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Misericordia en la iglesia de San Sebastián: las colas del hambre en el Madrid de Galdós
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Misericordia en la iglesia de San Sebastián: las colas del hambre en el Madrid de Galdós

El escritor canario describía en su novela de 1897 las clases madrileñas más paupérrimas y cómo algunas familias se avergonzaban de caer en la pobreza

Foto: Barrio de las Injurias al sur de Madrid, cerca del Manzanares. No fue demolido hasta 1906
Barrio de las Injurias al sur de Madrid, cerca del Manzanares. No fue demolido hasta 1906

“Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián… mejor será decir la iglesia… dos caras que seguramente son más graciosas que bonitas: con la una mira a los barrios bajos enfilándolos por la calle de Cañizares; con la otra, al señorío mercantil de la plaza del Ángel. Habréis notado en ambos rostros una fealdad risueña, del más puro Madrid, en quien el carácter arquitectónico y moral se aúnan maravillosamente.” Así se inicia 'Misericordia', la novela de Benito Pérez Galdós de 1897 que anticipaba la preocupación social del 98. Porque ahí en esas líneas está toda la ciudad a finales del XIX cuando crecía abrumadoramente con la inmigración: el Madrid más pobretón y miserable del sur, un Madrid en el que, como ha destapado ahora la crisis del coronavirus con miles de madrileños esperando sus bolsas de comida, también había colas del hambre, mendigos, asilos sociales, caridad y limosna. Y el de la cara norte, el que miraba hacia los nuevos ensanches de la ciudad y no veía la miseria desde sus calles privilegiadas. Siempre el norte y el sur de la capital.

El sur de la puerta de esta iglesia que se construyó en el siglo XVI y que ha tenido unos cuantos eventos folclóricos como el bautizo de José de Echagaray y Jacinto Benavente o las bodas de Larra, Sagasta y Becquer -y que a Galdós, por otra parte, no le gustaba demasiado y la consideraba feucha, como cuenta el galdosiano Andrés Trapiello- da, efectivamente, hacia Lavapiés, entonces un barrio con sus penurias, pero popular y hasta simpaticón, como aparece también en 'Fortunata y Jacinta'.

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Sin embargo, en esta novela el escritor canario daba un paso más hacia abajo y para hacer el retrato de su historia, la de una familia medianamente acomodada pero venida a menos y entrada, por avatares de la vida, ya en la pobreza, no dudó en dirigirse más al sur de este barrio que cae tras la glorieta de Embajadores y hacia el río Manzanares. Así, Galdós no buscaba solo un retrato del Lavapiés castizo sino que también quiso pasear por los arrabales que había en la zona que hoy se conoce como Pirámides y que tenían nombres tan sonoros como el barrio de las Injurias y el de las Cambroneras. Nombres sonoros que escondían bajo sus chabolas a mendigos, traperos, prostitutas, enfermedades y desolación.

El afán de estudiarla intensamente me llevó al barrio de las Injurias, polvoriento y desolado. En sus miserables casuchas, cercanas a la Fábrica de Gas, se alberga la pobretería más lastimosa

“El afán de estudiarla intensamente me llevó al barrio de las Injurias, polvoriento y desolado. En sus miserables casuchas, cercanas a la Fábrica de Gas, se alberga la pobretería más lastimosa. Desde allí, me lancé a las Cambroneras, donde tiene su asiento la población gitanesca, compuesta de personas y borricos en divertida sociedad, no exenta de peligros para el visitante. Las Cambroneras, la Estación de las Pulgas, la Puente Segoviana, la opuesta orilla del Manzanares hasta la casa de Goya, donde el famoso pintor tuvo su taller, completaron mi estudio del bajo Madrid, inmenso filón de elementos pintorescos y de riqueza del lenguaje”, escribió el propio Galdós en el prólogo de esta novela para la que, como cuenta, hizo una notable labor de investigador y periodista.

Galdós periodista

Así lo señala también Andrés Trapiello a El Confidencial. “Galdós se documentó muchísimo con amigos dentro de la policía, visitó los centros de detención donde llevaban a los pobres como el que había en la calle San bernardino [el Asilo de San Bernardino, en el actual barrio del Conde-Duque]. Hizo un trabajo de novelista muy concienzudo. Y están los diferentes pobres muy bien retratados”.

También destaca esta labor investigadora Yolanda Arencibia, catedrática de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y que acaba de ganar el premio Comillas de Ensayo de Tusquets por 'Galdós. Una biografía', que se publica este mes de junio: “Galdós tenía una memoria prodigiosa y una capacidad de apuntar enorme. Todo lo iba apuntando en libretas, le gustaba viajar en tranvía, meterse en los vagones de tercera, observar a la gente y apuntar cosas, como el lenguaje, las expresiones. Para 'Fortunata y Jacinta' se documentó muchísimo entre los mendigos que pedían limosnas y lo que no sacó en este libro lo utilizó en novelas posteriores como ‘Misericordia’”, afirma la catedrática a este periódico.

Galdós tenía una memoria prodigiosa. Todo lo apuntaba en libretas, le gustaba viajar en tranvía, en los vagones de tercera, observar a la gente

De hecho, otro de los aspectos que aparecen en el libro son los cotarros, que es como se llamaba a las casas de dormir, una especie de albergue para pobres en los cuales por un par de céntimos -una peseta ya era un dinero en la época- podías tener una cama durante una noche. En ‘Misericordia’ se describe uno muy concurrido en la calle del Mediodía Grande (en el actual barrio de La Latina).

Diferencias de pobres y la actualidad

Pero lo más sugerente de esta novela son las diferentes clases de pobres que describe (el inicio de 'Misericordia' es espectacular en este sentido). Y cómo los que no lo eran tanto lo acaban siendo. Y eso es lo que, según Trapiello, se puede extrapolar a la actualidad, ya que hoy, por fortuna, no existen arrabales tan lastimosos como los de finales del XIX. “Lo que cuenta Galdós es que dentro de los pobres hay dos clases de pobres, los pobres de solemnidad y los pobres vergonzantes. Los pobres de solemnidad son los que abiertamente reconocen su pobreza, asumen que por sí mismos son incapaces de subsistir y dependen de la limosna y la caridad de los demás. Hasta ahora lo que teníamos eran pobres de solemnidad, pero ahora puede producirse el pobre vergonzante, que es aquel que viene de una posición que se podía valer por sí mismo, pero que ha ido cayendo en la escala social hasta el extremo de que tiene tanta necesidad como el pobre de solemnidad solo que le da vergüenza y hace todo tipo de subterfugios para que nadie se entere de su necesidad”, manifiesta el escritor que, como pensaba también Galdós, “cuanto mejor es el pobre de solemnidad que no se anda con tapujos y además es mucho más generoso porque reparte lo que tiene y admite lo que es, pero el pobre vergonzante se sigue comportando como lo que no es. Esa es la lección de esta novela”.

placeholder Madrid a finales del siglo XIX, principios del XX
Madrid a finales del siglo XIX, principios del XX

No pocos testimonios estos últimos días han vislumbrado a este tipo de pobre que hasta ahora no se había acercado nunca a una cola del hambre. Para la catedrática Arencibia, que Galdós apuntara precisamente a estos pobres que desde una posición más o menos correcta caen en picado hacia la miseria -las causas pueden ser una una crisis económica, una mala gestión, una falta de apoyo a estas personas; en cualquier caso, suelen ser las mismas en cualquier época de la Historia- tenía que ver con cómo se estaba desarrollando la sociedad entonces.

Ahora puede producirse el pobre vergonzante, que es aquel que viene de una posición que se podía valer por sí mismo, pero que ha ido cayendo en la escala social y siente vergüenza

“Estaba comenzando un mundo distinto. Las clases medias empiezan a poner comercios. Nacen más pequeños comerciantes en Madrid. Empieza una clase emergente. En su conciencia política él pensaba que los llamados a resolver el mundo eran la clase media que estaba llegando al poder. Antes los políticos siempre eran la aristocracia, pero ya comienza a llegar una cierta clase media burguesa como Prim. Él creyó en la fuerza de la clase media para reformar el país, sobre todo en los años 70 cuando era joven, pero luego ya en 1897 con el texto de la entrada en la academia y esta novela volvió a hablar de la clase media pero ya con un giro distinto y vuelca más sus ojos hacia lo que pasa en estos barrios más humildes”, afirma.

De hecho, Galdós siempre había escrito más sobre las clases medias y el funcionariado madrileño -la capital siempre había tenido ese tufillo de ciudad cortesana y de servicios- como ocurría en novelas como 'La de Bringas' hasta que empezó a interesarse por las clases más mendicantes.

Galdós fue el primero

Esta preocupación social estaba en los escritores naturalistas europeos, sobre todo en autores como Zola. En España fue después Pío Baroja quien también describió los arrabales del sur de Madrid en novelas como 'Mala hierba', pero lo cierto es que, como apostilla Trapiello, Galdós fue el primero que se centró en la salubridad de esos barrios, en los niños que se morían pronto, y el alcoholismo y la prostitución, que eran dos factores altísimos en esa clase social. “Galdós empieza a ver que a finales del siglo XIX el interés y el estudio por las clases desfavorecidas, las condiciones higiénicas de los barrios bajos, la delincuencia, la prostitución es enorme. Y como el interés social es mucho, Galdós atiende al interés social”, sostiene este escritor.

Galdós fue el primero que se centró en la salubridad de esos barrios, en los niños que se morían pronto, y el alcoholismo y la prostitución, que eran dos factores altísimos

Sin embargo, los expertos en Galdós no creen que este escritor fuera naturalista. Ni que tampoco retratara una miseria como la que había en los barrios de Londres o de París, mucho más llenos de mendigos que Madrid (también eran más grandes e industrializados). “Hay que tener cuidado con las etiquetas, pero esta novela no es naturalista. La obra más naturalista de Galdós es 'La desheredada' (hay personajes malos moralmente), pero no 'Misericordia', que es misericordiosa”, apunta Arencibia, que se centra en el personaje de Benina, una mujer que salva toda la novela de la podredumbre (y que, por cierto, entusiasmaba a María Zambrano), en su afán por que las personas que más quiere -para empezar la mujer con la que convive- no pasen hambre. Así, lo que ocurre con 'Misericordia' es que es una novela en la que, como ocurre siempre con el escritor canario, siempre quedarán las buenas personas y un amor que sepulta los aspectos más desagradables, viciados y crueles.

“No, no, no es el Londres de Dickens, ni el París de Baudelaire de las viejas borrachas y los clochards. Madrid en esa pobretería tiene una simpatía, porque es un pueblo pequeño… La gente que da limosna tiene pobres protegidos. [Como el ciego] Almudena que es un pobre más simpático y al que por eso le dan más dinero. Pero es que hasta cada iglesia tiene sus propios pobres”, reflexiona Trapiello.

Como la de San Sebastián, apuntando todavía en la actualidad hacia el norte… y hacia el sur.

“Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián… mejor será decir la iglesia… dos caras que seguramente son más graciosas que bonitas: con la una mira a los barrios bajos enfilándolos por la calle de Cañizares; con la otra, al señorío mercantil de la plaza del Ángel. Habréis notado en ambos rostros una fealdad risueña, del más puro Madrid, en quien el carácter arquitectónico y moral se aúnan maravillosamente.” Así se inicia 'Misericordia', la novela de Benito Pérez Galdós de 1897 que anticipaba la preocupación social del 98. Porque ahí en esas líneas está toda la ciudad a finales del XIX cuando crecía abrumadoramente con la inmigración: el Madrid más pobretón y miserable del sur, un Madrid en el que, como ha destapado ahora la crisis del coronavirus con miles de madrileños esperando sus bolsas de comida, también había colas del hambre, mendigos, asilos sociales, caridad y limosna. Y el de la cara norte, el que miraba hacia los nuevos ensanches de la ciudad y no veía la miseria desde sus calles privilegiadas. Siempre el norte y el sur de la capital.

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