Una explosión de color: los pasteles toman la Fundación Mapfre de Barcelona
Esta muestra tiene por objetivo reivindicar esta técnica del pastel, a medio camino entre el dibujo y la pintura al óleo. Las 96 obras que se podrán ver rara vez se prestan a su exposición
Sus inicios datan de finales del siglo XVI, aunque no llegó a convertirse en un arte de pleno derecho hasta bien entrado el siglo XIX. Hablamos de la pintura al pastel, técnica a medio camino entre el dibujo y la pintura al óleo consistente en el uso de técnicas que aplican la pintura directamente sobre el lienzo en lugar de utilizar algún tipo de disolvente como sucede con el óleo. La exposición ‘Tocar el color. La renovación del pastel’ explora algunas de las obras más importantes de esta técnica en la Fundación Mapfre de Barcelona hasta el próximo 5 de enero.
Con 96 obras de 68 artistas, la muestra recoge un puñado de trabajos que apuestan por analizar el resurgimiento del pastel a partir de 1830 y hasta bien entrado el siglo XX. Y lo hace gracias a trabajos cuya fragilidad les impide estar expuestos de manera habitual, lo que confiere un valor único a la muestra. “La fragilidad intrínseca, la delicadeza en su conservación y la complejidad en el tratamiento de esta técnica hacen de esta exposición una ocasión única para poder observar estas obras. Son piezas que no se exponen habitualmente, que rara vez se prestan y que una vez vuelvan a sus orígenes deberán permanecer ocultas sin luz durante años”, recuerda Nadia Arroyo, directora de cultura de Fundación Mapfre.
La muestra echa la vista atrás para observar cómo los más reputados ’pastelistas’ elevaron la técnica hasta convertirla en una forma de arte. Así, los asistentes pueden observar autorretratos como el de Jean Hélion, con claras reminiscencias a la edad de oro artística del siglo XVIII, con los que este colectivo se alejó poco a poco del terreno del boceto para adentrarse en el de la pintura.
El pastel fue, además, una técnica asociada a artistas mujeres que la utilizaron como medio manejable y económico para encontrar una ruta alternativa a las bellas artes, reservadas a los hombres, sabedoras de que estaban relegadas en los círculos académicos. Por ello, la muestra pretende resaltar su importancia mostrando trabajos de Mary Cassatt, Berthe Morisot, Louise Abbéma o Louise-Catherine Breslau.
Fueron los impresionistas los encargados de llevar el pastel al aire libre y de alejarlo del retrato. Los paisajes impresionistas permitieron a artistas como Edgar Degas captar el momento fugaz y le permitieron escribir un capítulo fundamental en la historia del arte moderno donde la espontaneidad y el color liberado tomaban todo el protagonismo.
Fue a finales del siglo XIX cuando la creación de la Sociedad de Pastelistas Franceses permitió “mostrar, desarrollar y alentar el arte del pastel”. La primera muestra de la sociedad data de 1885 y también de esa década datan las sociedades de pastelistas de Nueva York y británica. Las obras de George Clausen, Sir James Guthrie o James McNeill Whistler ayudaron a extender la popularidad de esta técnica fuera de las fronteras galas. Bélgica, Alemania, Polonia, Rusia o Italia fueron otros de los países que certificaron que el pastel había abandonado ya su cuna y no era propiedad exclusiva de los pintores franceses.
Del impresionismo a Miró
De Nittis, Degas o Renoir fueron algunos de los artistas impresionistas que llevaron el pastel a sus lienzos. Y lo hicieron mostrando una devoción por la figura humana y especialmente por los desnudos femeninos en el caso de Degas.
Los vivos colores del pastel también permitieron, a finales del siglo XIX, disfrutar de las explosiones incandescentes de Louis Anquetin e incluso Pablo Picasso se siente seducido por esta técnica a la hora de retratar a bailarinas, cupletistas, cantantes y personajes de la noche parisina en 1901. Frente a la explosión de color, el simbolismo optó por atmósferas entenebrecidas, próximas al misterio, en el tránsito entre el siglo XIX y el XX. Buena prueba de ello son los paisajes nocturnos de William Degouve de Nuncques o el clima crepuscular de las obras de Émile-René Ménard en sus paisajes de ruinas antiguas.
La muestra también presta especial atención a la obra de Odilon Redon, posiblemente el pastelista más inspirado de finales del XIX y principios del XX que intensifica el colorido en sus obras para reforzar la dimensión sensible de la obra de arte. Y bien entrados en el siglo pasado también es considerable el trabajo de Miró, entre otros creadores, cuyo trabajo en las pinturas salvajes de 1934 contrasta con la elegancia de los retratos al pastel del siglo XIX.
“Con esta exposición hemos querido contar una parte de la historia del arte en la que habitualmente no se pone el foco y que durante tanto tiempo marcó y condicionó la creatividad de los artistas: la jerarquía de las técnicas”, destaca Philippe Saunier, comisario de una muestra que se puede visitar hasta el próximo 5 de enero en Barcelona.
Sus inicios datan de finales del siglo XVI, aunque no llegó a convertirse en un arte de pleno derecho hasta bien entrado el siglo XIX. Hablamos de la pintura al pastel, técnica a medio camino entre el dibujo y la pintura al óleo consistente en el uso de técnicas que aplican la pintura directamente sobre el lienzo en lugar de utilizar algún tipo de disolvente como sucede con el óleo. La exposición ‘Tocar el color. La renovación del pastel’ explora algunas de las obras más importantes de esta técnica en la Fundación Mapfre de Barcelona hasta el próximo 5 de enero.