La Reina Roja está fuera de control: la lección de Acemoglu para salvar la democracia
Años después de publicar el bestseller '¿Por qué fracasan los países?'', el reputado economista del MIT se pregunta en 'El pasillo estrecho' cómo los países ganan y pierden su libertad
No es habitual que el jefe de la oposición se dirija al Parlamento con una cápsula de cianuro en el bolsillo por si las cosas se ponen feas. Pero eso es lo que hizo el líder de los socialdemócratas alemanes, el valeroso Otto Wells, el 23 de marzo de 1933 en la Ópera Kroll de Berlín, emplazamiento provisional del legislativo tras el incendio que había devorado el Reichstag un mes antes. Aquel día, en un edificio violentado por banderas nazis y esvásticas en cuyas salidas se apiñaban SA y SS, Wells clamó contra la nueva Ley Habilitante que suspendería cuatro años el Parlamento y otorgaría todo el poder al recién nombrado canciller Adolf Hitler. Sabía que no había nada que hacer y, con todo, subió a la tribuna ante Hitler y habló: "En esta hora histórica, los socialdemócratas alemanes profesamos nuestra lealtad a los principios básicos de humanidad y justicia, libertad y socialismo. Ninguna Ley Habilitante puede destruir ideas que son eternas e indestructibles". Poco después, un Parlamento aterrado con varios partidos ya prohibidos y gran parte de sus miembros en la cárcel votaba a favor de su desaparición. El estrecho pasillo de la libertad abierto por la República de Weimar acababa de clausurarse ominosamente. La Reina Roja estaba fuera de control.
La Reina Roja es uno de los conceptos clave del nuevo libro del economista del MIT Daron Acemoglu y el politólogo de la Universidad de Chicago James A. Robinson titulado 'El pasillo estrecho. Estados, sociedades y cómo alcanzar la libertad' (Deusto), un formidable intento de responder a la pregunta acerca de por qué en algunos países florece la libertad y en en otros el autoritarismo que acaba de llegar a las librerías españolas traducido por Ramón González Férriz y Marta Valdivieso. La técnica usada aquí es la misma que convirtió al libro anterior de los dos autores, el bestseller mundial y ensayo de referencia 'Por qué fracasan los países' (Deusto, 2014) en la mejor y más atractiva historia comparada de los últimos años que incorporaba una impagable serie de innovadores conceptos analíticos emergidos de la cultura filosófica y literaria occidental. La Reina Roja de 'Alicia en el país de las maravillas' que corre y corre para no moverse del mismo sitio simboliza así la productiva competencia entre estado y sociedad en la que ninguna de las dos partes debe superar a la otra para que el pasillo estrecho de la libertad continúe abierto.
'Por qué fracasan los países' perseguía las razones de la prosperidad en la pugna entre instituciones extractivas e inclusivas. 'El pasillo estrecho' defiende ahora que las instituciones pueden ser papel mojado sin una sociedad activa que las defienda. Cuando le preguntamos a Acemoglu por correo electrónico si hay aquí una matización de su tesis anterior nos responde que no exactamente, más bien se trata de una ampliación "con dos diferencias. Primero, ampliamos el enfoque. Más allá del crecimiento económico, investigamos otras cuestiones que a los humanos nos importan profundamente. Las más importantes son cómo no ser dominado y no ser amenazado, base de nuestra definición de libertad. Segundo, nuestro marco también es más rico. Ahora la capacidad del Estado y de las leyes juegan un papel más crítico. La capacidad del Estado es vital para el éxito económico, especialmente para la provisión de servicios públicos y de justicia. Pero es algo que no puedes simplemente diseñar. Porque a veces las instituciones no reciben el apoyo de las personas".
PREGUNTA. La izquierda les acusa de defender el capitalismo liberal y la derecha libertaria les tacha de socialistas por apostar por el modelo de la socialdemócrata Suecia. ¿Lo suyo es sentido común o equidistancia?
RESPUESTA. Desafortunadamente, vivimos en tiempos muy polarizados. La izquierda se ha vuelto completamente intolerante a las ideas distintas, y la derecha ha degenerado hasta tal punto que niega los hechos y se aferra a afirmaciones que han sido refutadas. En ese entorno, es inevitable que las nuevas ideas sean atacadas por ambos lados. 'Por qué fracasan los países' insistía en que los mercados son importantes, pero no nos referíamos a los mercados libres basados en la libertad para todos, sino a los respaldados por la acción del gobierno, la regulación, la provisión de servicios públicos y la igualdad de condiciones.
P. Este libro se ocupa de la libertad, algo bastante más complejo que la prosperidad. Ustedes citan la definición de Locke pero parece algo antigua... Las neurociencias actuales pero también psicólogos influyentes como Jonathan Haidt aseguran que la libertad no existe, que es una ficción y que el ser humano es una maraña de sesgos, pasiones y mala estadística. Si fuera así, ¿no es la libertad un objeto de estudio fantasmal?
R. Absolutamente, la libertad es muy compleja. Sin embargo, no veo que el hecho de que tengamos sesgos psicológicos descarte la importancia de la libertad. La libertad es una aspiración crítica de los individuos, independientemente de cuán racionales seamos al tomar ciertas decisiones. Retroceda en la historia, incluso a sociedades de pequeña escala, y verá personas haciendo grandes esfuerzos para defender su libertad y evitar ser dominados. Lo mismo es cierto hoy. Incluso en los regímenes más despóticos, esas aspiraciones están presentes. Ciertamente estoy de acuerdo en que las personas no son máquinas racionales de toma de decisiones. Pero no creo que nada de esto niegue la importancia de estas aspiraciones y especialmente la necesidad e importancia de evitar que las personas sean controladas y dominadas por individuos poderosos o gobiernos represivos.
P. Usan el caso de la Atenas clásica como ejemplo de creación del pasillo estrecho pero aquello se logró en gran parte gracias a los recursos de su imperio colonial y la explotación de otros países. El imperialismo europeo del XIX sería otro ejemplo. ¿Ensanchó Occidente su pasillo gracias a material de obra ajeno?
R. Tiene razón, una historia más completa del mundo pondría mucho más énfasis en cómo Occidente construyó parte de su prosperidad gracias a la explotación de sus colonias (hablábamos un poco de esto en 'Por qué fracasan los países'). Y además la economía ateniense explotó esclavos. Sin embargo, no creo que eso pueda explicar el surgimiento de la democracia ateniense y su movilización social. Los espartanos, al mismo tiempo que los atenienses, tenían un sistema mucho más explotador, tanto en términos de la cantidad de esclavos y trabajadores forzados, como en términos de la violencia cruel que les impusieron. Y, sin embargo, no desarrollaron las mismas instituciones que Atenas. Notablemente, en Atenas, incluso los esclavos tenían derechos. Esto no quiere decir que los esclavos no fueron explotados, pero una vez que la sociedad se moviliza, las implicaciones van más allá de lo que puede verse a simple vista.
Construir estados limitados, que cooperen con la sociedad, no son problemas de ingeniería. No puedes tomar un plano y aplicarlo
P. Encadenar al Leviathan no es tarea fácil. Puedo tener clara la teoría -leyendo por ejemplo su libro- y aún así no servir para nada debido a una coyuntura historia desfavorable. La suerte no suele ser objeto de estudio académico pero, ¿no es crucial en todo este asunto?
R. Completamente. Encadenar al Leviatán, construir estados limitados, que cooperen con la sociedad, y establecer las condiciones previas de la libertad no son problemas de ingeniería. No puedes simplemente tomar un plano y aplicarlo. Puede hallar un ejemplo en nuestro capítulo sobre Zimbabue. La razón por la cual Zimbabue terminó con un gobierno terrible y represivo y una economía disfuncional no fue solo porque tenía un líder vicioso como Robert Mugabe. También se debió a que el conflicto entre los colonizadores blancos y los nativos estaba mucho más polarizado, y la coerción laboral desempeñaba un papel tan importante en su economía que hizo que el pasillo estrecho fuera mucho más estrecho que en otros lugares, más aún incluso que en Sudáfrica.
P. El proceso de la Reina Roja que ustedes explican parece por su naturaleza altamente inestable. Ni el estado ni la sociedad pueden despistarse un momento porque entonces el despotismo (o la anarquía) ocuparán el lugar. ¿Cómo puede durar algo así? ¿Y si la corta época de libertad vivida en los últimos dos siglos ha sido una excepción? ¿Y si todos los países convergirán poco a poco hacia el despotismo ‘iliberal’ (o la anarquía) como el retroceso actual de las democracias parece indicar?
R. Excelente pregunta. Yo diría que la dinámica de la Reina Roja es inestable y estable a la vez. Crea, por ejemplo, poderosas retroalimentaciones positivas. Y, cuanto más fuerte se vuelve el estado, la sociedad se organiza mejor y se moviliza más, lo que a su vez aumenta la capacidad del estado. Cuanto más avance este proceso, más cooperación va a establecerse entre el estado y la sociedad y más confianza se puede construir. Fundada en esa confianza, la organización de la sociedad y las funciones del estado mejoran. Por ello vemos la dinámica de la Reina Roja como persistente y en expansión en el tiempo. La inestabilidad proviene del hecho de que todo esto se basa en un equilibrio precario y frágil. Si los fideicomisos desaparecen, si aumenta la polarización o si algún choque inclina la balanza, entonces no puede estar seguro de dónde terminará. Esta es la diferencia con la visión clásica en los Estados Unidos que afirma que estamos a salvo porque tenemos una Constitución maravillosa. La estrechez del pasillo nos dice que nunca estás a salvo.
P. Aquí China suele ser ‘el elefante en la habitación’. Y no es un elefante pequeño ya que supone una quinta parte de la población mundial. En 'Por qué fracasan los países' escribían que la prosperidad de las instituciones muy extractivas chinas era una excepción temporal. Ahora en este nuevo libro, aunque no creen que acabe llegando la democracia a China, si defienden que no podrá seguir innovando y prosperando sin libertad. Pero es que China ya lo está haciendo y empieza a adelantar al ‘mundo libre’ en redes móviles, biotecnología o control social. Si China alcanza una ventaja tecnológica insalvable, ¿corremos el riesgo de que domine pronto al resto y el mundo se vea obligado a copiar su modelo totalitario en el futuro?
R. Es un gran elefante, sin duda. Tres cuestiones. Primero, el énfasis en la libertad nos dice que incluso si China logra crecer durante cinco décadas seguidas, su sistema tendrá enormes costes sociales. En segundo lugar, el éxito chino todavía se basa en la inversión y la innovación limitada. China está invirtiendo una increíble cantidad de recursos en innovación, pero todavía no está al mismo nivel de innovación que Estados Unidos, Alemania, Suiza o incluso Japón. En muchos sentidos, incluso Corea del Sur está por delante de China en términos de tecnología e innovación. Todavía no estoy convencido de que el modelo chino, basado en el control de arriba hacia abajo, genere suficiente experimentación e innovación. En tercer lugar, sin embargo, tiene razón, China cambia el equilibrio mundial. Los regímenes extractivos, los regímenes represivos, los gobiernos que intentan destruir las normas democráticas, reciben el apoyo de China tanto explícita como implícitamente. Esto cambia la dinámica mundial. Así que hay muchas cosas que no sabemos sobre cómo China afectará a la economía mundial y a la política mundial. Dependerá de si su modelo de innovación de arriba hacia abajo continua funcionando o se esfuma. También dependerá de si la influencia de China reducirá aún más el pasillo en muchas partes del mundo, especialmente en África y Asia.
China cambia el equilibrio mundial: los regímenes extractivos y represivos, los gobiernos que intentan destruir la democracia, reciben su apoyo
P. La otra gran amenaza a la libertad es tecnológica. Si podemos implementar una AI que nos indique qué debemos hacer para ser prósperos pero también felices, con drogas u hormonas de diseño, por ejemplo, ¿por qué tendríamos que empeñarnos en ser libres, infelices y pobres?
R. Otra buena pregunta. Diría que todas estas tecnologías crean nuevos desafíos y nuevas oportunidades. Algunas personas piensan que IA significa que tendremos la libertad extinguida porque los gobiernos y las empresas pueden monitorearnos mucho más de cerca. Existe ese peligro. Pero nuestra perspectiva dice que somos nosotros quienes decidimos cómo usar la tecnología. En el pasillo hay muchas formas de usar la IA y las oportunidades que presenta. Podemos regularla. Podemos diseñar nuevas aplicaciones para empoderar a la sociedad civil y a los trabajadores. No hay nada determinista al respecto. Lo mismo se aplica a las nuevas drogas y los nuevos métodos de comunicación.
P. Fuera de la ecuación estado/sociedad quedan hoy gigantescos centros de poder empresarial como Facebook o Google con capacidad para manipular nuestra voluntad masivamente. ¿Hay que controlarlos e incluso fraccionarlos como dice Elizabeth Warren?
R. Si. Deberíamos. Hay muchas partes de la agenda de Elizabeth Warren sobre las que soy escéptico. Pero apoyo sus preocupaciones sobre las megaempresas y su poder sobre nosotros al 100%. Creo que necesitamos dividir a muchas de estas empresas y también regularlas más estrictamente. No se trata solo del poder de monopolio. Se trata de cómo afectan a nuestras normas, cómo afectan al futuro de la innovación y cómo afectan a nuestra sociedad. En resumen, se trata del poder excesivo de las empresas que hacen que el corredor sea más estrecho.
Trump es un derechista autoritario inmoral. Tiene la intención de polarizar a la sociedad y destruir los medios libres. Pero no es Hitler
P. El caso de Weimar que ustedes analizan en el libro es paradigmático y es tentador usarlo para explicar el auge de la identidad, los populismos autoritarios y la búsqueda de enemigos artificiales -ayer los judíos, hoy los inmigrantes- en medio de la crisis económica y social del mundo de hoy. Alemania era uno de los países más cultos e industriosos y libres del mundo y de la noche a la mañana cayó en manos de los nazis. Y hoy, en épocas de pasiones, fuertes, los liberales progresistas no encontramos quien nos escuche. ¿Qué podemos hacer para evitar el trágico destino de Weimar?
R. Sí, cuanto más pienso en la Alemania de entreguerras, más me preocupa el presente. Por otro lado, uno no debe exagerar los paralelos. Trump es un autoritario de derecha con una actitud increíblemente inmoral. Tiene la intención de polarizar a la sociedad y destruir los medios libres. Pero no es Hitler. La solución a la marca de autoritarismo de Trump es una política más democrática. La sociedad civil necesita estar más movilizada, las personas que no están contentas con su política y sus políticas deben presentarse y votarlo. Luego comienza la difícil tarea de construir puentes para la mayoría de sus partidarios que tienen preocupaciones legítimas de quedarse fuera de las ganancias económicas y marginados socialmente. Es una tarea difícil y difícil, pero es muy diferente de cómo combatirías el fascismo italiano o el nazismo. Esta es una distinción muy muy importante que tenemos que seguir dibujando. Pero la polarización que se ha creado no ayuda a esta perspectiva, en particular porque algunos en la izquierda van al extremo. Esto empeora la polarización en todo lo que es más peligroso para la salud de nuestra democracia y libertad.
No es habitual que el jefe de la oposición se dirija al Parlamento con una cápsula de cianuro en el bolsillo por si las cosas se ponen feas. Pero eso es lo que hizo el líder de los socialdemócratas alemanes, el valeroso Otto Wells, el 23 de marzo de 1933 en la Ópera Kroll de Berlín, emplazamiento provisional del legislativo tras el incendio que había devorado el Reichstag un mes antes. Aquel día, en un edificio violentado por banderas nazis y esvásticas en cuyas salidas se apiñaban SA y SS, Wells clamó contra la nueva Ley Habilitante que suspendería cuatro años el Parlamento y otorgaría todo el poder al recién nombrado canciller Adolf Hitler. Sabía que no había nada que hacer y, con todo, subió a la tribuna ante Hitler y habló: "En esta hora histórica, los socialdemócratas alemanes profesamos nuestra lealtad a los principios básicos de humanidad y justicia, libertad y socialismo. Ninguna Ley Habilitante puede destruir ideas que son eternas e indestructibles". Poco después, un Parlamento aterrado con varios partidos ya prohibidos y gran parte de sus miembros en la cárcel votaba a favor de su desaparición. El estrecho pasillo de la libertad abierto por la República de Weimar acababa de clausurarse ominosamente. La Reina Roja estaba fuera de control.