace unos años, "el momento María Antonieta de las élites", que define con bastante precisión esta extraña mezcla de parálisis intelectual e institucional y de aceleración vital en la que nos desenvolvemos. El pasado domingo, Munchau firmó su última columna en 'Financial Times', su periódico durante 17 años, y la tituló 'Complacent insiders sow the seeds of their own demise', algo así como "la complacencia de los 'insiders' siembra las semillas de su desaparición". Este mirarse al ombligo, esta negativa a abrirse a nuevas posturas, es una señal obvia de decadencia, y es otra manera de señalar que la 'folly' de Tuchman está más presente que nunca cuando menos la necesitamos.

Política sin tonterías

De modo que decidí seguir adelante con el libro, a pesar de que el momento editorial no era el mejor, porque me parecía indispensable comenzar a hablar de política y economía sin tonterías, sin autoengaños, sin justificaciones estériles. Es momento de tomar las cosas en serio, de abandonar las banderías que miran permanentemente al pasado, las cuitas culturales, las banales maniobras tácticas, la ilusión de cambiar el mundo con un PowerPoint o con una fórmula llamativa.

Estamos en época de transformaciones profundas, al estilo Polanyi, y necesitamos más que nunca diagnósticos bien orientados, perspectivas, ideas. Que las tendencias dominantes en nuestro tiempo se hayan acelerado no nos deja en el mismo sitio, sino que nos dirige hacia un lugar nuevo, y debemos tomar este incremento de velocidad muy en serio. La digitalización y la potencia cada vez mayor de las finanzas, con el giro geopolítico que producen, profundizan los movimientos existentes, muy ligados al efecto Cantillon y al exceso de ahorros. Generan consecuencias en las relaciones internacionales, territoriales, de clases y de recursos, así como modificaciones culturales importantes en cuanto a convicciones, ideas del mundo y formas de emplear el ocio, y no podemos seguir al margen de ellas, presos de visiones estándar, siempre ortodoxas, que no sirven ni para el diagnóstico ni para las soluciones.

El tiempo de las ideas, no de los números

Es momento de otra cosa y mi idea era intentar entender qué asoma por el horizonte, de dónde parte, cómo nos está afectando y dónde nos lleva. Es una visión vieja, que quizá puede despreciarse como fruto de la herencia racionalista, pero sigo convencido de que entender los procesos de fondo y saber cómo funcionan es justo lo que permite poner soluciones efectivas y duraderas. Hoy no se toma mucho en consideración esta perspectiva, porque se prefiere aquello que se puede medir, pesar y colocar en gráficos que ofrecen teóricas verdades absolutas. No es así: este es el tiempo de las ideas, no de los números. Viene una época diferente y el pensamiento debe tomar un lugar en ese nuevo escenario y abrir posibilidades mediante su alejamiento de una ortodoxia estéril.

Tuve un jefe que era el primero en llegar a la oficina y el último en marcharse, muy esforzado y comprometido con su trabajo. Pero era muy malo a la hora de tomar decisiones, de modo que cuando más tiempo pasaba en su despacho, peor resultaba para todos. A veces no hay que ser el más dedicado o el más listo, sino saber avanzar en una buena dirección, aunque sea mediante pequeños pasos. 'Así empieza todo' es un intento de tomar un camino que nos lleve a alguna parte.

***El texto es un fragmento reescrito de un prólogo inédito para 'Así empieza todo' (Ed. Ariel). A la venta el 6 de octubre.

Hacer la compra era un momento extraño. Permitía salir de casa, sentir el aire de la calle y despejarte de atmósferas cerradas, pero el trayecto hasta la tienda era solitario, con un punto perturbador: las pocas personas con las que me encontraba se alejaban de mí, o yo de ellas. No era nada fácil hacer abstracción de lo que ocurría, porque las noticias hablaban de hospitales saturados, de un creciente número de fallecidos, y a veces en condiciones horribles. Aquello era un golpe enorme a nuestra forma de vida, y más cuando entendimos que iba para largo, que el virus condicionaría nuestra existencia durante mucho tiempo. La incertidumbre y la preocupación habían tomado al asalto nuestras vidas y sabíamos de personas cercanas afectadas por el virus, veíamos la salud de otras resentirse por diferentes dolencias, mucha gente perdía el empleo, otra comenzaba a hallarse en estado de necesidad y muchos autónomos y pequeños empresarios sabían que les iba a ser difícil subsistir.

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